Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Me dice mi "corresponsal" en Texas que antes pasaba por delante de la casa de un agente de Policía que tenía puesto frente a ella un cartel con el "Trump 2020". Cuando pasó ayer, el cartel ya no estaba. De repente, un leal republicano y activista pro-Trump hacia la reelección ha tirado la toalla o, al menos, ha sentido que no debía mantener ese cartel ante su casa.
Por la
boca muere el pez y la de Donald Trump es muy, muy grande. Su deseo de
protagonismo es su peor enemigo sumado a su poca inteligencia emocional, al
desprecio o incapacidad de ponerse en el lugar de los demás.
El
asunto estaba ayer en todos los medios norteamericanos, donde debatían sobre
sus palabras. En la CNN, en una entrevista a dos "estrategas", una demócrata
y otra republicana, veíamos cómo la segunda recogía velas señalando, con cara
de circunstancias, que lo que analizaban era indefendible si Trump realmente lo
había dicho.
¿Qué ha
dicho Trump como para que nadie se atreva a defenderlo? Sencillamente, ha
tocado el punto sobre el que nadie en los Estados Unidos osaría manifestarse
con desprecio, los veteranos de guerra. Y Trump lo ha hecho y se lo han
recordado. Me temo que el énfasis puesto en el desmentido es un intento
contraproducente que no hará sino
hundirlo más.
Trump
nunca ha entendido lo que sirve de fundamento a la retórica del espíritu militar:
el espíritu de sacrificio, el riesgo por los demás, el espíritu de cuerpo, el
"nadie queda atrás", etc. Todo aquello que hace que el Ejército sea
visto como una profesión que piensa en los demás antes que en uno mismo, etc.
Es decir: es todo lo contrario de Trump, que solo piensa en él, en su beneficio
y ve a los demás como alguien a quien explotar, engañar y reírse del que pierde
manifestando su superioridad.
Tanto tienes, tan vales, sería el lema de Trump. Si no
tienes nada, no vales nada. Los honores, valores, sacrificio, etc. no
tangibles, no cotizables en el mercado no valen nada. Y por ello es incapaz de
manifestar el más mínimo respeto. Como siempre, su sentido de estar en la cima
le hace —lo necesita— manifestar su desprecio y distancia hacia ellos. Necesita
que los demás lo noten, que se fijen en su éxito. Como toda persona malcriada
en el lujo desde el nacimiento, desprecia a los que considera que forman parte
de otro mundo, que están en un nivel inferior.
El lujo
y la ostentación son sus marcas. Desprecia, por ello, la austeridad en todos
los planos y se recrea en las demostraciones de poder, que es lo que da el
dinero. Como él mismo señaló, "¿de qué te sirve el tener dinero si no te
puedes cambiar de esposa?". Lo hacía —como desarrollamos aquí al principio
de su mandato— como parte de un comentario de una película sobre la que se le
pidió opinión. No era otra que el clásico de Orson Welles, "Ciudano
Kane", un héroe empresarial, profundamente rico, al que Trump
malinterpretaba quedándose en el lujo. ¿Por qué sufrir si tienes dinero? El
dinero es lo único que Trump entiende y le sirve para su rasgo más acusado: la
humillación del otro, el desprecio público.
Esto es
parte de su problema actual. Cuando vi la polémica, pensé inmediatamente en
John McCain, el senador republicano, héroe
de guerra, encerrado y torturado durante cinco años en la guerra de
Corea, al que Trump considera un "perdedor" porque, según él, eso es
lo que supone que te hagan prisionero.
Escriben
en La Vanguardia, tras señalar algunos casos:
En otra conversación distinta durante el
mismo viaje, Trump llamó “fracasados” a los más de 1.800 soldados
estadounidenses que perdieron la vida en la batalla del bosque de Belleau
contra los alemanes durante la misma guerra, según la revista. Además, en mayo
de 2017, durante el festivo de Memorial Day que homenajea a los caídos
estadounidenses en combates, Trump visitó el cementerio nacional de Arlington,
donde están enterrados miles de ellos, junto a su entonces secretario de
Seguridad Nacional, el general John Kelly, cuyo hijo Robert murió en combate en
Afganistán.
