viernes, 2 de febrero de 2024

La economía del día después

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


No sé porqué pero desde hace años ya nos hemos acostumbrado a la estacionalidad laboral. El fenómeno se repite cada vez que se nos dan los datos del paro. Los titulares de los medios señalan "Enero cierra con 231.250 afiliados menos y 60.404 parados más tras el fin de la campaña de Navidad" (RTVE.es), "España destruye 231.249 empleos tras el fin de la campaña navideña en el peor enero en cuatro años" (20minutos).

Quizás no hemos "acostumbrado" por aburrimiento, por no llorar. Hay veces en que nuestros políticos tan voluntariosos y prometedores (en solo un sentido de la expresión) prefieren no hacer comentarios ante esta situación. Es más, en los artículos que aparecen sobre esta cuestión, es decir, sobre estas idas y venidas del empleo al paro, se desarrollan ingeniosas teorías explicativas. Según algunas, deberíamos estar hasta contentos por no sé qué extrañas cuentas. Pero ya saben lo que se dice (injustamente, claro) de las estadísticas.

Voy a ser simple: toda cifran que me diga que ha aumentado el número de "parados" es negativa por mucho que me juren que es una cifra "mejor que las anteriores" con cualquier explicación. Me dan igual las cuentas y matices.

Ya sabemos que eso del "pleno empleo" es una utopía, pero no deja de sonarme mal cualquier cifra negativa que me den pese a los apaños posteriores. Esto se empieza a parecer demasiado a los discursos de los políticos que dicen haber ganado aunque hayan perdido. Pero siempre tienen explicación.


No dudo que la haya. Pero voy al origen: la estacionalidad como modelo. ¿Es aceptable una economía que echa a la gente a la calle después de las navidades, después de la semana santa, después de los puentes, después del verano? Es la economía del día después.

¿No hay otro modelo? Parece ser que no, que esa es la España del turismo, de la post fiesta, del fin de semana contratado y el lunes a la calle. Es la España del "si hace sol" o de "a la calle porque no hay nieve", según donde toque.

Cada vez pienso más en lo que va a ser de las jubilaciones de una generación que solo acumula días, semanas o meses según toque antes de que vaya a la calle y lego la contraten para el siguiente puente.

Entiendo que es eso que nos llega desde fuera, sin intervención propia, y a la que llaman "realidad", "destino", "imperativo" o "esto es lo que hay, lo tomas o lo dejas". Hace muchos años hablábamos aquí de la España que batía récords de "micro empresas", que ya no son ni las pequeñas ni las medianas, sino las del trabajador y su sombra. Pero, claro, entonces presentamos España como el paraíso del "emprendimiento", que en estos términos significa estar harto de tanto entra y salir, de firmar contratos y finiquitos, y buscarte la vida.

Entre los datos macroeconómicos que nos dicen que "crecemos más que la media europea" y los apaños estadísticos que nos dicen que tenemos más despidos pero menos parados o al contrario, que te acaban liando; entre unos empresarios a los que hay que dar las gracias no por contratar, sino por no despedir, para los que "nunca es momento" de subir salarios y amenazan con crisis apocalípticas si les quitan becarios o suben el salario mínimo... lo cierto es que se nos ha quedad para la eternidad esta precariedad que frena el crecimiento en diversos sentidos.

Nos dicen, por otro lado, que nuestros ejecutivos ganan mucho más que antes, que están por encima de otros países; nos dicen también que bancos y otras grandes empresas hacen sus agostos (¡qué bonita expresión estacional!) rompiendo los techos de beneficios, a la vez que anuncian grandes despidos de sus plantillas, que es su forma de mantener a raya a los gobiernos y sindicatos que invocan aquello del "¡virgencita, que me quede como estoy!". Y para colmo nos llega ahora lo de la Inteligencia Artificial, otra excusa para poner a la gente en la calle.

En este último caso, también nos dicen siempre lo mismo, que en ese sector crecerá el empleo. Ya sabemos que eso es una tontería porque con una buena IA no harán falta muchos desarrolladores porque se desarrolla ella sola.

Lo que sí está creciendo, y es una pena que no coticen, es el número de estafadores, que es un tipo de autónomos que saca el poco dinero que tenga la gente, que acaba endeudada y, si se descuida, como los tres hermanos de Morata de Tajuña.


Entre tanta disputa política, no acabo de ver propuestas claras sobre acabar con la temporalidad, la precariedad, estacionalidad, etc. del empleo en España. No acabo de entender tampoco, a qué le llaman los políticos "ir bien", cuando existen varios millones de parados y otros cuantos que entran y salen del empleo como el que va en el metro y se baja en Sol a hacer trasbordo.

He leído varios de los artículos y entrevistas con motivo de estos nuevos datos y confieso que no me convencen los argumentos por los que se supone que debería estar contento con el aumento de despidos. Quizá debamos proponer soluciones como las Navidades de 12 meses o ahora que estamos con calor, el verano único anual, es decir, de diciembre a diciembre, que dejemos de decir que tenemos un tiempo primaveral y que digamos que lo nuestro es el verano continuo. Eso casaría con la noticia de que hemos desbancado a Francia del primer puesto de turistas extranjeros visitantes. ¡Dan ganas de cambiarse de nacionalidad y vivir en esta España peculiar como un turista!, algo que saldría muy caro. Como nos pregonan desde la "silver economy", de mayores debíamos ser turistas, aunque sea con el IMSERSO.

Algunas regiones exquisitas se dedicaban en el pasado a despotricar contra lo que llamaban el "turismo de mochila" o "mochileros". Les parecía indecente, una provocación ver a alguien tomándose un bocata en un barco teniendo enfrente toda una oferta de restaurantes y demás esperando a que entre a gastar.  En las fronteras españolas deberían poner carteles como en los cines, "prohibido entrar con comida" o algo así.

Tenemos una importante proporción de economía sumergida, en negro, etc. Es la que permite a unos sobrevivir y a otros vivir mucho mejor que el resto. Así de mal repartido está el mundo. Pero son estos últimos los que dan consejitos en la oreja al mundo político.


Creo que es una indecencia que se dé por bueno este sistema, que no se establezcan unas prioridades para hacer una España mejor, más justa, mejor repartida, menos chirriante y gritona. Pero el modelo económico no se cuestiona apenas porque cada vez que se hace sale algún directivo, algún alto ejecutivo, alguien de la patronal diciendo que "no es el momento" y augurando despidos, pese a los beneficios que se anuncian cada año. Son "advertencia", por decirlo finamente.

Una vez más comprendemos el sentido de este viaje a ninguna parte, un viaje amenizado musicalmente con las disputas políticas a las que mucha gente ya no hace caso. Huérfanos de inteligencia, viajamos a la deriva, guiados por los vientos de los intereses, a los que algunos llaman destino, como quería el mago de Oz para no ser descubierto.

En la vida se puede ser inmensamente rico y querer siempre más; también cada día un poco más pobre aunque no lo desees. Es ley de vida.


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