Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
De
nuevo la cuestión educativa a la
palestra. Cada vez que hay un informe internacional, nos visita un dirigente de
una institución del ramo o se produce cualquier otro asunto relacionado con la
educación, se lanzan al aire los avisos. Esta vez es el diario El País —entre
otros— mediante la inclusión de un editorial titulado "Educación y
aptitudes", que va seguido de la línea resumen "La universidad debe
mejorar la calidad de los estudios y adaptarse a las necesidades productivas".*
La
existencia de esos mecanismos de revisión automatizada que responde a la
etiqueta de "Editoriales anteriores" es también reveladora: "El
drama educativo" (03/04/2014), "Educación estancada"
(04/12/2013), "Posición mediocre" (09/12/2010), "Entender lo que
se lee" (06/12/2007). Me imagino que habrá otros anteriores —y hasta
algunos intermedios— respecto a la cuestión educativa. Los argumentos se acumulan
y repiten perdiendo eficacia: la relación entre el sistema educativo y el productivo,
la rigidez universitaria, la necesidad de investigación, la mala capacidad
lectora, lo listos que son los japoneses, etc.
Esta
vez, al menos, el diario El País concluye que "el problema es doble y
altamente complejo, y como tal debe abordarse"*. En realidad, da exactamente
igual decir que es doble, triple o cuádruple. Los problemas educativos son
intocables y cuando se tocan suele hacerse donde no deben y con malos o nulos resultados.
El
editorial de El País surge de las informaciones sobre los licenciados que se
encuentran desarrollando cientos de miles de empleos por debajo de su
cualificación. Los argumentos que se dan en estos casos son los de la
"adecuación" al mercado, las exigencias de las empresas, etc. Son
siempre los mismos, como se puede rastrear a través de los editoriales de El País
o de los artículos flagelantes sobre nuestra educación.
El
Diario señala algunas de las consecuencias documentales de la presentación del
nuevo informe educativo que ha contado con el ministro Wert y el señor Gurría,
de la OCDE:
"La compresión lectora, la capacidad de
cálculo y la resolución de problemas en España deja mucho que desear", ha
insistido a la vista de los resultados de la Evaluación Internacional de la
población adulta de entre 16 y 65 años (Piacc). "Hay que atender ese tema
y las universidades no son todo el problema, son parte de la solución", ha
indicado.
Este informe mostró que los titulados
españoles de menos de 30 años de edad tienen unas de las competencias lectoras
más débiles entre los 22 países participantes, y sólo uno de cada seis
graduados recientes en educación superior puntúa en los niveles más altos
comparados con uno de cada dos en Japón. La adecuación de las competencias
respecto de lo que el mercado está necesitando, "que no es un tema
absoluto", significa adquirir conocimientos, saber aplicarlos y que sean
pertinentes. De ahí, la necesidad de mejorar la calidad de la educación
universitaria española ante un contexto internacional cada vez más competitivo,
ha insistido, pues un mayor grado de formación reduce "drásticamente"
el riesgo de desempleo.**
Uno se
pregunta en qué momento de la Historia los pedagogos se desconectaron del mundo
que les rodeaba. La vaciedad de los discursos, lo ciego de los análisis, la
obviedad de las respuestas, etc., deben ser incluidos en el análisis del
problema como una parte más. Si los universitarios no se adecúan a la realidad
laboral, los pedagogos no se adecúan a la realidad educativa que ellos mismos
llevan produciendo desde hace décadas. Son incapaces de ir más allá de sus
propias técnicas de detección de problemas, que son las que los definen. En
lugar de partir de la cera que arde,
siguen describiendo mundos ideales y comportamientos de máquinas en lugar de
personas y grupos sociales. ¿No se le ha ocurrido a nadie que, tras años de
fracasos analíticos y resolutivos, a lo mejor están los pedagogos equivocados?
¿No podría ser que estuvieran siempre aplicando la lupa a los demás y ellos
—los responsables del sistema educativo— siempre tuvieran razón en sus recetas
y análisis, aunque su resultado —es decir, el sistema en su conjunto— fuera un
fracaso? ¿Tiene sentido que los técnicos de la NASA, por ejemplo, le echen la culpa a la gravedad (incluso a
Newton) cuando un cohete no sube? ¿No será responsabilidad suya, al menos en
parte?
¿Tiene
sentido analizar por partes el sistema educativo, desligando unas de otras? ¿Se
puede analizar lo que ocurre en la universidad sin hacerlo con lo que se
produce en las enseñanzas medias y esta sin hacerlo con la primaria? ¿No
tendremos una acumulación de problemas que van ascendiendo por el sistema,
arrastrándose como una carga? ¿Hemos ido al origen del problema o nos da miedo
descubrir que es el propio sistema el que genera el problema? Pero la teoría
dice que el sistema educativo nunca se equivoca, según su propio diagnóstico,
responsabilizando a los que circulan por él. Aquí las carreteras siempre están impecables.
