lunes, 7 de septiembre de 2020

Un lunes especial

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Pese a los meses transcurridos y las experiencias vividas, a los fiascos, a los malos cálculos, a los cuentos de la lechera en marcha, pese a todo... seguimos sin cambiar nuestros malos hábitos en la comunicación de la pandemia, en la creación de falsas expectativas que distorsionan la realidad y, sobre todo, en tratar de que nos den una seguridad de las cosas que quien nos la da no tiene.

No abandonamos nuestra visión del mundo legalista y seguimos pensando que el coronavirus hace lo que a nosotros nos interesa que haga para no perturbar nuestros deseos o aplacar nuestros miedos. Nuestra capacidad de razonamiento se ve afectada por nuestro deseo de ser engañados con la promesa de que todo está bien, cuando depende de nosotros en la mayoría de los casos, como hemos repetido hasta el aburrimiento (¡lo siento!).

Creamos una y otra vez figuras cuya función es darnos seguridad, hacia las que miramos con ansiedad sabiendo que si hay una autoridad al cargo nombrada para ello estamos más seguros. Este principio gregario de gestión del propio miedo es el que hace creer que muchas instrucciones, muchos protocolos, muchos expertos, etc. significan más seguridad. Lo malo es que muchos funcionan de esta manera y dirigen sus esfuerzos hacia donde no deben.

Sigo cruzándome con gente sin mascarilla que te mira desafiante; sigo viendo a personas que caminan con las mascarillas en grupo. Pese a las advertencias, ha aumentado una modalidad nueva, el de la compra juntos, con toda la familia, de los nietos a los abuelos, pasando por padres y hermanos. Los veo que entran en el hipermercado como el que sale de excursión. 

No acabo de entender muy bien el mecanismo de exigir más medidas y luego incumplirlas y, lo que es peor, que mucha gente entienda que incumplirlas es gratis. Se ha hablado ya de la desmoralización del que cumple y es un hecho cierto con graves consecuencias.


Ahora los medios se nos llenan de lamentaciones diciendo que los países que no abrieron tan pronto como nosotros están en "mejores condiciones", pero que conforme abren llevan el mismo camino que nosotros, el disparo de los contagios, el aumento de las muertes y el crecimiento de los ingresos hospitalarios. De nuevo se nos repite una y otra vez que "la situación no es la misma que en marzo". Algo que es cierto, porque nadie se puede morir dos veces.

Había que vender una imagen de seguridad para que vinieran los turistas y todas las Autonomías reclamaban ser lugares seguros y pedían que se adelantaran de fase porque todo estaba controlado. Se hizo. Los turistas apenas llegaron, asustados por nuestras fiestas en las playas y demás espectáculos con los que pretendíamos entretenerlos. Los resultados es lo que tenemos ahora, un crecimiento disparado de contagios y casos. La idea de "nueva normalidad" no se ha entendido o se ha manipulado para que se mantuviera la calma. El calor acabaría con el coronavirus (no es cierto) o en septiembre habría una vacuna (tampoco es cierto).

Los medios ya nos hablan de "nueva oleada" y se lee entre líneas que es un efecto de algo que llega de fuera, como si lloviera y nos pillara sin paraguas. No es cierto, es otra expresión engañosa y liberadora de culpa. Se invierte la causalidad: no tenemos rebrotes porque haya una nueva oledada; tenemos más casos porque no hemos seguido las normas, porque hemos querido creer que ya estaba todo hecho y que podíamos pasarnos un buen verano, de terraza, playa y ocio nocturno. Si se le dice al mundo que todo es seguro, ¿por qué no creerlo?

Lo malo de esta creencia es que no es indiferente a lo que hagamos. Dejar de cumplir, bajar la vigilancia, es el principio del final, inducidos por falsas esperanzas y medias verdades. Miseria de un país que vive del turismo, pueblos enteros que viven medio año de lo que recaudan en sus fiestas patronales, una parte de nuestra agricultura sostenida por personal barato, mal pagado y maltratado bajo sombrajos, hacinados... La pandemia ha dejado en evidencia mucha de nuestras asignaturas pendientes en todos los campos, de la sanidad a la economía, de la educación a la cultura. Y no parece que saquemos muchas consecuencias más allá del parcheo del día y ¡a seguir tirando!


