miércoles, 16 de septiembre de 2020

La traición

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Todos los medios de comunicación internacionales nos muestran las imágenes sonrientes de los firmantes del acuerdo de "paz" entre los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Israel y los Estados Unidos. Los informativos televisivos coinciden en tres aspectos: salvan el pellejo de Netanyahu, acosado por la corrupción y la pandemia en Israel; el éxito se lo apunta un muy necesitado Donald Trump; y, finalmente, los palestinos consideran una traición lo que las monarquías árabes les están haciendo, una puñalada por la espalda a lo único que parecían tener en común además de la religión. Todo ello, señalan también los analistas, se ha producido por un detonante: la preocupación por el aumento de la peligrosa influencia iraní. A Emiratos se le suma el peculiar reino de Bahréin, con amos sunís y plebeyos chiitas; fueron invadidos por los saudíes a petición de sus autoridades cuando se lanzaron a la calle en la Primavera Árabe. Tras estos movimientos, la sombra de Arabia Saudí, los que no hace mucho aceptaron el simbólico hecho de reconocer a Jerusalén como capital israelí, un tabú cuya ruptura tiene enormes repercusiones.

Desde La Vanguardia, Jordi Joan Baños, corresponsal en Estambul, nos advierte ya de las consecuencias sistémicas que estas alegres fotos traen. Lo hace con el titular "Hamas y Fatah quieren un frente común palestino ante la “traición” árabe", desde el que ya se nos advierte de las consecuencias:

 

La brecha en el mundo árabe abierta por Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin se verá compensada por una mayor unidad en el campo palestino. Así por lo menos lo expresan las facciones de Hamas y Fatah que controlan, respectivamente, Gaza y Cisjordania. De hecho, las maniobras de aproximación palestinas –moderadas por la pandemia– empezaron ya tras la conclusión a espaldas de Ramala del plan de anexión de Beniamin Netanyahu, bendecido por Donald Trump.

El príncipe heredero de Abu Dabi, Mohamed bin Zayed, es el auténtico motor de esta aceleración de la historia, aunque haya evitado salir en la foto. Una apuesta de riesgo, dado el precedente de los acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel.

Por su parte, el rey de Bahréin –emir, antes de elevarse de categoría en el 2002– ha enviado también a su ministro de Exteriores. En cualquier caso, este pequeño reino insular no depende de sí mismo, sino de la base estadounidense de la Quinta Flota –los británicos están terminando la suya– y de la voluntad de Riad.

El largo puente que une Arabia Saudí con Bahréin vio pasar, en el 2011, a los tanques saudíes que aplastarían las demandas democratizadoras de la mayoría chií frente al monarca suní.*

 


¡Buen ojo el del corresponsal de La Vanguardia! Los "precedentes" de los Acuerdos de Camp Davis, por ejemplo, trajeron la muerte en atentado del presidente Anwar El-Sadat, a manos de islamistas de su propio Ejército, que saltaron desde una tanqueta en un confiado desfile y ametrallaron la tribuna. Las consecuencias para Egipto las sabemos, treinta años de gobierno de Hosni Mubarak y su derrocamiento popular, la reacción de un gobierno islamista/salafista, derrocado finalmente por el actual Abdel Fattah al-Sisi, gobernante con mano de hierro, de cuyos "logros" nos ocupamos con frecuencia.

Las referencias a Bahréin están muy bien traídas porque, como hemos señalado, es uno de esos casos peculiares con los que estas monarquías tan "pintorescas", consentidas por tener bajo sus posaderas cantidades ingentes de petróleo, han estado manteniendo su hipocresía y muchos países los llaman "amigos", quizá porque criticarlos sale caro y hacer negocios con ellos, en cambio, permite ganar mucho dinero a muchas personas, de fabricantes de armamento a intermediarios en los trenes a La Meca. Gobiernos autoritarios, teocráticos, la negación de los derechos humanos, etc. son besados y abrazados en esta pantomima de orden internacional en donde manda el que manda y que se ha ido construyendo alrededor de la pax americana, es decir, bajo eso tan confuso llamado por ellos mismos "los intereses de los Estados Unidos", único criterio que queda en pie desde la llegada de Donald Trump al trono.


Si las consecuencias de los acuerdos de Camp David fueron la violencia, los de estos lo van a ser en una nueva dimensión, todavía por determinar, pero que llegará al dar oxígeno a los grupos de diverso pelaje que consideran la presencia israelí el "problema árabe".

Recuerdo que, hace ya algunos años, alguien me dijo que la causa de los palestinos le importaba un bledo a los gobiernos árabes, cuya preocupación principal no suele ser otra que mantener estables sus poltronas. La "causa palestina" forma parte de una retórica del poder para mantener controlado a los pueblos que muchos desprecian y cuya opinión, desde luego, solo les importa en la medida en que les afecta. Lo ocurrido en estos años parece darle la razón a aquel egipcio que me ilustró.

