Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El concepto
de "frontera", de "límite" tiene una gran importancia. Puede
que Europa no logre una identidad desde
dentro, difícil de alcanzar, entre otras cosas porque no hace los esfuerzos
suficientes para ello. Puede que esa identidad surja, por presión, de los
límites externos que definen nuestras posibilidades de ser.
Hemos tratado estos
días con cierta intensidad la "cuestión suiza" —creo que el tiempo lo
justificará— porque es mediante esos actos exteriores de delimitación como se
definen los "suizos", por un lado, pero también lo hacemos nosotros
como "europeos". Cada acto de diferenciación que ellos realizan, nos diferencia también a nosotros. Hoy a
Europa le ha surgido un "límite", una frontera regulada, que antes no
estaba, que define el qué, el cómo y el quién del tránsito, del intercambio
entre unos y otros. Ni ellos ni nosotros somos los mismos después de su
referéndum.
Een el
otro extremo geográfico, al Este, tenemos un reto de mayor envergadura, el reto
"ucraniano". Mientras que los suizos ven a Europa como una amenaza para su identidad e integridad,
dos palabras con vínculos profundos que reflejan niveles distintos, han votado
distanciarse y que nos distanciemos, el proceso en Ucrania es totalmente
distinto: quieren una identidad "europea". Lo que se está debatiendo
sangrientamente hoy en la calles de la ciudades de Ucrania es su derecho a una definición que en el caso de los suizos
se resuelve en un referéndum y entre ellos como un violento conflicto que se
cobró ayer más de veinte muertos. Europa forma parte de ese conflicto como
referencia, "límite" y aspiración.
Si los
suizos se identifican mediante los límites con Europa, elevando las barreras,
los ucranianos se definen de forma doble, como afirmación y como rechazo.
Positivamente quieren ser "europeos"; negativamente, no quiere ser un
satélite "ruso", tal como lo plantea el actual gobierno, que ha ido
cortando y coartando todos los movimientos europeístas, desde hace una década, para
favorecer la aproximación a Moscú. Al igual que ocurre con los suizos,
divididos por una décimas de diferencia, los ucranianos también lo están entre
el temor y la dependencia rusa y por otro lado, la esperanza idealizada europea.
Lo que
está ocurriendo en Ucrania es de tal gravedad que lo peor que podemos hacer los
europeos es mirarlo como algo ajeno. No lo es porque nos define como
"frontera", pero también nos articula en nuestro propio interior pues
es indudable que no se puede estar impasible ante gente que está jugándose la
vida, que lo ha abandonado todo para exigir a su gobierno que cumpla los
acuerdos firmados con Europa y que constituyen su aspiración.
Nuestra
pervertida percepción de la realidad nos lleva siempre a considerar todo como
cuestión de intereses, de beneficios o pérdidas, que se pueden convertir en
euros o en cualquier otra moneda. Percibirnos e interpretamos mercados. Aplicárselo a los demás es un
grandísimo error que explica parte de nuestras desdichas y miserias y nuestra comprensión
limitada del mundo.
Los que
están resistiendo durante noches temperaturas gélidas bajo amenazas, ataques, torturas,
etc., no están pensando en el PIB. Lo están haciendo en aquellas esperanzas y
sueños —fundados o no, reales o imaginados— que les sirven de motor para reconstruirse
como pueblo. Los rebrotes nacionalistas por la mayor parte del continente
requieren una explicación más allá de las crisis económicas.
Europa
queda entre esos dos frentes, entre los que la temen y los que la anhelan.
Ucrania ve a Europa como una salida a su pérdida de identidad, secuestrada
primero por la Unión Soviética y después por la Rusia de Vladimir Putin, que ya
no tienen necesidad de enviar tanques a sofocar los levantamientos, pero sí usa
otros mecanismos.
Los dos
asuntos, cada uno a su manera, tienen su importancia para nosotros. También
suponen una nueva ocasión de definición europea. En este sentido, la cuestión
"suiza" es más corrosiva
que la "ucraniana" porque es más fácil la solidaridad con los que se
atrincheran en una plaza a temperaturas bajo cero y son reprimidos
sangrientamente, que con los que atrincheran cómodamente en su "paraíso
alpino", viviendo de la opacidad fiscal de los países a cuyos modestos
ciudadanos, en cambio, les plantean problemas de ingreso. Los suizos son muy
libres de dejar entrar a quien quieran en su país, pero deberán entender que
los demás tienen que tomar alguna medida si se incumplen los acuerdos.
Por eso
es preocupante la "moderación" de Angela Merkel y sus recientes peticiones
de calma:
"En primer lugar, debemos ver la forma
en que Suiza aplica esta votación en los próximos tres años. Recomendaría no
decidir sobre las consecuencias desde el comienzo mismo y esperar al proceso de
aplicación en Suiza", añadió.*
Cuando analizamos hace unos días las cifras oficiales de la
inmigración de la Unión Europea en Suiza —294.000 de Italia, 285.000 de
Alemania, 238.000 de Portugal, 103.929
de Francia y, lejos de estas cifras, 69.793, según los datos disponibles—
reflejaba una preocupación de otro tipo respecto a amenazas
"culturales" de otro tipo. Si Alemania logra imponer esta tesis en
Europa, habremos dado un gran paso atrás en nuestra propia definición e
identidad, pues lo que se sospechará es que Suiza establecerá cupos más
benévolos para aquellos, que como Alemania, frenen la aplicación de medidas.
