miércoles, 23 de septiembre de 2020

Arabia Saudí o la nueva disonancia

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La prensa se suele caracterizar por lo que dice, pero en ocasiones es interesante saber por lo que calla. El diario egipcio Egypt Independent pasó de tener una línea crítica a callar mucho, como ha ocurrido en el país de forma frecuente. Un titular excesivo hizo que saliera el director y llegara otro más prudente. El poder impuso sus reglas de silencio y elocuencia, sobre lo que había que callar y de lo que se debía hablar. En las últimas semanas, la línea se ha ido afilando y aparecen artículos con más crítica, siempre con cuidado.

Una de las estrategias de atenuación de los posibles efectos es acoger en sus páginas artículos exteriores, más seguro a efectos locales. Lo que no te arriesgas a decir, lo dice alguien de fuera. No hay muchas garantías pero al menos quien escribe está fuera del alcance de la ira.

Como ya señalamos en varias ocasiones, la decisión de diversos reinos árabes de estrechar lazos con el enemigo eterno, el estado de Israel por la cuestión palestina, la hasta ahora "causa de todos los árabes", provoca una división profunda menos entre estados que entre los súbditos y sus autoridades, que son quienes han tomado la decisión. Insistimos en que el sentido de la "autoridad" y su legitimidad proviene de una fuentes distintas en la percepción musulmana respecto a los principios de legitimidad occidentales que se basan en el pueblo soberano, transición que supuso la caída del Antiguo Régimen, es decir, el mundo anterior a la Revolución Francesa. Por el contrario, el mundo musulmán no ha tenido ninguna revolución que haya legitimado al pueblo, todo lo más, como la "revolución" iraní les ha hecho pasar del absolutismo del Sha al absolutismo religioso de quienes les gobiernan en el nombre de Dios. Por eso el poder debe mantener ciertas formas que no susciten las dudas de los creyentes sobre su acatamiento y práctica religiosa, sobre su ejemplaridad como gobernantes que siguen las leyes divinas y actúan conforme a lo que se prescribe en el Corán y lo que de él ha emanado en la tradición.

El artículo publicado en Egypt Independent con el titular "Road to Saudi ties with Israel being paved, cautiously", firmado por Aya Batrawy, es sumamente claro y se aleja de mistificaciones en el asunto de la aproximación a Israel, yendo de forma certera hacia las causas, básicamente dos: las económicas y las de seguridad. En un mundo que se esfuerza por depender lo menos posible del petróleo, lo que Arabia Saudí y otros países de la zona tienen que ofrecer al mundo solo es arena y oraciones, algo que suele cotizar a la baja. El otro factor, que aquí hemos analizado también como parte de la estrategia norteamericana de Trump, es el aumento de la percepción del peligro de la situación iraní. Como señalamos, Trump alienta el fuego del conflicto y en la zona crecen los temores, por lo que el negocio de las armas y la protección se vuelve redondo para la industria bélica norteamericana además de justificar las alianzas de militares.

La postura saudí es complicada porque el acercamiento a Israel tiene sus costes. Aya Batrawy apunta a los rumores de divergencia generacional entre el rey actual y su ya ejecutivo sucesor, el príncipe Bin Salman, que tiene otras perspectivas. Escribe Batrawy en su artículo:

 

Gulf capitals have been increasingly looking to Israel as an ally to defend against common rival Iran amid quiet concerns about the direction of US foreign policy and the uncertainty around the upcoming presidential election. But it’s not only countering Iran that’s brought Israel and Arab states closer in recent years.

The rabbi said the former Saudi ambassador to the US, Prince Khalid bin Salman, told him that the top priority of his brother, the crown prince, is reforming the Saudi economy.

“He said these exact words: ‘We will not be able to succeed without Israel.’ So for the Saudis, it’s not a question of ‘if,’ it’s a question of ‘when.’ And there’s no doubt that they will establish relations with Israel,” Schneier said.

Prominent Saudi royal, Prince Turki al-Faisal, insists “any talk of a rift between the king and the crown prince is mere speculation.”

“We’ve seen none of that,” said the prince, who served for years as head of intelligence and briefly as ambassador to the US

 


El rey actual ha sido y es un rey del petróleo. En sus manos no solo tiene el poder del petróleo sino la capacidad de crear una crisis energética. Con aumentar o reducir la producción petrolífera puedes controlar el mundo, al igual que con el Canal de Suez controlas los mercados. Su sucesor, el príncipe coronado, ha empezado mal —el caso Jamal Khashoggi, un crimen de estado— y se puede encontrar en un mundo peor, no solo en crisis y sin simpatía alguna por los saudíes, sino con un descenso del valor del petróleo, lo que le reduce mucho las posibilidades de futuro. Bin Salman ya no ve a Israel como un enemigo sino como un mercado, el signo de los tiempos.

