Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Me
quedo sorprendido por la caída de otro emprendedor. Estoy convencido de que si
hubiera menos listos por un lado, ocupados en cómo defraudar, y por otro más
gente pendiente de que no lo hicieran, estaríamos mucho mejor casi todos. En
ese "casi" dejo, por supuesto, a todos aquellos que viven razonablemente
bien con la desidia, la ineptitud o falta de honestidad de algunos.
Este
país, que se debate entre enseñar a ser buen ciudadano por la vía de la Ética o
alcanzar la santidad por la vía de la Religión, se ha olvidado de que a muchos
les sobran una u otra o ambas a la vez. Nietzscheanos convencidos de que todo
en el fondo son paparruchas destinadas a sentirte torturado por la penas del
infierno o los retortijones de la conciencia laica, estos listos solo tienen
por manual los extractos de la cuenta corriente, verdadero reflejo del
destino.
Nos
informan, para nuestra sorpresa aburrida —yo ya no me quito la cara de tonto
por ahorrar tiempo— del último gran invento emprendedor: el parque acuático que
no pagaba la factura del agua. Mientras la "guerra del agua" todavía
provoca roces entre las diversas autonomías por hacerse con ella y negársela a los demás, este pacifista
acuático, insumiso de la factura, hacía el amor y convirtiéndolo en la felicidad de sus remojados
clientes y en ahorro de sus inversores. Aguas turbias en piscinas cristalinas; mucho cloro y muy poca vergüenza.
A
Mariano Valverde —otro candidato a integrante del dream team del emprendedor patrio—, director del Aquópolis de Villanueva de la Cañada, provincia de Madrid, detenido y puesto ya en libertad pendiente de lo que tenga que aclarar, le acusan de defraudación de fluidos, en este caso agua, aunque yo —por si acaso— iría
mirando sus cuentas del gas y la electricidad.
Me
imagino que todos hemos conocido algún caso de vecino listillo que ha sacado un cable del chalet a la farola y se ha pasado, como si nada, una temporada
viviendo eléctricamente de la comunidad. Son defraudadores de fluidos, preciosa
denominación de la que más de uno se sentirá orgulloso. "¡Total, si es
tirar un cable!", piensan. Y lo tiran. Los de la Compañía eléctrica
llegan, ven el cable y la denuncia consiguiente. Están los que —¡unos manitas!—
son capaces de trucar los contadores haciendo que parezca que nunca gastan nada,
que no encienden ni la luz del baño por las noches, o hacen que —arte de
birlibirloque— su gasto pase al contador del vecino, como si de un truco de
chisteras se tratara. Pasa, pasa, pasa...
y ya está. Hay defraudadores del agua, la electricidad y el gas. Yo creo que
habría que hacer algo con los que te roban ancho
de banda colándose en tu wifi, pero los juristas no deben ver el caso claro, porque ya se sabe que la Ley va siempre por detrás. También los defraudadores, pero en el otro sentido.
El caso
del Aquópolis tiene bemoles porque no son unos cuantos litros, ni regar el
jardincito gratis un verano un poco seco. El elemento básico de un parque
acuático —todos nos lo imaginamos— es el agua. Estar defraudando durante cinco
años es mucho defraudar. Nos cuenta el diario El Mundo:
El fraude, conocido a finales de junio, se
calcula que puede superar el medio millón de euros, ya que el parque acuático,
situado en esta localidad del oeste de Madrid y que es el mayor de la comunidad
y uno de los más grandes de Europa, lleva presuntamente cinco años
abasteciéndose de agua del Canal de Isabel II sin pagarla.
