Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Habitualmente
es difícil poner de acuerdo, incluso en lo deportivo, a los diarios El País y
El Mundo, y me encuentro que —una vez más— coinciden en recoger las
declaraciones del señor Pablo Iglesias, esta vez respecto a lo señalado sobre
los medios de comunicación, que ambos recogen en términos similares. El lector
pensará que tras esa última frase se esconde una intención de hacer ver una
"conspiración" del "biperiodismo", pero no —¡para nada!—,
no es esa mi intención. Otros medios se han hecho eco también de lo mismo y tiene su sentido que lo hagan sin necesidad de recurrir a teorías conspiratorias. Simplemente es lo que se buscaba.
Los
titulares de El País, "Iglesias: “Los medios de comunicación tienen que
tener control público”"*, y los de El Mundo "Pablo Iglesias propone
el control público de los medios"**, son casi un calco. Ambos recogen las
palabras sobre los medios y su control publicadas en un "libro entrevista"
en el que Iglesias lanza al mundo su mensaje, una vez más. Y su mensaje —al
menos, en lo que se refiere, a los medios— es este:
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, es
partidario de una regulación de los medios de comunicación desde el poder
público con el fin de "garantizar la libertad de prensa". "Los
medios de comunicación, por lo menos una parte, tienen que tener mecanismos de
control público", asegura el eurodiputado en el libro Conversación con Pablo Iglesias, del periodista Jacobo Rivero,
elaborado después de las elecciones europeas y publicado ahora por la editorial
Turpial.
"Si el derecho a la información es un
derecho democrático, la concentración de la propiedad es incompatible con ese
derecho", sostiene Iglesias, que cree que "no puede ser que algo tan
importante, y de interés público, imprescindible para la democracia, como son
los medios de comunicación, esté solo en manos de multimillonarios".*
Por su
parte, el diario El Mundo coincide
con lo expuesto por El País:
"¿Por qué no va a existir una regulación
que garantice la libertad de prensa en el mejor sentido del término, sin
condicionantes de empresas privadas o de la voluntad de partidos políticos? ¿La
sociedad civil tiene que verse reflejada con independencia y veracidad en los
medios de comunicación?", reflexiona Iglesias en el texto. Según el líder
de Podemos, dicha regulación no significa que todos los medios deban estar bajo
el control del Gobierno, sino que se garantice mediante la regulación del
sector de la comunicación la independencia y la veracidad de los medios.
"¿Eso quiere decir que todos los medios
tengan que estar bajo el control del Gobierno? Claro que no, eso quiere decir
que los medios de comunicación, por lo menos una parte, tienen que tener
mecanismos de control público. Y lo público no tiene que ser necesariamente
institucional, en el sentido de ser corriente de transmisión de las estructuras
que gestionan la Administración", argumenta.
En este sentido, al ser preguntado sobre la
Ley Orgánica de Comunicación de Ecuador aprobada por el Gobierno de Rafael
Correa y sobre si él sería partidario de una regulación de la comunicación
desde los poderes públicos, Iglesias responde contundente:
"Absolutamente... Si el derecho a la información es un derecho
democrático, la concentración de la propiedad es incompatible con ese
derecho", sentencia.**
El gran
debate político existente en nuestro país en estos momentos es si estas
tonterías le quitan votos o se los dan, si estos exabruptos totalitarios —con
telarañas ya de puro gastadas, viejas arengas de asambleas de facultad de los
años 70— le favorecen en las urnas o hacen huir espantada a la gente. Es un
test para nuestra vida política. La cuestión es sesuda y está en los cenáculos
políticos, mediáticos y hasta académicos. La cuestión es, en última instancia,
si todas estas cosas que el señor
Iglesias se encarga de distribuir con gran trompeteo
no es una estrategia para que le ataquen de continuo y así lograr una repercusión
mediática mayor que la que previsiblemente tendría.
Esto no
es una cuestión trivial y tiene que ver con ese lío retórico que anunciábamos
al principio y que tiene que ver con cosas tan complicadas como la intención,
la estrategia y la sinceridad de lo que se propone.
El diario
El París sintetiza la parte del libro entrevista dedicada a los medios de
comunicación:
El libro contiene un capítulo dedicado a la
comunicación —"La disputa de la comunicación", se titula— y en él Pablo Iglesias desgrana parte de la
estrategia comunicativa de Podemos,
uno de los mayores éxitos de la marca electoral que logró en tiempo récord
cinco escaños en el Parlamento Europeo. Empezando por la participación del
profesor de Ciencias Políticas en las tertulias televisivas: "Lo que mucha
gente no imaginaba es que nuestra intervención en los medios era una cosa muy
reflexionada, no dependía de nosotros, pero llevábamos años preparándonos para
eso", cuenta.
