Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hay
rincones de los Estados Unidos (no son los únicos) siguen aferrándose a las
distinciones de raza para cosas que les molestan profundamente, como los "matrimonios
interraciales", algo que en las mentes de muchos sigue siendo una
aberración. En otros lugares es el matrimonio interconfesional, donde la mujer
—siempre la parte más débil— pierde su identidad religiosa y pueden ser
marginados. Se puede cambiar de religión si te dejan, pero no se puede cambiar de piel por mucho que se empeñen. La
piel es la última frontera frente a la igualdad teórica. Se aceptan muchos
aspectos con mayor facilidad, pero la "frontera racial" sigue siendo
un tabú en muchos lugares por la percepción de "amenaza" para el
grupo dominante, que la percibe como "desintegración" a través del "mestizaje".
El
problema más grave es que se está retrocediendo en muchos lugares al
intensificarse los elementos xenófobos y racistas que reaparecen con los avances
de los nacionalismos y los populismos que hacen de ellos de esto puntos
sensibles emocionales.
The Washington
Post nos trae un reportaje sobre la cuestión de los matrimonios con el titular
"‘Aryan’ and ‘Octoroon’: Couples challenge racial labels to get married in
Virginia". El trumpismo —lo hemos recogido aquí muchas veces— tiene un
fondo racistas, lo declare expresamente o no, lo que implica que los que se
sienten respaldados por la victoria presidencial consideran que exhibir sus
conductas racistas forma parte de la nueva política norteamericana. "Hacer
América grande" es hacerla también "más blanca". Pero el
trumpismo, una doctrina implícita e intuitiva (in tuit iva) hace que cada uno
perciba las manifestaciones presidenciales como órdenes para llevara a cabo sus
desmanes. El ejemplo más claro es del de los asesinatos de mexicanos en El
Paso, respuesta directa a las ideas presidenciales sobre la "criminalidad"
de los que cruzan la frontera. El asesino se percibe como un obediente sicario
presidencial, un "buen americano" defendiendo su patria amenazada.
La
aplicación de las distinciones raciales en las licencias matrimoniales es una
más de las formas de discriminación practicadas desde las administraciones. El
caso que se comenta se refiere especialmente a uno de los viejos estados
"confederados", Virginia. Nos cuenta el diario el problema planteado:
When they applied for a marriage license in
Rockbridge County, Va., Brandyn Churchill and Sophie Rogers were told they
could not have one unless they each chose a race, from a list that included
“Aryan” and “Octoroon.”
The Supreme Court struck down Virginia’s ban on
interracial marriage over half a century ago. Yet the mechanism by which that
prohibition was enforced remains on the books: a requirement that all would-be
newlyweds identify by race. To fill out the form falsely is a felony.
So, weeks away from their planned Oct. 19
wedding at a barn in Fincastle, Va., the couple is challenging the law in
Virginia federal court. Joined by two other engaged couples, they argue the law
is a racist holdover that has no place in modern marriage.
The suit is part of both efforts to scrape away
vestiges of segregation in Virginia and to move away from institutional
categorization in both race and gender. The plaintiffs say people should be
free in their personal lives to identify by race but shouldn’t be forced to,
under the First, 13th and 14th amendments. But the lawsuit raises a more
challenging question: Can the government address discrimination without labels
created from it?*
En el
titular del diario, "Octoroon", se refiere a la vieja forma de medir
la cantidad de "sangre negra presente", y significa un octavo, "una
parte de ocho" de sangre negra. Se puede tener una parte de dos (hijo matrimonio
entre dos personas de razas distintas). Sus hijos tendrán una cuarta parte, sus
nietos un octavo. Es lo que quiere decir "Octoroon", que tuvo un
abuelo o abuela negra. Eso siempre no se haya producido un matrimonio
intermedio con nuevas diferencias. Son los "ocho apellidos vascos" de
Virginia o "ser español por los cuatro costados", representando estos
los pares familiares previos.
