miércoles, 16 de julio de 2014

El súper NO

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Debo confesar que lo que más me molestó del tuit fueron las mayúsculas, ese "NO" amplificado, de Cecil B. de Mille. Antes de que la red se llenara de los mismos malos modos que el mundo, escribir con mayúsculas significaba gritar. Y ese fue el efecto, un grito ensordecedor y estridente, sin venir a cuento. Quizá —piensa uno tratando de encontrar una explicación— le ha ocurrido como al que sale de una discoteca o lugar ruidoso y habla a gritos al salir hasta que descubre en la cara de los demás que está con el volumen subido. Quizá —sigo pensando— sale uno de las primarias como de las calles de Pamplona después del chupinazo y la carrera, con el subidón de adrenalina y que tarda en bajar. No lo sé y no le encuentro razón más allá de estas pobres explicaciones.


Más duro es Xavier Vidal-Folch en El País; lo es ya desde la rotundidad del propio título que le ha puesto a su artículo: "El día en que el PSOE se traicionó".* Donde yo me preocupo por la tipografía, él lo hace por la semántica:

Nunca en una votación europea el socialismo español había cometido tal dislate. La elección de Jean-Claude Juncker era un imperativo categórico derivado del principio democrático, pues respondía al principal mandato de los electores. Lo ignoró. Consagraba un avance contra el déficit de representatividad, aupado al Tratado de Lisboa, del que fue coautor. Lo despreció.
No había coalición alternativa para asegurar la estabilidad de la legislatura. El PSOE se refugió, oportunista, en que sus cofrades de otros países salvarían el escollo. Traicionaba sus propios compromisos como parte del Partido de los Socialistas Europeos, pero no ponía en peligro el resultado.
El discurso programático de Juncker fue el más keynesiano desde que el Libro Blanco del presidente Delors propuso las grandes redes transeuropeas y financiarlas con eurobonos en 1993. El PSOE ignoró su propia historia. Esterilizó su capacidad de maniobra e intercambio de cromos mientras otros (sus colegas italianos) exigían y negociaban compensaciones, con éxito.*


Xavier Vidal-Folch es duro, pero creo que tiene razón. Se ha empezado con muy mal pie, un mal pie también mayúsculo. Los compromisos son para algo, cierto, pero esto es algo más. Que la nueva etapa del socialismo español en Europa sea quedar mal con sus colegas de la Unión, incumpliendo el pacto que llevaba a reelegir al socialista Schulz para la presidencia del Parlamento, me parece un despropósito de cierta gravedad. Lo digo en términos europeos, pero también locales.
De las elecciones europeas ha salido una idea clara: la necesidad de una visión convergente de Europa, por parte de los grandes partidos comprometidos en su construcción, que evite su desmembramiento a manos de euroescépticos, populistas radicales, ultranacionalistas y demás reventadores del proyecto, es decir, con los mismos con los que se ha alineado en la votación. Y ahora vete a explicarlo a los colegas. Vete a contarles que eso de la "gran coalición europea" no va contigo y que estás con Pablo pero en aseadito.
La primera parte del artículo de Vidal-Folch concluye con el análisis del dislate:

Y renegó de un plumazo de una constante vital de la democracia española: el consenso —aun con acentos y énfasis distintos—, en política europea. Antes solo lo había violado frontalmente (aunque en asunto más grave) José María Aznar, con la carta pro-Bush de una facción de primeros ministros y el encuentro de las Azores para la guerra de Irak, contrarios a la consulta previa que exigía el Tratado en estos casos.
Y todo por frivolidad (romper los acuerdos); referencia provinciana al debate doméstico (reclamarse coherente con la acerba crítica que propinó en la campaña a Bruselas / Barroso, como si la socialdemocracia alemana no hubiese hecho lo mismo); miedo cerval a la emergencia de alternativas populistas (confusión de izquierda con irrelevancia y marginalidad extramuros del sistema).*