Tenemos rebrotes diarios, algunos con residencias de mayores al completo, con ancianos y personal todos contagiados. ¿Cómo es posible esto después de lo que se ha vivido? De todo lo que ocurre es el mayor misterio, porque los virus no llegan del cielo sino que los introducen los que cada día entran y salen. ¿No han aprendido todavía cómo entran los virus en las residencias?

Estamos confinando perimetralmente pueblos en los que se siguen celebrando fiestas privadas con nuevos contagios. Se aburren, se hartan. Sale el fatalismo español. Los viejos se mueren, los jóvenes tienen que vivir. Pero este "morir" horrible de unos y este "vivir", bullanguero y consumista, de otros está profundamente vinculado. Ley de vida, piensan los que se llevan la mejor parte.

Nuestro problema es cómo cazar a los asintomático que no quieren ser rastreados, ¡que se cuiden los demás! Las cuarentenas ¿por un vecino, por un compañero de clase del niño o la niña, por un camarero que ha dado positivo...? ¿Estás de broma?

Ahora viene el nuevo drama de las escuelas, la vuelta al cole. En este momento, me entra un aviso de noticias relacionadas con el COVID-19, del Centro de Informaciones sobre el Coronavirus, a través de Facebook. Tres líneas de titulares:

 Ocho millones de alumnos vuelven hoy al colegio con el miedo al contagio de padres y profesores

Cataluña, Valencia y La Rioja ya compensan a la sanidad privada por cada paciente ingresado por COVID

Los gerentes del transporte público defienden su seguridad si hay buena ventilación, mascarillas y pocas aglomeraciones


 Tres mensajes muy distintos, pero tres dimensiones que muestran que septiembre —y el COVID-19— están entre nosotros, que no se fueron nunca, como a algunos se les hizo pensar con los lemas belicistas. No se trata de un enemigo exterior, sino interior. Para cosas de tres o cuatro días, como la gripe, funciona, lo entendemos. Pero ¿meses, años? ¡Que a quien Dios se la da, San Pedro se la bendiga!

Los ocho millones de alumnos volverán hoy a casa. Mañana veremos cuántos regresan. Será un lento goteo. Desde La Vanguardia una pediatra especializada en enfermedades contagiosas nos advierte que los niños se contagian como los demás y que lo transmiten como los demás. "Los niños también se contagian. Hagamos las cosas bien", dice Iolanda Jordan en su titular. Aclara lo que sabemos, pero que no nos gusta recordar. Preferimos negociar qué va a pasar con el sueldo de los padres si se tienen que quedar en casa por la cuarentena infantil.

Lo de los gerentes del transporte público es una contradicción con lo que vemos en transportes como el Metro de Madrid, donde la compañía, como en años anteriores, ha seguido manteniendo su política de ahorro con el hacinamiento de las personas al reducir la frecuencia y reducir el tamaño de los convoyes. Las imágenes publicadas contradicen lo dicho por las autoridades. Será que usan poco el transporte público, pero siguen haciendo méritos de buenos gestores con sus números de reducción. es algo que pagamos en muchos sectores, entre ellos, claro está, enseñanza, donde se sigue improvisando. Veremos en unos días qué ocurre cuando, como en las residencias, empiecen a caer los profesores. En las residencias se contagian personas que en teoría están allí, sin salir; pero la escuela, por el contrario, es un espacio de concurrencia, un lugar del que todos salen y entran cada día, que se queda vacío tras su cierre. Las probabilidades son mucho mayores, porque cada niño llevará a clase lo que haya en su casa y por el camino y viceversa.


La retórica de la seguridad se ha mostrado ineficaz y más si está siendo improvisada, como denuncian los diferentes grupos afectados. Cuando veamos las nuevas cifras, en pleno ascenso incontrolado de los rebotes, veremos qué ocurre. No se trata de garantizar una seguridad externa, sino de insistir en la seguridad propia, en que está en nuestras manos. Lo contrario ha llevado a la relajación y eso ha sido fatal.

Allí donde se justificaba la apertura por el turismo, ahora se pone la "salud mental" de los niños, incluso están los apocalípticos que hablan casi de una "generación perdida". Las amenazas a las familias si no llevan a sus hijos a la escuela no es, desde luego, el mejor sistema. Pero es el que se ha preferido invocando asuntos que no tienen nada que ver, peras y manzanas, como son los derechos y los contagios, ¡como si a los coronavirus les importara algo nuestra constitución, el derecho a la educación o cualquier otra invocación legal o de orden similar!

