Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
consecuencias de la decisión de Barack Obama de pasar al Congreso la decisión
final de la intervención militar en Siria abre un nuevo y complejo escenario en
un orden distinto. Decía uno de los comentaristas televisivos al dar la noticia
que Obama no había contestado la pregunta de un periodista sobre qué ocurriría
si el Congreso le dice "no" a la intervención. La pregunta quedó en
el aire, un aire que se le hará irrespirable, asfixiante, a Obama hasta el momento
en que lleve al Congreso su propia pregunta.
El
"episodio sirio" quedará para la Historia, para los analistas de la
política norteamericana, como algo que no debía haber ocurrido nunca. No hay
salida buena y los escenarios van desde una posible dimisión de Obama —si el
Congreso le niega su apoyo— a la ampliación cualitativa de una guerra llena de infamias
que Occidente no supo ni pudo afrontar como resultado de la política de
"protegidos" que ha caracterizado el mundo de las superpotencias en
las últimas décadas. ¿Puede ser Barack Obama otra, la más ilustre, víctima
política de la guerra de Siria? Quizá. Un revés en el Congreso no le dejaría
muchas salidas posibles del callejón en el que él mismo se ha metido de forma
incomprensible, arrastrando en un complicado dominó a los aliados y a sus
propias instituciones.
Las
voces que claman —incluso de muchos refugiados sirios— contra una intervención
en su país irán creciendo junto a los de fuera que no ven el sentido de verse
arrastrados por una decisión unilateral estadounidense, tomada sin contar con
nadie, antes del informe de la ONU. El patinazo de David Cameron ante su
parlamento puede ser similar al que podría esperar a Barack Obama. Comentaba el
otro día que yo, si fuera Cameron, daría las gracias sotto voce al Parlamento por haber evitado una intervención
políticamente catastrófica. Cameron, al menos, tenía una cosa a su favor: la
iniciativa no partió de él, sino de una petición de los Estados Unidos. A
Obama, en cambio, no se lo ha pedido nadie; es el responsable primero y único
de la iniciativa. El fracaso de su operación es su fracaso. El problema es que su fracaso tiene muchas
consecuencias.
Cameron
lo ha dicho muy clara y solemnemente:
"el parlamento, y el pueblo a través de él, ha hablado muy claro". Si
el Congreso de Estados Unidos se manifiesta en el mismo sentido, a Obama no le
queda la misma opción y pasará a ser un cadáver político con vocación
dimisionaria, desautorizado por su Congreso, es decir, su pueblo en un decisión
trascendental. Los carroñeros del Congreso y el Senado se cebarán en él y lo
que le queda de legislatura será un calvario sin fin. Los enemigos de Obama,
dentro y fuera de los Estados Unidos, se frotarán las manos. Basar Al Asad ya
presenta como "históricas victorias" cualquier duda y dilación
norteamericana.
La otra
opción, suicida políticamente, es actuar sin el beneplácito del Congreso tras
un resultado negativo de la consulta. ¿Haría eso? Es poco probable y daría tal
cantidad de razones a sus enemigos políticos y no políticos que no le quedaría
más que una solución, la dimisión, como hacen otros mandatarios cuando ponen su
prestigio y autoridad directamente en manos de una consulta de este tipo. La
gravedad de la pregunta —una intervención militar— deja en manos del Congreso
la cuestión, pero también su futuro. Hay mucha gente en Estados Unidos que
consideran que la aventura de Obama en el poder ha durado demasiado, incluso
por parte de aquellos que le llevaron a la Casa Blanca y sufrieron la
frustración de ver que mantenía la política y dirección económica de Bush, en
la primera legislatura, y que mantiene su política militar beligerante en la
segunda.
El
argumento que esgrime The New York Times
para explicar esta situación se centra en otro escenario posible debatido por la
Casa Blanca con sus asesores: ¿qué ocurrirá en los próximos tres años en
Oriente Medio si Estados Unidos no da hoy muestras de fuerza? Se piensa en el presente sirio en términos de futuro iraní. La Casa Blanca parece que
diera por descontado que el programa nuclear de Irán solo podrá ser afrontado
con una acción en Irán. Señala The New York Times la tensa reunión de
Obama con los asesores de Seguridad Nacional:
He had several reasons, he told them, including
a sense of isolation after the terrible setback in the British Parliament. But
the most compelling one may have been that acting alone would undercut him if
in the next three years he needed Congressional authority for his next military
confrontation in the Middle East, perhaps with Iran.
