sábado, 12 de septiembre de 2020

Hazlo sencillo y resiste

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Recordemos aquella frase del ministro Illa: "las mascarillas no son obligatorias porque no hay". Es un ejemplo de lo que supone adaptación realista. ¿Qué sentido tiene pedir lo imposible más allá de ser nostálgico desfasado del "mayo del 68"?  Luego llegaron las mascarillas y unas no valían y otra no; había lotes, como nos han dicho recientemente, a los que les había falsificado los certificados y había que retirarlas de los comercios y no usarlas si ya las habías comprado; la de la válvula valían unos días y otros no, según a quién escucharas. Te la colocabas bien o te la colocabas mal, pero no servía de nada llevarla en el cuello o en el codo. No había que tocarla y valía tantas horas según el modelo y tipo. La gente empezó a hacérselas en casa (yo me hice una muy chula que nunca me he puesto) y luego salieron las de diseño. Con todo cariño, me regalaron una de Spiderman que pondré en un marco en cuanto pueda. Con todo lo que se habla de ellas, a nadie se le ha ocurrido poner algún contendor especial para mascarillas y guantes. Yo tengo el material usado en un cubo de basura especial que compré para no mezclar. Sé dónde tirar aceite, pilas, papel, envases, basura orgánica... pero no sé qué hacer con las mascarillas. Me preocupa el cada vez mayor número de mascarillas que veo por el suelo. Es difícil que no te des cuenta que se te ha caído la mascarilla, a menos, claro, que la lleves en el codo o en cualquier otro sitio donde no debes.

Con los geles ha pasado poco más o menos lo mismo: los que valen, los que no valen, los que irritan, los que suavizan y sirven, cuántas veces, las alergias, etc. No hablemos de la llamada "distancia social": un metro, metro y medio, dos... todo lo que se pueda. Con el número de personas: 10, 20 50, 100... convivientes, no convivientes, en grupos burbujas, conocidos, vecinos.... Luego que si han estado más de 15 minutos a menos de dos metros... Y así hasta el infinito

Si Moisés hubiera bajado de la montaña con las "Tablas del COVID-19" habría necesitado una maleta con ruedas.


Bueno, pues a pesar de todo esto, repetido una y otra vez por expertos de todos los campos, funcionarios de todos los ministerios,  médicos de todos los hospitales, políticos de todas las localidades y autonomías. Pese a enseñarnos que hay que chocar  los codos, hacer reverencias, hacer saludos a lo budista los besos, etc., menos tocarse, abrazarse, besarse... comienza el curso y nos muestran abrazos eternos, besos repartidos, cogidas de mano para pasear y contarse cómo no se te quedó la marca de las mascarilla en la playa y te hiciste un piercing en el ombligo porque te aburrías.

El realismo del ministro Illa se está extendiendo. Una vez que faltan medios para vigilar a tantos en cuarentena, según la teoría, lo mejor es rebajarla. Los medios comienzan las campañas para decir que con diez días vale. Inmediatamente, las pantallas se llenan de expertos que nos explican lo que ocurre en los primeros diez días y por qué la medida es eficaz o no. Esta negociación a la baja de las cuarentenas ya comenzó con el turismo y la milonga de los "corredores seguros", cuyos efectos estamos padeciendo en hospitales y residencias. Si se le dice a los turistas que vengan, que es seguro, ¿qué hacen los de aquí? ¡Pues lo mismo! Salen a disfrutar de la noche, de la tarde y del día en ese orden y vuelta a empezar. Se han celebrado las "no fiestas" por toda España. Los contagios de unas y otras son innumerables, ¿por qué no si muchos no tienen síntomas y se saltan después la cuarentena? ¡A vivir, que son tres días, y que nos quiten lo bailao!

España es, además, un país donde el que incumple presume. "¡Pero mira que eres toooonto! ¿Sabes lo que hago yo?", escuchamos. El incumplidor, el irresponsable al que llamamos "listo", nos deja admirado con ingenio, desparpajo y capacidad de deshacerse de las normas para admiración de amigos y conocidos.


Si aplicamos las normas como nos dicen y cada contagiado ha tenido 20 contactos directos en el día y cada uno de esos contactos tiene que encerrarse en su casa con los suyos, etc., etc. no queda nadie en las calles, campos y montes. Y entonces llega el pragmatismo del ministro Illa y las advertencias del doctor Simón, con sus famosas advertencias, del tipo "si mi hijo me dice que se va de botellón, le digo que haga lo que le dé la gana" o "si mi "llámelo X" no se quiere perder el concierto, el partidos, el cumpleaños, el funeral, la despedida de soltero, un vale del 2x1 del burger, el estreno de la peli del K-pop... o cualquier otra cosa.

