Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
ministra Pilar Alegría ha pedido llegar a una política común sobre el uso de los
móviles en los centros educativos. La expresión "política común" es
una especie de utopía política, un estado de nirvana en el que el político se desprende
de su carga ideológica, de sus estrategias de asalto y refutación, de intereses
partidistas y personales, etc. y se eleva hacia la nada del acuerdo con dos
posibilidades: enfrentarse a un problema o hacerse la foto.
Los
titulares de los medios como "Alegría pide una respuesta "común y
coordinada" para regular los móviles en los colegios y el PP le acusa de
"llegar tarde"" (RTVE) o "Educación pide unidad para
prohibir los móviles en las aulas y las comunidades replican que ya contemplan
medidas" resaltan la petición de unidad, algo poco frecuente, ya sea
porque no se pide o porque si se pide se rechaza para volver a la destructiva
política de la gresca, en la que los políticos seleccionados para sus puestos
se han criado. Este es parte del problema: se lleva mucho tiempo dando alas a
este tipo de perfiles broncos y les cuesta adaptarse a las mesas.
Me ha resultado ingeniosa la réplica de la ministra ante las críticas, en este caso, mediante la alusión cultural:
En cuanto a las críticas vertidas
por las comunidades, la ministra ha dicho que es importante "mirar la luna
y no quedarnos con el dedo", por lo que ha instado a centrar la atención
en "que estamos adoptando una respuesta común".
"Había una preocupación social, ya no solamente de las familias, sino
también del profesorado, que nos pide una regulación en la que ellos también se
sientan protegidos a la hora de saber cómo actuar", ha apuntado.*
El dedo
del político no apunta a la Luna sino directamente al ojo del contrario con
precisión mayor o menor. Por supuesto, ella se reserva el papel del
"sabio" que apunta a la Luna y deja el papel del "tonto" al
que se queda mirando el dedo.
La
Luna, en este caso, es el problema verdadero de los móviles en el medio
escolar. Las evidencias sobre la distracción (robo de la atención), sobre sus
efectos secundarios en el comportamiento disperso, además de los usos indebidos
e incluso delictivos (acoso, con insultos, amenazas, etc.) que van saliendo
cada día ya no se pueden obviar.
Lo malo
es que eso es solo un parche. El uso infantil del móvil en el espacio escolar
es solo una parte, ya que si esta prohibición se realizara en las familias, que
es donde corresponde, se podría solucionar algo que se pretende solucionar como
un problema de atención en clase y es algo mucho más grave.
El
problema reside en el tamaño de la Luna, por seguir la cita de la ministra Alegría.
Es en las familias donde reside la raíz del problema. Es en la familia donde se
entrega el móvil a los niños.
Cualquiera
que salga a la calle un rato verá madres y padres paseando a sus hijos mientras
consultan sus móviles. Los niños, en sus sillitas, van mirando sus propias
pantallas. La edad ha ido descendiendo y son menores de un año los que han
perdido el chupete y les han abonado a los dispositivos móviles, teléfonos y
tabletas. Se les ha dado en llamar y la "generación Ipad" por algo.
Cuando
comenzó el COVID uno de los argumentos de los psicólogos y otros especialistas
era que los niños perderían su empatía al no poder "ver" los gestos
de sus padres debido al uso de las mascarillas. Aquello produjo una especie de
asombro y temor. Sin embargo, son hoy los padres los que se esconden detrás de
los teléfonos móviles y, para no ser molestados mientras consultan sus
teléfonos, dejan en manos de los niños dispositivos.
No, el
problema no lo causan los centros educativos. Allí se manifiesta un problema
por el que les piden cuentas: el bajo rendimiento en el aprendizaje. Pero el
problema real viene de casa, donde los padres son ya la segunda generación de
móvil. Es en los padres más jóvenes en donde se manifiesta con más intensidad
este fenómeno del "móvil barrera". Son los padres los que no pueden
estar sin consultar el móvil, por lo que los hijos —que necesitan su atención
para el aprendizaje— se ven dirigidos hacia las pantallas anestésicas, las que
evitan que les molesten. Así de claro.
Por
ello, el problema de los móviles debe desglosarse con claridad: el problema
escolar de rendimiento del problema psico-atencional.
No es casual que la petición del ministerio se produzca después de que
aparecieran las disparidades de rendimiento entre las comunidades y la pérdida
en Matemáticas y en comprensión lectora, que dejan en evidencia la falta de
acuerdos frente a algo muy obvio y que se va haciendo más imperativo ante las
medidas que toman otros países de nuestro entorno europeo y en otros lugares.
En 20minutos podemos leer sobre esa motivación para realizar una "política común":
Precisamente con ese afán de lanzar un
"mensaje común" a la comunidad educativa, el Ministerio de Educación
ha trasladado a las autonomías una propuesta de mínimos —muy en línea con la
que planteó el Consejo Escolar la semana pasada—. En ella sugieren que el
alumnado de Infantil y Primaria no lleve el teléfono móvil al colegio, salvo
excepciones como motivos de salud; y que en la ESO, Bachillerato y Formación
Profesional (FP), si lo llevan, lo mantengan apagado durante todo el horario lectivo,
a no ser que el profesor decida utilizarlo con "fines pedagógicos".
"El aumento exponencial del uso de los teléfonos móviles ya desde edades muy tempranas es un hecho constatable, que ha hecho aflorar una problemática que viene alarmando a la comunidad educativa y que se traduce en problemas de convivencia, de bajo rendimiento escolar y, en algunos casos de afectación sobre la salud y el bienestar emocional de nuestros escolares", incide el documento remitido por Pilar Alegría.**
Como
puede apreciarse, todo es un ejercicio de "matizaciones", un mundo
lleno de excepciones temiendo lo que no se dice: que el tamaño de la Luna sea
mayor de lo que se reconoce y que las familias acaben negando la propia Luna y
hasta el "dedo" que la señala. No hace falta mucha imaginación para
empezar a imaginarse las respuestas de algunos grupos gritando los derechos
familiares a decidir. Pronto esto se convertirá en un conflicto en cuanto que
los centros empiecen a detectar los resultados frente a las familias.
Cuando
uno ve la salida de un colegio contempla cómo los padres que recogen a niñas y
niños les llevan el bocadillo que devoran tras el día de cole. La tradición se
cambiará: las familias llevarán el móvil a la salida para calmar la impaciencia
acumulada ante la falta del móvil. No hay que ser necesariamente pauloviano
para verlo.
Este es
un asunto de primera urgencia, no para el juego político de frases y réplicas.
Nos olvidamos que, como dijo el poeta Wordsworth, "el niño es el padre del
hombre". Eso niños que vemos salir de las escuelas son la próxima
generación y su formaciones y deformaciones irán marcando el destino social. En las universidad, aunque se habla menos de ello, tenemos un problema similar.
Los males más peligrosos son aquellos que creemos controlar, aquellos a los que no concedemos importancia. Es urgente que se defina el problema —ya está hecho desde distintos campos y estudios— y se apliquen los medios necesarios. No basta la prohibición. Hay que educar a los padres, los mayores mal educadores.
**
Elena Omedes "Educación pide unidad para prohibir los móviles en las aulas
y las comunidades replican que ya contemplan medidas" 20minutos 31/01/2024
https://www.20minutos.es/noticia/5214273/0/educacion-unidad-prohibir-moviles-aulas-comunidades-replican-contemplan-medidas/
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