Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Mientras
una parte de Europa apuesta por el radicalismo como forma de combatir la apatía
y la pérdida de votos, Eslovenia acaba de comenzar un experimento interesante. Es
un país con un problema grave de corrupción, con un ex primer ministro
condenado a dos años de cárcel, que ha apostado por una vía distinta. El
experimento esloveno ha apostado por la moderación centrista desde la
ciudadanía.
En
Eslovenia se acaban de producir elecciones generales —convocadas al disolverse
la coalición gobernante por elegir al corrupto dirigente como presidente del
partido principal— y las ha ganado un
nuevo partido de centro, que se estrenaba en esta cita electoral. Esta ha sido
una verdadera renovación que les ha permitido obtener el 36'9% de los votos,
sacando un margen de más de 16 puntos a su siguiente opositor. El mensaje de su líder,
Miro Cedar, ha sido claro y tranquilo. Euronews nos lo cuenta:
Cerar aseguró ante sus seguidores: “Estoy muy
satisfecho de que los votantes se hayan dado cuenta de que lo que Eslovenia
necesita es un cambio, que necesita cambiar la cultura política. Y eso es
justamente lo que nuestro partido va a hacer. No queremos políticas que
dividan. En asuntos en los que no coincidamos seremos capaces de cooperar y ser
tolerantes con las diferencias”.*
Los
eslovenos se han ido hacia el "centro" frente a los que por el resto
de Europa se han lanzado a populismos y radicalismos nacionalistas o ideológicos.
Me da la impresión que han analizado la raíz del problema mejor que en algunos
otros lugares en los que se cubren las vergüenzas tapándolas con mayor
griterío.
En la
primera parte de su mensaje Cedar, un abogado sin experiencia política, habla
de "cultura política", algo que se olvida que también hay que
construir, quizá lo más difícil. La "cultura política" constituye talante
y voluntad, es decir, la forma en que uno se va a enfrentar a los problemas y a
las relaciones con los demás para resolverlos.
Esa
cultura, en el caso esloveno, se centra en unas actuaciones que busquen
acuerdos y no divisiones y enfrentamientos. La política de grandes gritos y del
"¡a por ellos!", la del "principio del fin del otro", queda
muy bien en mítines y soflamas, pero no suele ser muy eficaz porque demoniza al otro y hace que cualquier
acuerdo sea visto como un pacto con el diablo.
Las sociedades
modernas necesitan de acuerdos en los puntos básicos, que suelen ser la
Justicia, la Sanidad (y seguridad social) y la Educación. Un país que no logra
acuerdos entre sus principales partidos sobre estas cuestiones está condenado
al estancamiento y al enfrentamiento social permanente. Poner el énfasis en lo
que se está de acuerdo —como señala Miro Cedar— y tender a reducir los
desacuerdos es una importante condición para la estabilidad. La queja de que en
España las mayorías absolutas se usan mal, de forma abusiva, como rodillos, es un ejemplo de esta voluntad de arrasar y
menos de confluir en los aspectos primordiales.
Las
sociedades no pueden ser desmanteladas cada cuatro años. Es una obviedad con la
que chocamos diariamente porque los partidos —unos y otros— ya avisan que lo
cambiarán todo cuando lleguen al poder. ¿Para qué llegar a acuerdos? Te sientas
a esperar a que llegue tu turno. Cuando esto se instaura como "cultura
política" significa que los gobiernos no tratan de ampliar el respaldo
social de sus decisiones y que la oposición no ofrece alternativas constructivas
que permitan el diálogo. Repartan en cada caso las responsabilidades como
quieran, pero el resultado es el mismo.
La "cultura
política" que Cedar pretende cambiar —y que ha obtenido un buen respaldo del
pueblo esloveno— es la reivindicación de la política como diálogo, como
convergencia de los intereses creando amplias mayorías sociales que respalden
los acuerdos. No es fácil porque se ha perdido la voluntad de hacerlo. Y mucho
tiene que ver en esto la mediatización
de la política, que favorece el antagonismo espectacular antes que el sosiego
de las negociaciones y acuerdos. Es la rutina de la negación, algo que impide
conceder al otro la validez de su más mínima iniciativa. De esta forma, los
partidos son prisioneros de sí mismos. De vez en cuando, las hemerotecas
destapan las incongruencias de los que niegan ahora lo que entonces prometieron.
Lo importante es decir que no o lo contrario.
Por más
que los ideólogos pragmáticos digan que la política trata de la Consecución del
poder, no es cierto. De lo que trata la Política, como la Economía —como bien
sabía Adam Smith— es del bienestar general de la sociedad, de que este sea lo
más amplio posible. Ver la Política como "poder" es parte de nuestra mala cultura política, porque muchos
acaban haciendo lo que sea para conservarlo, sin importarles demasiado los efectos.
La política como "poder" es la que trae y atrae la corrupción, pues
no se pone al servicio de los demás sino del beneficio propio. No, la política
no trata tanto del "poder" sino de lo que se puede y debe hacer con
él para el mayor beneficio.
El
"no queremos políticas que dividan" nos puede sonar ingenuo, pero no es
una forma de cultura política descabellada. Si funciona, da estabilidad y
extiende la responsabilidad a todos, a gobierno y oposición, pues todos
representan a los ciudadanos. Los británicos, que inventaron estas cosas,
hablan de la "leal" oposición para dejar sentado el principio de que
todos están implicados en el buen rumbo del Estado y de la sociedad; la
"lealtad" implica que no actúan contra el sistema sino que lo tratan
de mejorar con sus acciones. Cada uno debe cumplir su función, evidentemente;
pero es ese fondo cultural el que hace que se puedan abordar los grandes
problemas de la sociedad desde la unión y no desde soluciones condenas al
retroceso alternativo. Hace unos días, un político de boca caliente pregonaba que se aseguraría de que no hubiera retrocesos
en el futuro. No explicó cómo, afortunadamente.
No sé
en qué acabará la "cultura política" de Eslovenia, si lograrán esa
forma convergente de acción capaz de llegar a acuerdos que sumen voluntad
social. Me gustaría que lo hicieran y funcionara. Los que interpretan que lo
que la sociedad necesita es radicalismo,
se equivocan. No es más que el efecto de lo que los mismos políticos han creado
con su "cultura política" antagonista, sus efectos colaterales por la falta de entendimiento ante los retos. Es una consecuencia del
problema, no la solución.
Tras las elecciones europeas y el ascenso de radicalismos, populismo, xenofobias, nacionalismos, etc., después de tanto griterío y amenaza, se agradece un poco de cordura y buena voluntad negociadora, alguien que se proponga no levantarse de una mesa hasta lograr un acuerdo aceptable. Le costó seis semanas crear el partido.
*
"Un nuevo partido de centro gana las elecciones en Eslovenia"
Euronews 14/07/2014
http://es.euronews.com/2014/07/14/un-nuevo-partido-de-centro-gana-las-elecciones-en-eslovenia/
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