Joaquín Mª Aguirre (UCM)
«Uno de los problemas principales es que la sociedad
española no tiene conciencia sobre la importancia económica que tiene la
innovación». Es la frase es de Juan Mulet, presidente de la Fundación Cotec,
que cierra el artículo publicado hace unos días en el diario El Mundo. Mulet señala que, para una
economía del tamaño de la española, el del I+D+i debería ser cuatro veces el
actual.
"Innovación" no es más que la conciencia de que el
progreso de una sociedad consiste en su dinamismo. Innovar es una cuestión en
primer lugar de actitud y voluntad y en segundo lugar de medios. A muchos se
les llena la boca con la palabra "innovación", pero fallan después en
su aplicación. Lo más difícil de la innovación
es entender que no se trata solo de resolver problemas, sino de anticiparse a ellos.
Allí donde la Ciencia busca conocimientos, la innovación
busca ventajas competitivas luchando en primer lugar contra uno mismo para
poder ganar a los otros. En este sentido, el gran peligro es lo acomodaticio, dar por terminados los
procesos y olvidar esa necesidad de estar constantemente ofreciendo mejoras
para poder seguir creciendo. El gran enemigo de la innovación somos nosotros
mismos, nuestra falta de conciencia el dinamismo necesario para mantenerlo en marcha.
En el número especial que la revista National Geographic le dedica al gran físico Werner Heisenberg, podemos
leer:
Puede llamar la atención el hecho
de que la mayoría de los científicos que sentaron las bases de la física
atómica y de la mecánica cuántica fueran alemanes. No resulta extraño si se
tiene en cuenta que, a principios del siglo XX, Alemania era líder mundial en
el campo de las ciencias, sobre todo en la química y en sus aplicaciones
industriales. Lo más sorprendente es que se realizaran estos avances durante
unos años muy difíciles para el país desde cualquier punto de vista. Después de
la Primera Guerra Mundial, gran parte de la comunidad científica alemana estaba
en activo, pero la situación económica del país hacía muy difícil conseguir
fondos para la investigación. A pesar de todo ello se desarrolló la mecánica
cuántica y se aplicó a otros campos de la física. (15-16)**
La "sorpresa" debería ser relativa porque lo que
Alemania había conseguido era una "cultura" científica e innovadora, es decir, esa
actitud y voluntad de conocimiento que se considera esencial para su traslado a
la realidad industrial. La investigación científica tenía unas consecuencias claras sobre el conjunto de la sociedad a través de las innovaciones en la producción.
La cultura de la innovación tiene sentido cuando se ha
establecido un continuo entre la investigación y la producción industrial. De
no existir esa conexión, lo que se produce es el desperdicio de la investigación
y/o la migración de los investigadores. Sin traslado a la realidad de la
producción —la aplicación— la investigación se convierte en una forma de
esteticismo si finalidad o de burocratismo autosuficiente. En el primer caso,
los resultados de la investigación no van a ninguna parte y en el segundo
sirven solo para la justificación ante terceros de la existencia de quien lo
realiza.
Alemania es el "motor de Europa" porque es el
motor de sí misma. La mentalidad de los alemanes ha acogido ciencia y
tecnología como parte de su forma de ser nacional y se muestran orgullosos de
sus producciones, resultado de una cadena que empieza en los laboratorios y
termina en las naves y talleres. Los alemanes investigan y producen. Y
desarrollan sus instituciones educativas para que ambas cosas se produzcan.
La queja del presidente de la Fundación Cotec, Juan Mulet,
con la que comenzábamos este escrito habla precisamente de la falta de "conciencia"
de la sociedad española en esta cuestión de la innovación. Y las conciencias se
desarrollan en la escuela, a través de un sistema educativo que introduzca
estos valores como tales en nuestros niños y jóvenes, que los traduzca en sueños
y acciones.
La cultura de la innovación, que se reclama, necesita ser
desarrollada de forma clara más allá de premios y demás zarandajas. Aquí se
llama emprendedor o innovador casi a cualquiera. La falta de esa conciencia o
cultura de la innovación la puedes percibir hasta en la forma de estudiar
nuestros alumnos. No hablemos ya de lo que se hace con lo que se aprende, la
carencia casi absoluta de la capacidad de aplicar lo que se aprende, que acaba
siendo olvidado precisamente por la incapacidad de integrarlo en unidades más
amplias o en aspectos concretos, para resolver cuestiones.
El gran drama es que los que realmente se sobreponen a esta
falta de cultura ambiental respecto a la innovación y la investigación y logran
ser buenos en sus campos carecen de ese elemento complementario que es la
recepción social. Son buenos artistas pero con muy mal público y, en general,
con pésimos críticos. Al final se van allí donde sus ideas son valoradas y su
esfuerzo recompensado. Lejos.
La innovación y la investigación requieren de un movimiento
doble: educación y estímulo institucional. Si no se empieza por abajo, desde la
escuela, difícilmente se podrá dar un resultado satisfactorio. Pero la escuela
se ha convertido en la fábrica de lo contrario por efecto de la falta de
criterio de los que deben diseñarla. Si quieres tener una buena universidad,
empieza por la guardería. La misma falta de conciencia que afecta a la
innovación es la que hace que nuestras reformas educativas sean inútiles porque
no tienen el objetivo adecuado. Falta la misma idea, la del la finalidad de la
educación, como falta la de la finalidad de la innovación. La importancia
económica de la innovación es grande, pero lo es más la social y cultural. No
se trata de centrar en el dinero, la cuestión porque la riqueza es un concepto que hay que desmonetizar. Hay otras cuestiones
que se deben ponderar en la idea de riqueza de un país.
Un sociedad innovadora lo es en todos los terrenos porque se
ha desarrollado esa mentalidad desde la escuela misma. ¿Lo hace la nuestra? Lo
dudo.
* "Menos investigadores y material: 'Se ignora la
relevancia de innovar'" El Mundo 16/07/2014 http://www.elmundo.es/economia/2014/07/16/53c56d91268e3e9b5b8b456b.html
** Jesús Navarro Faus "El principio de incertidumbre.
Heisenberg" Edición Especial National
Geographic 2014.
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