martes, 3 de septiembre de 2013

El collar

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Aunque los medios discrepen casi siempre sobre quién ganó el debate televisado en Alemania; aunque cadenas y periódicos hablen unos de "empate técnico" o "sin ganador claro" y algunos den clara victoria dialéctica a uno u otro interviniente, todos coinciden en dos cosas: que no le servirá de nada a los opositores —que calentarán banquillo otra temporada— y, mucho más importante, el collar que lucía Angela Merkel, con los colores de la bandera alemana, según describen los especialistas en moda política.
Descubridores de que todas estas naderías encandilan a la gente y les hacen preocuparse cívicamente por los problemas del Estado, los medios nos informan del "rugir" de las redes sociales, cuya expresión favorita para describirlas es "echaban humo". "Ayer", nos dicen, "las redes sociales echaban humo con el collar de Merkel".
Lo peor de todo esto es que los directores de comunicación de los partidos —que son los que han sustituido a los ideólogos, auténticos marginados hoy— sabedores de esa tendencia a la hipnosis ante un collar u objeto similar que llame  la atención, lo usan como parte de las llamadas "estrategias de comunicación".


Ya dedicamos hace mucho tiempo una entrada del blog a la llamada "pipolización", horrenda palabra que sirve para nombrar una actividad igualmente horrenda. Consiste en manejar a los personajes de la política con las mismas técnicas y tácticas que a esos seres de cartón piedra y colores brillantes que los medios fabrican para su uso y consumo, seres artificiales seleccionados cuidadosamente por profesionales que los convierten en marionetas seductoras capaces de llamar la atención con un escote, un brillante, un implante, un tatuaje, un corte o teñido de pelo, etc. Cualquier objeto, palabra, postura o lo que sea capaz de atraer la atención de una cámara y, a través de ella, la del público acorralado al otro lado es buena si funciona.

Comienza la liga y uno se pregunta entonces cómo llevará el pelo Sergio Ramos, con qué extraño movimiento se va a celebrar el primer gol de la tarde, qué significa el nuevo tatuaje del delantero centro, quién es la chica que sale con el portero o cómo van a llamar a ese bebé tan mono engendrado —incomprensiblemente— por dos personas de plástico. Es la "duda cortesana", que a diferencia de la "cartesiana" no nos hace preguntarnos por nuestra existencia en el mundo o la del mundo mismo —todo eso se da por hecho y si no pues peor para el mundo— sino por los gustos de esta corte sin nobleza que hemos generado a golpe de flash, entradilla llamativa, póster central en color o retuiteo hasta el infinito y más allá. No preocupa ya tanto la rectitud como, por ejemplo, la verticalidad de las corbatas de Hollande, auténtica cuestión mediática nacional. ¡François, ta cravate!


Me ha sorprendido inicialmente que esa fiebre de la apariencia distractora se haya producido en una candidata sólida y aventajada —tanto en su vida política como en las encuestas— que es Angela Merkel. Ese protagonismo del collar, como si de una novela de Dumas se tratara, me parece una maniobra mediática, destinada a robarle el protagonismo al líder opositor, a echar por tierra la laboriosa preparación de su discurso, la concienzuda elaboración de argumentos con los que trataba de erosionar la posición de dominio en las encuestas de la canciller.
Pero todo es relativo. Descubro con horror una imagen, una reconstrucción virtual de la canciller Angela Merkel tal como debería quedar si siguiera los consejos de los expertos en imagen y comunicación política, que le fue ofrecida en 2012, el año preelectoral. Entiendo entonces que lo del collar no fue una debilidad sino una pequeña concesión ante la presión de esos seres que confunden la solidez de un argumento con el uso de la laca. Entiendo, como en un destello, lo que debe ser estar en la piel de Angela Merkel.


