jueves, 10 de marzo de 2011

La lista Forbes y la “Felicidad Interior Bruta”

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Cada vez que sale la lista de multimillonarios de la revista Forbes se crean grandes expectativas para ver quiénes están y cuánto tienen, quiénes son los favorecidos por la fortuna, según la expresión tópica.

La lista constituye un reflejo del funcionamiento del mundo. En un momento de crisis mundial, todos han incrementando sus patrimonios de forma apabullante, con una sola excepción. No debe darnos mucha pena, solo ha perdido 2.000 millones de dólares. Eso ha hecho bajar del cuarto al noveno puesto a uno de los integrantes. La lista incluye 1.140 “billonarios” y nos muestra algunos datos interesantes. Rusia y China tienen cada una un 10% aproximadamente de miembros en el club.

Sorprendentemente, entre los empresarios de las telecomunicaciones, capítulo que nos ofrece al hombre más rico del mundo, un mexicano, solo hay un norteamericano y está en el puesto 993. Los empresarios de las telecomunicaciones no son muchos en el total; son 20, pero tienen al primero de la lista, un mexicano, cuya fortuna es de 7’6 B$ frente a los 56’4 B$ de Bill Gates.

Sesenta y seis están relacionados con los medios de comunicación. El hombre más rico del mundo es empresario de las telecomunicaciones. Hay un buen número relacionado con el juego; el primero de ellos es un empresario norteamericano de casinos. La última de la lista, la número 1140, es J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, incluida como si de un medio más se tratara. Y así debe ser, ya que Harry Potter no es una obra literaria sino un complejo mediático industrializado cuyos resultados vemos reflejados en la lista Forbes.

Por una casualidad, a la vez que ha salido esta lista, he tenido ocasión de ver un documental sobre un país pequeño, muy pequeño, el Reino de Bután, de apenas ochocientos mil habitantes. Está situado en las laderas del Himalaya y hasta 1961 permaneció aislado del mundo. Entonces no había carreteras ni electricidad ni ninguna de esas cosas indispensables que nosotros tenemos. Bután es un país impregnado del pensamiento del budismo tántrico y sus metas no son la acumulación de bienes materiales. Consideran que lo que se acumula te lo pueden quitar y que solo la felicidad se puede llevar encima de forma permanente.

Cuando Bután decidió abrirse al mundo en 1961, lo que vio no le gustó. Vieron que los países que se desarrollaban más no incrementaban su felicidad, sino que surgían nuevas necesidades que hacían menos felices a la gente. Decidieron que debían conservar lo bueno que tenían en su forma de vida tradicional y seguir su propia modernización. El Cuarto Rey acuñó el término “Felicidad Interior Bruta” (Gross National Happiness), opuesto al de “producto interior bruto” que nosotros manejamos como indicador de nuestro crecimiento. Para los butaneses, la felicidad es más importante que lo material y han decido trabajar en ese sentido. Viven principalmente de la agricultura y de vender energía eléctrica a la India. Los habitantes de Bután han enterrado sus plantas eléctricas en las montañas para no perjudicar al medio ambiente. Cuando tienen que horadar los túneles en la roca, realizan ceremonias para pedir disculpas a la Naturaleza.

Los principios básicos de su política son la necesidad de eficacia y transparencia del gobierno, la felicidad de su pueblo y la conservación del entorno. Para los butaneses, la naturaleza no es suya, sino el espacio en el que se puede desarrollar la felicidad, el objetivo principal del país. En los años noventa, el Cuarto Rey pensó que no estaba bien eso de decidir él solo y mandó estudiar 50 constituciones de todo el mundo para que hicieran una democrática, con lo que el país pasó a ser una monarquía constitucional. Cuando dejó todo en marcha, a los 52 años, abdicó en su hijo de 26, el actual Quinto Rey. Su democracia supuso un gran salto, aunque todavía les quedan muchas cosas por hacer.

Los butaneses, que no son ricos, sufren también penurias. Sin embargo —y eso es lo que nos cuesta entender—, no consideran que no tener esté conectado directamente con ser infeliz. Tampoco creen que en la pobreza esté la felicdad y por eso la combaten tratando de cubrir las necesidades básicas de todos. Desarrollan el principio budista del “camino medio”, el camino que te aleja tanto del aislamiento y como de la vorágine, te previene del encierro en uno mismo y del perderte en los demás. El “camino medio” para ellos es tener lo suficiente como para no desear lo de otro y no tener demasiado para que otros no deseen lo tuyo. Cuando les preguntan qué es la Felicidad, sonríen y no saben qué contestar.

No me imagino a ningún butanés en la lista Forbes. También sería complicado explicarles para qué sirve.



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