If he made the decision to strike Syria without
Congress now, he said, would he get Congress when he really needed it?*
La acción sobre Siria ¿tendrá efectos disuasorios sobre Irán
en el futuro? No lo sabemos, pero sí
que tendrá efectos, los que sean, en
toda la zona, volviendo más inestable y peligroso todo. Especialmente si la
iniciativa no tiene como objetivo acabar con Al-Asad sino "darle una
lección", como han afirmado repetidamente.
La pregunta que quedó en el aire tardará en contestarse.
Pero hay que tener en cuenta algo: el destino político de Obama es una pequeña mota
de polvo en el camino de lo que puede suponer una intervención militar en la
zona. Son ya varias las presidencias envueltas en la espiral creciente de
Oriente Medio. Si la intervención en Irak, con respaldo de la ONU, de los
aliados y del Congreso, todavía suscita problemas y debates, sin el respaldo es
un suicidio histórico, más que político. Y no solo de Barack Obama.
Lo que está en juego no es solo la "credibilidad"
del Presidente de Estados Unidos para cumplir sus amenazas en nombre de un
país, sino la credibilidad del país mismo para hacerlo. Lo que muchos
americanos perciben es que su presidente les ha metido en un problema y ahora
les pide que decidan, cuando ellos los eligen para lo contrario: para que tomen
decisiones que les eviten los problemas.
Los argumentos morales se diluyen en los cien mil muertos
previos a las armas químicas; quedan diluidos en el objetivo meramente
pragmático de avisar a unos hipotéticos enemigos del país. Se vuelve al argumento preventivo y unilateral que puede ser usado, en su derecho, por cualquiera. El uso de armas
químicas no resta un ápice de monstruosidad a lo ocurrido hasta ahora en Siria.
Las líneas rojas se traspasan siempre con el primero muerto; después aumentan su ancho. Por eso cualquier acción que no sirva para remediar la situación es discutible ya que supone que un aumento del riesgo sin ninguna garantía de ventajas. Lo que pide la oposición siria no es que se dé un castigo ejemplar a Al-Asad, sino que se le derribe; no piden una acción relámpago, sino un rayo que lo fulmine, algo que no se ha hecho precisamente en nombre de los intereses en la zona. No dudamos de la rabia de Barack Obama ante el posible uso de armas químicas contra la población siria; muchos sí lo hacen de la eficacia de su cólera y de los efectos del castigo.
El rechazo de los aliados a estos argumentos puede
producirse en todos los parlamentos por los que vaya pasando. Inglaterra, Alemania,
Francia... Además de a la soledad internacional de sus razones, Obama se puede
enfrentar en unos días a la soledad interior, la de Congreso de los Estados
Unidos, que no le dé su apoyo a una operación de este tipo. Ha jugado fuerte y
puede que haya puesto en bandeja su propia cabeza a los enemigos que decidan
dar un escarmiento a un presidente que ha retrocedido. Puede que unos lo rechacen
por que no estén de acuerdo con la intervención, pero puede que otros lo hagan
porque consideren que no tiene la fortaleza necesaria, la decisión de dar un
paso adelante sin buscar el amparo histórico del pueblo a través del Congreso.
La presidencia de los Estados Unidos se basa en la persona,
en su carisma, en la confianza de los estadounidenses en que no le temblará la
mano si llega la ocasión. Es el Comandante en Jefe; algo más que un político. The Economist titulaba un artículo hace dos días, de forma sarcástica, "The empathiser-in-chief".**
La Historia puede llegar a ser más cínica que los propios historiadores
que la cuentan. Puede que Obama pierda una futura votación porque hayan decido
que la mejor muestra de determinación, para evitar sembrar la duda sobre el
futuro, era no haberles preguntado. Quizá les haya mostrado que puede ser más
peligrosa su duda en la guerra que sus buenas intenciones en la paz.
Hay preguntas, como la que quedó en el aire, que no deben
hacerse porque las respuestas están ya en la mente de de todos.
*
"President Pulls Lawmakers Into Box He Made" The New York Times 31/08/2013 http://www.nytimes.com/2013/09/01/world/middleeast/president-pulls-lawmakers-into-box-he-made.html?hp&_r=0
**
"The empathiser-in-chief" The Economist 31/08/2013
http://www.economist.com/news/united-states/21584378-barack-obama-going-round-country-stirring-up-empathy-what-waste-summer
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