Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En la
víspera de la fiesta de la entrega de los premios Goya, un político se ha
permitido hablar de inutilidad. A muchos les parecerá un despropósito, una
ligereza y sobre todo una demostración de incultura galopante, que es la que
caracteriza a esta viejo-nueva ultraderecha populista que considera que el
gasto en cine o en otras artes es un despilfarro económico.
El señor
JLG —creo que es un gasto energético, un desperdicio escribir su nombre
completo—, colado en los mandos autonómicos por eso que llaman aritmética
electoral y que se gana su sueldo con sus frecuentes exabruptos que considera
propios del que se gana la vida ante cámaras y micrófonos, se ha permitido
calificar de desperdicio eso que considera "tirar el dinero", las
subvenciones al cine español. Lo ha hecho en un año, además, especialmente bueno
para el cine hecho en nuestro país, pero el problema es claramente otro: a JLG
no le gusta el cine porque no le gusta lo que dice el cine.
Pedro Almodóvar contestando al señor JLG |
Dotado
de una sensibilidad capaz de medir terremotos, a JLG el cine le parece un
despilfarro. La gente va al cine y escucha y ve cosas que a él no le gustan. El
centro de su teoría es que no le interesa a nadie y que el dinero gastado es
tirar el dinero de los contribuyentes. Pero se equivoca, claro. Es él el que no
va al cine.
Hay cierta obsesión de la ultraderecha española en el monolitismo y en apropiarse del gusto general. Desde su ideología plana, el cine es inútil, lo que les lleva a situarse en una mentalidad casi decimonónica, pre cinematográfica. Quizá si él escribiera los guiones, los dirigiera y los interpretara... sería más aceptable, pero no parece que estén por ofrecerle ningún papel o le acepten guiones. No, a JLG solo queda su propio canal de YouTube y desde allí decirnos su versión del "¿Saben aquell que diu...?" Pero creo que ni por esas.
En un
momento crítico de la cultura en todo el mundo, en el que se está produciendo
un borrado de memoria cultural (en el sentido más amplio del término), el cine
es una herramienta para mostrar y educar, dos facetas, complementarias y
necesarias. Pero al señor citado solo le va el adoctrinamiento, que es una
forma de negar la educación, de reescribir parcialmente la historia y las ideas
acomodándolas a su parcial forma de ver la vida. Al señor citado le sobra la
diversidad; él es el centro del universo y decide sobre lo divino (con
conocimiento propio) y lo humano (por lo que le han contado en el partido).
Atacar
al cine español, aunque no nos guste o nos guste más o menos, es absurdo o
peor: es "político" en el peor sentido de la palabra. El mensaje que
ha lanzado tiene ya décadas y no ha servido de mucho. ¿Por qué la ultraderecha
populista sigue insistiendo en ese mensaje? Pues quizá no tenga otro, se le
agotaron los mensajes no le quedan más. Quizá los analistas contratados les han
dicho que los votantes no han pasado de "Raza" y del "Marcelino",
del "landismo" (con perdón para Landa) y del "destape" (hoy
estamos en el "#seacabó").
Este
señor ha tenido la fatalidad de la ocurrencia desfasada, pero también la del
momento más inoportuno: varias de las películas que han estado en los Goya han
recibido premios internacionales y están como candidatas a varios de los
premios Oscar, lo cual ya es bastante. En diversos festivales se han premiado
algunos de estos trabajos previamente. Ha sido, como señalamos, un año de
películas especialmente premiadas, en lo que deseamos sea una salida del cine español hacia el mundo y hacia el mismo interior que hoy lo niega de forma absurda, posturosa e irresponsable. Hace falta esta nueva generación de directores y especialmente de directoras. El problema no es que haya películas malas; el problema es que no las haya buenas. Y este año las hay.
Si hay
alguien que no puede hablar en este país de estar subvencionado es un político.
No hay actividad más subvencionada que esa. No nos tire de la lengua.
Si hace
unos días hablábamos aquí de la censura de libros en la bibliotecas y de cómo
Vox lo ha hecho en los lugares que controla o le dejan controlar, el intento de
hacer lo mismo con el cine está a la vista. Habrá que estar vigilantes no sea
que a algunos se les ocurra pactar, por un puñado de votos, para empezar a
retirar las ayudas al cine.
El lobo
enseña la patita. Pues ¡viva el cine!
PD: mi voto virtual para la protagonista de 20.000 clases de abejas, Sofía Otero, que por tener 10 años no ha podido ser votada. Deseamos que se mantenga en estado de gracia hasta poder ser premiada y ofrecernos días inolvidables ante una pantalla.
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