viernes, 13 de septiembre de 2013

La carta de Putin o Pax rusa II

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Era inevitable. No hay pastel sin guinda y esta vez la guinda ha querido ponerla Vladimir Putin en forma de "carta" con el título "A Plea for Caution From Russia" publicada por The New York Times en la emblemática fecha del 11 de septiembre. Eso se llama sentido escénico.
Después de haber sembrado el desconcierto entre los norteamericanos —así dice sentirse Jon McCain y otros muchos—, Putin les envía ahora un mensaje que contribuye a aumentar la sensación extraña, agridulce, que sienten. Los norteamericanos tienen la sensación de que se han perdido algo. Hemos pasado de estar a punto de una intervención militar a este extraño ambiente de entendimiento en el que todos parecen haber conseguido algo mientras en Siria se siguen matando. A veces no sabemos quién los mata, eso sí, pero esas cuestiones pueden aparcarse momentáneamente. No es sencillo haber llegado al acuerdo de que los muertos estaban muertos —pensemos en la noticia rusa de hace unos días sobre un "Hollywood qatarí" con un Damasco duplicado—; parece, y ese ha sido el avance de la segunda fase, que han llegado al acuerdo de que efectivamente han muerto por armas tóxicas —que no existían hasta hace unas horas—; y finalmente no se ha podido llegar al acuerdo de quién ha sido, pero eso es algo ya casi intrascendente, parece, una vez que se ha parado la maquinaria bélica periférica. La política es el arte de aparcar problemas para avanzar; dejemos a los historiadores la verdad para cuando pase el tiempo.


Los norteamericanos han dicho que no se fían —utilizaron el término "escépticos" que tiene un tono más filosófico— pero saben, y esa es la madre del asunto, que los rusos tienen ahora la sartén por el mango al desplegar su iniciativa. Irán incluso —¿por qué no?— desea asumir también un papel de inspector pacifista en el asunto. Por alguna extraña ironía del destino, el presidente Obama ha llenado el planeta de pacifistas. Hasta Hollande que se había sentido especialmente motivado para una intervención, más apetitosa con la retirada británica por el revés parlamentario, se ha vuelto pacifista y aboga por salidas diplomáticas. Fenomenal; cuantos más pacifistas, mejor. No sé si cabrá tanto Gandhi en el mundo.
La carta abierta de Vladimir Putin tiene un arranque insólito en las relaciones hoy entre las dos grandes potencias del siglo XX. The New York Times la ha subtitulado: "What Putin Has to Say to Americans About Syria". La carta la han reproducido todos los periódicos del universo y se estudiara —junto con la "crisis siria"— como el equivalente dialéctico de la "blitzkrieg" en el terreno de las relaciones diplomáticas: la respuesta relámpago. La carta comienza así:

RECENT events surrounding Syria have prompted me to speak directly to the American people and their political leaders. It is important to do so at a time of insufficient communication between our societies.*

Más que dirigirse desde el Kremlin, las palabras de Putin parecen llegar desde una galaxia muy lejana o a través de una ventana del tiempo. Su mensaje al "pueblo" y a los "líderes políticos" (es interesante el uso del plural) trata de marcar una distancia histórica dando por iniciada una etapa que se justifica en el mensaje mismo.


La carta está dotada de solemnidad y convierte a Rusia en la defensora del sistema y orden del Derecho Internacional convirtiendo el privilegio del veto en el Consejo de Seguridad de la ONU en un sistema que ha permitido la paz mundial a lo largo de los años y que ahora podría irse al traste si no se respeta y se actúa unilateralmente, sin su consentimiento.

The United Nations’ founders understood that decisions affecting war and peace should happen only by consensus, and with America’s consent the veto by Security Council permanent members was enshrined in the United Nations Charter. The profound wisdom of this has underpinned the stability of international relations for decades.

La reivindicación del sistema de vetos del Consejo es una forma indirecta de volver más poderosos a los que tienen ese derecho permanente, lo que hará que los países con conflictos busquen con más intensidad su cobertura. La protección permanente a Israel por parte de Estados Unidos es una muestra de que ese sistema solo funciona si los "patrones" son responsables y evitan que sus pupilos abusen de los privilegios y protección que se les ofrece al vetar resoluciones en su contra. En el fondo, la propuesta de Putin es volver a una especie de política amigable de bloques, que será el efecto natural de agrupamiento que produzca: tú vigila a los tuyos, yo vigilo a los míos. Si hay diálogo entre los poderosos, los problemas se pueden arreglar por otra vía que la militar. Es plantear que con el final de la Unión Soviética se acabó la política de bloques, pero que ahora renace con la "Gran Rusia" desde una perspectiva de colaboración y no de enfrentamiento ideológico. Han pasado tanto los tiempos del "capitalismo" contra "comunismo", como el del reinado solitario norteamericano tras la caída del "muro", podemos leer entre líneas. ¿Pueden los Estados Unidos asimilar esa idea que Putin Puede transmitir o prefieren mantenerse en la postura de "vaquero solitario" ignorando las señales que el mundo manda? Las interpretaciones de los estadounidenses, especialmente de sus políticos, serán amplias, de los que pueden ver un camino abierto a los que siguen con la mentalidad del siglo pasado. La Historia se demuestra andando.