No sé si "frivolidad" es la palabra adecuada, pero se acerca bastante a la idea. Hay terrenos en los que nos es fácil la precisión en la medida y las cosas se dan por aproximación. En cuanto a los dos siguientes aspectos contenidos en los paréntesis —las críticas a "Europa" para no dejarse pillar por los que le venían por la izquierda y la identificación simplista del paquete "Rajoy-Merkel-Europa-Recortes" y las demás "confusiones" y "miedos" señalados —, describen en pocas palabras un estado anímico ("cerval") que puede llegar a somatizarse y degenerar en sarpullidos, tics y calambres musculares muy pronto.
Después, Vidal-Folch —como no podía ser de otra manera— se centra en ese "tuit" mayestático y mayúsculo, ese "chapter one" del "fin del final", "principio del principio", "principio del final", etc. "Pocas veces tan pocas palabras demostraron tanta simplificación o tan oceánico desconocimiento", señala. Y eso es lo tremendo, la simplificación que implica. Llamar a Jean-Claude Juncker "el padre de las políticas austericidas" está muy bien para un mitin de amiguetes, pero, chico, qué quieres que te diga. De tuit en tuit, one step beyond.
Hacer estos gestos (es un gesto, como lo es un corte de mangas) de cara a la galería tendrá sus consecuencias porque la flecha del tiempo impide que los cristales del vaso roto se recompongan por arte de birlibirloque. Escudarse en el electorado para incumplir un pacto europeo no es el camino adecuado. Estas cosas pasan, como hemos señalado en ocasiones, por usar mal los conceptos y apuntar contra enemigos facilones, que son los que le ponen a tiro los demagogos que no tienen —por definición— que preocuparse demasiado de la congruencia de lo que hacen o dicen, sino solo de conseguir sus objetivos a cualquier precio. Y ese NO es pura demagogia y, como dedica la segunda parte de su artículo Vidal-Folch a mostrar, una exhibición de ignorancia, un no sin saber y sin escuchar, un no dogmático, descortés e incumplidor. Es un no de borrajas, el súper NO.
A veces, ya nos lo advertía Sigmund Freud en su Psicopatología de la vida cotidiana, los errores son más reveladores que los discursos. Al flamante eurodiputado Ramón Jáuregui le tocó dar la cara mediática para explicarle a Europa y al mundo porqué se iba a votar en contra de lo acordado por el socialismo europeo. Euronews nos contaba:

[...] Los liberales británicos y los socialistas españoles, que en principio iban a votar al candidato de la formación ganadora de las pasadas elecciones, el Partido Popular, han dado marcha atrás.
“Nosotros hemos tenido una campaña electoral dolorosa por las críticas a la política económica de la Unión Europea. Hemos elegido a un secretario general que durante su campaña en España ha pedido no votar a Juncker”, ha dicho Ramón Jaúregui, refiriéndose al nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez.**


Es en estos casos cuando uno comprende la diferencia entre el periodismo escrito y el audiovisual, lo que no queda en la letra. La transcripción de lo dicho por Jáuregui no es correcta o, para ser más preciso, prescinde de sus errores. Lo que dice el eurodiputado debería reflejarse así: “Nosotros hemos tenido una campaña electoral dolorosa por las críticas a la política económica del... de la Unión Europea." Ya se le escapaba a Jáuregui el "del gobierno" como coletilla. (¡Ramón, que estás en Europa!). Una vez que se ha hecho la asociación machacona "Rajoy, Merkel, Europa, Austeridad", cuesta desprenderse de ella. Votar contra Juncker es votar contra Mariano Rajoy y viceversa. El mundo es simple: Mariano caca, Jean-Claude caca. ¿Y Europa? ¿Qué Europa? ¡Caca!
Hay que ver la cara que se le queda al pobre Jáuregui, que va a tener que estar dando explicaciones a los colegas. Su cara al final dice más que sus errores verbales. Es esa cara de "¡qué quieres que te diga!", la que se le queda a uno pensando en los años de calvario por delante. ¡Madre mía!
El artículo de Xavier Vidal-Folch se cierra con un frase lapidaria: "Incluso para decir "no", hay que saber qué se dice." Pero mucho me temo que la política española va a seguir condenada a decir "SÍ" o "NO" (mayúsculos, enormes, testosterónicos) como cuando a uno le golpean la rodilla con un martillito; a soltar automáticamente el discurso oficial, como a Jáuregui.
En el principio fue el big-tuit.


* Xavier Vidal-Folch"El día en que el PSOE se traicionó" El Pais 15/07/2014 http://politica.elpais.com/politica/2014/07/15/actualidad/1405453923_951905.html
** "El Parlamento Europeo decide si Jean-Claude Juncker será el próximo presidente de la Comisión" Euronews 15/07/2014 http://es.euronews.com/2014/07/15/el-parlamento-europeo-decide-si-jean-claude-juncker-sera-el-proximo-presidente-/







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