Joaquín Mª Aguirre (UCM)
The New York Times
nos trae un artículo de Charles M. Blow con el título de "The Masculine
Mistake". En él se desarrolla el papel crítico que está teniendo en la
política norteamericana la cuestión del "genero" desde la perspectiva
de los roles y estereotipos. Aquí la cuestión del "genero" debe
ampliarse más allá de las mujeres y se aplica a la separación que entre
demócratas y republicanos se establecen sobre la condición
"masculina".
Blow establece el planteamiento general ya en los dos
primeros párrafos:
If one of the overt Democratic
lines of attack against Republicans is that Republicans are conducting a war on
women, one of the low-simmering, implicit lines of attack from Republicans is
that Democrats are conducting a war on men, or at least traditional views of
masculinity.
The idea of the effete, feminized liberals threatening to
suffocate the last remaining expression of true manliness is rife in Republican
rhetoric. They are selling the right wing as the last refuge of real men.*
La idea de establecer una línea de de género que iría desde
una feminización extrema en el ala
izquierda de los demócratas hasta llegar hasta ese "último refugio de los
hombres de verdad", por usar las palabras de Blow, que sería el ala
derecha de los republicanos, introduce una perspectiva interesante en el
análisis político y permite apreciar el comportamiento, incluso la imagen,
gestionada por los políticos en cada una de esas posiciones.
Cada vez es más frecuente que las cuestiones que afecta a
las relaciones entre los sexos y los estereotipos y roles entren en la política
y se planteen en primer plano. En última instancia, la política tiene que ver
con las leyes y las leyes con los valores sociales. A pesar de lo que decía una
política española el otro día, no existe un "derecho natural" al
margen de la convención, algo que
pueda dejarse al margen de las discusiones,
sino que todo lo que manejamos ha pasado por el tamiz de la cultura y, dentro
de ella, los roles de género son el entramado sobre el que se ha construido
nuestra sociedad. Desde la familia se proyectan hacia el resto de las
instituciones, puesto que es allí donde se generan los modelos de relaciones.
Por eso me parecen interesantes las informaciones que aporta
Blow recogiendo una serie de trabajos académicos sobre esta cuestión. Señala en
su artículo:
We have seen recent research suggesting that
men with daughters are more likely to be Republican and a study finding that
men with sisters are more likely to be Republican.
The study of men
with sisters was conducted by researchers at Stanford Graduate
School of Business and Loyola Marymount University. A report from Stanford
about the study concluded, “Watching their sisters do the chores ‘teaches’ boys
that housework is simply women’s work, and that leads to a traditional view of
gender roles — a position linked to a predilection for Republican politics.”*
En este sentido, la "naturalidad" de los roles se
aprendería en las familias y de allí buscaría su encaje en la política
posteriormente. La creencia en la naturalidad
de lo que estamos acostumbrados a ver es una de las ilusiones más poderosas que
se pueden dar y de las más dañinas por lo difícil de convencer de su
artificialidad.
Los defensores de la segregación en las escuelas, los que
quieren separar a chicos y chicas en los colegios arguyendo ventajas improbables
y fantasiosas recurren a los mismos recursos que las más retrógradas sociedades.
La preocupación de Erdogan por empezar a separar por sexo en la educación es un
aviso de cómo hace retroceder a la sociedad turca hacia sus planteamientos que
a él le parecen "naturales" o "divinos". La visión de las
colas para votar diferenciadas entre hombres y mujeres, como ocurre en los
países árabes, me parecen marcar las distancias entre las libertades nominales
y la transformación real de una sociedad en su progreso. No habrá libertades reales
mientras existan esas segregaciones. Lo único que existirá es un reforzamiento
de las costumbres a través del control de la educación, que es la gran golosina
social, el campo de batalla.
Los estudios citados por Charles M. Blow señalan que es en
la observación de las "hermanas" o "hijas" donde se forja
la idea de la naturalidad de la
diferenciación radical de lo "masculino" y lo "femenino"
que se traduce en un comportamiento político más conservador. Que el
conservadurismo familiar se refleja en las preferencias políticas debería
parecernos obvio.
El problema no es tan obvio cuando se produce en países en
los que la mezcla entre lo familiar, lo político y lo religioso forman una
unidad compleja en la que la que los tres elementos se amalgaman reforzándose.
