sábado, 1 de febrero de 2014

El peligro cavernícola o de política y género

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
The New York Times nos trae un artículo de Charles M. Blow con el título de "The Masculine Mistake". En él se desarrolla el papel crítico que está teniendo en la política norteamericana la cuestión del "genero" desde la perspectiva de los roles y estereotipos. Aquí la cuestión del "genero" debe ampliarse más allá de las mujeres y se aplica a la separación que entre demócratas y republicanos se establecen sobre la condición "masculina".
Blow establece el planteamiento general ya en los dos primeros párrafos:

If one of the overt Democratic lines of attack against Republicans is that Republicans are conducting a war on women, one of the low-simmering, implicit lines of attack from Republicans is that Democrats are conducting a war on men, or at least traditional views of masculinity. 
The idea of the effete, feminized liberals threatening to suffocate the last remaining expression of true manliness is rife in Republican rhetoric. They are selling the right wing as the last refuge of real men.*


La idea de establecer una línea de de género que iría desde una feminización extrema en el ala izquierda de los demócratas hasta llegar hasta ese "último refugio de los hombres de verdad", por usar las palabras de Blow, que sería el ala derecha de los republicanos, introduce una perspectiva interesante en el análisis político y permite apreciar el comportamiento, incluso la imagen, gestionada por los políticos en cada una de esas posiciones.
Cada vez es más frecuente que las cuestiones que afecta a las relaciones entre los sexos y los estereotipos y roles entren en la política y se planteen en primer plano. En última instancia, la política tiene que ver con las leyes y las leyes con los valores sociales. A pesar de lo que decía una política española el otro día, no existe un "derecho natural" al margen de la convención, algo que pueda dejarse al margen de las discusiones, sino que todo lo que manejamos ha pasado por el tamiz de la cultura y, dentro de ella, los roles de género son el entramado sobre el que se ha construido nuestra sociedad. Desde la familia se proyectan hacia el resto de las instituciones, puesto que es allí donde se generan los modelos de relaciones.
Por eso me parecen interesantes las informaciones que aporta Blow recogiendo una serie de trabajos académicos sobre esta cuestión. Señala en su artículo:

We have seen recent research suggesting that men with daughters are more likely to be Republican and a study finding that men with sisters are more likely to be Republican. 
The study of men with sisters was conducted by researchers at Stanford Graduate School of Business and Loyola Marymount University. A report from Stanford about the study concluded, “Watching their sisters do the chores ‘teaches’ boys that housework is simply women’s work, and that leads to a traditional view of gender roles — a position linked to a predilection for Republican politics.”*

En este sentido, la "naturalidad" de los roles se aprendería en las familias y de allí buscaría su encaje en la política posteriormente. La creencia en la naturalidad de lo que estamos acostumbrados a ver es una de las ilusiones más poderosas que se pueden dar y de las más dañinas por lo difícil de convencer de su artificialidad.
Los defensores de la segregación en las escuelas, los que quieren separar a chicos y chicas en los colegios arguyendo ventajas improbables y fantasiosas recurren a los mismos recursos que las más retrógradas sociedades. La preocupación de Erdogan por empezar a separar por sexo en la educación es un aviso de cómo hace retroceder a la sociedad turca hacia sus planteamientos que a él le parecen "naturales" o "divinos". La visión de las colas para votar diferenciadas entre hombres y mujeres, como ocurre en los países árabes, me parecen marcar las distancias entre las libertades nominales y la transformación real de una sociedad en su progreso. No habrá libertades reales mientras existan esas segregaciones. Lo único que existirá es un reforzamiento de las costumbres a través del control de la educación, que es la gran golosina social, el campo de batalla.


Los estudios citados por Charles M. Blow señalan que es en la observación de las "hermanas" o "hijas" donde se forja la idea de la naturalidad de la diferenciación radical de lo "masculino" y lo "femenino" que se traduce en un comportamiento político más conservador. Que el conservadurismo familiar se refleja en las preferencias políticas debería parecernos obvio.

El problema no es tan obvio cuando se produce en países en los que la mezcla entre lo familiar, lo político y lo religioso forman una unidad compleja en la que la que los tres elementos se amalgaman reforzándose. Religión, familia y política son los tres elementos que se fundamentan desde un mandato inamovible que comienza en lo religioso, que sanciona una forma familiar y que acaba reflejándose en el orden político, que organiza la sociedad. El problema allí, por decirlo claramente, es cuando los políticos que se presentan como progresistas son, en cuestiones de género, tan retrógrados como el resto de los más conservadores. Decir "cuestiones de género" pudiera inducirnos a pensar que el género y la política son ámbitos distintos. Nada más lejos de la realidad, como bien sabe el movimiento feminista desde sus orígenes. Dejar fuera de la política las cuestiones de género es una acción política, por más que se ampare en lo religioso o en lo natural, versiones paralelas de un mismo principio. En estos casos —y eso une al Tea Party y similares con los integristas islámicos— lo religioso marca los límites de lo político y lo condiciona. Es la Ley natural o la de Dios; ninguna de las dos se puede franquear, son sagradas.


