Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Si
pusiéramos en una balanza lo que ha conseguido el Israel de Netanyahu y lo que
ha perdido, veríamos cómo se desequilibra la balanza hacia las perdidas.
Benjamín Netanyahu cree que va ganando
algo, cuando lo único que está consiguiendo es encaminarse con rotundidad
hacia el rechazo universal del estado de Israel y hacia él mismo.
Solo el carácter terrorista de Hamás frena a muchos que se distancian de ellos. Pero Netanyahu cree en lo que hace por más que tenga el mundo en contra con la excepción de los Estados Unidos de Donald Trump y algún que otro gobierno aliado con sus políticas.

La Historia crea extraños momentos en los que la confluencia de intereses parece resultado de algún diseño oculto. No hay tal; no es la suerte ni el destino. Es la transformación de la sociedad internacional que se ha ido produciendo en estos años, es la pérdida del sentido y visión internacionales, que han pasado de la búsqueda de acuerdos y promover el diálogo a basarse en la violencia, el chantaje sin pudor y en alianzas que pierden su sentido y finalidad. El uso de la política arancelaria de Trump es un ejemplo; lo que hace Netanyahu con su respaldo es la versión violenta, como lo es la política de Putin con Ucrania.
Es poco probable que no estando Trump en la Casa Blanca se hubieran producido ciertas situaciones como las que hoy vemos. Su segundo mandato ha supuesto un efecto en cascada, una ampliación en lo que está permitido o alentado desde la súper potencia que ejerce de tal desde la más descarada manipulación. Netanyahu cuenta con ello.
Lo cierto es que muchas cosas están cambiando, sobre todo en lo que concierne al reconocimiento del estado de Palestina, algo que hace daño directamente a Netanyahu e irrita sobremanera a Trump, que lanza amenazas continuas sobre aquellos que le desafían.
Reino Unido, Portugal, Australia, Canadá... ya han anunciado el reconocimiento del estado palestino; Francia lo anuncia también. España... Ese es el resultado real de la política de Netanyahu. Cada muerto inocente, cada acción genocida, provoca un paso más en el reconocimiento de Palestina. Netanyahu se derrota a sí mismo.
Los dos
mayores enemigos de Palestina son Netanyahu y Hamás; son los que se están aprovechando
el uno del otro para arrasar el espacio y garantizar el odio sin límites para
un futuro oscuro, imposible de sostener ante ningún organismo internacional u opinión pública. El propio pueblo
de Israel está comenzando a comprender que lo que Netanyahu les promete es la
guerra eterna y la pérdida de los apoyos que la causa judía ha tenido desde la
II Guerra Mundial y el holocausto. Israel es un estado "artificial", protegido creado desde el apoyo internacional, algo que se está perdiendo.
¿Que ha conseguido? ¿Qué cree que ha conseguido para Israel Benjamín Netanyahu? Da igual que su respuesta lo llame de forma monótona y equivocada "anti semitismo". Ha querido vivir de tópicos y de complejos de culpa acumulados. Pero eso ha dejado de funcionar ya. Las imágenes que vemos cada día no se lavan con el pasado trágico; ni lo justifican.
La ultraderecha, tradicionalmente anti semita, ha tenido que escoger entre un "terrorismo islamista" y la barbarie de Netanyahu. El apoyo norteamericano es engañoso en cuanto a las causas. Los grandes negocios que la destrucción primero y la reconstrucción después —como ilustraba muy bien el famoso vídeo de Trump con Netanyahu tomando el sol en ese resort que piensan crear tras el exterminio— se atisban tras la barbarie de un estado que dice buscar su seguridad y garantizar su existencia a golpe de masacre. No hay paz a la vista para Israel.

Cuando comenzó Netanyahu su barbarie, me advirtieron que el objetivo no eran los rehenes sino la destrucción total de la Franja e imposibilitar la construcción de un espacio palestino. Fui inicialmente escéptico, me pareció exagerado. Pronto me convencí de que ese era realmente el objetivo y los hechos siguen señalando en la misma dirección.
De no mediar tantos intereses y complejos acumulados, Benjamín Netanyahu no estaría allí, aunque como hoy esté en la más absoluta soledad internacional. Gestos como la petición de Premio Nobel de la Paz para Trump no le van a hacer llegar muy lejos. No frenarán los sentimientos de culpa y vergüenza que está provocando en muchos países. Seguirán los reconocimientos y cada vez podrá esconderse menos.
Poco es lo que ha conseguido Netanyahu y está haciendo mucho daño a palestinos e israelíes. Esa "súper Esparta" que ha anunciado no es un futuro real.





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