Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Lo vi —creo
que este mes de agosto— en The New York
Times. Era un reportaje realizado sobre la integración de aquellas personas
que habían servido como traductores e intérpretes a las tropas norteamericanas en
países como Iraq o Afganistán. Nos mostraban cómo habían podido cambiar sus
vidas al salir de sus países y ser acogidos en los Estados Unidos. Algunos
habían montado pequeños negocios otros habían sido contratados por empresas que
agradecían el servicio que habían hecho a sus tropas. No siempre todos tienen
la misma suerte. En otras ocasiones —el mismo The New York Times ha tratado varias
veces el problema— quedan abandonados a su suerte.
Es una
obviedad decir que esas personas se han jugado la vida al ponerse al servicio
de las tropas extranjeras como intérpretes y traductores locales. Ellos y sus
familias, claro, que quedan expuestos a todos aquellos que los ven como
traidores y futuros condenados a una violenta represalia. Aquel que recorre las
calles y campos de Iraq o Afganistán acompañando a las tropas se convierte,
aunque sea acompañando a médicos y enfermeros militares, se convierte en muerto
inmediatamente. No han estado traduciendo a Rubén Darío, sino jugándose la vida para que los soldados españoles pudieran tener contacto con la población.
Ahora
leo en el diario El Mundo que los intérpretes afganos que acompañaron a las
tropas españolas en sus misiones por las ciudades, los que les ayudaron a
salvar el muro del lenguaje y que les habrá permitido salvar muchas vidas de
las personas que hemos mandado allí reclaman un trato similar que no les deje
al borde de la ejecución sumaria.
El
diario publicó un artículo a primeros de mes, recuerdan, en el que se avisaba
de la situación de "indefensión" en la que quedaban los intérpretes tras
el repliegue de las tropas. El diario —buena iniciativa, Mónica Bernabé— señala:
Tras la publicación del artículo, el
Ministerio de Defensa ha intentado justificarse diciendo que ofreció un
"programa de acogida" a los traductores, que incluía trasladarlos a
España, pero que ninguno de ellos solicitó ayuda. Fuentes militares en zona de
operaciones han asegurado este viernes a ELMUNDO.es que "si el programa
existe, nunca les llegó su contenido".
El coronel jefe del contingente español en
Badghis, José Luis Murga, tampoco mencionó la existencia del programa en una
entrevista con EL MUNDO el pasado 23 de agosto. En este vídeo los traductores
afganos hablan ante la cámara para también desmentir la versión de Defensa.
Asimismo se pueden ver imágenes de cómo trabajaban y su rol crucial en la labor
de las tropas españolas en Afganistán.
Los traductores afganos presentaron una carta
en la embajada española en Kabul el miércoles para pedir ayuda. En concreto,
los intérpretes solicitan un salvoconducto para viajar a España y pedir asilo
político, o un visado especial de carácter humanitario para salir del país.
Creo
que es de estricta justicia devolver de alguna manera la ayuda y el quemado de
naves que estas personas han hecho al acercarse a las tropas españolas y
acompañarlas públicamente como intérpretes. El ejemplo del programa
norteamericano de integración es elocuente.
Creo
que la petición de "asilo político" es poco para quienes abandonan su
país por haber ayudado y que la responsabilidad española va más allá. Si se
deja a estas personas fuera de cualquier cobertura, España habrá dado un paso
más en su creciente mezquindad institucional en muchos aspectos. Que no se
ampare nadie en recortes de ningún tipo porque estos afganos, a los que se deja
a su suerte junto a sus familias, se han "recortado" ellos mismos la
vida al ayudarnos y además con su trabajo han contribuido a reducir el número
de bajas españolas en ese conflicto al facilitar sus tareas.
Hace
mucho tiempo pregunté —al vacío, claro— por qué el empresario más corrupto de
la era de Mubarak tenía nacionalidad española y quién se la había concedido. La
concesión o el estatus de refugiados de estos afganos no la debería cuestionar
nadie. Incluso el Ejército —no serán muchos— podría sacar algún provecho no
desconectándose de ellos si los utilizará para su propia escuela de idiomas contratándolos
como profesores de esas lenguas.
Al
acogerles y devolverles algo de la vida que pierden, España no estará
inventando nada; solo cumpliendo una obligación moral. Todos los ejércitos del
mundo saben que si abandonan a sus intérpretes a su suerte, los próximos
lugares a los que vayan tendrán que ir con los idiomas aprendidos.
Siempre
se habla del "traductor" como traidor; en este caso es al contrario.
Es el traductor el traicionado.
Hay una
iniciativa abierta** —yo acabo de firmarla— para los que quieran sumarse a esta
petición de estricta justicia. Me imagino que dado que todos nuestros políticos, presidentes y ministros de un partido y otro, visitaron Afganistán como apoyo a las tropas españolas allí, no tardarán mucho en ponerse de acuerdo en atender esta solicitud y no quedar como un país mezquino.
La "marca España" también cuenta en Afganistán.
*
"Los traductores afganos de las tropas españolas piden ayuda en la
embajada" El Mundo 13/09/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/09/13/espana/1379062755.html
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