La cuestión central está en si esta transformación de enemigo en clientes o compradores no va a sacudir las columnas de estos reinos construidos sobre el poder de los representantes divinos, poder que han ejercido con mano dura. La pregunta es si sus súbditos van a pasar del dogmatismo al pragmatismo sin consecuencias para la mano que mece el estado. Por las grietas que causen estas decisiones pragmáticas se les pueden colar muchos enemigos de pelaje muy distinto.

Se nos dice que las críticas al acuerdo han sido silenciadas en los medios gracias a férreo control de los medios de comunicación, una constante. Cuando no se puede controlar a alguien, se le elimina, que es lo que hicieron con el periodista exiliado en los Estados Unidos y columnista de The Washington Post, Jamal Khashoggi. El asesinato no podía dejar de citarse en el artículo pues es un asunto que marca un antes y un después en la percepción de Arabia Saudí y que echaba por tierra los esfuerzos de marketing del príncipe presentándose como un renovador en el país. Pero un poder así no se deja, solo se maquilla. Las inversiones en publicidad de los países árabes, de las compañías aéreas a los equipos de fútbol, no servirán de mucho; no lograrán maquillar estas monarquías absolutas, gobernadas con mano de hierro a base de petróleo y sangre, sobornos y compras millonarias.


El motivo central de nuestro artículo sobre lo publicado en Egypt Independent y AP por Aya Batrawi son estos párrafos situados al final de su artículo:

 

As Saudi Arabia prepares to mark its 90th National Day on Wednesday, clerics across the country were directed to deliver sermons about the importance of obeying the ruler to preserve unity and peace.

Earlier this month, the imam of the Grand Mosque in Mecca, Sheikh Abdul Rahman al-Sudais, delivered another state-backed sermon on the importance of dialogue in international relations and kindness to non-Muslims, specifically mentioning Jews.

He concluded by saying the Palestinian cause must not be forgotten, but his words caused a stir on social media, with many seeing the remarks as further evidence of the groundwork being laid for Saudi-Israeli ties.* 

El sistema de sermones para mantener al pueblo tranquilo nos puede parecer anacrónico y es que lo es. Su fuerza está en el creyente. Los acuerdos con Israel crean una "disonancia cognitiva", por usar un viejo término de Leo Festinger, acuñado para la Psicología, en 1957, y cada día más frecuente. Nos habla de las personas cuyas ideas entran en conflicto y sus mecanismos de ajuste. Puede que nuestras sociedades sean ya más "disonantes" que armónicas y nos hayamos acostumbrado a vivir en la incongruencia extrema, sin posibilidades de conciliación psíquica. 

En el caso de los países árabe musulmanes, se ha producido una intensificación del dogmatismo precisamente porque el dogma es una forma de control de mentes y sociedad ya que, como se nos dice expresamente, se está enseñando la obediencia como mandato divino. El dogma, teóricamente, deja en otras manos el conflicto. El que obedece, no duda. Y es aquí cuando entrarán los conflictos sociales a menos que a la sociedad se le pida que sea a la vez, dogmática y pragmática, es decir: los israelíes son el diablo y, a la vez, buenos clientes.


En estos momentos el rey Salman mantiene una postura de cautela y distancia del acuerdo de Israel con otros países árabes, mientras que el príncipe y futuro rey sigue apostando por un acuerdo que cree mercados vecinos e interrelacionados. La postura oficial solo puede ser una, aunque luego se hagan apaños. Conforme crece el liderazgo de Arabia Saudí frente a la amenaza creciente de Irán, esta se ve más limitada. No se puede liderar y sembrar la discordia entre países o entre súbditos y gobernantes.

¿Cómo se resolverá esta contradicción, esta disonancia de difícil ajuste? Lo veremos en el futuro porque es cuando entran en juego las fuerzas islamistas, salafistas, etc. que recogerán el testigo de la ortodoxia. El otro factor de riesgo es que convertir al enemigo, Irán, en una amenaza teórica y a Israel en un amigo práctico, acabará creando un enemigo real con un conflicto real. Los saudís, los ciudadanos de Bahréin, de Emiratos, etc. tendrán la palabra. Son países muy distintos, con monarquías absolutas, dictaduras militares, con turcos y rusos por medio, con grupos terroristas y luchas internas por el poder. ¿Se acabará vendiendo la alianza saudí con Israel por un aumento del peligro real procedente de Irán?

El escenario perfecto para lanzar la cerilla y salir corriendo.

 


 

* Aya Batrawy "Road to Saudi ties with Israel being paved, cautiously" Egypt Independent / AP 22/09/2020 https://www.egyptindependent.com/road-to-saudi-ties-with-israel-being-paved-cautiously/

 


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