jueves, 17 de julio de 2014

Europa de bolillos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Para unos la cumbre europea para decidir los puestos directivos de la Unión ha fracasado; para otros, simplemente, se ha pospuesto. No es una cuestión de temperamentos, pesimistas u optimistas, sino el realismo que implica la toma de decisiones en un sistema tan complejo, un sistema que necesita de equilibrios cada vez más ajustados para que lo que salga finalmente tenga el respaldo de todos, excepción hecha, claro, de euroescépticos, nacionalistas recalcitrantes y personas extremadamente sensibles a los efectos mariposa locales. Europa es —y siempre lo será— complicada.
El pacto alcanzado para que la persona que ganara las elecciones europeas contara con el apoyo de los demás dando la razón a las urnas y permitiendo así una mayor implicación de los ciudadanos es importante como una forma de "reducción de la complejidad", algo a lo que hay siempre que tender. El límite es la distorsión o la ineficacia. El hecho de que se asuma que Europa es un espacio de consensos y convergencias implica dos cosas: una necesaria moderación que desarrolle políticas sociales de bienestar general, junto con la reducción de las desigualdades entre países, y la reducción de la tentación de hacer populismo antieuropeo en términos locales por parte de los que realmente se tomen Europa en serio.
Si esto se hace así será posible que Europa progrese en la dirección adecuada, la de un espacio de bienestar y de reducción de desigualdades individuales, colectivas e internacionales, tres dimensiones que se deben tener en cuenta en la construcción de Europa.

Nos dice que la reunión no ha terminado de resolver sus cuestiones (para algunos no habrá empezado) porque se han de tener en cuenta criterios ideológicos, geográficos y de género para elegir a los responsables de Europa. No me parece mal. Con los primeros se garantiza que las diferentes ideologías que cohabitan en Europa formen parte de su dirección, por lo que siempre habrán de estar equilibrados en sus decisiones y medidas. Con los geográficos se asegura que no quede zona sin representación, máxime cuando en Europa los desequilibrios tienen mucho que ver con la geografía, que es como decir con la Historia; lo contrario sería caer en un determinismo peligroso porque el Sur siempre estará en el Sur y el Norte en el Norte, el Este en el Este y el Oeste en el Oeste. Puede parecer una obviedad, pero si se piensa un poco, estamos llenos de teorías que explican las cosas mediante este tipo de etiquetas. A los partidarios del status quo siempre les gusta la geografía, excepto quizá a Rusia, que le incomodan las fronteras y tiende a remodelarlas.
Los criterios ideológicos y geográficos son importantes para la gestión del presente y la creación del futuro. El segundo se hace con el primero. Puede que algunos piensen que este complicado proceso es un atraso. Se equivocan porque si hay algo importante es la voluntad de acuerdo entre todos porque sin ese respaldo, los dirigentes difícilmente podrían tomar decisión alguna. Los dirigentes ya no representan a los países de los que proceden, sino que actúan en nombre de todos nosotros, norte, sur, este y oeste. Esa frase de ir a "defender los intereses" que queda tan bien en la boca nacional, se vuelve el peor insulto en términos de Unión. Nadie está para defender los intereses de nadie sino los de todos. Tenemos experiencia de algún Comisario español al que se ha crucificado por entender que "no defendía" nuestros intereses. Por eso es tan importante que la política europea sea "europea" y ayude a la reducción de esos interese divergentes que pueden darse, sin duda. Europa no es sencilla.

El tercer criterio en la selección es el de "género", también importante. Los dos representantes elegidos hasta el momento, Martin Schulz y Jean-Claude Juncker son hombres. La necesidad de incorporar mujeres a los puestos directivos es obvia y ya se ha puesto sobre la mesa. También es un aspecto esencial de la definición europea la cuestión de género, pues implica un reconocimiento y una voluntad de equilibrio en su espacio e instituciones.
De la conjunción de esos tres elementos deberán salir los dirigentes europeos. Hay, por supuesto, un cuarto: la adecuación de la persona, su competencia. Cada vez que se elige a un dirigente, los criterios se reajustan para mantener el equilibrio final.
Los resultados de las recientes elecciones europeas no se deben olvidar, algo que los políticos suelen hacer con frecuencia al pensar en las siguientes. Hay un eje local que hace que todo gire sobre las políticas nacionales cuando la realidad nos dice que es al contrario, que son los países los que se van adaptando a las normativas que surgen de las iniciativas europeas. La mejor forma de vencer la apatía es con el funcionamiento eficaz y, especialmente, con el reconocimiento de su función. Hay que empezar a romper ese protagonismo de los políticos nacionales —que es importante, desde luego— y empezar a transmitir que los políticos europeos forman parte de nuestra vida ciudadana, es decir, que somos ciudadanos europeos.

Es el momento adecuado para alcanzar el necesario protagonismo de lo europeo que nos haga avanzar en nuestra ciudadanía común. De no hacerse, se dejará en manos de los que van contra ella por motivos ideológicos (populistas, radicales y antisistema) y geográficos (ultranacionalismos) o la combinación de ambos, pues la geografía también es ideología. Los que ven a Europa como una diana contra la que lanzar fácilmente sus deseos deberían tener enfrente los valores comunitarios y la eficacia de las instituciones. El mejor argumento contra Europa es que funcione mal; el mejor, un funcionamiento que satisfaga las necesidades y aspiraciones de sus ciudadanos. Europa debe convivir con lo antieuropeo y eso significa estar permanentemente armada de razones, tener las ventajas siempre a mano. La solidaridad y los avances sociales serán siempre sus mejores bazas. Europa necesita un sueño común, no dormitar.
Europa siempre será complicada por su propia complejidad, por las diversidades que acoge, y ese es su reto histórico único. Cualquier decisión —que nos afectará a todos— requiere hacer encaje de bolillos, por usar la expresión coloquial, para sacarla adelante. Por eso la voluntad de acuerdo es tan importante; es la garantía que se haga lo que se haga contará siempre con una mayoría amplia de respaldo. Eso garantizará respeto y respaldo.



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