Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Lean
ustedes esto con tranquilidad, por favor; tómense su tiempo, sin prisa alguna.
Coja aire un par de veces inhalándolo por la nariz y expulsándolo por la boca
con lentitud: note cómo se escapa de usted. Cuando sienta que su ritmo cardíaco
ha descendido, entonces lea:
Una discusión sobre Immanuel Kant ha
terminado en un tiroteo en la ciudad de Rostov del Don, según un teletipo de la
agencia rusa RIA.
La noticia cita a la Policía
local y explica que la discusión saltó en una pequeña tienda de la ciudad.
Antes de los disparos, hubo puñetazos. Uno de los contendientes sacó una
pistola (probablemente de balines o de fogueo) y abrió fuego repetidas
veces.
La víctima fue hospitalizada
aunque no corre peligro. Su identidad no ha trascendido y la de su agresor
tampoco. Tampoco se sabe cuáles eran los términos de su discusión.*
Probablemente, al llegar a este punto usted habrá regresado
un par de veces al texto para comprobar que lo que ha leído sigue ahí, que no se trata de una alucinación
o de una formación fortuita de letras por efecto del azar cósmico después de
millones de años de intentar encontrar esta combinación gráfica.
Uno debe imaginarse una pequeña tienda —algo así como la que
describe Bernard Malamud en El
dependiente, pero en una ciudad rusa y... tampoco hay mucho más que
imaginarse porque o se lo imagina uno todo o no se sabe muy bien qué hacer con
esto. El texto dice y se desdice y más parece que Gila hubiera resucitado y transmitiera
esta noticia desde una Rusia pos-todo y pre-mas.
Es posible, por ejemplo, que algo así inspirara a Tarantino,
que escribiría un guión titulado "¡Malditos filósofos!" y mostrara la
cara sangrienta de la Filosofía, que ya va siendo hora, ¡qué caramba! Hasta el
momento, los filósofos han tenido demasiado buen trato para los dolores de
cabeza que nos han dado a todos a lo largo de los siglos. ¿Se imagina diálogos
a lo Reservoir dogs, pero con
filósofos? A lo mejor, Tarantino que se enfada mucho cuando se le pregunta por
el exceso de violencia innecesaria en sus filmes, encontraba un camino diferente,
más escolástico, dialéctico, una vía socrática a la violencia, que finalmente
estallaría con la furia filosófica acumulada por tanto y tanto diálogo en esa
tienda rusa, especie de academia o ágora.
Confieso que el texto me ha dejado descolocado. A lo mejor
es un texto para probar si los lectores están atentos o lo mismo es una apuesta
en la redacción para ver si alguien protesta o pide que se amplíe la
información para llegar a saber qué diantres pasó en esa tienda, qué se vendía
o compraba allí para que se iniciara discusión tan categóricamente kantiana que
llegara a las manos. Quizá uno de ellos era un escéptico y dudó de la
existencia del otro y le mandó callar como a manifestación epistemológicamente
dudosa y el otro se mosqueó, porque sienta muy mal que los demás duden de tu
existencia y te miren por encima del hombro.
Creo que, efectivamente, la discusión fue por una cuestión
de este tipo. El "probablemente" en una noticia aplicada a la
munición —"probablemente de balines o de fogueo"— revelan unas dudas
sobre la realidad bastante serias. Lo lógico es que se hubiera dado un
"navajazo de Ockham", que es lo que procede en estos casos. Pero, en
cambio, el informador señala ese duda metódica entre las armas, aunque no en
sus efectos. Uno no deja de pensar cómo se puede dudar si el arma es de fogueo
y luego decir que la víctima fue "hospitalizada, aunque no corre
peligro".
¿Llamaríamos a esto una "noticia"? Si prescindimos
de la cuestión "kantiana" con la que se inicia el texto, lo demás
podía ser por un precio mal calculado, el intento de devolución de unos
calzones por otros de una talla más, que la verdad, a la distancia que se
encuentra Rusia de nosotros, no creo que tenga ninguna importancia. Para noticia
de barrio, pues pase; pero para más...
Hoy en el mundo pasan cosas como la guerra de Siria, la
posibilidad de un bombardeo por parte de los norteamericanos, la crisis
económica que no acaba de sacarnos de la cripta, España y Artur Mas se quieren
separar, Bale metió un gol, Cristiano metió otro, Messi también, los españoles no sabemos
hablar inglés, los españoles no sabemos hablar, Kerry y Lavrov se ríen mucho,
Obama se ríe poco, Putin se ríe por dentro,... es decir, un montón de cosas
importantes que nos impiden dedicar mucho tiempo a estas cuestiones kantianas
en las que se pierden las maneras.
Estos filósofos anónimos que discuten de cosas que nos
sabemos qué son ni porqué comenzaron ni que hacían allí, ni que se vendía en la
tienda, ni si la pistola era de fogueo o de balines, pero que le hizo daño al
otro, aunque no sabemos dónde... han conseguido su propósito vocacional —el
tradicional— hacerse preguntas. De hecho, hacía mucho tiempo que no me hacía
tantas preguntas como después de leer el texto, demostración de que es verdaderamente
filosófico. Ahora que se publican libros con títulos como ¿Quién ha pintado mi ornitorrinco de verde?, ¿Para qué quiere Kant la mantequilla?, El tesorero que negó tres veces o ¡Échate un pulso, Marx!, por citar solo unos cuantos de los que
serán best-sellers en España en
cuanto que la gente tenga noticia de sus existencia y se lance a la calle a por
ellos, ¿por qué no usar estos textos filosófico periodísticos para despertar
nuestra capacidad de preguntarnos más allá de una Sesión de Control?
Agradezco al diario El
Mundo la deliciosa tarde de final de verano en la que he paseado bajo los
árboles, la mirada baja, meditando —indiferente al griterío infantil que me
rodeaba— sobre las muchas preguntas abiertas, como las puertas, que dejo en mi
alma inmortal. Sé que lo que no resuelva en esta vida, lo resolveré en la otra,
en la que tendré más tiempo libre. Y con un solo ejemplar de periódico tendré
para hacerme preguntas durante toda la eternidad.
* "Una discusión sobre Kant termina a tiros" El Mundo
16/09/2013http://www.elmundo.es/elmundo/2013/09/16/cultura/1379333670.html
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