Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Partamos
del principio de la dificultad, por sus propias características de capitalidad,
centralidad, accesibilidad y distribución. Madrid no es una ciudad fácil de
controlar por todos esos motivos. Hay que añadir otro factor: el enfrentamiento
con las políticas del gobierno, porque había que hacer oposición cuando se
trataba de cooperación. En esto Madrid quería sacar nota por las propias condiciones
de debilidad política. No es el más fuerte el que más grita; el gobierno de
Madrid es débil por su propia constitución y el peso que ha ido tomando la
parte más derechista y la propia
ultraderecha. Por otro lado, la política tiene una fuerte vertebración
norte-sur con adscripciones política muy diferentes. Otro factor muy
importante, decisivo: el poder de la patronal en Madrid.
Todos
estos factores han llevado a la situación actual, una ciudad al borde del
confinamiento y de la rebelión de los distritos alentados por unos y otros. Los
derechistas ven que el gobierno izquierdista les quiere destruir, mientras que
los grupos más de izquierda consideran que se les está penalizando. Como esta
división ideológica se corresponde también con la distribución espacial, es
fácil para ellos suponer que se les está penalizando más allá de los datos.
¿Es
cierto? da igual, es lo que parece y eso es lo que cuenta para la forma de
respuesta. Lo que sí es cierto —y en eso coinciden todos los que no tienen un
cargo político— es que Madrid no ha tenido en cuenta las prioridades de salud,
no se han desarrollado los medios de prevención y no se han tomado decisiones a
tiempo. Eso es así y solo los políticos responsables se empeñan en decir que no
o en responsabilizar a otros. ¿Hay por medio guerras? Por supuesto. Pero son
las guerras que nunca se debían haber dado entre administraciones y, mucho
menos, convertirlas en la excusa para no invertir en todo lo que se debería
haber hecho que, además, podría haber estimulado la propia economía, como es el
caso de la digitalización de la enseñanza, del teletrabajo, etc. Se ha
preferido lo restrictivo antes que la inversión en sectores que se han estado
deteriorando por políticas de recortes y desinversiones, como se ha visto, en
la sanidad y en la educación, sectores que se han mostrado como clave.
Desconfío
de cualquier político o línea política cuyo única propuesta se la reducción de
impuestos y recortes en sectores clave. Y eso es lo que ha resultado de una
política de ya muchos años. Hoy entendemos que el problema no es gastar mucho o
poco, sino hacerlo de forma inteligente en los sectores que aseguran un estado de
bienestar, que incluye la seguridad y prevención sanitarias, a las comunidades. Pero eso no entra en las mentalidades simplistas
de algunos neoliberales de salón, con el riñón bien cubierto y que todo lo basan en la filosofía del "dejar hacer", del no intervenir, porque todo se reajusta solo. Y eso se paga.
No, las
políticas de Madrid han supuesto encontrarnos ahora en un estado débil para
enfrentarnos a esto. El problema es que no se
han puesto cimientos sólidos para poder enfrentarse a las oleadas siguientes.
Por el contrario, la mentalidad ha sido siempre la provisionalidad dada la
excepcionalidad de la situación. Pero la situación ha dejado de ser excepcional
para constituir una "nueva anormalidad", un estado cronificado del
problema que no solo no se reduce, sino que aumenta dado el deterioro o
desgaste de los recursos materiales, humanos y de los fondos disponibles, cuyas deudas veremos cómo pagamos.
