Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¿Costumbres
o mala educación? "No es nada personal", vienen a decir los varones
iraníes. "No damos la mano a las mujeres, no las miramos y no las queremos
cerca". Ese ha sido el mensaje de "distensión" de las
autoridades en el conflicto del estrechamiento de manos que se ha planteado
como protocolo en el Congreso de los diputados. Luego, inmediatamente, acusan a
"Occidente" de tratar de "imponer sus costumbres". Un
problema protocolario pero que plantea el problema al que lo tiene que aceptar
en su propio territorio.
Algo
importante que hay que tener en cuenta. Se trata de un saludo, que es una forma
de manifestar precisamente una actitud. Uno puede hacerlo de muchas formas,
pero no negarlo. El planteamiento iraní no es solo una costumbre, sino negar el
saludo y el reconocimiento, por tanto, a las mujeres que les ponen delante por
el hecho de serlo. Es discriminación.
El
diario El País contaba así lo ocurrido la semana pasada en el Congreso:
Una visita protocolaria de una delegación
extranjera de políticos, habituales en el Congreso y que suelen pasar
inadvertidas, provocó el martes un incidente diplomático. La nación era Irán.
El asunto derivó en una agria disputa nacional, ya casi en plena precampaña
electoral en España, sobre cómo abordar la relación de ese país con las
mujeres.
Vox capitalizó el frente de la derecha
parlamentaria contra el pragmatismo de acudir a la cita tras alertar desde el
servicio de protocolo del Congreso que la Embajada de Irán había avisado de que
sus delegados no consentirían en el saludo informal ningún contacto físico, ni
siquiera con la mano, con las políticas españolas. Ciudadanos se sumó
inmediatamente al boicot y el PP lo respaldó este miércoles. La izquierda optó
por acudir a la reunión y expresar en la misma sus quejas contra la falta de
derechos e igualdad de la mujer en Irán. El embajador iraní en Madrid, Hasan
Qashqavi, explicó molesto, al final del encuentro, que esa costumbre forma
parte de su cultura y pidió "respeto".
La cita era este pasado martes, a las seis de
la tarde, en una sala del Congreso con los componentes de la comisión de Exteriores.
Acudía una delegación con un alto representante del Ministerio de Asuntos
Exteriores de Irán, Mahmoud Barimanique, otros asesores y el embajador en
Madrid. Apenas tres horas antes un mensaje a la prensa de Vox reventó la
reunión y desató una carrera contra el reloj para situarse políticamente o
evitar un incidente diplomático con un país con el que las relaciones son
siempre delicadas.*
Los
conflictos con los iraníes son constantes y prácticamente irresolubles como
demuestra la práctica. Esto deja pocas posibilidades incluso en temas de
cortesía o de amistad. La visita al parlamento es una cuestión amistosa hacia
un país que está empezando a abusar del hecho que los demás traten de mantener
las relaciones que Estados Unidos ha tirado por la borda. Está tomando esto
como una cuestión de "debilidad" de lo que han llamado
"Europa" con un tono despectivo sin tener en cuenta que es Europa
precisamente la que está intentando mantenerles el tipo.
El
problema planteado por el protocolo tiene varias alternativas a lo que es la
falta de reconocimiento a las mujeres. Eso no es una "tradición"; es
una mala costumbre, que es otra cosa. No sirve de ningún consuelo que en su
propio país se nieguen a tocar o as mirar simplemente a las mujeres que no sean
de su familia. La "costumbre" tiene consecuencias para las personas
que el régimen de los ayatolás ignora amparándose en esa costumbre. Uno puede
tener sus propios gustos, pero las costumbres que implican que los demás deben
obedecerlas —ya sean en Teherán o en Riad o en cualquier otro lugar— están en
cuestión.
Las
soluciones son complicadas porque implican precisamente las relaciones entre
dos países que entienden la cortesía de forma distinta. El hecho de que sean
los demás quienes deben cambiarlas en su propia casa no es más que una muestra
del desprecio y el sentido de la superioridad que el iraní considera que tiene
sobre los demás. Son la muestra de esa superioridad frente a los impuros que
nos las practican. No es una costumbre, en el sentido humano; es un mandato que
ellos, seguidores fieles de las leyes divinas, practican frente a la ignorancia
y zafiedad del resto del planeta. Esto se disfraza de muchas maneras, pero es
la evidencia del trato la que lo demuestra. No es privativo suyo, ya que no se
trata de una "costumbre de Irán", ya que se practica también en algún
otro país que rechaza tener cerca a las mujeres que no son de la familia.
