jueves, 24 de septiembre de 2020

La náusea trumpiana o lo bueno del COVID-19

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Los pequeños gestos revelan mucho. En su realización se pueden apreciar muchos detalles que se escapan al control de quien los realiza y que son más sinceros que las palabras. Quizá nos hemos vuelto demasiado orales y necesitamos mirar con un detenimiento mayor para que se nos revele eso que la palabra oculta y los protocolos codifican al hacerse sociales. Pero en estos gestos es posible ver el estilo, la marca personal que nos muestra la realidad tras el gesto.

Al mayor mentiroso de la historia presidencial de los Estados Unidos, Donald Trump, le pierden esos gestos que, acostumbrado a la superioridad que da el poder económico hacia los demás, no tuvo que practicar y ahora se encuentra obligado.

En estos momentos, muchos que han abandonado el barco presidencial revelan detalles que aclaran los gestos, el sentido tras esos signos. Uno de los más reveladores es el de estrechar las manos. Hay maestros en transmitir lo que quieren a través del apretón de mano, un signo complejo que se acompaña de otros elementos, desde los táctiles a las miradas, forman en su conjunto un frase que nos dice algo respecto a quien lo realiza.

6 de julio 2017

Los saludos de Trump son siempre artificiales, no deseados, obligados. No estrecha la mano, la retiene, lo que nos muestra su deseo siempre de ser quien controle la situación. Él la soltará cuando lo desee. Las manos de Trump mienten menos que su boca. Siempre le ha molestado lo que se dice de ellas y la intención la que se dice, lo que muestra también sus carencias e inseguridades. Esa mano que retiene es la misma que se le niega a su esposa y se convierte en exhibición de falsa armonía cuando se la coge. La tensión corporal que se percibe en ella cuando la toma nos muestra precisamente que es consciente de que se trata de un falso gesto de armonía y, al ser impuesto, de dominación. Las mujeres, para Trump, son una forma de mostrar el poder desde su primitividad. Lo ha manifestado en muchas ocasiones, ¿para qué hace falta el amor si puedes conseguirlo todo con dinero? El dinero es poder y eso es lo que ha aprendido desde siempre. En su etapa presidencial, sin embargo, está obligado a ciertas concesiones plebeyas, como a estrechar manos.

La CNN nos muestra los efectos de la salida de Olivia Troye, antigua asesora de seguridad del Vicepresidente Mike Pence. Sus críticas se suman a las de todos los que abandonan el entorno de la presidencia y calculan que los días de Trump están contados en la Casa Blanca. Ya hemos hablado de esta cuestión creciente y de las reacciones de Trump, descalificaciones de las personas o, como ha hecho con Troye, fingir que no la conoce. Es su forma de reducir a la nada a la otra persona. Para Trump, el mundo es el que él conoce, el que se digna comentar. Decir de una persona que es un "gran tipo" confiere existencia; ignorarlo, decir que no le conoce, significa para él que no existes, que no estás en el mundo importante, que eres un cero a la izquierda. Con eso pretende decir al mundo que no has sido digno de su mirada o de recordarte. Así es el mundo del narcisista, solo existe lo que gira a su alrededor.

El artículo sobre Olivia Troye está firmado por otro ex asesor de la Casa Blanca, Miles Taylor, quien dice haber padecido la misma "amnesia presidencial" que borra a los que ha tenido cerca y se van. Taylor señala la similitud del proceso amnésico: 

"The same thing with that other young gentleman, Miles. I never met him. I don't know him," Trump concluded.

This one is especially laughable. He was talking about me.

Ever since I went public with my concerns about the damage Trump has done to our nation's security, he has pretended that I didn't see him in meetings in the Oval Office, White House Situation Room, Air Force One flights, threat briefings, and more while serving as chief of staff at the Department of Homeland Security in his administration.

His amnesia is eerily convenient.

But it won't protect him from the fact that countless national security officials like me and Troye have witnessed Donald Trump's failures in moments of national crisis, and we won't be silenced.

Why does it matter?

Because the dam is breaking.

The number of people once close to the President who are now speaking out is growing. Many aren't doing it for political reasons. They're doing it because they've seen Trump's recklessness up close and believe voters need to know what's really happening on the inside before it's too late.

