Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La noticia es tan breve como un simple párrafo. Viene de Suecia y su titular es tan claro como su texto, apenas unas líneas. Pero en esas breves líneas se encierra uno de los problemas contemporáneos más difíciles de asimilar en décadas y, especialmente, un desafío para el futuro que nos espera a la vuelta de la esquina. El titular dice "Los jóvenes creen menos en la democracia, según un informe" y el texto de la noticia se reduce a lo siguiente:
El informe de la nueva generación del Barómetro Sueco de la Juventud muestra que el compromiso político de los jóvenes está disminuyendo. Entre otras cosas, uno de cada cinco chicos rechaza la afirmación de que la democracia es siempre la mejor forma de gobernar una sociedad. "Nuestra generación lo tiene cada vez más difícil, así que entiendo que la gente esté perdiendo la fe en la política", dice Albin Norman, de 21 años, que lleva mucho tiempo implicado políticamente.*
Si la democracia es un punto medio entre el caos de la anarquía y el férreo orden de las dictaduras habría que intentar ver cuál es la opción que los jóvenes consideran más prometedoras para su futuro. En la política es muy fácil vivir en un régimen democrático y predicar otras posibilidades. Lo que no es nada fácil es lo contrario, por ejemplo que en una dictadura de pida democracia. Entre la dirección hacia la acracia o la línea que nos lleve a una dictadura es más fácil la tentación totalitaria en la que siempre se ve al soñador como la voz visionaria que tiene claro cómo se han de comportar el mundo y los demás.
Es un hecho histórico el crecimiento del autoritarismo, que había sido hundido primero tras la derrota de los totalitarismos en la II Guerra Mundial; después habría que esperar a la caída del Muro de Berlín para que se desmoronara la Unión Soviética. Desgraciadamente muchos rusos echaban de menos a los dictadores y prefieren a los que les prometen dominar el mundo que a los que les dejan libertad.
Pero la prácticamente nula experiencia rusa con las libertades no es la de una Suecia que sí tiene esa experiencia y que ha sido en muchos sentidos ejemplo de moderación y respeto para muchos países.
El comentario que el joven sueco hace sobre "tenerlo difícil" y "perder la fe en la política" nos lleva a los dos aspectos complementarios de la desilusión: la falta de respuesta y la falta de esperanza. Lo que se nos dice de Suecia es lo que se nos dice en muchos otros países, incluido España: la política está fallando en las respuestas a los ciudadanos.
Aquí no dejamos de repetirlo: el objetivo de la política no es el poder; es dar respuestas a las necesidades sociales mediante acuerdos globales, los que satisfagan los deseos justos de las mayorías más amplias posibles. La gente no quiere la luna; trata de mantener una vida tranquila en la que no tenga que preguntarse qué sucederá mañana. Quiere unos niveles decentes de empleo, de salud, de educación. Eso es lo que desea una gran mayoría. Sin embargo, la política actual se está construyendo sobre la idea de "conflicto". En esto hay que ser claros: todos los grupos buscan la polarización dentro de un sistema comunicativo que requiere de la máxima atención. Esto es lo que acaba produciendo un protagonismo de los políticos que acaba generando la polémica que se necesita para hacer funcionar un sistema personalista.
Cuando se produce el caos conflictivo es cuando empiezan a aparecer las figuras mesiánicas que ofrecen soluciones para las que apuntan a culpables. El ejemplo más claro es Donald Trump, que lucha cada día por evitar la despolarización de la política norteamericana porque esta le favorece, máxime presentado como un "outsider", alguien que "no es político". El resultado es claro y tiene su culminación en el asalto armado al Capitolio. Trump consiguió (lo sigue haciendo) convencer a sus seguidores que le habían "robado" las elecciones. No necesitó ni una prueba; les dijo lo que querían escuchar. De esta forma se consiguió la perversión de la democracia norteamericana. El hecho de que Trump siga con un enorme apoyo es suficientemente significativo del estado del proceso degenerativo hacia el autoritarismo.
También es España estamos viendo indicadores de este tipo en las encuestas. El descrédito de la política y de los políticos como personas capaces de solucionar los problemas, de ofrecer alternativas factibles, se va acumulando. ¿Es posible separar los políticos y sus actuaciones de la política misma? El poeta Yeats decía que no se puede separar al danzarín de la danza. ¿Ocurre lo mismo? En España hemos tenido intentos de respuestas ante el abandono de ciertas zonas, como ocurrió desde la aparición de "Teruel existe", un intento de hacer lo que los que deberían hacerlo no hacen. Se trataba así de prescindir de unos intermediarios, por decirlo así, y ponerse en marcha desde la ciudadanía. Pero lo que acaba ocurriendo en muchos de estos casos es que esos movimientos acaba profesionalizándose y repitiendo los mismos comportamientos.
El desapego por algo importante como es la política en lo que significa para el conjunto es preocupante, especialmente si se dirige a reacciones autoritarias, cuando no violentas. Es difícil aceptar que —como tratamos ayer aquí— se acepte como inevitable un modelo de trabajo que echa a la calle tras cada festividades porque solo contrata parcial y brevemente. Es difícil. sí, entender porqué no se habla con los socialmente implicados, que han aprendido también que la polarización es rentable, que la idea de comunidad, de bien común, no es más que una fantasía para tapar los egoísmos insolidarios de todos.
Esta imagen de la política como jungla se traslada al conjunto de la sociedad a través de bonitas palabras, como "competencia", que sirven para dar carta de libertad a la individualidad. La conjunción de una modelo neoliberal desde los años 80 y un modelo comunicativo una década después ha creado este sistema que ha acabado minando, aburriendo, devaluando el modelo democrático y permitiendo crecer los populismos de corte autoritario que lo hacen sembrando negatividad sobre sus fobias, desde la igualdad de género a la xenofobia y al racismo, puntos hacia los que dirigen la atención responsabilizándolos de todos los males. Hoy es más fácil manipular la opinión, lo que hace que los grupos más radicales vayan minando la idea democrática y propugnando "soluciones" basadas en la fuerza.
La breve noticia de la radio sueca recogida por RTVE.es no debe confundirnos con su brevedad. Aquí la tenemos en nuestra variable hispánica. Es un síntoma más de un cierto proceso de degeneración del sistema por el que deberíamos preocuparnos todos. No somos los únicos, así lo avisan encuestas más amplias que deberíamos escuchar con atención. ¿Seremos capaces de hacerlo? La noticia llega de Suecia, sí, pero es un eco de muchas otras iguales que se están produciendo por todas partes.
* Maria Bornhöft "Los jóvenes creen menos en la democracia, según un informe" RTVE.es / SVERIGESRADIO 1/02/2024 https://sverigesradio.se/artikel/ny-rapport-unga-tror-mindre-pa-demokrati
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