domingo, 6 de septiembre de 2020

La ira de los fracasados

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Me dice mi "corresponsal" en Texas que antes pasaba por delante de la casa de un agente de Policía que tenía puesto frente a ella un cartel con el "Trump 2020". Cuando pasó ayer, el cartel ya no estaba. De repente, un leal republicano y activista pro-Trump hacia la reelección ha tirado la toalla o, al menos, ha sentido que no debía mantener ese cartel ante su casa.

Por la boca muere el pez y la de Donald Trump es muy, muy grande. Su deseo de protagonismo es su peor enemigo sumado a su poca inteligencia emocional, al desprecio o incapacidad de ponerse en el lugar de los demás.

El asunto estaba ayer en todos los medios norteamericanos, donde debatían sobre sus palabras. En la CNN, en una entrevista a dos "estrategas", una demócrata y otra republicana, veíamos cómo la segunda recogía velas señalando, con cara de circunstancias, que lo que analizaban era indefendible si Trump realmente lo había dicho.

¿Qué ha dicho Trump como para que nadie se atreva a defenderlo? Sencillamente, ha tocado el punto sobre el que nadie en los Estados Unidos osaría manifestarse con desprecio, los veteranos de guerra. Y Trump lo ha hecho y se lo han recordado. Me temo que el énfasis puesto en el desmentido es un intento contraproducente  que no hará sino hundirlo más.


Trump representa el misterio político del camuflaje: ha conseguido tener de su parte a las familias más conservadoras cuando es un putero y mujeriego que ha presumido de sus conquistas y ha tenido que hacer firmar acuerdos de confidencialidad a las actrices porno que le amenazaban; ha conseguido convencer a la mujeres que le votan que es un caballero cuando es un misógino insultante; ha conseguido que le crean religioso los integristas furibundos porque simplemente se ha fotografiado con una Biblia en la mano en la puerta de una iglesia en la que jamás ha entrado y dejó para la posteridad aquello de "Dios, el pueblo y yo", como una especie de mesías político enviado a gobernar el mundo; ha conseguido convencer a muchos de que es un gran empresario que se hizo a sí mismo, cuando fue aprovechando los negocios inmobiliarios de su padre con lo que hizo su fortuna y nadie ha conseguido —y siguen en la lucha legal— conseguir sus declaraciones de impuestos, que revelarían el compromiso real con el país que preside y reina... De todo esto y mucho más, Trump ha conseguido convencer a los que ya estaban convencidos. Se ha declarado el mejor presidente de los Estados Unidos desde Lincoln; se lo ha dicho él solito, ya que no necesita agente promotor.

Trump nunca ha entendido lo que sirve de fundamento a la retórica del espíritu militar: el espíritu de sacrificio, el riesgo por los demás, el espíritu de cuerpo, el "nadie queda atrás", etc. Todo aquello que hace que el Ejército sea visto como una profesión que piensa en los demás antes que en uno mismo, etc. Es decir: es todo lo contrario de Trump, que solo piensa en él, en su beneficio y ve a los demás como alguien a quien explotar, engañar y reírse del que pierde manifestando su superioridad.



Tanto tienes, tan vales, sería el lema de Trump. Si no tienes nada, no vales nada. Los honores, valores, sacrificio, etc. no tangibles, no cotizables en el mercado no valen nada. Y por ello es incapaz de manifestar el más mínimo respeto. Como siempre, su sentido de estar en la cima le hace —lo necesita— manifestar su desprecio y distancia hacia ellos. Necesita que los demás lo noten, que se fijen en su éxito. Como toda persona malcriada en el lujo desde el nacimiento, desprecia a los que considera que forman parte de otro mundo, que están en un nivel inferior.

El lujo y la ostentación son sus marcas. Desprecia, por ello, la austeridad en todos los planos y se recrea en las demostraciones de poder, que es lo que da el dinero. Como él mismo señaló, "¿de qué te sirve el tener dinero si no te puedes cambiar de esposa?". Lo hacía —como desarrollamos aquí al principio de su mandato— como parte de un comentario de una película sobre la que se le pidió opinión. No era otra que el clásico de Orson Welles, "Ciudano Kane", un héroe empresarial, profundamente rico, al que Trump malinterpretaba quedándose en el lujo. ¿Por qué sufrir si tienes dinero? El dinero es lo único que Trump entiende y le sirve para su rasgo más acusado: la humillación del otro, el desprecio público.



Esto es parte de su problema actual. Cuando vi la polémica, pensé inmediatamente en John McCain, el senador republicano, héroe  de guerra, encerrado y torturado durante cinco años en la guerra de Corea, al que Trump considera un "perdedor" porque, según él, eso es lo que supone que te hagan prisionero.