Iglesias opina que la gente "no milita
en partidos políticos, la gente milita en los medios de comunicación. Una
persona es de La Razón, de EL PAÍS, de la COPE o de la Cadena SER",
arguye. Por eso, entre otras cosas, entiende que su presencia en los medios es
más relevante que aparecer en otros foros. "Son mucho más importantes las
tertulias en televisión que los debates en el Parlamento. Los debates en el
Parlamento ya no los sigue nadie; además, son debates que son mentira, no
debaten realmente, está todo pactado", defiende en el libro.*
Las
opiniones expresadas sobre el papel de los medios en las democracias —por lo
que hemos visto— se centran en dos polos: la negación y la utilidad. En la
primera parte se les sataniza como alienadores de la voluntad popular y de las libertades,
mientras que en la segunda se aprovecha estratégicamente la cretinización lograda por ellos para
conseguir el "voto-audiencia". Entra aquí la doctrina del mal al
servicio de una buena causa excluyente, es decir, la suya frente a las
perversas de los demás.
Lo
penoso de todo esto es que —camino ya de los cuarenta años de democracia—
hayamos retrocedido retóricamente a las asambleas universitarias y fabriles del
final del franquismo, a la misma retórica y hasta estética de entonces. Es una
señal inequívoca de ese distanciamiento real de la vida política de una parte
importante de este país. Esto ocurre en otros, pero nuestra diferencia es que
la vida política se ha ido complicando por la inoperancia y los problemas
creados por los mismos políticos. Esto no significa en absoluto, en mi opinión,
que la gente comulgue con las cosas tan tremendas que dice el señor Iglesias y
con las que no estoy en absoluto de acuerdo. Simplemente se aprovecha del
malestar crítico de una gran parte de la población. Lo que hay al otro lado de
la moneda es lo que está por decidir. Habrá que ver si los votos de Podemos son
un voto de castigo (contra alguien) o son simplemente un voto de confianza (de
apoyo a sus ideas). La premeditación comunicativa señalada por Iglesias, es
decir, la estrategia perfectamente definida de actuación a través de los medios
hace sospechar que las acciones futuras tratarán de pasar de uno a otro, del
voto "en contra" al "voto de apoyo" y que se buscará la
ampliación del efecto mediático a través de la captación de la atención, como
ha hecho, con el libro entrevista.
La
estrategia explica, además, el culto absoluto a la personalidad necesario para
poder rentabilizar primero mediáticamente y electoralmente después la figura de
Iglesias. Eso le da fuerza en el aspecto de la concentración mediática, pero
genera también una serie de debilidades lógicas al ofrecer un flanco constante
para el ataque. A esto se añade la estrategia de que cada vez que se ataca a
Iglesias por lo que dice o hace, se utiliza el argumento de que es porque se le teme.
Cuando
Pablo Iglesias dice que la gente ya no es
de los partidos, sino de los medios
y que los parlamentos son inutilidades
a las que nadie hace caso, que son las tertulias las que reinan, ¿está
ignorando que él es un hijo de tertulia,
un producto de los mismos medios a los que ha favorecido en la lucha por las
audiencias? ¿Le importa? En absoluto, por supuesto. Él tiene sus objetivos, que
ha logrado con creces. Y si para eso tiene que favorecer a los mismos que
denigra, da igual. Ya se resolverá en el "futuro": lo primero es el poder; después, ya se verá. La gente que
reclama el "control público" de los medios de comunicación suele
preferir esperar a estar ellos en el poder.
El
artículo de El País se cierra con unas ilustrativas frases de Iglesias:
Su cargo de eurodiputado no le ha impedido
seguir apareciendo en televisión, y se sorprende de que no se haya intentado
limitar su presencia en algunos medios. "La atención mediática, además, es
algo que adquiere vida propia, pero no me extrañaría que Rubalcaba o Rajoy
hayan pensado en algún momento en un plan para quitarnos de las televisiones.