La interpretación en la carta de Putin de la situación de Siria, de lo que se está dirimiendo allí, es de carácter "pragmático ":

Syria is not witnessing a battle for democracy, but an armed conflict between government and opposition in a multireligious country. There are few champions of democracy in Syria. But there are more than enough Qaeda fighters and extremists of all stripes battling the government. The United States State Department has designated Al Nusra Front and the Islamic State of Iraq and the Levant, fighting with the opposition, as terrorist organizations. This internal conflict, fueled by foreign weapons supplied to the opposition, is one of the bloodiest in the world.
Mercenaries from Arab countries fighting there, and hundreds of militants from Western countries and even Russia, are an issue of our deep concern. Might they not return to our countries with experience acquired in Syria? After all, after fighting in Libya, extremists moved on to Mali. This threatens us all.*

A diferencia de la interpretación estática norteamericana, que es la que ha llevado a la paradoja señalada por sus propios políticos de que USA pudiera estar financiando a Al-Qaeda o grupos afines, el pragmatismo ruso señala que "hay pocos campeones de la democracia en Siria".


La evolución de un conflicto que comenzó en la riada de las primaveras árabes y pronto derivó hacia una guerra civil para convertirse después a un campo de batalla internacional es lo que debería haber obligado a ir modificando los enfoques y planteamientos, algo que no ha hecho la diplomacia norteamericana a lo largo del conflicto, al igual que en otros escenarios en los que ha querido ver sus expectativas y no lo que tenía realmente delante, como, por ejemplo, le ha sucedido con Egipto. Ese es el fracaso de la política de líneas rojas, que no solo amenaza al otro, sino que te obliga a ti a realizar algo que entonces querías pero a lo mejor ahora no quieres o es peor para obtener un buen resultado.
La política de líneas rojas es una trampa, como se ha demostrado, para la política norteamericana que puede arrastrar a los demás, como le señala Putin al "pueblo americano y a sus líderes políticos" sin resolver nada. El pragmatismo diplomático ruso le viene a decir algo elemental: los problemas se solucionan hablando con quien los puede solucionar y no con los amigos. Ahora, le viene a decir, el problema se puede intentar resolver porque está hablando con la persona correcta.


Lo que está tratando de hacer Putin también es advertir de que el problema de lo que pueda surgir de Siria afectará a todos y es mejor mandar señales de aviso poderosas antes que de división. Son esas señales las que identifica en algo que ya no es un conflicto internacional pues no se da entre "estados" o "naciones", como ocurre con los grupos islamistas que recorren todo el espacio de Oriente Medio, Norte de África y cuyos límites se van ampliando hacia el interior africano y el extremo asiático. A diferencia de otro tipo de conflictos entre "naciones", aquí no hay con quién dialogar o llegar a acuerdos porque son fragmentarios y muchos de ellos itinerantes, como bien señala Putin.
Lo que pueda ocurrir tras la retirada de las tropas de Irak y Afganistán está todavía por verse, pero nos hace pensar que las soluciones —que difícilmente serán pacíficas porque ellos no lo son y la paz estable requiere siempre de acuerdos entre grandes partes y no entre grupúsculos— necesitarán del diálogo de los que pueden decidir con su vigilancia y supervisión la estabilidad del conjunto.


El rápido diálogo que se ha establecido en Lavrov y Kerry —mucho más relajado con el ministro ruso que ante su propio Comité— parece revelar que la única salida a un conflicto de una complicación inusual, como es el sirio, es precisamente la de evitar el aumento de la complejidad introduciendo nuevos elementos. Es un principio elemental que la extensión de un conflicto no contribuye a su solución más que a través de más muerte y sufrimiento. Lo complica más.
La responsabilidad histórica inicial de lo que ocurre allí será de Basar Al Asad por no haber atendido las reclamaciones de su pueblo. La de los demás es no haber dado los pasos corrector hasta el momento. Lo cierto es que la línea roja, lo que establecía era una "zona rusa", ampliando a los dos, Rusia y Estados Unidos, la responsabilidad compartida —por diferentes motivos— de lo que allí ocurriera. La deriva de aquella situación a la actual a través de las tres fases que hemos señalado antes debería enseñar que entrar en una cuarta —la internacionalización oficial, entre estados— es demasiado peligroso.