Recuerdo
el argumento de un juez egipcio contra la entrada de las mujeres en la
magistratura: "¿cómo iban a reunirse a deliberar varios hombres con una
mujer en la misma sala?" Lo podemos llamar "costumbre" o también
"discriminación". En algunos países esas viejas y añejas costumbres
claramente discriminatorias se pueden debatir. En Irán no, porque tienen otras
"costumbres" contra quien discrepa de las costumbres. Algunas de esas
costumbres acaban muy mal para algunos. Una vez un profesor iraní me dijo que
no nos equivocáramos, que Irán era un país con una gran base laica. No sé quién
se equivocaba, por supuesto, pero el hecho es que decir que eres laico en ese
contexto tiene unos riesgos que muy pocos asumen.
Las que
lo asumen principalmente son las mujeres desafiando la imposición del velo. Lo
hacen con fotos y vídeos en los que los lanzan a aire o simplemente se lo quitan.
Hay algo de alegría liberadora en ese acto de arrojarlo.
En
España, lo nuestro es discutir. El País informa de cómo los partidos españoles,
dentro de sus pugnas, no quisieron que nadie se llevara la foto de la oposición
a algo difícil de aceptar, por lo que todos manifestaron su rechazo. Así fue el
encuentro:
Los delegados iraníes acudieron a la hora
programada, el encuentro se llevó a cabo, los portavoces de todos los partidos
españoles expresaron dentro de la sala sus reparos por el trato a la mujer en
Irán y por la falta de igualdad. Tras dos horas de discursos, la cita parecía
haber acabado cuando el embajador de Irán en Madrid, Hasan Qashqavi, pidió la
palabra. Y subrayó que entendía que a los políticos españoles no les gustase ni
comprendiesen las normas culturales por las que se rigen en su país (la sharía
o código de conducta del Corán no permite ese contacto físico con las mujeres
entre desconocidos) y acabó: "No les pido que lo compartan, pero sí que lo
respeten".*
El
problema es que eso no es cierto. Siempre hay un cierto tono de hipocresía en
las manifestaciones oficiales de las autoridades iraníes. Lo del "respeto"
suele ser algo que ellos mismos no practican. Están mal acostumbrados a que se
plieguen a sus exigencias. Lo que llama "normas culturales" (bien
elegido el término) son el resultado de la imposición de una revolución que cambió
toda la situación de Oriente Medio, intensificando el radicalismo islámico en
países que eran mucho más de convivencia. Fue la revolución retrógrada de Irán
la que activó la mayor parte de los integrismos que habían tenido menor impacto
hasta el momento y generó otros nuevos entre el islam suní.
Hoy
mismo tenemos en la prensa el anuncio por parte de Arabia Saudí del comienzo de
un programa nuclear que puede tener derivaciones militares, como han señalado
ellos mismos. Es la respuesta al enriquecimiento de uranio con el que Irán
chantajea a la comunidad internacional tras la llegada de Donald Trump. El
calentamiento a tres bandas —Irán, Arabia Saudí e Israel— es un motivo de
preocupación para todos.
Las
respuestas protocolarias ante la negativa a dar la mano (nadie da la mano si no
quiere) pueden ser variadas. Unas ya se han elegido, lanzarles discursos
reivindicativos sobre los derechos de las mujeres, negarse a asistir. Pero hay otras, como que
nadie les dé la mano creando así la costumbre de la "grosería
selectiva", una anticostumbre española, o enviar solo mujeres a hablar
con ellos y allá se las apañen, hasta que solo vayan las mujeres. Las posibilidades son muchas.
Hay una
falsedad hipócrita en las palabras dichas por el embajador: Irán no pide
"respeto"; Irán exige que los demás se plieguen. Las palabras dichas sobre que en España se besan, recogidas por la prensa, son absurdas porque eso refleja un nivel de confianza que se corta en el momento en el que la mujer extiende la mano. Una cosa son los tipos de saludo, que pueden variar, y otra negarlo por principio.
Es raro
que nadie haya recordado con motivo de este pequeño conflicto de costumbres lo
ocurrido con la visita del presidente Rohani a Italia en 2016. El titular de
ABC fue entonces fue "Italia tapa estatuas de desnudos por la visita del
presidente iraní":
Las estatuas con desnudos, como las Venus de
la época romana, que se encontraban en el recorrido que realizó ayer el
presidente de Irán, Hasán Rohaní, en los Museos Capitolinos de Roma fueron
cubiertas por respeto al mandatario, según informan hoy los medios de
comunicación italianos.