Por eso no quieren discutir cara a cara conmigo, porque saben que pueden
perder". "Tampoco hay que subestimar la necedad del adversario",
concluye.*
Esa
idea de que la atención mediática adquiere vida propia es parte de lo que
venimos señalando. Iglesias es una combinación de la demagogia de toda la vida
con la aplicación de las reflexiones sobre el papel de los medios, no en la
política, sino en la sociedad. En una sociedad mediática, los líderes son
mediáticos. Iglesias es hijo predilecto de lo que critica, un niño rollizo. Es
el pragmatismo que usa las armas que denuncia porque la gente no maneja
realidades sino representaciones que pueden ser presentadas de formas
distintas, que tienen sus destinatarios naturales, es decir, personas que
desean ser persuadidas con unos discursos y no con otros. La vida política es share.
Como
una persona que vive en este país, no me gusta el modelo crítico ni el político
de Pablo Iglesias. El modelo crítico
se exhibe a través de los medios y dice a la gente lo que quiere escuchar,
canaliza empáticamente la frustración causada por una crisis debida a la
inoperancia política y a la falta de imaginación (y vergüenza) de muchos políticos,
cuyas imputaciones por corrupción son la anti lista electoral. La incapacidad
de los partidos políticos para regenerarse es el principal apoyo que tiene
Iglesias y sus teóricos en la sombra. Los votos de Podemos surge de los "no podemos" y de los "no
aguantamos" de la política tradicional.
Las propuestas son demagógicas en su mayoría, totalitarias muchas de ellas, y
no son consistentes más allá de charlas de café. Pero eso no importa porque no entra
en sus objetivos, al menos en esta fase, lo
posible, sino lo que pueda captar muchos clientes votantes en el mercado
del descontento. Captar la "atención mediática", como señala, es lo
esencial; sin ella no hay votantes que te den la fuerza y la atención para
acceder el siguiente nivel. La política es un videojuego de plataformas; hay
que ir pasando pantallas.
La
estrategia de los opositores de Podemos
será el ataque frontal. No hay que extrañarse, porque es la misma que él
practica con "la casta". No siempre se juega con blancas; a veces te
tocan las negras. Pero no debemos confundir a Iglesias y su Podemos, con el descontento que
canaliza. Iglesias en un estratega político con sus planes para conseguir más
poder del que tiene; es un profesional de la política, un académico del ramo,
disfrazado de pastorcilla con coleta. No hay nada de amateur en él; el toque naif
va en el guión. No hay nada reprochable en esto; es el papel que ha elegido en
el escenario mediático, de la misma forma que otros escogen sus corbatas por
sus asesores de imagen.
Pero el
descontento social es real y justificado, tanto por lo que ocurre cada día como por la
erosión provocada en las instituciones por la propia acción política, que ha
metido en su lucha elementos que deberían ser respetados por todos más allá de
la retórica. Es de ahí de donde sale el descontento que es fácil de captar y
sumar a causas dudosas. El señor Iglesias no debe estar libre de crítica —¡faltaría más!—, sobre todo si le viene bien. Pero vendría bien unas mayores dosis de autocrítica por parte de los que le han puesto en bandeja el voto del descontento. Hagan que el país funcione y luego hablaremos.
Los
votantes de cualquier partido me merecen el máximo respeto porque ejercen su
derecho a escoger libremente sus opciones. Pero las acciones o discursos que
llegan o salen de los dirigentes deben ser revisados y criticados por todos
honesta y libremente, no sea que salgamos
de Málaga para entrar en Malagón.
La
atención mediática implica que este diálogo inconcluso —como señalaba Blanchot—
esté permanentemente abierto. Iglesias traslada el debate de un parlamento que
desprecia y en el que no está, a los medios en donde sí está y desde los que
ejerce su discurso crítico. Me parece muy bien. Es más: debería estar constantemente explicando
sus ideas, opiniones y qué haría él en cada caso en España, Europa o cualquier
otro continente que le reclame. Por eso está bien saber que:
[...] advierte a los principales partidos de
que si siguen con su "estrategia" contra Podemos de "mantener el
mantra sobre Venezuela, perroflauta o la Complutense como nido de
antisistemas", la formación que lidera les pasará "por encima".**
Pues
habrá que tener cuidado.
*
"Iglesias: “Los medios de comunicación tienen que tener control
público”" El País 3/07/2014
http://politica.elpais.com/politica/2014/07/03/actualidad/1404411245_142299.html
**
"Pablo Iglesias propone el control público de los medios" El Mundo
3/07/2014 http://www.elmundo.es/espana/2014/07/03/53b5d1c022601d6e558b456b.html
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