Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Creo
que en los últimos tiempos he comenzado alguna que otra vez estos textos con
fórmulas con "¡son tiempos extraños!" o "¡esto es cada vez más
raro!". Quizá cuando llego al final de la escritura vuelvo al inicio y la
elimino ritualmente, como el que se corta una excrecencia que le surge
periódicamente. Creo que es perplejidad crónica, una enfermedad enquistada entre
el cerebro y el alma, que irrita al primero y acongoja a la segunda, que se queda
sin consuelo.
Leo en
el diario El Mundo uno de estos temas que los españoles usamos para picotearnos
el hígado nosotros mismos en difícil contorsión espiritual masoquista. Es
el caso denominado del "toro de la Vega". Nos cuenta el diario lo
siguiente:
Durante el debate en la Comisión de
Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente del Congreso, el diputado 'popular'
Ernesto Aguiar ha argumentado que el Ejecutivo "no puede intervenir
prohibiendo o regulando espectáculos taurinos, no solo por razones competenciales
sino también por razones de fondo", ya que entiende que "deben de ser
los ciudadanos de Tordesillas (Valladolid) y sus instituciones quienes decidan
sobre la pervivencia de sus tradiciones".
En cualquier caso, Aguiar ha recordado que la
competencia es de la comunidad autónoma -en concreto, de Castilla y León- y
que, además, las competencias del Ministerio de Agricultura, Alimentación y
Medio Ambiente "se limitan al cuidado de animales, a su explotación,
transporte, experimentación y sacrificio", excluyendo de su ámbito los
espectáculos taurinos.*
¡Menos mal
que las tradiciones no son el linchamiento, quemar gente en la hoguera, etc.! ¡Eso
sí que eran tradiciones, y no las de ahora!, que diría un personaje de
Arniches. El señor Aguiar se muestra como un político de casta, pues domina el
arte de decir sinsentidos con apariencia de mesura y enjundia. Lo de las
razones "competenciales" (Kant, creo, escribió una célebre
"Crítica de la razón competencial") no deja de ser un despropósito a
la luz de lo que se explica en el segundo párrafo. Las palabras, nos demuestra
el señor Aguiar, están para jugar con ellas, como los columpios del parque
están para columpiarse. La verdad es que lo del "Toro de la Vega", si
se mira bien, es la suma de todas esas cosas juntas: "explotación",
"transporte", "experimentación" y "sacrificio". Se
queda fuera el "cuidado", pero yo entiendo que es un eufemismo o un
sinónimo de todo lo que llega después metido en el mismo saco. Por eso no se
entiende bien que entre estas cosas no entienda que si es competencia de
alguien preocuparse del sufrimiento del animal y no enfocarlo desde el punto de
vista del verdugo que, por cierto, es el único que se divierte.
Lo de
las "razones de fondo" es una ampliación del chiste primero, una
coletilla con la que al señor Aguiar se le llena la boca de jurisbobadas, un término que invento en
estos instantes porque no se cómo llamarlo sin que me tenga que avergonzar
después.
Habla
el señor Aguiar de Tordesillas como si Zapatero hablara de la "Alianza de
Civilizaciones", con un sentido respetuoso de la distancia, digno de un
mundo en el que no existiera el AVE, ¡qué digo el AVE!, ni la diligencia de
postas. Le basta con entrar en Google
Maps al diputado popular para comprobar que en Tordesillas se habla la
misma lengua que él domina con tanta elegancia, se comparte la misma religión
que predica la caridad humana y escuchamos con la misma cara de asombro los
discursos sobre el Estado de la Nación con que nos mantienen unidos. No —aunque
algunos pudieran parecerlo y otros pensarlo— los de aquella ciudad no son una
especie de talibanes o eslabones culturales perdidos que quedaron allí
olvidados por un despiste histórico y esperan ahora animosos, lanza en ristre,
la restauración del califato. No. Son personas como usted y como yo... Perdón,
corrijo: no son ni como usted ni como yo, pero es porque se esfuerzan en no
serlo, manteniendo estas cosas raras y anacrónicas.
Si
queremos explicar las cositas
españolas en términos de "choque" y "alianza" de
civilizaciones, pues vale. Pero sepamos que no es lo más adecuado y un mal
camino.
Antes
había una expresión muy bonita que era la de "trampa dialéctica" y se
usaba mucho porque la gente que discutía preparaba este tipo de trampas. La
"trampa dialéctica" es como el gusanito en el anzuelo, que vas y
picas. Lo que ocurre aquí es que el señor Aguiar se mete él solito en sus propias
trampas, que ya es mala pata y metedura de lo mismo. La trampa dialéctica está
en que llama a esta barbaridad un "espectáculo taurino", que es como
llamar "castigo ejemplar" al garrote vil. El comienzo de la
"voluntad política" del asunto es, precisamente, extraerlo de la caja
de los "espectáculos" y considerarlo de otra forma, como simple
tortura o crueldad animal, antes que como espectáculo. Mientras lo siga
llamando "espectáculo", será competencia del mismo que autorice que
la orquesta toque "Reloj no marques las horas" en la plaza del
pueblo. Un error.
