Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Desde La Vanguardia, Jordi Joan Baños,
corresponsal en Estambul, nos advierte ya de las consecuencias sistémicas que
estas alegres fotos traen. Lo hace con el titular "Hamas y Fatah quieren
un frente común palestino ante la “traición” árabe", desde el que ya se
nos advierte de las consecuencias:
La brecha en el mundo árabe abierta por
Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin se verá compensada por una mayor unidad
en el campo palestino. Así por lo menos lo expresan las facciones de Hamas y
Fatah que controlan, respectivamente, Gaza y Cisjordania. De hecho, las
maniobras de aproximación palestinas –moderadas por la pandemia– empezaron ya
tras la conclusión a espaldas de Ramala del plan de anexión de Beniamin
Netanyahu, bendecido por Donald Trump.
El príncipe heredero de Abu Dabi, Mohamed bin
Zayed, es el auténtico motor de esta aceleración de la historia, aunque haya
evitado salir en la foto. Una apuesta de riesgo, dado el precedente de los
acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel.
Por su parte, el rey de Bahréin –emir, antes
de elevarse de categoría en el 2002– ha enviado también a su ministro de
Exteriores. En cualquier caso, este pequeño reino insular no depende de sí
mismo, sino de la base estadounidense de la Quinta Flota –los británicos están
terminando la suya– y de la voluntad de Riad.
El largo puente que une Arabia Saudí con
Bahréin vio pasar, en el 2011, a los tanques saudíes que aplastarían las
demandas democratizadoras de la mayoría chií frente al monarca suní.*
¡Buen
ojo el del corresponsal de La Vanguardia! Los "precedentes" de los
Acuerdos de Camp Davis, por ejemplo, trajeron la muerte en atentado del
presidente Anwar El-Sadat, a manos de islamistas de su propio Ejército, que
saltaron desde una tanqueta en un confiado desfile y ametrallaron la tribuna.
Las consecuencias para Egipto las sabemos, treinta años de gobierno de Hosni
Mubarak y su derrocamiento popular, la reacción de un gobierno
islamista/salafista, derrocado finalmente por el actual Abdel Fattah al-Sisi,
gobernante con mano de hierro, de cuyos "logros" nos ocupamos con
frecuencia.
Las
referencias a Bahréin están muy bien traídas porque, como hemos señalado, es
uno de esos casos peculiares con los que estas monarquías tan "pintorescas",
consentidas por tener bajo sus posaderas cantidades ingentes de petróleo, han
estado manteniendo su hipocresía y muchos países los llaman "amigos",
quizá porque criticarlos sale caro y hacer negocios con ellos, en cambio,
permite ganar mucho dinero a muchas personas, de fabricantes de armamento a
intermediarios en los trenes a La Meca. Gobiernos autoritarios, teocráticos, la
negación de los derechos humanos, etc. son besados y abrazados en esta
pantomima de orden internacional en donde manda el que manda y que se ha ido
construyendo alrededor de la pax
americana, es decir, bajo eso tan confuso llamado por ellos mismos
"los intereses de los Estados Unidos", único criterio que queda en
pie desde la llegada de Donald Trump al trono.
Si las
consecuencias de los acuerdos de Camp David fueron la violencia, los de estos
lo van a ser en una nueva dimensión, todavía por determinar, pero que llegará
al dar oxígeno a los grupos de diverso pelaje que consideran la presencia israelí
el "problema árabe".
Recuerdo
que, hace ya algunos años, alguien me dijo que la causa de los palestinos le
importaba un bledo a los gobiernos árabes, cuya preocupación principal no suele
ser otra que mantener estables sus poltronas. La "causa palestina"
forma parte de una retórica del poder para mantener controlado a los pueblos
que muchos desprecian y cuya opinión, desde luego, solo les importa en la
medida en que les afecta. Lo ocurrido en estos años parece darle la razón a
aquel egipcio que me ilustró.
Las
guerras de Oriente Medio son de dos tipos: están las que se ven, las que el
diccionario identifica como "guerras", choques armados, etc.; pero
luego están las que no se ven tanto, las de la erosión constante del poder
frente a otros poderes en la sombra cuyas actuaciones son enfrentar a los
pueblos con sus dirigentes aprovechando este tipo de acciones para llamarlos
"faraones", dirigentes que se creen dioses frente a los mandatos del
único Dios, al que ellos ponen voz, actuando sobre las conciencias colectivas a
través de mensajes de muchos tipos pero con un mismo fin, la erosión del poder
mediante su descrédito religioso. Esto es más importante en la medida en que se
está produciendo un fenómeno de intensificación religiosa, al igual que se
produjo precisamente como consecuencia de la subida al poder por parte de los
ayatolas en Irán. La reacción fue, precisamente, la radicalización en el mundo
suní.