Las imágenes de bloques de contrachapado
blanco que cubren las estatuas del Museo que ayer visitó el presidente iraní
aparecen hoy en los diarios locales y han suscitado alguna polémica entre los
políticos.
Según el diario "Il Messaggero", la
delegación iraní pidió que se cubriesen las Venus desnudas y otras estatuas por
respeto a su cultura, así como también pidieron un cambio en la «escenografía»
de la sala de los Museos Capitolinos donde aparecieron ante la prensa Rohani y
el primer ministro, Matteo Renzi, tras su reunión. Según este periódico de
Roma, no les gustaba que apareciese la enorme escultura ecuestre en bronce de
Marco Aurelio, la gran joya de los museos.**
El
hecho de tener que tapar las estatuas por las que todos pueden pasar por
delante menos los dirigentes iraníes es ya un indicativo del grado de
exigencia. La estupidez italiana de entonces se sigue pagando ahora. Cuando un
país tiene que cubrir sus monumentos para evitar que el visitante se ofenda, las
visitas carecen de sentido. Quizá debería celebrarse las sesiones con ellos
mediante video conferencia o en un islote sin historia en las que sus
costumbres (las que imponen los ayatolás) no se vieran impedidas o perturbadas.
Tampoco se sirvió vino "por no ofender", algo absurdo que muestra la
intolerancia. No se trata de no beber, sino de que no se beba en su presencia.
Una forma más de hipocresía desde países que beben en las casas, lejos de las
miradas de los censores. No se trató tampoco de respeto, sino de imponer a
otros sus condiciones desde esa superioridad divina que les caracteriza.
Nuestra
Facultad, que ha tenido decana durante ocho años, pudo comprobar los mismos
desprecios del saludo a quienes se invitaba amablemente para mostrar su cine,
la única herramienta de propaganda del régimen que le funciona en el exterior,
pese a las limitaciones a la creación. La utilizan bien.
Quizá
haya que replantearse las relaciones formales mediante nuevos protocolos. El
argumento, tan querido por los poscolonialistas,
de que Occidente quiere cambiarles
elude la diferencia entre las costumbres y las imposiciones, especialmente en
las cuestiones de género. Las sociedades evolucionan a menos que se las
encierre, que el caso de muchos países en los que se esconden tras la idea de
"cultura" para mantener sus dispositivos de control social y ausencia
de libertades. El mundo se ha hecho global y es muy difícil evitar los cambios.
Hacia dónde vayan esos cambios es difícil de predecir. Unas veces van en un
sentido y otras en clara involución eliminando de sus sociedades a aquellos que
van en contra de la "costumbre", vieja o nueva.
Al
final, no cuentan las personas, sino la fuerza que es posible emplear para
mantenerlos en los carriles adecuados de la costumbre. Hay muchos iraníes que
no están de acuerdo con esas costumbres; lo que ocurre es que tienen que
callarse o irse. Los largos brazos del poder les llegan aunque están fuera de
su país, pues las embajadas —no son los únicos— vigilan.
Si no
quieren o pueden dar la mano, nadie les puede obligar. Pero tampoco debemos entonces
nosotros a dárselas a ellos, aunque nos cueste. La cuestión de que haya mujeres
cerca o si hay que mirarlas de frente o de lado, es un problema suyo. Vendas,
parches o gafas oscuras están a su alcance. En Italia no debieron cubrir las estatuas,
sino tapar los ojos del que se sentía ofendido.
El
titular de El País hace referencia a una supuesta "batalla del
saludo" ganada por la derecha parlamentaria. No creo que esa sea la
cuestión relevante. Es casi ofensiva para las mujeres que se juegan en Irán y
en otros lugares la vida o la cárcel por cuestiones de este tipo. No es
cuestión de complejos o de intereses extraños. Es una cuestión más profunda y que nos afecta a todos por encima de banderías. Algunos pueden quedar en evidencia, pero eso es cuestión suya.
*
"La derecha gana la batalla del saludo a la delegación iraní en el
Congreso" El País 5/09/2019
https://elpais.com/politica/2019/09/04/actualidad/1567618282_623283.html
**
"Italia tapa estatuas de desnudos por la visita del presidente iraní"
ABC 27/01/2016
https://www.abc.es/internacional/abci-italia-tapa-estatuas-desnudos-visita-presidente-irani-201601261457_noticia.html
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