Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No hace
mucho tiempo diario El País, junto con otros diarios europeos, nos planteó un
reto: "defina Alemania con una palabra". Pensé que tenía truco y
pensé: "¡Alemania!. Pero no, no era un truco; solo era una simpleza. Ante
la proximidad de las elecciones alemanas, el diario y su colegas de referencia
en sus respectivos espacios trataban de establecer qué era Alemania no para
Europa, como pretendían pomposamente los enunciados de la encuestas, sino para
los lectores de sus cabeceras. Preguntar qué es Alemania a los lectores de
países como Grecia o Portugal, Francia o Inglaterra, Italia e Irlanda, a
nosotros mismos, es comprender que, como diría Derrida, Alemania es todo y
nada. Y me resisto a citar a Campoamor.
El
argumento para preguntarnos a los europeos que miramos los periódicos qué es Alemania para nosotros parte del
principio —sobre el que nadie nos ha preguntado— d que la política alemana nos
afecta a todos. Antes esto se decía de los Estados Unidos y por eso los
españoles hemos llegado a discutir más sobre los candidatos norteamericanos que
sobre los españoles. Y así nos va. Podemos explicar el "Obamacare"
pero luego aquí nos cuelan la reforma de las pensiones de forma inexplicable. Incluso
hacemos primarias vicarias, debatiendo si Obama o Hillary y. si nos defraudan, nos vamos con los
republicanos. Así somos.
Pero lo
de hoy es nuevo. Los alemanes tienen tan claro que lo que se decida en sus
elecciones nos va afectar a todos, que a algunos de ellos les ha parecido que
nuestra opinión de afectados debe ir más allá de comentar los collares de
Merkel o las peinetas de Steinbrück, que, todo sea dicho, es demasiada
frivolidad incluso para nosotros.
Nos lo
cuenta el diario El Mundo de esta manera:
Hay un grupo solidario de alemanes que no
parecen tener en gran aprecio su voto y que generosamente lo regalan a europeos
del sur, para darnos la oportunidad de votar, o no, a Merkel.
Se trata de la plataforma 'Electoral
Rebelion', que pretende llamar la atención sobre el hecho de que, en un mundo
económicamente globalizado, la política no el global, o al menos no lo es el
derecho al voto, y que en su página de Facebook se dedica a un trasvase
solidario de papeletas.
Si usted está interesado en votar en las
elecciones alemanas, solo tiene que ponerse en contacto con ellos y explicarles
sus motivos. Seguramente encontrará un elector alemán que acceda a apadrinar a
un español sin voz en la política alemana. Una vez establecido el contrato
solidario, el alemán en cuestión acudirá el domingo a las urnas a depositar la
papeleta que le haya solicitado el español, que podrá así ejercer
indirectamente el voto.
La idea del proyecto surgió en Egality
Berlin, un grupo de activistas utópicos que buscan en las nuevas tecnologías la
vía de acción para sus protestas simbólicas.
Desde
luego es de agradecer su iniciativa político caritativa. Me parece mal que la
periodista de El Mundo sea tan prejuiciosa como para pensar que estos
ciudadanos alemanes nos dan el voto "a los del sur" porque a ellos se la refanfinfla, con perdón. Esta
expresión última creo que es cada día más pertinente en la Teoría política y
que ha quedado un poco olvidada como concepto, por más que en la práctica siga
vigente. Pero no creo que este sea el caso de estos ciudadanos alemanes que siguen
una lógica coherente con su visión del mundo. No es caridad; como nos gusta
decir en España, es de justicia, sí,
como el sol de agosto. Ese sol tan español.
No debemos entender que estos ciudadanos alemanes nos "regalan" sus votos (como dice el titular de El Mundo) por purito desprecio a Merkel y compañía. Algo así como "antes se lo doy a españoles, griegos y demás calaña que a Angie". No, no. Es más bien un acto poliédrico en el que se entremezclan sentimientos mucho más nobles, aunque estén mal batidos y les quede un poco grumoso el resultado.
En
realidad estos ciudadanos alemanes han hecho una gran aportación a la Teoría
política contemporánea rompiendo los marcos espaciales para el voto y
estableciendo un principio realmente revolucionario: "el voto para quien
lo sufre" o "una lágrima, un voto". Estos donantes electorales consideran con razón que el voto
debe ir a los más necesitados de ellos. Es la democracia sentimental.