Tengo la sospecha que es realmente Alemania la causante de la preocupación Suiza, aunque se canalice hacia otras
presencias más llamativas para que los miedos sean más efectivos, una Alemania
que solventa sus crisis mandando a una población que no puede ni desea vivir de
sus minijobs y se dirige laboralmente
a Suiza. Esta cerca y hablan alemán en parte de su territorio. La tibieza de
Merkel y su uso del "recomendaría" es probablemente el resultado de
los intereses alemanes en Suiza, tanto humanos como de capitales.
Europa tienen que hacerse "Europa" también con
estas decisiones. Sin decidir, es un ente amorfo con el que no es posible la
identificación, en el sentido de pertenencia. Si "Europa", sus
instituciones, no respalda a los europeos ante una rescisión unilateral que
afectará a sus ciudadanos, cedámosle a Alemania todos los derechos. Ya hay
bastantes recelos sobre las imposiciones alemanas en otros terrenos.
Hagamos lo mismo: establezcamos una lista de medidas y
esperemos a ver cómo actúa Suiza con las suyas, veamos cómo aplica su gobierno
una ley que no respaldaba y para la que pedía el voto contrario. Pero mucho me
temo que los poderosos intereses alemanes en Suiza pesen más de la cuenta. Si
son ciertos los vaticinios de los efectos sobre la economía suiza, debería
traducirse en bajadas de las cotizaciones de los mercados y pérdidas de valores
de todas aquellas empresas que tengan sus sedes en Suiza y que se verán
perjudicadas por las exportaciones o la fiscalidad. Si Suiza no es miembro de
la Unión Europea, que reciba el mismo trato que los demás extracomunitarios. Ni
Suiza ni Alemania ni todos los demás deben sacar la consecuencia de que es
posible establecer acuerdo bilaterales en detrimento del resto. Si no, pronto
se pondrán en marcha campañas del tipo "¿No inmigrantes? ¡No
chocolate!" y similares.
Lo que no pueden recibir como mensaje, ni europeos ni
suizos, es que no ha pasado nada, que
todo sigue igual. Nuestras fronteras se han modificado y también lo han hecho
nuestras relaciones. Y ha sido por deseo de los suizos. Si Suiza sale
beneficiada de esto y recae todo el perjuicio sobre Europa, no quedaremos en
condiciones ni de protestar porque nos espíe Obama. Europa habrá perdido una
ocasión de reafirmarse y demostrar a sus ciudadanos que se defiende a todos y
no a unos más que a otros.
Ucrania es también una forma de definición y una posibilidad
de reafirmación. Sorprende que la lucha de los ucranianos no tenga una
respuesta masiva en Europa. Quizá pese la propia tibieza europea y el ardor
antieuropeo de algunos. Pero ¿?qué mejor momento para hacerlo que ante una
campaña electoral europea, momento que debería ser de reafirmación para todos?
Yo les di las gracias hace mucho tiempo. Entendí que el hecho de que ondearan
en sus manifestaciones las banderas de nuestra Europa, que mostraran su deseo
comprometido con los valores que para ellos representamos y el rechazo de las
maniobras para llevarlos hacia otra orilla, era motivo suficiente como para mostrarles
agradecimiento. A los ucranianos les va a costar más ser europeos que a los que
se han limitado a echar una papeleta en una urna. A los suizos también les deben
costar sus decisiones algo más que el esfuerzo de echar su papeleta en la suya,
sobre todo porque eso nos va afectar directamente. Suiza está demasiado
acostumbrada a ser protegida por los que le rodean. Y si el gobierno suizo no pone en marcha el compromiso de las urnas, será utilizado como arma para argumentar que la voluntad del pueblo suizo está secuestrado por "Europa", con lo que se incrementará el sentimiento antieuropeo y lo verán como una confirmación de sus temores, con lo que el próximo referéndum los ganarán por 30 puntos. Lo mejor es que decidan por ellos mismos al ver las consecuencias de sus actos. Lo mejor para ellos y para nosotros.
Se debate pues una idea "continental" de "Europa",
meramente geográfica, hasta dónde llegan sus límites físicos —que tienen otras
fronteras—y una idea identitaria y colaborativa de Europa, la Unión Europea. En
la Europa física se está; en la Unión
se quiere estar. Y eso implica
compromisos. Los ucranianos quieren ese compromiso porque quieren estar en la Unión Europea. Los suizos, por el contrario —en
pleno centro, rodeados de Europa por todas partes—, son tan Europa como los
demás, pero no quieren ser o solo
estar para lo que les conviene.
Lo que Europa responda a estos dos casos nos hará una Unión,
en un sentido u otro. Si no se toman medidas claras ante Suiza, corremos el riesgo de que empiezan a proliferar "suizos" por media Europa aprovechando el tirón populista. Lo sufrirá toda Europa como idea y como unión. Estamos donde estamos, pero somos lo que hacemos. Mi
respeto a los suizos que no quieren ser europeos y mis simpatías por los
ucranianos que se dejan la vida detrás de una bandera azul con estrellas, la
mía, la que nos representa.
* "Merkel insta a tener paciencia con Suiza tras
referendo sobre inmigración" Terra 18/02/2014
http://noticias.terra.es/mundo/europa/alemana-merkel-insta-a-tener-paciencia-con-suiza-tras-referendo-sobre-inmigracion,d79edcd122144410VgnCLD2000000ec6eb0aRCRD.html
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