Frente a la tumba de Robert, Trump se volvió
hacia John Kelly y le dijo, según la publicación: “No lo entiendo. ¿Qué sacaban
ellos con esto?”. Kelly comprendió después que el mandatario no entiende que la
gente tome decisiones que no le deparen un beneficio personal, indicaron a la
revista fuentes cercanas a ese exfuncionario. ”No puede ni imaginarse la idea
de hacer algo para alguien que no sea él mismo”, aseguró un amigo de Kelly.
En al menos dos ocasiones desde que llegó al
poder, Trump calificó también de “perdedor” al expresidente republicano George
H. W. Bush (1989-1993) debido a que su avión de la Armada fue derribado por los
japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, señala el artículo. La Casa Blanca
negó vehementemente la información contenida en el artículo, que la portavoz del
presidente, Kayleigh McEnany, describió como “basura”.*
Viniendo
esto de un niño rico, que trampeó para escaparse del servicio militar, cuyos
mayores esfuerzos han sido salir sobrio de las fiestas y no lesionarse en el
golf, es sorprendente que muchos hayan guardado silencio sobre esto. Pero una
vez que ha salido al público, los efectos pueden ser demoledores para Trump entre
sus seguidores, como ilustra la anécdota contada al inicio del texto.
Llamar
"perdedores" o "fracasados" a los que han caído en combate
es una línea roja (de las muchas que ya ha cruzado) que no va a tener mucho
tiempo para reparar. Es difícil que alguien pueda disculpar o justificar lo que
ha dicho sobre los militares en diferentes ocasiones y lo que ha salido de los
muertos en combate y de los veteranos, a los que deja al margen al preguntarse
para qué han ido allí por "nada". La incomprensión demostrada por
Trump su falta absoluta y patológica de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno,
el hombre que cuando entrega un regalo en Navidad le pregunta a la niña si
sigue creyendo en Papá Noel, etc. difícilmente va a entender el sentido del
discurso militar, el fondo retórico sobre el que se construye.
La revista Military Times publicaba un artículo cuyo título consideraba a Donald Trump como un "campeón" para los "veteranos" de las guerras, una forma de manifestar el apoyo de la comunidad. Hace dos días, los titulares, como se puede apreciar, son muy diferentes. Marcan un cambio importante, la herida está abierta.
Ya había avisos anteriores, como los recogido en The New York Times en donde miembros de familias de militares, republicanos de siempre, afirmaban no perdonar el hecho de que Trump amenazara con enviar al Ejército contra los manifestantes. Ha sido otro de esos errores estratégicos que ahora le estallan como la gota que colma el vaso de la paciencia y el autoengaño. "No puedo aguantar a ese hombre", decía
Con igual expresión se manifestaban familias de militares contra el uso del Ejército en la represión de las protestas contra el racismo. News Brig del 12 de junio nos muestra a una familia de militares tomando una posición activa en contra del uso del Ejército y en apoyo de los manifestantes. La madre y los hijos sostienen las pancartas. Para ellos, como para los militares, la amenaza de usarlos contra el pueblo, característica de las dictaduras, es un insulto a la historia, al honor y a sus propias trayectorias. Son persona que, como muchos otros militares, dice ser republicanos de larga tradición y a los que se les revuelve el estómago ante el uso que Trump hace de las instituciones.
Más allá de la instrumentalización de todo el aparato institucional, incluyendo el Ejército para sus propios fines, Trump desprecia a todos porque solo son medios para un fin único, él mismo. Así se dice ya abiertamente porque él se ha encargada, una y otra vez, de confirmarlo.
Trump
es un perdedor inexperto. Perder choca con su concepto de la vida, en donde solo
cabe una palabra, "éxito" y este simplemente se ha extendido a la
política, convirtiéndose en un Nerón aburrido, narcisista y cascarrabias. Ahora
se ve presionado y es el momento en que, como al animal herido, hay que temerle
más. Preferirá que Roma arda.
Ahora debe aguantar las iras de aquellos a los que ha llamado los "fracasados".
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