Los cambios en los titulares de cada día siembran el desconcierto de los atentos, refuerzan las ganas de ignorarlos de los indiferentes y causan risa a los descontrolados. Veamos algunos: "El doctor Pedro Cavadas enfría el optimismo del Gobierno sobre la vacuna del coronavirus" (ABC),"Estaremos vacunados de forma masiva a mediados del años que viene (A. García Sastre, virólogo)" (El País), "«Se necesitarán 8.000 jumbos para trasladar la vacuna»" (ABC), "Vuelta al cole: guía para tener claras las medidas anti Covid en los colegios" (La Vanguardia), "Los planes para la vuelta al cole 100% presencial fracasan ante el avance del coronavirus" (EL País),  "Ni abrazos ni besos ni choque de codos, estas son las fórmulas correctas para saludarse en tiempos de coronavirus" (ABC), "Por qué no deberías hacer deporte intenso en tiempos de la Covid" (La Vanguardia)...


Estamos en una situación parecida a la de los dos anti héroes del conocimiento de Gustave Flaubert en su novela inacabada, Bouvard y Pecuchet, aquellos dos burgueses que querían reunir todo el conocimiento disponible y descubrían que cada libro que leían decía una cosa y muchos otros la contraria.

Aténgase a lo seguro y dejen de marear al personal, que ya tiene bastante.

No sé hasta qué punto el exceso de información nos está deprimiendo, ya sea por las malas noticias sobre la expansión o por las contradicciones que encontramos o los cambios debidos a las circunstancias o a las imposibilidades, que diría Illa. Si el mensaje es sencillo, no lo cambien: distancia, higiene, mascarilla, ventilación... ¡déjense de lucubraciones sobre bodas, bautizos, entierros, comuniones, bares, terrazas...! ¡El motivo es lo de menos! ¡Es una estrategia de los incumplidores para hacer que te líes tú solo! ¿No se han dado cuenta que con la absurda pregunta sobre si se debe llevar al niño agarrado con la mano derecha o con la izquierda quieren que te líes, que si le das el dato en días te lo discuten en horas y si cuentas las horas, intenta rebajar minutos?



Nos han llevado a discusiones sobre si un prostíbulo es "ocio nocturno" de unos y "jornada laboral" de otros; sobre si podían salir parientes con los niños en vez de los padres, sobre qué tipo de mascotas se podían sacar a pasear...¡todo tipo de ridiculeces con el fin de liarte!

No sé si será bueno para la economía, pero la reducción de lo que se mantenía estable y como un mandato claro desde el principio, las cuarentenas, va a ser contraproducente porque muchos se lo tomarán a chirigota. Se lo están poniendo fácil a los demagogos y negacionistas, el gran peligro que se filtra por las grietas. Con cada nuevo cambio se frotan las manos y lanzan el reto: si era tan esencial, ¿por qué lo cambian ahora?

Al cumplidor ya no le valen las explicaciones de "lo ha dicho Illa" o "lo ha dicho el doctor Simón", cuya influencia erosionan comentando su nuevo look con el pelo más corto, que es una forma de hundirte en el abismo de neón de la trivialidad.


¡Ay, las sutilezas informativas! Hazlo sencillo, claro. Cambia lo menos posible lo esencial y ¡sé firme! Si cedes en cuatro días, mañana querrán dos menos y así sucesivamente. Si pides 15 minutos, pronto será media hora. Prueban tu inseguridad y consiguen arrinconarte y, lo peor, desmoralizas a los que cumplen, que se siente idiotas.

Pero no se deje arrastrar por los cambios, ni amilanar por los irresponsables con labia. ¡Resista! Recuerde ese maravilloso ejemplo dado en la Casa Blanca por el periodista al que Trump le decía que se quitara la mascarilla porque no le oía. "¡Hablaré más fuerte!". Si él pudo decirle "no" al demagogo más poderoso del mundo, ¡qué no podrá hacer usted con su compañero de mus, los vecinos, su jefa o su cuñada! Resista a las tentaciones y a las dudas. ¡Hágalo sencillo!


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