Somos
la economía más perjudicada de Europa, somos el mayor foco de la pandemia de
Europa y somos los que más rápidamente crecemos. Las medidas que haya que tomar
se hacen con un sector sanitario agotado y desmoralizado, una población harta y
mal acostumbrada por los propios políticos y sus vaivenes pragmáticos, y unos
políticos que no quieren cargar con las responsabilidades y el desgaste
políticos. Todos se apuntaban a la desescalada, que se prometía feliz, pero
nadie quiere asumir su propio fracaso en este problema. Volvemos a repetir:
hace mes y medio todas las autonomías clamaban por tener corredores seguros
para que les llegaran los turistas. Los sensatos se quedaron en casa porque no
les motivaba mucho poner en marcha nuestra economía y los insensatos llegaban a
hacer en España las barbaridades que nos les dejaban hacer en los suyos, como
ocurrió con los alemanes a los que su propio gobierno tuvo que llamar la
atención. Luego, como consecuencia de nuestros deseos ilimitados de actividades
sociales —de funerales a bautizos, de despedidas de solteros a barbacoas en las
playas y botellones en los parques— todo lo ganado se perdía. Entonces, ya a
finales de agosto, nos acordamos que había que llevar a los niños al colegio y
que no se había contratado profesorado, no había aulas para dividirlos ni
programas que poder hacer online. Lo que se dice de las escuelas, se puede
aplicar a las universidades, dejadas a la buena de dios.
Me ha llamado la atención la información que nos ha facilitado Antena 3 sobre la comparación del desarrollo de la pandemia en las ciudades de Madrid y Nueva York. Es muy reveladora y clara, basta con ver las gráficas temporales. Explica porqué muchos científicos piden una auditoría a las acciones de unos políticos que decían siempre actuar guiados por expertos y en nombre de la Ciencia. En la última semana es frecuente comparar los datos de Madrid con los de Nueva York, dos grandes ciudades de gran movimiento y variedad de población.
En la web de la cadena podemos leer:
[...] en esta segunda ola de la enfermedad en
Madrid se ha disparado los contagios
de coronavirus, mientras que Nueva York ha conseguido contener el
avance del virus.
Pero ¿Cuáles son los motivos para que en Nueva York las cosas hayan funcionado bien, y en Madrid estén funcionando tan mal frente al coronavirus?
Las diferencias
entre Madrid y Nueva York
Madrid pisó el acelerador y Nueva York, puso el freno. Eso creen los expertos. Reabrieron la ciudad más despacio, hicieron muchos más test y rastrearon mejor a los contactos.
Para Sara
Lumbreras del Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad de Comillas
(ICAI), "si hubiéramos tenido los rastreadores que se necesitaban,
habríamos conseguido mantener los contagios tan bajos como estaban en verano y
Nueva York parece que sí que ha hecho un gran esfuerzo" afirma la experta.
Antes de la desescalada, Nueva York ya tenía a 6000 rastreadores trabajando. En Madrid en total había 200.
Otro factor: a principios de verano Madrid
daba luz verde a la hostelería con aforos reducidos al 50%, en Nueva York esto
no ocurrirá hasta el próximo 30 de septiembre y con un 25% de aforo. A día de
hoy, solo funcionan las terrazas.
"Si por ello hay un aumento en la tasa
de infección, siempre podemos presionar el botón de pausa" afirmaba Andrew Cuomo, Gobernador de Nueva York,
al que no le tiembla la mano a la hora de tomar decisiones para frenar el
avance del coronavirus en su ciudad.
El pandemia puso a la ciudad de los rascacielos al borde del colapso. Los muertos por coronavirus se amontonaban. Hoy sus pacientes Covid ingresados en UCIS no llegan al 1%.*
Creo
que las cosas no pueden ser más claras. Demasiada prisa por abrir y poco recursos
para controlar. Claro como el agua. Hacer creer que una vez llegados a las
cifras buenas, las malas no llegarían, ha sido una irresponsabilidad. La falta
de turismo llevo a la promoción mediática de la salidas a donde fuera. Había
que cambiar la foto de aquel que salía del supermercado cargado de rollos de
papel higiénico por la toalla playera, asegurándonos que el mundo ideal era
posible. Pero nadie quería dejar de intentar recuperar lo perdido, ya fueran la
caja del negocio o las cervezas dejadas de beber, los cafelitos dejados de
remover. ¿Quién puede vivir sin un bar, sin una cafetería, sin un chiringuito?
Hoy la
realidad nos cae como una jarra de agua. Nos cae el aguay nos cae la jarra, de
dura cerámica dejándonos descalabrados y estupefactos ante el anuncio de lo que
no se tenía que haber producido, para lo cual los responsables, llamada la
atención desde Europa, tienen que aparentar la firmeza que no tuvieron o que
era de boquilla.
