martes, 10 de septiembre de 2019

La polémica del estrechamiento de manos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Costumbres o mala educación? "No es nada personal", vienen a decir los varones iraníes. "No damos la mano a las mujeres, no las miramos y no las queremos cerca". Ese ha sido el mensaje de "distensión" de las autoridades en el conflicto del estrechamiento de manos que se ha planteado como protocolo en el Congreso de los diputados. Luego, inmediatamente, acusan a "Occidente" de tratar de "imponer sus costumbres". Un problema protocolario pero que plantea el problema al que lo tiene que aceptar en su propio territorio.
Algo importante que hay que tener en cuenta. Se trata de un saludo, que es una forma de manifestar precisamente una actitud. Uno puede hacerlo de muchas formas, pero no negarlo. El planteamiento iraní no es solo una costumbre, sino negar el saludo y el reconocimiento, por tanto, a las mujeres que les ponen delante por el hecho de serlo. Es discriminación.
El diario El País contaba así lo ocurrido la semana pasada en el Congreso:

Una visita protocolaria de una delegación extranjera de políticos, habituales en el Congreso y que suelen pasar inadvertidas, provocó el martes un incidente diplomático. La nación era Irán. El asunto derivó en una agria disputa nacional, ya casi en plena precampaña electoral en España, sobre cómo abordar la relación de ese país con las mujeres.
Vox capitalizó el frente de la derecha parlamentaria contra el pragmatismo de acudir a la cita tras alertar desde el servicio de protocolo del Congreso que la Embajada de Irán había avisado de que sus delegados no consentirían en el saludo informal ningún contacto físico, ni siquiera con la mano, con las políticas españolas. Ciudadanos se sumó inmediatamente al boicot y el PP lo respaldó este miércoles. La izquierda optó por acudir a la reunión y expresar en la misma sus quejas contra la falta de derechos e igualdad de la mujer en Irán. El embajador iraní en Madrid, Hasan Qashqavi, explicó molesto, al final del encuentro, que esa costumbre forma parte de su cultura y pidió "respeto".
La cita era este pasado martes, a las seis de la tarde, en una sala del Congreso con los componentes de la comisión de Exteriores. Acudía una delegación con un alto representante del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, Mahmoud Barimanique, otros asesores y el embajador en Madrid. Apenas tres horas antes un mensaje a la prensa de Vox reventó la reunión y desató una carrera contra el reloj para situarse políticamente o evitar un incidente diplomático con un país con el que las relaciones son siempre delicadas.*



Los conflictos con los iraníes son constantes y prácticamente irresolubles como demuestra la práctica. Esto deja pocas posibilidades incluso en temas de cortesía o de amistad. La visita al parlamento es una cuestión amistosa hacia un país que está empezando a abusar del hecho que los demás traten de mantener las relaciones que Estados Unidos ha tirado por la borda. Está tomando esto como una cuestión de "debilidad" de lo que han llamado "Europa" con un tono despectivo sin tener en cuenta que es Europa precisamente la que está intentando mantenerles el tipo.
El problema planteado por el protocolo tiene varias alternativas a lo que es la falta de reconocimiento a las mujeres. Eso no es una "tradición"; es una mala costumbre, que es otra cosa. No sirve de ningún consuelo que en su propio país se nieguen a tocar o as mirar simplemente a las mujeres que no sean de su familia. La "costumbre" tiene consecuencias para las personas que el régimen de los ayatolás ignora amparándose en esa costumbre. Uno puede tener sus propios gustos, pero las costumbres que implican que los demás deben obedecerlas —ya sean en Teherán o en Riad o en cualquier otro lugar— están en cuestión.