Trump can't dismiss the criticism as "fake news" from anonymous sources. We aren't hiding. We are named witnesses to Donald Trump's unfitness for office.* 

Que los propios asesores de su administración, personal de la Casa Blanca, esté sacando a la luz al inquilino presidencial no es un proceso nuevo, pero probablemente nunca de tanta intensidad. La distancia entre ese Trump que se deja querer en manifestaciones para cargar contra el mundo y el personaje en su día a día es grande. Trump padece de incontinencia verbal porque forma parte de su fachada. La agresividad verbal es una forma de tapar su ignorancia y sus carencias. Por eso necesita de producir el abismo del odio, para que sus seguidores se sientan alimentados con los insultos, desprecios y descalificaciones de las personas. Podemos recordar las burlas contra el periodista con minusvalía, imitándole jocosamente para satisfacción de sus "creyentes" o las poses y la voz impostada para repetir el nombre de la aspirante a la vicepresidencia junto a Joe Biden, Kamala Harris. Trump no tiene ideas política ni capacidad para expresarlas, por eso ha centrado toda su retórica en el ataque personal, por eso necesita ofrecer constantes blancos políticos como carnaza, objeto de sus ataques.

Pero hay un aspecto que Taylor recoge de lo dicho por la ex asesora Olivia Troye que es resaltado en su significado en el artículo: 

She recounts a sickening anecdote about the President in which he told task force members, "Maybe this Covid thing is a good thing. I don't like shaking hands of people ... I don't have to shake hands with these disgusting people," presumably a reference to his own supporters, who he meets at rallies.*

 Las palabras de Trump sobre esto no hacen sino confirmar lo que su gesto revela, el desprecio, el asco, la náusea trumpiana por el contacto con los otros. Esa "disgusting people" son los seguidores no porque les desprecie como tales, sino porque le llevan precisamente a la necesidad de satisfacer sus deseos de contacto, algo que horroriza a Trump. Trump usa a sus seguidores tal como usa a todo el mundo, porque carece absolutamente de empatía. Para Trump solo existe él y los demás son solo importantes porque son útiles a sus fines. Tocarlos le provoca náuseas.


Su negacionismo heroico le obliga a exponerse para hacer ver que es inmune a todo, que nada puede acabar con él. Pero dejar acercarse a esos votantes o seguidores que desean tenerle cerca es mucho más de lo que su ego puede resistir. La frase sobre que el COVID-19 tiene como lado positivo mantener a la gente a distancia y no tiene que tocarlos es reveladora de la mentalidad de Trump y de su incontinencia verbal, de la incapacidad de reprimir sus palabras, algo que temen hasta los del Servicio Secreto cuando se ha encontrado con mandatarios rusos. No sabe mantenerse callado, necesita alardear y para ello revela cuestiones de alta seguridad, características de la defensa nacional o sobre cualquier otro aspecto relevante que le permita fanfarronear.

No es la primera vez que Trump es captado diciendo cosas inconvenientes. De hecho, su mandato ha estado caracterizado por este tipo de respuestas automáticas, incontroladas, que se acaban filtrando ya sea por grabación o por testimonio de personas próximas. Pero Trump sabe que muchas de esas maldades simplemente le permiten conectar con esos machistas, misóginos, supremacistas, clasistas, etc. que disfrutan escuchando esas palabras, las que no se atreven a expresar más allá de sus círculos próximos. El hecho que Trump se rodee de la familia, de su hijo a su yerno, o de sus más próximos, como sus abogados, expresa la necesidad de tener un círculo de protección, un colchón de silencio para evitar que sus palabras salgan de allí. Lo ocurrido hace unos días con los veteranos y caídos, a los que insultó, manifestando su disgusto por tener que asistir a los funerales militares o esto respecto a la "parte positiva" del COVID-19 para no tener que estrechar manos de esa "gente molesta" son una muestra de las muchas que se podrían ofrecer.

El desprecio a las personas forma parte de esa forma de ser que ve el mundo desde una supuesta superioridad que le han dado el dinero de nacimiento. Es otro hecho que repugnará a los que no le siguen y será tachado como "noticia falsa", venganza o cualquier otra forma de descalificación. Pero todos los datos apuntan siempre en la misma dirección. Es el Trump de siempre, manifestando lo mismo de siempre.

Trump no ha dicho que no se deben estrechar las manos en tiempo del COVID-19, algo sensato. Lo que ha dicho es que gracias al COVID-19 ya no tiene que estrechar las manos de nadie. Es muy diferente y normal en su caso.

 


* Miles Taylor "Why we should listen to what Olivia Troye says about Donald Trump" CNN 22/09/2020 https://edition.cnn.com/2020/09/22/opinions/olivia-troye-trump-opinion-taylor/index.html

28/ 05/ 2017





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