Durante
meses se ha visto a gente burlar las medidas, sacar cincuenta veces al perro,
prestárselo unos a otros. Nosotros no somos confucianos, pero tampoco tenemos a
políticos como el gobernador de Nueva York, que decidió tomar el problema de
frente, dar la cara todos los días y meterse en la mente de cada ciudadano de
Nueva York y de su estado para lograr una respuesta que hoy tiene sus frutos.
Nosotros tenemos lo contrario. Políticos quejicas, acusicas, muy limitaditos,
temerosos siempre de que alguien les llame desde Génova o Ferraz, desde donde
sea, a decirles que las medidas cuestan votos y hay que tener cuidado.
Echamos
en falta políticos con ideas, responsabilidad y voluntad y no expertos en el
insulto, la queja y en deshacerse del muerto pasándoselo a otros. Esta forma
vergonzante de transmitir la responsabilidad a los ciudadanos más allá de los
consejos, la recomendaciones, etc. no es la más adecuada. Se ha visto que no
sirve porque en el fondo no se quería "parar la economía", frase tonta
donde las haya, pues lo que tenían que haber hecho es estimular lo posible y,
aún más, lo necesario, que es lo que se les ha quedado en el tintero. No
tenemos lo que deberíamos tener en marcha, de hospitales a personal sanitario,
de profesores a teletrabajadores. Había que haber estimulado iniciativas, que
las hay, en sectores importantes y necesarios. Algunos han cumplido, pero lo
han hecho a su aire o han sido dejados a lo que pasara (como ha ocurrido con
los temporeros en las recogidas).
Es muy
fácil poner sanciones (aunque no sea tan fácil cobrarlas). Es más difícil
contratar personal sanitario, educativo, del transporte público, etc. Las
condiciones en que se contrata a los sanitarios es de vergüenza ajena. No es
nuevo y eso es lo preocupante. Ni la pandemia ha servido para modificar los modelos
aberrantes de contratación (una enfermera decía en TV haber tenido decenas de
contratos en solo tres meses, hilando unos con otros en un ciclo infinito de
contratación y despido).
Lo que
ha dejado en evidencia el coronavirus es la miseria de un sistema que lleva
años cultivando el desempleo, la subvención, etc. en vez de afrontar la
industrialización de España y su salto al siglo XXI. Tenemos un modelo
económico infame, asocial y debilitado. Es lo que explica que formemos gente y
después emigren a países donde ganan sueldos decentes, con contratos decentes y
no lo que se ofrece en esta país que ha hecho de sus vicios virtudes.
No hay
trazas de cambio. Es todo tan precario que nadie dice lo que ve o piensa por
temor a quedarse fuera. Y eso vale para el que conduce un taxi, atiende una
frutería, muere de un golpe da calor por no tener ni sombrajo o ducha, o para
un profesor universitario que encadena uno tras otro miserables contratos por
los que debe dar las gracias en un entorno despiadado y burocrático que ha
convertido en muchas ocasiones los departamentos en escenarios selváticos. A
todo esto lo llaman "mercado", "competitividad",
"eficiencia", etc. Pero no es más que la injustica camuflada.
Madrid
y Nueva York. El gobernador Andrew Cuomo le ha plantado cara a la brutalidad
ignorante de Trump. Pero sus resultados le dan la razón, mientras que dejan a
Trump en su lugar. Con líderes comprometidos, la gente responde mejor porque
confía en ellos y sigue sus recomendaciones. Nosotros, desgraciadamente, nos
contentamos con mucho menos. No conseguimos tener proyectos comunes entre
tantas divisiones profundas y guerras abiertas, a las que nos arrastran.
Acabamos defendiendo a unos porque no son los otros. No hay más mérito.
Suerte,
Madrid. Vivir es sobrevivir, muchas veces a uno mismo.
*
"¿Cuáles son los motivos para que Nueva York pueda contener el coronavirus
y Madrid no?" Antena 3 25/09/2020
https://www.antena3.com/noticias/mundo/cuales-son-los-motivos-para-que-nueva-york-pueda-contener-el-coronavirus-y-madrid-no_202009245f6cf6be822f050001a8c91d.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.