La argumentación de Putin, como es propio de todo texto que busca convencer a otros de algo, favorece sus propios puntos de vista para la consecución de su objetivo, pero señala un punto al que la opinión pública norteamericana debería ser especialmente sensible y con ella, todos nosotros: la excesiva frecuencia de las guerras, llamadas eufemísticamente "intervenciones", "operaciones", etc. y el carácter asociativo de las mismas.

It is alarming that military intervention in internal conflicts in foreign countries has become commonplace for the United States. Is it in America’s long-term interest? I doubt it. Millions around the world increasingly see America not as a model of democracy but as relying solely on brute force, cobbling coalitions together under the slogan “you’re either with us or against us.”*

Este es un punto importante de su argumentación porque es la percepción que muchos tienen, incluido los Estados Unidos. La alegría con la que David Cameron y François Hollande se sumaron a la iniciativa que ahora puede verse aparcada es una muestra de esa ligereza contagiosa en la que los gobernantes ponen toda su energía en convencer de la necesidad de una guerra en vez de invertir la misma energía en evitarla. Los conflictos crecen porque se dejan crecer y lo hacen hasta límites insostenibles. En mi opinión, la presunta tecnología armamentística "segura" es un aliciente doble para el belicismo, pues se fundamenta en la ausencia de riesgo en las intervenciones. La proliferación de la política de "drones", por ejemplo, crea la ilusión de que no supone riesgo para quienes la utilizan, que es un aliciente más en la medida en que relaja las defensas psicológicas preventivas de cualquier guerra, el sufrimiento y la muerte. En términos de economía, reduce el "riesgo moral", por lo que anima a lanzarse aventuras militares que se presentan como de bajo o mínimo riesgo.

La insistencia del presidente Obama en que se trataba de una "operación limpia" y sin riesgos, sin tocar el suelo, parece vencer las resistencias, reduciendo la guerra a una especie de videojuego. Nada más lejos de la realidad. Esa es la parte de profunda hipocresía y gran inmoralidad del planteamiento de Barack Obama, el presentar la intervención militar como "cuestión de unos días" y como "segura", omitiendo los riesgos que para los propios Estados Unidos y sus reclutados tiene además de para los que la sufran directamente. Que no se enfrenten a un ejército regular, que mande una armada como los propios Estados Unidos o Reino Unido cada vez que alguien le toca una isla o peñón, no significa que el enemigo, difuso e inesperado —como en el atentado reciente en Boston—, no golpee allí donde puede y con lo que puede, bombas caseras, aviones comerciales o gas tóxico. El 11 de septiembre se conmemoró hace unos días. La posibilidad, además, de que esa tecnología de "guerra segura" sea un gigantesco negocio que busque la salida del "producto" no debe ser ignorada. Y en eso están muchos países que fabrican armas para otros y luego se rasgan las pacíficas vestiduras. Nos incluimos nosotros como productores y vendedores.
Para el final de la carta, Vladimir Putin crea un espectacular juego de luces y artificios como el mensaje requiere:

A new opportunity to avoid military action has emerged in the past few days. The United States, Russia and all members of the international community must take advantage of the Syrian government’s willingness to place its chemical arsenal under international control for subsequent destruction. Judging by the statements of President Obama, the United States sees this as an alternative to military action.
I welcome the president’s interest in continuing the dialogue with Russia on Syria. We must work together to keep this hope alive, as we agreed to at the Group of 8 meeting in Lough Erne in Northern Ireland in June, and steer the discussion back toward negotiations.
If we can avoid force against Syria, this will improve the atmosphere in international affairs and strengthen mutual trust. It will be our shared success and open the door to cooperation on other critical issues.

Putin hace ver —esto también es una jugada retórica— que el "ofrecimiento" de los Estados Unidos es aceptable y una puerta al futuro. En lugar de intentar presentar la propuesta como un éxito propio, Putin —más sutil— va más allá y lo muestra como aceptación de una propuesta de la administración norteamericana, elevando el desliz de Kerry en la rueda de prensa al nivel de iniciativa oficial. De ahí la rápida aceptación y la orquestación de un marco por parte de todos, amigos y enemigos, que vieron la puerta abierta a una salida que les permitiera no tener que sumarse a otra aventura bélica americana.


¿Está justificado el escepticismo de algunos? Esa no es la cuestión. Lo realmente importante es que Rusia ha movido ficha y que los que dependen de ella lo saben. Al Assad está más controlado por Rusia que Israel, por ejemplo, por Estados Unidos, que está secuestrado por su protegido en sus decisiones. ¿El peligro del yihadismo terrorista puede ser frenado en algunas zonas? No lo sabemos, pero la perspectiva de que no quedarán muchos paraguas bajo los que esconderse al poder funcionar la política de vetos de forma más coordinada siempre sería más efectiva que esta de enfrentamiento. El que desobedezca las instrucciones puede enfrentarse a que los poderosos dejen de ampararlos con sus vetos. Es la estrategia del miedo pero aplicada a los socios problemáticos.