Las soluciones son complicadas porque implican precisamente las relaciones entre dos países que entienden la cortesía de forma distinta. El hecho de que sean los demás quienes deben cambiarlas en su propia casa no es más que una muestra del desprecio y el sentido de la superioridad que el iraní considera que tiene sobre los demás. Son la muestra de esa superioridad frente a los impuros que nos las practican. No es una costumbre, en el sentido humano; es un mandato que ellos, seguidores fieles de las leyes divinas, practican frente a la ignorancia y zafiedad del resto del planeta. Esto se disfraza de muchas maneras, pero es la evidencia del trato la que lo demuestra. No es privativo suyo, ya que no se trata de una "costumbre de Irán", ya que se practica también en algún otro país que rechaza tener cerca a las mujeres que no son de la familia.
Recuerdo el argumento de un juez egipcio contra la entrada de las mujeres en la magistratura: "¿cómo iban a reunirse a deliberar varios hombres con una mujer en la misma sala?" Lo podemos llamar "costumbre" o también "discriminación". En algunos países esas viejas y añejas costumbres claramente discriminatorias se pueden debatir. En Irán no, porque tienen otras "costumbres" contra quien discrepa de las costumbres. Algunas de esas costumbres acaban muy mal para algunos. Una vez un profesor iraní me dijo que no nos equivocáramos, que Irán era un país con una gran base laica. No sé quién se equivocaba, por supuesto, pero el hecho es que decir que eres laico en ese contexto tiene unos riesgos que muy pocos asumen.


Las que lo asumen principalmente son las mujeres desafiando la imposición del velo. Lo hacen con fotos y vídeos en los que los lanzan a aire o simplemente se lo quitan. Hay algo de alegría liberadora en ese acto de arrojarlo.
En España, lo nuestro es discutir. El País informa de cómo los partidos españoles, dentro de sus pugnas, no quisieron que nadie se llevara la foto de la oposición a algo difícil de aceptar, por lo que todos manifestaron su rechazo. Así fue el encuentro:

Los delegados iraníes acudieron a la hora programada, el encuentro se llevó a cabo, los portavoces de todos los partidos españoles expresaron dentro de la sala sus reparos por el trato a la mujer en Irán y por la falta de igualdad. Tras dos horas de discursos, la cita parecía haber acabado cuando el embajador de Irán en Madrid, Hasan Qashqavi, pidió la palabra. Y subrayó que entendía que a los políticos españoles no les gustase ni comprendiesen las normas culturales por las que se rigen en su país (la sharía o código de conducta del Corán no permite ese contacto físico con las mujeres entre desconocidos) y acabó: "No les pido que lo compartan, pero sí que lo respeten".*

El problema es que eso no es cierto. Siempre hay un cierto tono de hipocresía en las manifestaciones oficiales de las autoridades iraníes. Lo del "respeto" suele ser algo que ellos mismos no practican. Están mal acostumbrados a que se plieguen a sus exigencias. Lo que llama "normas culturales" (bien elegido el término) son el resultado de la imposición de una revolución que cambió toda la situación de Oriente Medio, intensificando el radicalismo islámico en países que eran mucho más de convivencia. Fue la revolución retrógrada de Irán la que activó la mayor parte de los integrismos que habían tenido menor impacto hasta el momento y generó otros nuevos entre el islam suní.
Hoy mismo tenemos en la prensa el anuncio por parte de Arabia Saudí del comienzo de un programa nuclear que puede tener derivaciones militares, como han señalado ellos mismos. Es la respuesta al enriquecimiento de uranio con el que Irán chantajea a la comunidad internacional tras la llegada de Donald Trump. El calentamiento a tres bandas —Irán, Arabia Saudí e Israel— es un motivo de preocupación para todos.


Las respuestas protocolarias ante la negativa a dar la mano (nadie da la mano si no quiere) pueden ser variadas. Unas ya se han elegido, lanzarles discursos reivindicativos sobre los derechos de las mujeres, negarse a asistir. Pero hay otras, como que nadie les dé la mano creando así la costumbre de la "grosería selectiva", una anticostumbre española, o enviar solo mujeres a hablar con ellos y allá se las apañen, hasta que solo vayan las mujeres. Las posibilidades son muchas.
Hay una falsedad hipócrita en las palabras dichas por el embajador: Irán no pide "respeto"; Irán exige que los demás se plieguen. Las palabras dichas sobre que en España se besan, recogidas por la prensa, son absurdas porque eso refleja un nivel de confianza que se corta en el momento en el que la mujer extiende la mano. Una cosa son los tipos de saludo, que pueden variar, y otra negarlo por principio.
Es raro que nadie haya recordado con motivo de este pequeño conflicto de costumbres lo ocurrido con la visita del presidente Rohani a Italia en 2016. El titular de ABC fue entonces fue "Italia tapa estatuas de desnudos por la visita del presidente iraní":