El
método es un poco confuso porque no es automático. Debe convencer al ciudadano
alemán, al donante al que no le importa su voto, de que usted se lo merece. Una
cosa es abstenerse y otra muy distinta darle el voto al primero que pase por
allí. No sé cómo se puede convencer a un alemán al que no le importan su voto
que debe importarle lo que a usted le importa. Esto le obliga, si lo pensamos
bien, a tener su propio programa y convencer al donante de que le dé su voto,
es decir, a hacer exactamente lo que hacen Merkel y Steinbrück y que, como
decíamos antes, se la refanfinfla.
¿Es usted capaz de convencer a este donante, algo que no han conseguido ni la
canciller ni el aspirante gesticulador con sus maquinarias (alemanas) electorales a pleno
ritmo de trabajo seductor? Usted sabrá. Pero está advertido: un alemán a la
defensiva es un búnker.
Creo
que sería mucho mejor un trato más equitativo para que no nos sintiéramos como beneficiarios
de un plan Marshall electoral. Podemos cambiar los votos como si fueran cromos:
yo voto a Merkel o a Steinbrück (o a algún partido minoritario o secesionista)
y tú votas a Mariano o a Alfredo (o a algún partido minoritario o secesionista).
Te lo cambio; a este no le voto porque lo tengo repe.
Ya se habrán dado
cuenta algunos de que esto es el inicio de algo revolucionario: el intercambio
electoral, el swinging político, como
el intercambio de parejas pero con Junta Electoral por medio. Es un campo con
mucho futuro y con respaldo científico porque si el primer ministro de Bélgica,
por ejemplo, sale con muchos más votos que los que votan habitualmente allí es
probable que se elija mejor por aquello de los grandes números. Además se puede experimentar con el Principio de Riesgo Compartido (PRC). Por ejemplo, les cedemos algunos ministros por una temporada y que les gobiernen a ellos. Sería una forma de reequilibrio, por ejemplo, que ellos tuvieran al ministro Wert una temporada y nos pasaran al suyo. ¿No somos todos europeos?
Quizá
estos principios sean realmente justos para Europa y muy eficaces. Puedes votar a
todos menos a los tuyos, a los de tu país. De esta forma se produciría un equilibrio final en el que unos votos compensarían otros. Los candidatos para cada
país serían elegidos por el resto de Europa.
Se
evitaría así que los alemanes le echaran la culpa de todo a los periféricos y
que los periféricos le echaran la culpa de sus penurias y calamidades a los alemanes. Todo se
volvería más sensato porque los presidentes no saldrían con los votos de los
pardillos nacionales a los que es más fácil camelarse, sino que tendrían que conseguir los votos de millones de
europeos —duros de pelar— que se equilibrarían finalmente en sus deseos. Es como el "mercado" de Adam Smith, pero en vez de con billetes con papeletas.
A esto
hay que añadir un beneficio impagable: no evitaríamos tener que escuchar
nuestras propias campañas electorales, que son bastante insufribles. Además,
Mariano, Alfredo, Arturo, Rosa, etc., tendrían que recorrerse Europa entera convenciendo a la
gente para que les votaran. Y nosotros tendríamos por aquí a Merkel (que nos iba
a oír), a Hollande (para asesorarle su vestuario y que apoye las fashion week), a Berlusconi (para que se
traiga a Valencia los bunga-bunga
ahora que nos ha fallado la Fórmula 1), etc. Los candidatos aprenderían idiomas,
nosotros veríamos las campañas con subtítulos... La verdad es que yo no le veo
más que ventajas.
Hay que
agradecer a estos ciudadanos alemanes que nos estimulen con fórmulas que
espolean nuestra imaginación. Hay que terminar con este desperdicio de votos
que causa la abstención. ¿Que no me gustan los tres o cuatro candidatos que me ofrecen,
los que me tocan? Pues ya encontraré alguno que me satisfaga por esas tierras llenas de hombres distintos
con una moneda común. Nada hermana tanto como una urna. Hoy por ti, mañana por
mí. Como dijo J.F. Kennedy: ¡No preguntes qué
puede hacer Alemania por ti, sino qué puedes hacer tú por Alemania! ¡Pues
que me pregunten!
*
"Alemanes que nos regalan sus votos" El Mundo 18/09/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/09/18/internacional/1379488874.html?a=ae433b33710aecfa2d7d7e5471860f04&t=1379492621&numero=
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