¿Qué saca Putin de esto? Muchas cosas, dentro y fuera de Rusia. El creciente deterioro de las relaciones con otros países ha hecho que ahora le deban un favor; ha mostrado, por la rápida aceptación de Siria del plan propuesto, quién manda en ese punto del globo y a quién se escucha. Putin es listo y sabe que eso no será suficiente si la guerra sigue de masacre en masacre, "aunque" sea con armas convencionales. Quizá no tardemos mucho en ver una iniciativa de paz liderada por Rusia en la que una facción de los opositores y el gobierno se acepten como interlocutores hacia un rápido futuro posible. De esa forma, Al Asad y una parte de la oposición que no quiere ser identificada con el integrismo terrorista, trataría de salvar los papeles buscando una salida. Y Rusia tendría una demostración de que su forma de entender la diplomacia funciona. La presión sobre los conflictos que la propia Rusia tiene —no es ni un modelo de pacifismo ni de democracia— podría relajarse también. Y saldría igualmente reforzado en el interior por su papel internacional y podría avanzar en su política de construcción de la comunidad euroasiática, que verían en Rusia un liderazgo sólido.
El último párrafo de la carta es sorprendente en términos de comunicación histórica entre ambas potencias:

My working and personal relationship with President Obama is marked by growing trust. I appreciate this. I carefully studied his address to the nation on Tuesday. And I would rather disagree with a case he made on American exceptionalism, stating that the United States’ policy is “what makes America different. It’s what makes us exceptional.” It is extremely dangerous to encourage people to see themselves as exceptional, whatever the motivation. There are big countries and small countries, rich and poor, those with long democratic traditions and those still finding their way to democracy. Their policies differ, too. We are all different, but when we ask for the Lord’s blessings, we must not forget that God created us equal.

Podemos suscribir el principio sobre el que gira: no es bueno decir a los pueblos que son excepcionales. Es un principio sensato que suele ser ignorado con demasiada frecuencia y que los lanza a aventuras peligrosas y a egocentrismos mesiánicos indeseables para los demás. Decíamos hace días que Estados Unidos tenía un grave problema por la distancia existente entre la imagen que tiene de sí mismo y la que los demás, amigos o enemigos, tienen de él. Hay multitud de obras, muchas de autores norteamericanos, que analizan esa distancia existente entre ambas imágenes, la idealizada propia y la mirada externa. Los escándalos del espionaje deberían mostrar a los Estados Unidos tiene que cambiar muchas cosas no ya con sus rivales, sino con sus propios aliados.

El día ocho de septiembre terminábamos irónicamente nuestro comentario con el "In God we trust" tratando de señalar precisamente el peligro de esa excepcionalidad en el papel que uno se asigna. La frase final de la carta de Vladimir Putin — "We are all different, but when we ask for the Lord’s blessings, we must not forget that God created us equal"— viene a incidir en el mismo punto. Viniendo de la Santa Rusia y de la ex Unión Soviética, no falta experiencia en esto del mesianismo y sus consecuencias.
Cualquier vía que permita resolver el conflicto será buena si consigue reducir el riesgo para todos y llevar algún tipo de paz, algo que se le parezca, para evitar más sufrimientos. El escepticismo de los políticos norteamericanos es una actitud defensiva ante algo que ha sacudido los cimientos de la vida política norteamericana al dejar en evidencia cierto tipo de actitudes y de liderazgo interior —Barack Obama, su presidente y comandante en jefe— y exterior —la crisis de los aliados y su división ante la intervención—. Está claro que el mundo necesita liderazgos para bien y cuanto menos protagonismo mejor. Hay que recomponer el mapa dinámico del siglo en nuestras cabezas; ya no coincide con la realidad. Si la cosa funciona, pues muy bien... El tiempo nos lo dirá. Hoy las guerras traen crisis y las crisis revueltas y las revueltas más crisis y guerras. Eso sí está demostrado.
Y esto es lo que Vladimir Putin —como aclara The New York Times, "Vladimir V. Putin is the president of Russia "— tenía que contarle al pueblo de los Estados Unidos y a sus dirigentes. Y yo a los que han tenido la paciencia de leer hasta aquí.


* "A Plea for Caution From Russia. What Putin Has to Say to Americans About Syria" The New York Times 11/09/2013 http://www.nytimes.com/2013/09/12/opinion/putin-plea-for-caution-from-russia-on-syria.html?src=me&ref=general





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