Las investigaciones del Servicio de
Protección de la Naturaleza (Seprona) han confirmado que el agua que el parque
acuático ha estado consumiendo procede del Canal y no de pozos subterráneos
propios, como querían hacer creer. Dichos pozos se secaron hace años. Es más,
la Confederación Hidrográfica del Tajo
ha confirmado que Aquopolis no tiene
ninguna concesión para extraer agua de pozos, un requisito obligatorio para
cualquier particular o entidad que quiera utilizar agua subterránea. Si lo
tuviera, debería pagar un canon más un importe por la cantidad consumida, algo
que no ocurre.*
¡Cinco
años son muchos chapuzones! Montarse un parque acuático —el mayor de la
Comunidad y uno de los mayores de Europa, se dice pomposamente— sin pagar el
agua es demasiado descaro, aunque este sea uno de los rasgos que definen al
emprendedor que te pasas. Es como si se descubriera que Bernie Eclestone no
paga la gasolina, los de Google la luz o los del futuro Eurovegas las barajas de cartas, aunque no sé si en este último caso estarán subvencionadas.
Quizá
el señor Villaverde había contado con el agua de lluvia en su plan de negocio. Quizá la lluvia no llegó o lo hizo con
menos intensidad de la esperada y la perspectiva de que los visitantes
patinaran en las piscinas por falta de agua no era demasiado buena para el
negocio. Era esencial que el parque acuático tuviera agua; eso lo entendemos
todos.
Durante
estos cinco últimos años, el señor Villaverde nos ha hecho creer a todos que
ese agua brotaba del suelo, igual que los del Instituto Nóos no hacían creer
que las ideas del Think tank brotaban
de la cabeza del Duque. Y el agua, en cambio, salía del botijo de todos. Habrá que enterarse también de a qué Escuela de Negocios fue y quiénes fueron sus compañeros.
Han
tenido que ir los del SEPRONA a verificar —¡tiene narices!— que los pozos
milagrosos de agua milagrosa —todo es un gran milagro aquí— no existen, que son un
invento encubridor del fraude. Ni siquiera se molestó en sacarse la concesión
para extraer agua de pozos; su palabra bastaba.
Lo sorprendente
—quizá no tanto— es que todo se ha venido abajo por la denuncia de un
particular. No ha sido ninguna inspección rutinaria ni una investigación
especial. Podía haber seguido así durante el próximo siglo
sin que nadie se preguntara de dónde salía el agua de un parque acuático; no de
una piscina, ¡de un parque entero! ¡Seguro que más de un empleado del Canal de
Isabel II se habrá dado un chapuzón un caluroso fin de semana en sus aguas, gratuitas para
el parque, bien pagadas para sus clientes!
Como la
empresa no tenía contrato con el Canal, el Canal no se preocupó. El agua les
llegaba, decían, de sus inexistentes pozos para los que tampoco había licencia
de extracción. Si no sacas el permiso, nadie viene a verificarlo. Es el círculo
vicioso del burocratismo: revisas lo que expides; lo que no, no es tu
competencia y te da igual. Por eso ha salido a la luz gracias a un particular. Está
muy bien lo de la colaboración ciudadana, pero estaría mejor que a los
responsables no se les pasaran estas cosas que tienen delante,
que fueran más eficaces en su defensa de los intereses de todos.
Han
dicho las autoridades que exigirán el pago de lo consumido para olas y manguerazos, que "una cosa
es no abonar la factura y otra defraudar"*. La pena es que a nosotros todos
nos defraudan cada día, unos por no pagar el agua y los otros porque esto ocurra durante
cinco años sin que nadie se dé cuenta. Ya tienen material en la Comunidad para discutir los próximos meses sobre quién se bañó en aquellas aguas milagrosas y quién no, quién se tiró de cabeza y quién hizo un piscinazo. Veremos a quién salpican estas aguas cristalinas.
El diario El Mundo nos ilustra la noticia de la detención con una foto del director del parque con los pantalones remangados, sobre el cuerpo del delito, muy ufano, con un salvavidas a mano —¡tan fresco él!—, imagen premonitoria de lo revueltas que llegarían a estar esas aguas. Y lo que estarán.
¡Chapuzas
y chapuzones!
* "El director del Aquópolis de
Villanueva, acusado de estafa por robar agua al Canal" El País 30/08/2013
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/08/30/madrid/1377854881_858668.html
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