Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Uno de
los fenómenos más interesantes cuando se revisa con cierta frecuencia prensa de
diferentes países es el fenómeno de la asimetría informativa: no nos interesan
en la misma medida los mismos temas. Hay cuestiones que pueden estar en primera
plana en nuestros medios y, en cambio, son ampliamente ignorados o relegados a
espacios ínfimos en otros. Por supuesto, ocurre en cosas "locales",
pero nos sorprende cuando se producen en términos de noticias más impactantes o trascendentes, términos que se revelan profundamente relativos.
A nadie le importa, por ejemplo, nuestras peleas políticas de gallos, pero no
dejan de dar los resultados de la Liga en países que no saben ni a quién tenemos
en La Moncloa (tampoco les importa lo que sea). Los fenómenos de asimetría
ocurren, por supuesto, en los dos sentidos: nosotros también somos indiferentes
a muchas de las cuestiones que otros puedan considerar como capitales.
Un
ejemplo de ello lo ha planteado la catástrofe aérea de los Alpes, cuyo caso
merece la pena comentar. Frente a los amplios despliegues informativos con los
que "nuestros" (me refiero a los europeos, en general, y a los
españoles en particular) periódicos y cadenas tratan el caso, ocupando las
aperturas y los espacios principales, nos choca la casi "indiferencia"
con la que el tema es tratado en los medios árabes, en concreto los egipcios,
que son los que veo con más frecuencia. Marruecos, por ejemplo, le ha dado algo
más de importancia por la muerte de dos de sus ciudadanos.
El
fenómeno de la asimetría no se suele estudiar con frecuencia. Nos interesa
saber lo que nos "interesa" y no tan por qué "no nos interesan"
muchas cosas. La explicación pudiera ser que las cosas que no nos interesan (o
desconocemos) son muchas más que las que nos acaban interesando.
La
catástrofe de los Alpes es un episodio más de esta asimetría. Me ha resultado interesante
ver cómo se ha convertido en otra ocasión de desencuentro con Occidente. Para
ampliar cada día esa distancia, existe una campaña tendenciosa
que difunde siempre puntos de vista mediante los cuales el agravio llega de Occidente. No niego que esto sea muchas veces
real, pero sí me da la impresión que existe mucho interés en que este sentimiento sea cada
vez más intenso.
La
catástrofe del avión alemán con la muerte de 150 personas abordo ha provocado
en algunas personas del mundo árabe una frustración semántica: "¿por qué no se le llama
"terrorismo"?". La pregunta nos puede sorprender, pero es lo que
he podido ver en diferentes comentarios de lectores que ellos mismos se
contestaban: porque no había musulmanes
implicados.
La
creencia de que se está identificando permanentemente a los musulmanes como "potenciales
terroristas" desarrolla un extraño sentimiento de agravio si no se
considera "terrorismo" cuando un "cristiano" o un
"occidental" lo hacen. A algunos les podrá parecer descabellado el
razonamiento y, sobre todo, falso. El caso del avión de Germanwings no es terrorismo sino un asesinato en masa con un suicidio. La repuesta es que eso es lo que hace un suicida cuando
hace estallar una bomba atada a su cuerpo en mitad de un mercado o cuando se
estrellaron los aviones contra las torres gemelas en los atentados del 11-S.
¿Por
qué este empeño en esta cuestión de la denominación? Hay varios motivos. El
primero de ellos es interesado: es hacer sentir que se trata a los musulmanes
directamente como terroristas. Esto no es cierto, pero hay muchos interesado en
hacerlo creer para favorecer la ampliación de esa brecha respecto a Occidente.
A la
creencia circulante de que es Occidente
quien está detrás del Estado Islámico —algo que ya hemos tratado aquí en
diversas ocasiones—, se añade la de la acusación de terrorismo en exclusiva a
los musulmanes. Tanto una como otra son falsedades interesadas en un mundo
saturado de rumores. Pero, ¿a quién le interesa esto? Pues a los mismos
interesados en vender constantemente la "islamofobia" occidental.
Evidentemente
lo que ha ocurrido en los Alpes, hasta donde sabemos, no puede ser considerado
"terrorismo" aunque acciones con efectos similares puedan serlo o lo
hayan sido. Por el mismo motivo, la masacre de los jóvenes socialistas noruegos
en la isla de Utoya a manos del "cristiano militante" Anders Breivik,
en julio de 2011, sí fue considerada, y de ello se le acusó, como "terrorismo".