Las guerras de Oriente Medio son de dos tipos: están las que se ven, las que el diccionario identifica como "guerras", choques armados, etc.; pero luego están las que no se ven tanto, las de la erosión constante del poder frente a otros poderes en la sombra cuyas actuaciones son enfrentar a los pueblos con sus dirigentes aprovechando este tipo de acciones para llamarlos "faraones", dirigentes que se creen dioses frente a los mandatos del único Dios, al que ellos ponen voz, actuando sobre las conciencias colectivas a través de mensajes de muchos tipos pero con un mismo fin, la erosión del poder mediante su descrédito religioso. Esto es más importante en la medida en que se está produciendo un fenómeno de intensificación religiosa, al igual que se produjo precisamente como consecuencia de la subida al poder por parte de los ayatolas en Irán. La reacción fue, precisamente, la radicalización en el mundo suní.


Estas segundas guerras son las que convencen del argumento definitivo: se gobierna contra Dios, porque contra el pueblo todos lo hacen, es la costumbre. Aquí entra ese fatalismo del que está donde le ha tocado estar y que considera la vida como una prueba que Dios nos envía, como a Job. Ser un buen gobernante es seguir los mandatos coránicos y contra este no se debe uno alzar. Sí, en cambio, se debe hacer cuando este se muestra impío, cuando no sigue o traiciona los mandatos divinos. Y firmar acuerdos con los judíos no está entre ellos. Los firmantes de esta paz con Israel serán acusados de algo más que de traidores a la causa palestina, de ir contra la causa de "todos los árabes".

Estas firmas que Trump impulsa para salvarse él mismo y que Netanyahu aprovecha tendrán como resultado un probable aumento de los movimientos radicales, que en estos momentos, además de quemar las fotos de estos reyes petroleros están siendo impíos. La batalla perdida contra Israel fue aprovechada por los enemigos de Nasser para convencer a la gente que Dios le había retirado su favor. Veremos cuántos se apuntan ahora a la yihad del terrorismo con la excusa de que no actúan como deben, que traicionan a los palestinos y a Dios.

Desde ahora, estos gobiernos están en el punto de mira y saben que en cualquier momento pueden necesitar los tanques saudís, los aviones de Emiratos para aplacar a los que les acusan de traidores a la causa de todos los árabes, como proclamaron los mismos que ahora reniegan de ella.


Lo importante es darse cuenta cómo este riesgo aumenta gracias a las tensiones de Trump, que necesitaba volver a poner a los iraníes en el centro del conflicto rompiendo acuerdos. Le ha funcionado, aunque de forma arriesgada para la seguridad global.

Vemos, una vez más, cómo la estrategia de Trump es crear el conflicto para después hacerse la foto en la "paz". Es lo que hizo con Corea del Norte: tras la amenaza, la "foto histórica".

En el caso de Irán, ha llevado el conflicto a todo Oriente Medio, un polvorín que no necesita de fumadores cerca. Los efectos, al aumentar la inseguridad en la zona, es el que buscaba: compras de más material militar a los Estados Unidos (ya lo ha hecho con Emiratos, como explicó recientemente la prensa norteamericana) y la necesidad de todos de contar con el "amigo americano" para su seguridad.

Una y otra vez se repite este esquema del "bombero pirómano", primero lo enciendo y luego lo apago. El problema es que Trump es mejor prendiendo fuego que apagándolos. Siempre queda el riesgo de que el incendio se extienda allí donde no se pensaba.

Lo único cierto es que Trump no consigue la paz, sino que los enemigos se unan para hacerle frente, algo cuyos resultados explosivos se irán viendo. La presión sobre gobiernos que están al servicio de los saudíes, como ocurre con Egipto, al que financian económicamente sin ocultarlo, será fuerte. La presión popular contra los acuerdos de Israel se verá en las calles, lo que llevará a más represión y esta a más insatisfacción.



Se olvida que la legitimad del gobierno en la mayoría de estos países es nula, es decir, no tienen apoyos populares o, para ser más precisos, los pueden tener mientras no hagan este tipo de acciones consideradas como traiciones. La causa palestina es algo más que una cuestión geográfica. Los acuerdos no son de paz, pues los gobiernos no han estado en guerra del tipo uno. La guerra del tipo dos se intensificará, pues los grandes perjudicados son los palestinos, como ya saben. Su rotundo rechazo a este acuerdo deja fuera a la parte afectada, con lo que de alguna forma viene a poner la violencia en primer término. No solo en la región, sino que aprovecharán para volverse contra Occidente en su conjunto. cada nueva firma, en estas condiciones, solo es una puñalada en las espaldas palestinas que muchos sienten como suyas en el mundo árabe, no en las cúpulas del poder, pero sí entre los pueblos.

La próxima "Primavera" no será democrática como ocurrió en 2011, la de los jóvenes que querían libertades y Facebook. Será la de los otros, la de los empujados al radicalismo religioso, captados por los movimientos integristas que participan en esa otra guerra señalada, como la que ocurrió en Irán.

¿Con cuánta fuerza? Eso es lo que no sabremos hasta que ocurra.

 


* Jordi Joan Baños "Hamas y Fatah quieren un frente común palestino ante la “traición” árabe" La Vanguardia 16(09/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20200916/483510572881/hamas-y-fatah-quieren-un-frente-comun-palestino-ante-la-traicion-arabe.html

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