El
argumento de que son los de Tordesillas los que deben decidir sobre ello es
como decir que los del Ku Klux Klan debe decidir sobre las suyas, puesto que
colgar "esclavos" fugados es solo una "tradición" en otras.
El ejemplo de los esclavos fugados es una buena analogía porque según pienses que
son "personas" o los veas como "propiedades" que se fugan,
verás en ellos unos seres humanos luchando por su libertad que les ha sido
arrebatada, o una mercancía díscola que pretende perjudicar a su
"legítimo" propietario al escaparse.
Lo de
los toros de la Vega no se puede enfocar como un "espectáculo" y especular
sobre quiénes son "competentes", sino como una salvajada, sin más,
que no tiene ni arte ni gracia. Esto atrae unos cuantos euros sangrientos a la
villa junto a los desprecios de mucha gente en todo el mundo —en otras
"civilizaciones", pensará el señor Aguiar y los de Tordesillas— que
no ve en ello más que barbarie injustificada. El señor Aguiar —¡manda
eso!— reclama para Tordesillas el derecho
a decidir. Argumentar que hay que tratar a los de Tordesillas como si se
tratara de preservar a unos indígenas de la Amazonía sin apenas contacto con la
civilización para protegerlos del contagio de la Modernidad, algo que puede ser
esencialmente cierto, pero que es políticamente nefasto.
Parece
mentira que ese argumento absurdo se ponga encima de la mesa por parte de los
mismos que hablan de la importancia de la "marca España". ¿Creen que
la "marca" es solo lo que ustedes manejan y que no lo es aquello, en cambio, que
se les escapa por entre los dedos? Si lo creen así, lo único que demuestran es
su ignorancia absoluta de lo que significa esa "marca" que pretenden controlar,
ignorando que en ella entran los tópicos que van desde la "leyenda
negra" y "Cortez the Killer", cantado por Neil Young (He came
dancing across the water / Cortez, Cortez / What a killer), pasando por el
futbol, Rafa Nadal, el Duque del Nóos, Antonio Banderas, la peineta de Bárcenas,
el calvo de la Lotería, Gasol, el Prestige,
los ERE, Gaudí, Dalí, Picasso, Agatha Ruiz de la Prada, Penélope Cruz,
Arguiñano y Arzak, Pedro Almodóvar, Landa y Gracita, hasta un larguísimo etcétera de
ilustres e infames nombres que sobrevuelan las cabezas de los que piensan en
España. España, paella y aspirina.
El argumento
de que esos toros maltratados son un "asunto interno" de Tordesillas
entra en contradicción con la unidad de mercado, de tasas, etc., que este
gobierno pretende normalizar, por
utilizar un verbo cursi. Tenemos demasiados incompetentes hablando precisamente
de "competencias". Por lo que se cuenta en la información señalada del resto de los políticos implicados en este problema de choque de civilizaciones, todos condenan pero después escuchamos esas bonitas palabras de siempre: "vacíos legales", "firme compromiso", "crear las herramientas", y hasta hay uno que se siente Obama y dice que "hay determinadas líneas rojas que no se deberían pasar". ¡Pues bombardee, su señoría, bombardee, que no le van a decir nada ni los turistas rusos ni los chinos!
Para
que se diviertan los de Tordesillas, nos deben sacar los colores a los demás.
No es cuestión de competencias, sino
de ignorancias. Aquí se resume el
problema de cómo abordar algo que se resuelve con un cambio de mirada, con la
percepción inteligente de que las tradiciones, por definición, son algo que
viene de viejo y que por eso precisamente —por venir de un tiempo que no es el
nuestro— no estamos obligados a aceptarlas acríticamente sino, por el
contrario, aplicando el principio básico y coherente de que son las tradiciones
las que se deben acomodar a la sensibilidad modificada por el tiempo y no al
contrario, que no se nos fuerce a vivir en un modo anacrónico y falso. En esta España espectáculo, del toro de la Vega a Eurovegas, tiene que haber sitio para todo o, más bien, para todos, porque se trata de eso, de que vengan todos los que quepan —¡al fondo hay sitio!—, unos al museo del Prado y otros al prado de los horrores a ver morir, cruelmente lanceado, a un animal. Diversificación del negocio, sin más.
Las
razones "de fondo" esgrimidas no pueden ser del "fondo de los
tiempos", que es de donde parecen salidas estas. Anacrónica vergüenza,
crueldad renovada.
*
"El PP rechaza que el Gobierno legisle para prohibir el Toro de la
Vega" El Mundo 25/09/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/09/25/espana/1380133197.html
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