Breivik era un terrorista; todo lo desequilibrado que quieran, pero un
terrorista. Con su acción pretendía actuar sobre el mundo y transmitir una idea determinada, una reivindicación, mediante el
miedo o terror. El copiloto, en cambio, no creo que deba ser considerado así.
Lo que sabemos hasta el momento no permite llamarlo "terrorista. Las
oscilaciones se harán entre "lo patológico" y "lo criminal",
pero se excluyen por ahora motivos de otro tipo. Tampoco es sencillo
discriminar entre lo uno y lo otro, porque el comportamiento criminal puede ser
derivado de una patología. Los límites de las palabras no son los de las cosas
y menos los de las mentes.
El caso
de Breivik sigue siendo interesante porque se consideraba "cristiano",
como defensor de la fe, y "político" en una amalgama integrista
cercana a la que se pudieran dar en otros integrismos de inspiración religiosa.
Eso también sirve para que algunos hagan sus propias cuentas de agravios porque
no se ha producido una especie de acusación
al cristianismo. Quizá se olvidan que eso ya lo padecen coptos y demás
cristianos en Irak o Siria a manos de las tropas del Estado Islámico y
anteriormente de otras fuerzas islamistas. También los hay cristianófobos, desgraciadamente y con muchas muertes en su haber.
La
queja, desde luego, es interesada. Se trata de resaltar el argumento que
constantemente se usa: el "doble rasero" de Occidente, la
"hipocresía" de los medios occidentales, etc. Todas estas expresiones
salpican las redes y los foros de los periódicos, los artículos de opinión,
etc. Se trata de crear un malestar creciente en los que se quiere manipular a
través de estas reclamaciones frente a supuestos agravios.
El
proceso de adscripción del terrorismo empieza por la definición del grupo
muchas veces antes que el acto en sí. Primero se define al grupo como
terrorista y luego se consideran así sus acciones. Egipto, por ejemplo, ha
usado este recurso con profusión y exceso desde el momento en que declaró
"grupo terrorista" a los Hermanos Musulmanes. Desde ese principio de
denominación salen en cadena las demás consideraciones: simpatizantes, pertenencia,
apoyo... a grupo terrorista. El terrorismo comienza con un acto nominal, un
bautismo. El gobierno islamista de Morsi nombró gobernador de Luxor a un
terrorista que había atentado contra turistas en aquella misma zona. Le debió
parecer que era un mérito.
En el
otro extremo, al establecerse las posibles enfermedades mentales (depresión,
etc.) del copiloto alemán, las voces que se levantan ahora son las que tratan
de evitar que se "estigmaticen", como ya han señalado algunos medios.
France 24, por ejemplo, ya ha realizado algún debate sobre esta cuestión,
señalando: "Web users condemn newspaper stigmatisation of depression after
allegations crash pilot Andreas Lubitz hid his medical treatment from his
employers."* El problema se amplía, como vemos, a otras comunidades de
afectados por las generalizaciones.
Quizá
estamos poco mentalizados para afinar
los sentidos de las palabras que aplicamos a situaciones llenas de matices,
cambiantes. Los medios están cayendo en errores de bulto a la hora de etiquetar
muchos fenómenos. Lo señalamos aquí, por ejemplo, con los españoles que fueron
a "luchar" a Ucrania y a los que no se etiquetó de la misma manera
que si fueran a "luchar" a Siria. De hecho habían sido objeto de admirados reportajes como luchadores
idealistas por parte de algunos medios cuando se fueron. Eran "brigadistas internacionales", campeones de la libertad. Son errores que se
pagan caros.
Quizá la queja sobre el doble rasero en la catástrofe aérea sea infundada en este caso, pero no lo es en otros muchos en los que usamos criterios y categorías poco adecuados para un mundo de información global, en el que hay que tener cuidado con las etiquetas y medir mucho el lenguaje y la manera de informar.
*
"Anger at mental health stigmatisation after crash allegations"
France 24 27/03/2015
http://www.france24.com/en/mediawatch/20152703-2015-27-03-2044-germanwings-plane-crash-depression-mental-health-controversy/
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