La concentración de los votos masculinos en los republicanos es una mala noticia, aunque pierdan las elecciones. El artículo señala que en la elección de Obama frente a McCain, en 2008, los votos masculinos estuvieron prácticamente igualados (49 Obama, 48 McCain); en cambio en las elecciones de 2012, Romney tuvo 52 frente a 45 de Obama. No es bueno porque implica un retroceso en las cuestiones de género más allá o, si se prefiere, previas a lo formalmente político. La "masculinización" de la política republicana implica, por lógica, la reacción negativa a las ideas y hechos desarrollados por los demócratas. Eso se tradujo ya en las elecciones anteriores en las activas defensas de muchas mujeres frente al retroceso planteado por los republicanos. Señala Blow:

And as Republican candidates oppose a full range of reproductive options for women as well as same-sex marriage, and publicly bemoan the notion that Democrats make women “believe that they are helpless without Uncle Sugar” around to “control their libido,” in the words of Mike Huckabee, the former Arkansas governor and a possible Republican presidential contender, the Republican Party is, in fact, becoming a shrinking, male-dominated party.
Only one Democrat has won the male vote in presidential races since 1992 — and that was Barack Obama, who won it in 2008 by one percentage point.
The Republican Party is in danger of becoming a man cave of cavemen and the women who can abide them.


El peligro cavernícola, por así decir, no es privativo de los Estados Unidos. Es un peligro real que afecta a cualquier lugar en el que se pongan sobre la mesa, como cuestiones partidistas, las cuestiones de género imponiendo visiones fundamentalistas de las relaciones entre los sexos. El modelo masculino implica necesariamente como contrapartida un modelo femenino, que se define de forma complementaria desde ese planteamiento. Es integral y afecta a todos.
Las cuestiones de género, de igualdad y libertad entre los sexos (y no solo estas, sino las que afectan a la propia identidad) deberían ser aceptadas por las diferentes partes que integran la vida política. Solo así hay un avance real. La polarización sexual de la política implica que se ha llegado a un límite de acuerdo más allá del cual no es posible el encuentro social. Y esto es muy negativo. Las campañas agresivas de la Rusia de Putin contra la homosexualidad pueden entenderse en ese mismo sentido "cavernícola", es decir, de proclamación de la supremacía de un modelo masculino extremo que no solo busca diferencias de género tradicionales, sino que define lo masculino de forma fundamentalista. El recurso a lo natural (o antinatural) o a lo pecaminoso van en la misma línea argumentativa: todo está escrito y definido en alguna ley que se invoca políticamente.

Que los hombres y las mujeres voten desde planteamientos de género significa que existen modelos de relaciones, roles e identidad antagónicos, cuando el movimiento hasta ahora era precisamente dejar en el ámbito de lo privado lo que había sido regulado desde los condicionamientos limitados de lo público. Significa, como bien señala Blow, que el partido republicano —y los que se les parecen— retroceden hacia posturas que muchos no están dispuestos a reconocer porque afectan a sus propios derechos y libertades. Implica inestabilidad personal y social y, si se me apura, cultural, en el sentido profundo del término.
Significa también —y especialmente— la polarización en la educación, que se ha mostrado incapaz de resolver las diferencias sociales en este campo y explica su utilización como herramienta de formación de mentalidades más allá del ámbito de la familia, como su prolongación. Los favorables a la segregación educativa —lo hemos señalado varias veces— perpetúan el modelo de roles separados y lo extenderán a la vida política, con lo que lo pagaremos todos. Habrán aprendido lo natural de la separaciones, justificada en las diferencias marcadas desde el barro inicial y la extracción de la costilla.
Nunca se me olvidará la repugnancia que me produjo —hace veinte años— escuchar a un señorito que presumía de que cuando llegaba a casa de madrugada hacía levantar a una de sus hermanas para que le preparara la cena. Él era nada menos que todo un hombre. Me he acordado de ello al leer el artículo de Michel J. Blow.



* Charles M. Blow "The Masculine Mistake" The New York Times 31/01/2014http://www.nytimes.com/2014/02/01/opinion/the-masculine-mistake.html?hp&rref=opinion&_r=0






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