Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Debo
confesar que el titular de The New York Times me despistó. Mientras leía un
artículo de un profesor matemáticas sobre cómo enseñárselas a sus hijos —con
los universitarios, dice, es más fácil—, llamaba mi atención una pequeña
fotografía de François Hollande y un titular, situados en la franja superior. El titular decía "You Don’t
Need Glasses to See the Message". Tal como está la política actual
por todo el mundo y en Francia en particular, pensé que se trataba —una vez
más— de criticar sus políticas económicas, el fracaso electoral en las
municipales y europeas, etc.
Cuando ya había visto cuáles eran los trucos con los que
aquel padre matemático introducía a sus hijos y calculado lo que darían de sí
en versión española, me pase al artículo sobre Hollande. Mi sorpresa primera
fue ver el texto que acompañaba al titular: "President François Hollande
of France’s Glasses Set Off Debate". Desconocía que entre todos los
problemas que Hollande, Francia, Europa y el mundo en su totalidad afrontan
estos días, el país galo hubiera estado sumergido en polémicas sobre las gafas
que usa, es más, desconocía que el presidente de todos los franceses hubiese cambiado
de modelo y que esto —en el caso de que fuese real el cambio— tuviera que tener
consecuencias tan graves como para suscitar un debate nacional.
Me enteré está misma mañana, eso sí, de que el defensa del
Real Madrid, Pepe, lucía un nuevo peinado compuesto por pequeñas rastas —los comentaristas, muy
ilustrados, señalaron con erudición que "a lo Bob Marley— que no sé cuánto
le durarán tras el primer despeje de cabeza. Otros años, estas fechas han
recogido puntualmente los cambios de peinado o de color de pelo de otros
jugadores en esa competición informal pero rentable de ver quién da más la nota
para atraer las miradas de los fotógrafos aburridos.
¿Por qué me enteré del cambio de "look" de Pepe y
no del de François Hollande? Lo desconozco. He tenido que enterarme por The New York Times de estas cosas.
Suerte que entre titulares sobre Gaza, Ucrania, cosas de Kerry, etc., el diario
no se había olvidado tan importante cuestión.
Ayer me enteré del accidente del avión de compañía española
en África por los directos desde
Madrid de la CNN. Lo tenía de fondo mientras hacía otras cosas y no sabía de
qué hablaban. Cuando finalmente me enteré, decidí pasar a nuestros canales de
información, pero solo repetían una y otra vez las mismas cifras del paro o
hablaban del concurso Masterchef. La
CNN interrumpía su guión para conectar con Madrid y Madrid no conectaba con
nadie. Las "últimas horas" se dan como una sección más, no cuando
ocurren, sino cuando toca. Nuestros informativos tienen un guión de hierro.
Entré a ver qué había pasado en Francia sin que yo me
enterara, a ver qué ocurría con las gafas presidenciales. Hasta el momento las informaciones
sobre Hollande se han centrado en las historias sentimentales, los descalabros
electorales, los motines en su partido y la verticalidad de su corbata, como ya
hemos dado cuenta aquí puntualmente. El relevo de Sarkozy en la presidencia
francesa no solo fue en el palacio del Elíseo, también lo ha sido en las
portadas cuché. Francia ya no puede vivir sin colorines. El sutil dinamismo del
ex presidente Sarkozy (ahora localizable en sección de "sucesos") y
lo etéreo y musical de su pareja, Carla Bruni, no han tenido el relevo adecuado
en los culebrones sentimentales de Hollande, más impactantes, oui, mais... otra cosa.
The New York Times, tras señalar en su artículo que los
nuevos tiempos hacen que los políticos, hombres y mujeres, se encuentran bajo
los mismos análisis críticos en cuanto a las modas, resumía el caso:
A few weeks ago, Mr. Hollande swapped his clear
rimless glasses for a geekier, horn-rimmed style. They are not as extreme as
stereotypical black-framed architect’s numbers, but they come close. And this
started a vociferous debate among the French.
The glasses, made by Lindberg, a Danish company
whose glasses are also worn by Queen Elizabeth II, Bill Gates, Miuccia Prada
and Brad Pitt, have been condemned by French businesses for being both
unpatriotic and hypocritical. The glasses prove, Mr. Hollande’s critics said,
that he does not practice what he preaches: that is, supporting local industry.
(The president made the somewhat ill-considered decision to do the glasses swap
as his government embarked on a heightened Made in France push.)*
¿Se ha vendido
Hollande a una potencia de diseño extranjera? ¿Es realmente antipatriota e hipócrita? ¿Crea desempleo él solo? Se comprende lo encendido del
debate francés. Que François Hollande haya escogido sus gafas simplemente
mirándose en un espejo para ver qué tal le quedaban, me parece de una
frivolidad insostenible para un dirigente al frente de un País como Francia. Es
comprensible la indignación. Nuestros políticos se tuvieron que hinchar a
pepinos cuando la "crisis del pepino". Fue un acto de valentía y
entrega, con riesgo de su vida, porque entonces la negación del pepino español
como causante de la intoxicación en Alemania no estaba clara y discutir con los
germanos sobre investigación siempre es un riesgo. Al final, la Ciencia dio la
razón a la Fe.
Allí donde antes nuestro Campoamor planteaba el problema epistemológico de los cristales, ahora se plantea el de las monturas. Ya no se trata de ver sino de que te vean; no son gafas de ver, como se decía antes, sino de ser visto.
En la medida en que los políticos se han convertido en
vallas publicitarias de sus marcas respectivas, en lo que ahora se llama el
"nation brand", llevar o no unas gafas nacionales se considera
cuestión de estado. La moda forma parte de la imagen de Francia como la paella
de la de España. ¿Qué diríamos nosotros si Mariano Rajoy cenara todas las
noches en un japonés, por ejemplo?
¿Si Mas se pasara al frankfurt con
chucrut y dejara la butifarra? Haríamos un hueco en nuestra agenda de protestas
y nos lanzaríamos a la calle.
Que los políticos se conviertan en muestrarios, en feria de
muestras andantes, en escaparates vivientes, es el signo de los tiempos. En un
mundo en el que todo entra por los ojos, tiene razón The New York Times, no hacen falta gafas para ver el mensaje.
La gafa es el mensaje, diría McLuhan.
* "You
Don’t Need Glasses to See the Message" The New York Times 23/07/2014
http://www.nytimes.com/2014/07/24/fashion/president-francois-hollande-of-france-glasses-set-off-debate.html?rref=homepage&module=Ribbon&version=origin®ion=Header&action=click&contentCollection=Home%20Page&pgtype=article
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