Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Me hice
en la última Feria con un precioso libro, una edición profusa y bellamente
ilustrada, titulada "Cuentos y proverbios chinos" (Ediciones Librería
Argentina 2008)*. El recopilador de los textos es Norberto Tucci. Entre los
muchos textos interesantes que se incluyen, se recoge un cuento zen al que han
dado por título "La imagen del espejo". La historia, muy sencilla en
su forma, viene a ser, resumida, la siguiente: Antes de que los espejos fueran
algo habitual, un comerciante compró una caja que contenía uno. Al abrirlo, vio
en el espejo la imagen de su padre. Contento, lo llevó a su casa y se lo enseñó
a su esposa. Cuando lo abrió, ella vio la cara de su madre. Ese es el núcleo de
la historia. El comerciante chino que compró el espejo como un objeto mágico
quedó satisfecho por aquel prodigio.
Me he
acordado de esta historia al leer la entrevista que Jesús Ruiz Mantilla le hace
al músico y dandy oficial de la
música pop, Bryan Ferry, a sus 68 años, en el diario El País. "¿Alguna vez se sintió dentro de la
edad que tenía? Pues no, nunca."** Lo directo de la pregunta y lo
contundente de la respuesta nos confirma una verdad universal: nadie siente la
edad que tiene. Todos, llegados a cierta edad, ven a su padre cuando miran al espejo. O si se prefiere: la
distancia entre cómo nos sentimos por dentro
y somos realmente por fuera, a los
ojos de los demás y a los nuestros, gracias a los espejos y demás formas
especulares (fotografías, pantallas), va aumentando con el paso del tiempo.
Ayer
veía a una Drew Barrymore de 7 años que después se recordaba a sí misma en la
edición conmemorativa de los veinte años de "E.T." 1982), de la que
han pasado otros doce años más. Quizá el drama del envejecimiento que viven muchos actores no se produzca por el hecho
en sí, sino por la cantidad de recordatorios acumulados que no dejan lugar a
dudas sobre el paso del tiempo. Pienso en la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), la maravillosa
película de Billy Wilder. Al final se pierde el sentido del presente, el del
soy-aquí-ahora, más complejo que el simple hic
et nunc, viviendo en un tiempo irreal. No hay aquí ni ahora que no sea mío, la propiedad más efímera pues se
nos escapa entre los dedos.
Junto
al espejo, inventamos otro artilugio más perverso: el calendario o la
contabilidad del tiempo. Espejo y calendario son recordatorios de que todo se
mueve, de que nada está quieto. Uno nos lo muestra, el otro nos lo mide y certifica.
El tiempo pasa. Todo fluye; a distintos ritmos, pero fluye. Hay un tiempo
cósmico, otro geológico, otro biológico y otro psicológico. Hasta las galaxias, el universo
mismo envejece y los expertos discuten la precisión de su edad, como si las
estrellas lo fueran del Cine y el universo sufriera ataques de coquetería
tratando de ocultar los años. Pero el universo no tiene conciencia de sí mismo, que sepamos; nosotros, sí.
A veces
bromeo con mis compañeros sobre la maldición
del profesor, condenado a envejecer mientras que sus alumnos pasan, año
tras año por las aulas siempre con la misma edad. Ellos se renuevan; tú, no.
Al final, el desclasado es el
profesor. Cambiamos para todos, menos para nosotros mismos.
En el
mismo libro se nos trae un proverbio chino: "La edad del hombre viene dada
por la edad de la mujer que ama"*. La complejidad del proverbio no excluye
un fondo de verdad, pues es el amor necesita de cierto equilibrio en la madurez
de ambos (o en su inmadurez). Las parejas que no consiguen madurar a la misma velocidad acaban
siendo conscientes de esa distancia y lo que en principio se percibía como juventud acaba sintiéndose como inmadurez del otro, una verdadera
maldición para el amor. La Literatura nos ha dejado buenos testimonios de maduros
arrastrados a la inmadurez por amor, desde un Humbert Humbert en la Lolita, de Nabokov, al Gustav von Aschenbach,
ridículo seguidor del joven Tadzio, en La
muerte en Venecia, de Thomas Mann. Ambos acaban mal; el tiempo no se vence
con estos rejuvenecimientos forzados.
Puede
que, de todos los objetos que los seres humanos hemos inventado, el espejo sea
el que haya tenido más consecuencias psicológicas. El espejo nos devuelve la
imagen y nos hace consciente de que lo que nosotros sentimos como experiencia
es visto como envejecimiento, que la memoria se nos llena mientras que el
tiempo se nos vacía. Nuestra época sufre por el paso del tiempo, que se ha
acelerado como comenzaron a percibir en los años sesenta. El shock del futuro,
el libro de Alvin Toffler, trató de explicar que ya nadie vive en su tiempo,
sino que invadimos los tiempos de otros, paradoja producida por el cambio
acelerado. El desprecio con el que se mira al que envejece por parte de los
soberbios recién llegados al río de la vida, ignora que pronto quedarán en la
misma situación, que el tiempo corre para todos.
Damos
mucha importancia al paso del tiempo mientras que tratamos por todos los medios
de prolongarlo. El Eslovenia, el Partido de los jubilados quedó tercero en las
recientes elecciones generales, con el 10% de los votos. ¿Nos exigirá el futuro
defender los intereses de "edad" como antes se defendían los de
"clase"? Probablemente. Hoy asistimos a demandas de
"renovación", que se suelen entender literalmente, es decir, como
rejuvenecimiento, sin tener en cuenta que puede haber ideas viejas en cuerpos
jóvenes e ideas nuevas en cuerpos viejos. Pero en el mundo de la imagen, como
decíamos ayer, todo acaba entrando por los ojos. Y los ojos ven lo que los
espejos. Pronto el negocio del rejuvenecimiento será uno de los mayores del
planeta, con todos aquellos que se puedan permitir engañar al espejo mediante
implantes, estiramientos, inyecciones y pastillas.
Pero por
mucho que nos gastemos en tratar de negar lo evidente o de mirar para otro lado
ante sus consecuencias, el tiempo está ahí o, mejor dicho, aquí, dentro y fuera de nosotros. Quizá lo más sensato es lo que
hace Ferry, subir a un escenario y hacer lo que más le gusta, dejar de preocuparse
por lo inevitable.
Otro
proverbio sentencia: "Comienza a disfrutar hoy mismo de tu vida, ya es más
tarde de lo que crees"**. Tiene razón.
*
Norberto Tucci (2008): "Cuentos y proverbios chinos". Madrid,
Ediciones Librería Argentina.
**
"Bryan Ferry: “La política es un lugar extraño para un artista”" El
País / El País Semanal 30/06/2014
http://elpais.com/elpais/2014/06/27/eps/1403897057_993666.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.