Lo he
dicho en otras ocasiones: no se puede desligar la educación de la cultura
ambiental. Entiendo la cultura ambiental como todos aquellos estímulos que nos
rodean y que son activos en nuestra formación. Una cultura ambiental rica es de
gran ayuda para el sistema educativo. El sistema educativo es un medio de
comunicación (es lo que es) que compite con otros medios en una sociedad
ruidosa.
La
degradación de nuestro sistema educativo es el resultado del fracaso cultural
ambiental. Basta con tener una mirada crítica a lo que ofrecemos como sociedad pachanga, dónde hemos puesto
nuestro énfasis, para comprender el fracaso, que no es escolar sino social. El
fracaso no es el de nuestro sistema educativo, es el de nuestras prioridades
sociales y culturales. Recogemos en la educación lo que sembramos en la
cultura. Abra cualquier canal televisivo y lo entenderá rápidamente.
Se
intenta tecnificar la educación cuando lo que se necesita es, por el contrario,
hacerla más abierta y creativa, más inclusiva de elementos que se considera
poco útiles, pero cuya verdadera utilidad es favorecer el pensamiento en sí
mismo, conferir elasticidad mental, capacidad expresiva y analítica.
Obsesionados por el éxito educativo,
lo hemos convertido en un fracaso comparativo. Las brillantes notas que
consiguen nuestros mejores alumnos se caen cuando se les compara con otros
países que se han preocupado por una educación de bases culturales más sólidas.
Pero aquí la compartimentación gremialista prefiere que se respete el campo de
cada uno parcelando las mentes antes que entender que se deben integrar los
conocimientos en las cabezas de quienes los reciben.
La
presión competitiva se hace en cuanto a los resultados obtenidos, que acaban
siendo un reflejo inadecuado, pero que se ajusta al sistema. Escuchamos lo que
queremos oír; vemos lo que queremos ver. Así nuestras enseñanzas se destinan a
cubrir una serie de parámetros evaluables, pero no a comprender realmente lo
que se aprende, que se olvida pronto en espera de los siguientes criterios que
haya que satisfacer. Es un ir pasando.
Tenemos
la educación que como sociedad nos merecemos, su reflejo. Solo cambiando las
prioridades que como sociedad espectáculo tenemos podremos acceder a una
educación de mayor calidad porque lo que está en juego es precisamente nuestra
definición de "calidad". El problema es que una sociedad inculta
define también qué es calidad educativa.
Y el hecho de que se programe tecnocráticamente
el conjunto no deja posibilidad de escape. Café para todos.
La
degradación de nuestra cultura, muy publicitada, deja pocas esperanzas de
renovación. Antes la educación era el motor de la sociedad; hoy es el furgón de
cola. Los datos sobre el "exceso" de educación para los puestos de
trabajo no revela la verdadera dimensión del problema. Esa mejor educación no se ha traducido en una mejora social, sino en
satisfacer las aspiraciones de una España de tenderos, cocineros y deportistas,
de "marcas" y desmarques por la banda. Somos prisioneros de nuestra propia imagen,
de nuestra propia definición de "producto", palabra fetiche, pues nos
envuelve a nosotros mismos, convertidos en espectáculo y reclamo. Todo esto
forma nuestra propia cultura ambiente, plana, sin aspiraciones. En España hablar
de "cultura" es hablar del IVA, del bestseller y de las audiencias.
Necesitamos
una profunda regeneración cultural si queremos salir de este escenario
circular. Las formas autoritarias de llevar la educación son incapaces de
entender que los estudiantes son los españoles, la sociedad misma, no una
variante temporal. Cuando se analiza y evalúa el sistema educativo, se está
evaluando a la sociedad en su conjunto, a los hijos de sus padres, a los padres de sus futuros hijos. No son extraterrestres de visita. Ya llega la segunda generación a la que le sobra la cultura, con lo que ese "ambiente" estará más degradado. Ya no se trata solo de transmitir cultura, primero tienes que convencer de que sirve para algo. El pragmatismo se paga.
Mientras
no se vea el sistema educativo de esta forma, como la sociedad misma, y que sus
carencias son las sociales, se seguirá manteniendo esta degradación que va a
más, que es motivo de pesar en aquellos educadores que todavía se preocupan por
el estado de sus alumnos y no solo por los puntos que les dan o los méritos que
les reconocen.
Lo que
hay no funciona. Pero no porque lo diga Ángel Gurría presentando otro informe
sobre lo mismo, año tras año, sino porque lo tenemos todos los días frente a
nosotros, como preguntas sin contestar, como desinterés y desmotivación. Los
alumnos no son anomalías en las aulas; son el resultado lógico de la
mediocridad de nuestras aspiraciones sociales. Pero sirve de poco decirlo. El
sistema, en su sentido más amplio, no quiere saberlo. Oé, oé, oé.
* "Educación y aptitudes" El País 9/07/2014 http://elpais.com/elpais/2014/07/08/opinion/1404843094_779719.html
** "La OCDE avisa de una situación "alarmante" en la formación de los españoles" El Diario 7/07/2014 http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/ocde-avisa-que-formacion-espanoles-alarmante-3360097?utm_source=rss-noticias&utm_medium=feed&utm_campaign=portada&rel=rosEP
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