Escriben en La Vanguardia, tras señalar algunos casos:

 

En otra conversación distinta durante el mismo viaje, Trump llamó “fracasados” a los más de 1.800 soldados estadounidenses que perdieron la vida en la batalla del bosque de Belleau contra los alemanes durante la misma guerra, según la revista. Además, en mayo de 2017, durante el festivo de Memorial Day que homenajea a los caídos estadounidenses en combates, Trump visitó el cementerio nacional de Arlington, donde están enterrados miles de ellos, junto a su entonces secretario de Seguridad Nacional, el general John Kelly, cuyo hijo Robert murió en combate en Afganistán.

Frente a la tumba de Robert, Trump se volvió hacia John Kelly y le dijo, según la publicación: “No lo entiendo. ¿Qué sacaban ellos con esto?”. Kelly comprendió después que el mandatario no entiende que la gente tome decisiones que no le deparen un beneficio personal, indicaron a la revista fuentes cercanas a ese exfuncionario. ”No puede ni imaginarse la idea de hacer algo para alguien que no sea él mismo”, aseguró un amigo de Kelly.

En al menos dos ocasiones desde que llegó al poder, Trump calificó también de “perdedor” al expresidente republicano George H. W. Bush (1989-1993) debido a que su avión de la Armada fue derribado por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, señala el artículo. La Casa Blanca negó vehementemente la información contenida en el artículo, que la portavoz del presidente, Kayleigh McEnany, describió como “basura”.*

 


Viniendo esto de un niño rico, que trampeó para escaparse del servicio militar, cuyos mayores esfuerzos han sido salir sobrio de las fiestas y no lesionarse en el golf, es sorprendente que muchos hayan guardado silencio sobre esto. Pero una vez que ha salido al público, los efectos pueden ser demoledores para Trump entre sus seguidores, como ilustra la anécdota contada al inicio del texto.

Llamar "perdedores" o "fracasados" a los que han caído en combate es una línea roja (de las muchas que ya ha cruzado) que no va a tener mucho tiempo para reparar. Es difícil que alguien pueda disculpar o justificar lo que ha dicho sobre los militares en diferentes ocasiones y lo que ha salido de los muertos en combate y de los veteranos, a los que deja al margen al preguntarse para qué han ido allí por "nada". La incomprensión demostrada por Trump su falta absoluta y patológica de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno, el hombre que cuando entrega un regalo en Navidad le pregunta a la niña si sigue creyendo en Papá Noel, etc. difícilmente va a entender el sentido del discurso militar, el fondo retórico sobre el que se construye.




La revista Military Times publicaba un artículo cuyo título consideraba a Donald Trump como un "campeón" para los "veteranos" de las guerras, una forma de manifestar el apoyo de la comunidad. Hace dos días, los titulares, como se puede apreciar, son muy diferentes. Marcan un cambio importante, la herida está abierta.

Ya había avisos anteriores, como los recogido en The New York Times en donde miembros de familias de militares, republicanos de siempre, afirmaban no perdonar el hecho de que Trump amenazara con enviar al Ejército contra los manifestantes. Ha sido otro de esos errores estratégicos que ahora le estallan como la gota que colma el vaso de la paciencia y el autoengaño. "No puedo aguantar a ese hombre", decía 


Con igual expresión se manifestaban familias de militares contra el uso del Ejército en la represión de las protestas contra el racismo. News Brig del 12 de junio nos muestra a una familia de militares tomando una posición activa en contra del uso del Ejército y en apoyo de los manifestantes. La madre y los hijos sostienen las pancartas. Para ellos, como para los militares, la amenaza de usarlos contra el pueblo, característica de las dictaduras, es un insulto a la historia, al honor y a sus propias trayectorias. Son persona que, como muchos otros militares, dice ser republicanos de larga tradición y a los que se les revuelve el estómago ante el uso que Trump hace de las instituciones.


Trump ha superado desde la primera semana de su mandato los pronósticos de enterramientos que se hacían tras sus meteduras de pata, salidas de tono o simplemente barbaridades de las que estuviera orgulloso. Sus seguidores le jaleaban y las hacían suyas. Le bastaba con insultar o descalificar a los que le apetecía para que su marea de seguidores se volvieran contra ellos. Así ha descalificado a militares de prestigio, a soldados muertos o a laureados si así le convenía. 

Más allá de la instrumentalización de todo el aparato institucional, incluyendo el Ejército para sus propios fines, Trump desprecia a todos porque solo son medios para un fin único, él mismo. Así se dice ya abiertamente porque él se ha encargada, una y otra vez, de confirmarlo.

Trump es un perdedor inexperto. Perder choca con su concepto de la vida, en donde solo cabe una palabra, "éxito" y este simplemente se ha extendido a la política, convirtiéndose en un Nerón aburrido, narcisista y cascarrabias. Ahora se ve presionado y es el momento en que, como al animal herido, hay que temerle más. Preferirá que Roma arda.

Ahora debe aguantar las iras de aquellos a los que ha llamado los "fracasados".

 


 * "Trump llama “fracasados” a los estadounidenses muertos en guerras" La Vanguardia / EFE 06/09/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20200905/483324292133/trump-llama-fracasados-estadounidenses-muertos-guerras.html

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