Estamos empezando a hilar fino. Nos preocupa menos transmitirlo si no nos afecta; por eso el gran reto son los asintomáticos. La negativa del 50% de los jóvenes de un barrio confinado, según nos contaron en agosto, a aparecer para hacerse los test PCR son un ejemplo claro. Si me siento bien, es que estoy bien.

El Mundo recogía las opiniones de los jóvenes en Peñíscola, en una fecha tan avanzada como el 22 de julio, mientras esperaban a hacerse los test:

 

Los jóvenes llegaban al edificio de Servicios Sociales, en la explanada del puerto, cedido a Sanidad Pública por el Ayuntamiento para realizar las pruebas que permitan conocer el alcance del contagio, tras detectarse cuatro casos iniciales. El domingo, la cifra ascendía ya a veinte. Según explicaron varios testimonios, «la discoteca estaba llena, como si no pasara nada, y la mayoría de la gente iba sin mascarilla». Eso sí, nadie pudo confirmar que la sala cumpliera o no con las restricciones impuestas.

MOVILIDAD DE LOS 'POSITIVOS'

Los primeros positivos fueron personas de fuera de la localidad, pero ya se conocen casos de contagios, entre ellos la mayoría de los camareros del local. Uno de los afectados es Vicent Llorach, elegido como el más guapo del mundo en el 2018, que trabaja en la discoteca. A juicio de los que esperaban para hacerse las pruebas «nunca creímos que nos pudiéramos infectar» ya que consideraban que su franja de edad es «segura».

Ahora, con la posibilidad de estar infectados, temen incluso por sus familiares más mayores «porque nosotros podemos ser asintomáticos y haber contagiado a los tíos o abuelos». Pese a ello, pensaban seguir haciendo «vida normal» hasta que reciban los resultados de las pruebas. «Nosotros no hemos hecho nada raro, sólo ir a una fiesta en una discoteca», aseguraban.*

 


¿Quién les ha vendido la idea de la seguridad? Es claro: un mal entendido sentido inicial de que solo morían los ancianos se extendió para encubrir los intereses económicos y a los sectores implicados. El traspaso a las Autonomías supuso el segundo golpe de "seguridad": España era segura y se trataba de no perder la campaña veraniega, perdida finalmente porque no se ha entendido o no se ha querido entender que no eran tiempos para treinta millones de turistas. Nos hemos quedado con el 10% y a Dios gracias! La desvergüenza de lo ocurrido con El Pirata de Formentera explica perfectamente de qué se trataba. Creo que al dueño le han sacado del cargo de Juez de Paz. ¡Menos mal!

Engaño y autoengaño. Los mecanismos económicos se han puesto en marcha desde el inicio y se trataba de vender y comprar seguridad. Cuando el doctor Simón se ponía duro, las campañas mediáticas contra él han sido terroríficas. Luego los negacionistas a la calle, manifestación tras manifestación.

Me sorprende que algunos políticos de la Comunidad de Madrtid —la que se queja de que se le tiene "manía" al hablar de sus positivos crecientes por encima de la media— han recurrido incluso a los argumentos de Trump: hay muchos positivos porque se hacen más test que en otros sitio. ¡Ojos que no ven, corazón que no siente! No es la mejor señal sobre cómo se está afrontando.

Hoy, lunes, es el día de muchas pruebas de fuego, de la incidencia de los regresos  al aula y a muchos trabajos. El hecho de que otros países, como se nos dice, estén sometidos al aumento no debe ser consuelo alguno. Hemos desperdiciado lo que se había hecho en una mezcla de errores voluntarios e involuntarios.

Nuestra dependencia del movimiento exterior e interior es nuestra losa, el mal que nos obliga a llegar a septiembre habiendo desperdiciado lo que se había conseguido reducir con el confinamiento. Pero ¿quién quiere creer que eso es solo una fase más? El "episodio I" de esta guerra biológica.


* "Jóvenes de Peñíscola, antes del test PCR: "Nunca creímos que nos pudiéramos infectar. Nuestra edad es segura"" El Mundo 22/07/2020 https://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/castellon/2020/07/22/5f173f1421efa0082c8b464b.html

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