Las estatuas con desnudos, como las Venus de la época romana, que se encontraban en el recorrido que realizó ayer el presidente de Irán, Hasán Rohaní, en los Museos Capitolinos de Roma fueron cubiertas por respeto al mandatario, según informan hoy los medios de comunicación italianos.
Las imágenes de bloques de contrachapado blanco que cubren las estatuas del Museo que ayer visitó el presidente iraní aparecen hoy en los diarios locales y han suscitado alguna polémica entre los políticos.
Según el diario "Il Messaggero", la delegación iraní pidió que se cubriesen las Venus desnudas y otras estatuas por respeto a su cultura, así como también pidieron un cambio en la «escenografía» de la sala de los Museos Capitolinos donde aparecieron ante la prensa Rohani y el primer ministro, Matteo Renzi, tras su reunión. Según este periódico de Roma, no les gustaba que apareciese la enorme escultura ecuestre en bronce de Marco Aurelio, la gran joya de los museos.**


El hecho de tener que tapar las estatuas por las que todos pueden pasar por delante menos los dirigentes iraníes es ya un indicativo del grado de exigencia. La estupidez italiana de entonces se sigue pagando ahora. Cuando un país tiene que cubrir sus monumentos para evitar que el visitante se ofenda, las visitas carecen de sentido. Quizá debería celebrarse las sesiones con ellos mediante video conferencia o en un islote sin historia en las que sus costumbres (las que imponen los ayatolás) no se vieran impedidas o perturbadas. Tampoco se sirvió vino "por no ofender", algo absurdo que muestra la intolerancia. No se trata de no beber, sino de que no se beba en su presencia. Una forma más de hipocresía desde países que beben en las casas, lejos de las miradas de los censores. No se trató tampoco de respeto, sino de imponer a otros sus condiciones desde esa superioridad divina que les caracteriza.


Nuestra Facultad, que ha tenido decana durante ocho años, pudo comprobar los mismos desprecios del saludo a quienes se invitaba amablemente para mostrar su cine, la única herramienta de propaganda del régimen que le funciona en el exterior, pese a las limitaciones a la creación. La utilizan bien.
Quizá haya que replantearse las relaciones formales mediante nuevos protocolos. El argumento, tan querido por los poscolonialistas, de que Occidente quiere cambiarles elude la diferencia entre las costumbres y las imposiciones, especialmente en las cuestiones de género. Las sociedades evolucionan a menos que se las encierre, que el caso de muchos países en los que se esconden tras la idea de "cultura" para mantener sus dispositivos de control social y ausencia de libertades. El mundo se ha hecho global y es muy difícil evitar los cambios. Hacia dónde vayan esos cambios es difícil de predecir. Unas veces van en un sentido y otras en clara involución eliminando de sus sociedades a aquellos que van en contra de la "costumbre", vieja o nueva.


Al final, no cuentan las personas, sino la fuerza que es posible emplear para mantenerlos en los carriles adecuados de la costumbre. Hay muchos iraníes que no están de acuerdo con esas costumbres; lo que ocurre es que tienen que callarse o irse. Los largos brazos del poder les llegan aunque están fuera de su país, pues las embajadas —no son los únicos— vigilan.
Si no quieren o pueden dar la mano, nadie les puede obligar. Pero tampoco debemos entonces nosotros a dárselas a ellos, aunque nos cueste. La cuestión de que haya mujeres cerca o si hay que mirarlas de frente o de lado, es un problema suyo. Vendas, parches o gafas oscuras están a su alcance. En Italia no debieron cubrir las estatuas, sino tapar los ojos del que se sentía ofendido.
El titular de El País hace referencia a una supuesta "batalla del saludo" ganada por la derecha parlamentaria. No creo que esa sea la cuestión relevante. Es casi ofensiva para las mujeres que se juegan en Irán y en otros lugares la vida o la cárcel por cuestiones de este tipo. No es cuestión de complejos o de intereses extraños. Es una cuestión más profunda y que nos afecta a todos por encima de banderías. Algunos pueden quedar en evidencia, pero eso es cuestión suya.




* "La derecha gana la batalla del saludo a la delegación iraní en el Congreso" El País 5/09/2019 https://elpais.com/politica/2019/09/04/actualidad/1567618282_623283.html
** "Italia tapa estatuas de desnudos por la visita del presidente iraní" ABC 27/01/2016 https://www.abc.es/internacional/abci-italia-tapa-estatuas-desnudos-visita-presidente-irani-201601261457_noticia.html

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