Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Para
unos la cumbre europea para decidir los puestos directivos de la Unión ha fracasado;
para otros, simplemente, se ha pospuesto. No es una cuestión de temperamentos,
pesimistas u optimistas, sino el realismo que implica la toma de decisiones en
un sistema tan complejo, un sistema que necesita de equilibrios cada vez más
ajustados para que lo que salga finalmente tenga el respaldo de todos,
excepción hecha, claro, de euroescépticos, nacionalistas recalcitrantes y
personas extremadamente sensibles a los efectos mariposa locales. Europa es —y
siempre lo será— complicada.
El
pacto alcanzado para que la persona que ganara las elecciones europeas contara
con el apoyo de los demás dando la razón a las urnas y permitiendo así una
mayor implicación de los ciudadanos es importante como una forma de
"reducción de la complejidad", algo a lo que hay siempre que tender.
El límite es la distorsión o la ineficacia. El hecho de que se asuma que Europa
es un espacio de consensos y convergencias implica dos cosas: una necesaria
moderación que desarrolle políticas sociales de bienestar general, junto con la
reducción de las desigualdades entre países, y la reducción de la tentación de
hacer populismo antieuropeo en términos locales por parte de los que realmente
se tomen Europa en serio.
Si esto
se hace así será posible que Europa progrese en la dirección adecuada, la de un
espacio de bienestar y de reducción de desigualdades individuales, colectivas e
internacionales, tres dimensiones que se deben tener en cuenta en la
construcción de Europa.
Nos
dice que la reunión no ha terminado de resolver sus cuestiones (para algunos no
habrá empezado) porque se han de tener en cuenta criterios ideológicos,
geográficos y de género para elegir a los responsables de Europa. No me parece
mal. Con los primeros se garantiza que las diferentes ideologías que cohabitan
en Europa formen parte de su dirección, por lo que siempre habrán de estar
equilibrados en sus decisiones y medidas. Con los geográficos se asegura que no
quede zona sin representación, máxime cuando en Europa los desequilibrios
tienen mucho que ver con la geografía, que es como decir con la Historia; lo
contrario sería caer en un determinismo peligroso porque el Sur siempre estará
en el Sur y el Norte en el Norte, el Este en el Este y el Oeste en el Oeste.
Puede parecer una obviedad, pero si se piensa un poco, estamos llenos de
teorías que explican las cosas mediante este tipo de etiquetas. A los
partidarios del status quo siempre
les gusta la geografía, excepto quizá a Rusia, que le incomodan las fronteras y
tiende a remodelarlas.
Los
criterios ideológicos y geográficos son importantes para la gestión del
presente y la creación del futuro. El segundo se hace con el primero. Puede que
algunos piensen que este complicado proceso es un atraso. Se equivocan porque
si hay algo importante es la voluntad de acuerdo entre todos porque sin ese
respaldo, los dirigentes difícilmente podrían tomar decisión alguna. Los
dirigentes ya no representan a los países de los que proceden, sino que actúan
en nombre de todos nosotros, norte, sur, este y oeste. Esa frase de ir a "defender
los intereses" que queda tan bien en la boca nacional, se vuelve el peor
insulto en términos de Unión. Nadie está para defender los intereses de nadie
sino los de todos. Tenemos experiencia de algún Comisario español al que se ha
crucificado por entender que "no defendía" nuestros intereses. Por
eso es tan importante que la política europea sea "europea" y ayude a
la reducción de esos interese divergentes que pueden darse, sin duda. Europa no
es sencilla.
El
tercer criterio en la selección es el de "género", también
importante. Los dos representantes elegidos hasta el momento, Martin Schulz y
Jean-Claude Juncker son hombres. La necesidad de incorporar mujeres a los
puestos directivos es obvia y ya se ha puesto sobre la mesa. También es un
aspecto esencial de la definición europea la cuestión de género, pues implica
un reconocimiento y una voluntad de equilibrio en su espacio e instituciones.
De la
conjunción de esos tres elementos deberán salir los dirigentes europeos. Hay,
por supuesto, un cuarto: la adecuación de la persona, su competencia. Cada vez
que se elige a un dirigente, los criterios se reajustan para mantener el
equilibrio final.
Los
resultados de las recientes elecciones europeas no se deben olvidar, algo que
los políticos suelen hacer con frecuencia al pensar en las siguientes. Hay un
eje local que hace que todo gire sobre las políticas nacionales cuando la
realidad nos dice que es al contrario, que son los países los que se van
adaptando a las normativas que surgen de las iniciativas europeas. La mejor
forma de vencer la apatía es con el funcionamiento eficaz y, especialmente, con
el reconocimiento de su función. Hay que empezar a romper ese protagonismo de
los políticos nacionales —que es importante, desde luego— y empezar a
transmitir que los políticos europeos forman parte de nuestra vida ciudadana,
es decir, que somos ciudadanos europeos.
Es el
momento adecuado para alcanzar el necesario protagonismo de lo europeo que nos
haga avanzar en nuestra ciudadanía común. De no hacerse, se dejará en manos de
los que van contra ella por motivos ideológicos (populistas, radicales y antisistema)
y geográficos (ultranacionalismos) o la combinación de ambos, pues la geografía también es ideología. Los que
ven a Europa como una diana contra la que lanzar fácilmente sus deseos deberían
tener enfrente los valores comunitarios y la eficacia de las instituciones. El
mejor argumento contra Europa es que funcione mal; el mejor, un funcionamiento
que satisfaga las necesidades y aspiraciones de sus ciudadanos. Europa debe
convivir con lo antieuropeo y eso significa estar permanentemente armada de
razones, tener las ventajas siempre a mano. La solidaridad y los avances sociales serán siempre sus mejores bazas. Europa necesita un sueño común, no dormitar.
Europa siempre
será complicada por su propia complejidad, por las diversidades que acoge, y
ese es su reto histórico único. Cualquier decisión —que nos afectará a todos—
requiere hacer encaje de bolillos,
por usar la expresión coloquial, para sacarla adelante. Por eso la voluntad de
acuerdo es tan importante; es la garantía que se haga lo que se haga contará
siempre con una mayoría amplia de respaldo. Eso garantizará respeto y respaldo.
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