Religión, familia y política son los tres elementos que se fundamentan desde un
mandato inamovible que comienza en lo
religioso, que sanciona una forma familiar y que acaba reflejándose en el orden
político, que organiza la sociedad. El problema allí, por decirlo claramente,
es cuando los políticos que se presentan como progresistas son, en cuestiones
de género, tan retrógrados como el resto de los más conservadores. Decir
"cuestiones de género" pudiera inducirnos a pensar que el género y la
política son ámbitos distintos. Nada más lejos de la realidad, como bien sabe
el movimiento feminista desde sus orígenes. Dejar fuera de la política las
cuestiones de género es una acción política, por más que se ampare en lo religioso o en lo natural, versiones paralelas de un mismo principio. En estos
casos —y eso une al Tea Party y
similares con los integristas islámicos— lo
religioso marca los límites de lo político y lo condiciona. Es la Ley natural o la de Dios; ninguna de las dos se puede franquear, son sagradas.
La concentración de los votos masculinos en los republicanos
es una mala noticia, aunque pierdan las elecciones. El artículo señala que en
la elección de Obama frente a McCain, en 2008, los votos masculinos estuvieron
prácticamente igualados (49 Obama, 48 McCain); en cambio en las elecciones de
2012, Romney tuvo 52 frente a 45 de Obama. No es bueno porque implica un
retroceso en las cuestiones de género más allá o, si se prefiere, previas a lo
formalmente político. La "masculinización" de la política republicana
implica, por lógica, la reacción negativa a las ideas y hechos desarrollados
por los demócratas. Eso se tradujo ya en las elecciones anteriores en las
activas defensas de muchas mujeres frente al retroceso planteado por los
republicanos. Señala Blow:
And as Republican candidates oppose a full
range of reproductive options for women as well as same-sex marriage, and
publicly bemoan the notion that Democrats make women “believe that they are
helpless without Uncle Sugar” around to “control their libido,” in the words of
Mike Huckabee, the former Arkansas governor and a possible Republican
presidential contender, the Republican Party is, in fact, becoming a shrinking,
male-dominated party.
Only one Democrat has won the male vote in
presidential races since 1992 — and that was Barack Obama, who won it in 2008
by one percentage point.
The Republican Party is in danger of becoming a
man cave of cavemen and the women who can abide them.
El peligro cavernícola,
por así decir, no es privativo de los Estados Unidos. Es un peligro real que
afecta a cualquier lugar en el que se pongan sobre la mesa, como cuestiones
partidistas, las cuestiones de género imponiendo visiones fundamentalistas de
las relaciones entre los sexos. El modelo
masculino implica necesariamente como contrapartida un modelo femenino, que se define de forma complementaria desde ese
planteamiento. Es integral y afecta a todos.
Las cuestiones de género, de igualdad y libertad entre los
sexos (y no solo estas, sino las que afectan a la propia identidad) deberían
ser aceptadas por las diferentes partes que integran la vida política. Solo así
hay un avance real. La polarización sexual de la política implica que se ha
llegado a un límite de acuerdo más allá del cual no es posible el encuentro
social. Y esto es muy negativo. Las campañas agresivas de la Rusia de Putin
contra la homosexualidad pueden entenderse en ese mismo sentido
"cavernícola", es decir, de proclamación de la supremacía de un
modelo masculino extremo que no solo busca diferencias de género tradicionales,
sino que define lo masculino de forma fundamentalista. El recurso a lo natural
(o antinatural) o a lo pecaminoso van en la misma línea argumentativa: todo está escrito y definido en alguna
ley que se invoca políticamente.
Que los hombres y las mujeres voten desde planteamientos de
género significa que existen modelos
de relaciones, roles e identidad antagónicos, cuando el movimiento hasta ahora
era precisamente dejar en el ámbito de lo privado lo que había sido regulado
desde los condicionamientos limitados de lo público. Significa, como bien
señala Blow, que el partido republicano —y los que se les parecen— retroceden
hacia posturas que muchos no están dispuestos a reconocer porque afectan a sus
propios derechos y libertades. Implica inestabilidad personal y social y, si se
me apura, cultural, en el sentido
profundo del término.
Significa también —y especialmente— la polarización en la
educación, que se ha mostrado incapaz de resolver las diferencias sociales en
este campo y explica su utilización como herramienta de formación de
mentalidades más allá del ámbito de la familia, como su prolongación. Los
favorables a la segregación educativa —lo hemos señalado varias veces—
perpetúan el modelo de roles separados y lo extenderán a la vida política, con
lo que lo pagaremos todos. Habrán aprendido lo
natural de la separaciones, justificada en las diferencias marcadas desde
el barro inicial y la extracción de la costilla.
Nunca se me olvidará la repugnancia que me produjo —hace
veinte años— escuchar a un señorito
que presumía de que cuando llegaba a casa de madrugada hacía levantar a una de
sus hermanas para que le preparara la cena. Él era nada menos que todo un hombre. Me he acordado de ello al leer el
artículo de Michel J. Blow.
* Charles
M. Blow "The Masculine Mistake" The New York Times 31/01/2014http://www.nytimes.com/2014/02/01/opinion/the-masculine-mistake.html?hp&rref=opinion&_r=0
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