El artículo, cuyo título, "Los expertos le recomiendan, un corte de pelo a lo Lady Di, más vestidos y zapatos de salón", me desarma. Me deja claro la lucha épica de esta mujer contra un universo en el que el machismo se mantiene con el agravante de haberse vuelto "marujo", con una retrógrada visión de la mujer que obliga a pensar en el mundo en términos de cotilleo, la economía en clave de lifting y la cultura como papel cuché.
Pienso en el Goethe consejero áulico en Weimar y me entra repelús al ver la corte que rodea a la canciller-sol europea: "Casi todas las estilistas coinciden en que el corte de pelo debería tener algo más de volumen por la parte de atrás" y "Otro consejo sería que los colores fueran algo más llamativos y que utilizara más vestidos", destacan en la entradilla del artículo, como si fueran cuestiones nacionales.
La esperpéntica imagen retocada de ese híbrido monstruoso —el asesor de imagen es el nuevo "científico loco", el nuevo Víctor Frankestein—, despierta en mí un sentimiento —lo confieso— solidario y protector hacia ella, víctima de esa hueste de moscas pegajosas que al contrario de la historia del "Rey desnudo" se empeñan en vestirlo de temporada, y subir y bajar escotes o faldas a golpe de encuesta. ¡Se discute sobre la "transmutación de los valores" pero no sobre la "transmutación de las fábulas" que los representan, verdadero espejo de los tiempos! Hoy habría que escribir "El Rey vestido, sin duda".
Los primeros párrafos del artículo, peor que si fueran sacados de un sombrío texto de Cioran, son desoladores:

Ni vestidos floridos, ni zapatos ’peep toe’, ni tendencia ‘peplum’, hay una mujer que no sucumbe a las modas del momento, ni a ninguna. Ella es la canciller alemana, Angela Merkel, que ha sido calificada por los habitantes del país que gobierna como "nada típicamente femenina".
Su austeridad, sobriedad y rectitud traspasa las fronteras de su personalidad y se asienta en su vestuario para que nadie dude de los principios sobre los que descansa su carácter y su jefatura.
No hay que olvidar que cada detalle de un dirigente está medido al dedillo pero Teinteresa.es ha querido consultar a varios estilistas para llevar a la canciller hacia el camino de la feminidad.*


¡Poca cosa es el collar, concesión aburrida! Comprendo la desesperación de sus rivales ante esta mujer, auténtico San Antonio frente a la tentación de la Posmodernidad, que se resiste una y otra vez a las modas, esquivando a estas gentes empeñadas —en el país weberiano de la rectitud virtuosa protestante, enemiga de lujo palaciego— en convertirla en la María Antonieta de la política europea. ¡Lo que debe ser escuchar diariamente —en campaña con más intensidad— esas voces pidiendo mechas y reflejos, toques de sombra y carmín. ¡Qué duro es ser mujer también en esto de la política!
Quizá la apabullante distancia de los quince puntos con su rival, Peer Steinbrück, en las encuestas le hayan permitido, como una concesión, esa debilidad del collar, diseño sobrio y nacional, esa joya tricolor que convierte su cuello en mástil humano azotado por el viento electoral. No es un complemento frívolo, coquetería personal; es bandera al cuello, ¡cuestión nacional!


El detalle de la bandera hará ver a rivales y asesores, a todos sus enemigos, que ella, Angela Merkel, no cede ni en presupuestos ni en vestuario, que la austeridad se lleva puesta, que es mujer a su manera, que se resistirá a cualquier intento de llevarla por donde no quiere en cualquier campo, incluido el que reclamaba el artículo, dejarse llevar tópicamente "hacia el camino de la feminidad". 
¡Qué entenderán de feminidad estos merluzos!


* "Los expertos le recomiendan, un corte de pelo a lo Lady Di, más vestidos y zapatos de salón" Te interesa 10/08/2012  http://www.teinteresa.es/moda/expertos-recomiendan-Lady-Di-vestidos_0_752925397.html#WaQ1X9WRP30x5xd6





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