Estas segundas
guerras son las que convencen del argumento
definitivo: se gobierna contra Dios, porque contra el pueblo todos lo
hacen, es la costumbre. Aquí entra ese fatalismo del que está donde le ha tocado estar y que considera la
vida como una prueba que Dios nos envía, como a Job. Ser un buen gobernante es seguir
los mandatos coránicos y contra este no se debe uno alzar. Sí, en cambio, se debe
hacer cuando este se muestra impío, cuando no sigue o traiciona los mandatos
divinos. Y firmar acuerdos con los judíos no está entre ellos. Los firmantes de
esta paz con Israel serán acusados de algo más que de traidores a la causa
palestina, de ir contra la causa de "todos los árabes".
Estas
firmas que Trump impulsa para salvarse él mismo y que Netanyahu aprovecha
tendrán como resultado un probable aumento de los movimientos radicales, que en
estos momentos, además de quemar las fotos de estos reyes petroleros están
siendo impíos. La batalla perdida contra Israel fue aprovechada por los
enemigos de Nasser para convencer a la gente que Dios le había retirado su
favor. Veremos cuántos se apuntan ahora a la yihad del terrorismo con la excusa
de que no actúan como deben, que traicionan a los palestinos y a Dios.
Desde
ahora, estos gobiernos están en el punto de mira y saben que en cualquier
momento pueden necesitar los tanques saudís, los aviones de Emiratos para
aplacar a los que les acusan de traidores a la causa de todos los árabes, como
proclamaron los mismos que ahora reniegan de ella.
Lo
importante es darse cuenta cómo este riesgo aumenta gracias a las tensiones de
Trump, que necesitaba volver a poner a los iraníes en el centro del conflicto
rompiendo acuerdos. Le ha funcionado, aunque de forma arriesgada para la
seguridad global.
Vemos,
una vez más, cómo la estrategia de Trump es crear el conflicto para después hacerse
la foto en la "paz". Es lo que hizo con Corea del Norte: tras la
amenaza, la "foto histórica".
En el
caso de Irán, ha llevado el conflicto a todo Oriente Medio, un polvorín que no
necesita de fumadores cerca. Los efectos, al aumentar la inseguridad en la
zona, es el que buscaba: compras de más material militar a los Estados Unidos
(ya lo ha hecho con Emiratos, como explicó recientemente la prensa
norteamericana) y la necesidad de todos de contar con el "amigo
americano" para su seguridad.
Una y
otra vez se repite este esquema del "bombero pirómano", primero lo
enciendo y luego lo apago. El problema es que Trump es mejor prendiendo fuego
que apagándolos. Siempre queda el riesgo de que el incendio se extienda allí
donde no se pensaba.
Lo
único cierto es que Trump no consigue la paz, sino que los enemigos se unan
para hacerle frente, algo cuyos resultados explosivos se irán viendo. La
presión sobre gobiernos que están al servicio de los saudíes, como ocurre con
Egipto, al que financian económicamente sin ocultarlo, será fuerte. La presión
popular contra los acuerdos de Israel se verá en las calles, lo que llevará a
más represión y esta a más insatisfacción.
Se olvida que la legitimad del gobierno en la mayoría de estos países es nula, es decir, no tienen apoyos populares o, para ser más precisos, los pueden tener mientras no hagan este tipo de acciones consideradas como traiciones. La causa palestina es algo más que una cuestión geográfica. Los acuerdos no son de paz, pues los gobiernos no han estado en guerra del tipo uno. La guerra del tipo dos se intensificará, pues los grandes perjudicados son los palestinos, como ya saben. Su rotundo rechazo a este acuerdo deja fuera a la parte afectada, con lo que de alguna forma viene a poner la violencia en primer término. No solo en la región, sino que aprovecharán para volverse contra Occidente en su conjunto. cada nueva firma, en estas condiciones, solo es una puñalada en las espaldas palestinas que muchos sienten como suyas en el mundo árabe, no en las cúpulas del poder, pero sí entre los pueblos.
La
próxima "Primavera" no será democrática
como ocurrió en 2011, la de los jóvenes que querían libertades y Facebook. Será la de los otros, la de los empujados al
radicalismo religioso, captados por los movimientos integristas que participan
en esa otra guerra señalada, como la que ocurrió en Irán.
¿Con
cuánta fuerza? Eso es lo que no sabremos hasta que ocurra.
* Jordi
Joan Baños "Hamas y Fatah quieren un frente común palestino ante la “traición”
árabe" La Vanguardia 16(09/2020
https://www.lavanguardia.com/internacional/20200916/483510572881/hamas-y-fatah-quieren-un-frente-comun-palestino-ante-la-traicion-arabe.html
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