El
sistema sigue haciendo de la sangre el elemento de clasificación de las
personas. Lo hace además en un aspecto que considera esencial: el matrimonio y
marcar su la descendencia. Es un acto de clasificación de las personas. Los nazis lo hicieron con los judíos, los clasificaron y cosificaron. Hay un interesante libro
sobre la participación de la IBM, una compañía norteamericana especializada
precisamente en el censo y su colaboración con el régimen nazi antes de la
guerra. Afortunadamente, como se señalaba en la obra, la automatización con la
informática no llegaría hasta mucho después. Cruzar datos manualmente no es tan
sencillo o al menos no tan rápido.
La
clasificación por razas parte de un principio equivocado: que las razas
existen. La raza precisamente es el invento del racismo para justificar sus
acciones., Científicamente se rechazan. Existe una enorme variación en nuestra
especie, la humana. Más hoy que se detecta en nuestro ADN el intercambio con neandertales.
El aislamiento que creó las diferencias remite hoy en un mundo global en
el que las personas de lugares muy diferentes se encuentran en lugares y situaciones comunes
(universidades, turismo, empresas internacionales, etc.). Sin embargo nos seguimos empeñando en distinguirnos y separarnos sin tener en cuenta que hace mucho que esto cambió:
“When I have to put down my race, most of the
time I’m kind of forced to stick myself in a box I don’t necessarily fit in.
. . . I’m not Asian, I’m not American Indian, I’m not black, I’m not white,”
said Ramkishun, 26, who is of Asian Indian and Guyanese descent. “We don’t want
to put ‘other’ because we’re not ‘other. ’ We are human beings.”*
Si los
seres humanos no hemos comprendido todavía que la "pureza" de sangre
no existe como tal, que no es más que un prejuicio cultural, una forma de
discriminación para contener a aquellos con los que no queremos construir
juntos nuestra sociedad o asignarles posiciones de sumisión (esclavitud) es
porque no nos interesa comprenderlo. Es ceguera interesada, prejuicio.
Hay un
libro que habría que reeditar todos los años, "No está en los genes.
Racismo, genética e ideología" (1987), firmado por los científicos Richard
C. Lewontin, Steven Rose y Leon J. Kamin que dejó claro hace más de treinta
años que el racismo era solo una forma de discriminación y no un planteamiento
científico. Las distinciones de género plantean otro reto desde la igualdad de
las personas.
Todas
las distinciones que queramos realizar entre nosotros son las viejas formas de
ejecutar el poder en la sociedad, del patriarcado al racismo, de la misoginia a
la xenofobia. Las barreras para separar, las clasificaciones para distinguir,
etc. no son más que mecanismos acumulados de control social, de mantenimiento
de privilegios raciales o sexuales.
Todos
somos seres humanos somos iguales y el gran avance de la Humanidad es
precisamente el reconocimiento de nuestra universalidad en nuestras
diferencias, que son enriquecedoras. Nada hay más negativo que la endogamia y
nada más enriquecedor que abrirse al mundo. Por eso, cuando aumentan los
contactos, aumentan la violencia de la resistencia de aquellos interesados en
resaltar las diferencias como barreras infranqueables.
Mientras
se pone el acento en las diferencias se aumenta también lo peor de nuestras
culturas, que son sistemas que deben estar abiertos a revisión, bajo penas de
convertirse en cárceles inhumanas. El ser humano es cultural y por ello de
enorme plasticidad en su forma de ser. No hay más destino que el que nos
imponemos o imponemos a los otros. Gran parte de nuestra vida debería estar
dedicada a liberarnos de aquellos cepos y grilletes con los que cargamos en la
Historia.
Esas
parejas de Virginia, peleando por poder vivir una vida sin ser
"marcados" es un ejemplo de cómo hay que luchar contra los prejuicios
y las estigmatización de los demás. Ellos han sabido luchar muchas veces contra
sus propias familias. Ahora les toca hacerlo contra las instituciones que se
empeñan en mantener barreras que ellos han superado.
El control de la sexualidad con fines racistas no es nuevo. Las leyes norteamericanas han sido estrictas prohibiendo los matrimonios mixtos. La imagen que abre este post es de la película Loving (2017) que recoge la historia de lo que sería la decisión final del sistema judicial norteamericano sobre los matrimonios mixtos, el caso Loving vs Virginia (1967), el estado más beligerante contra estos matrimonios. No deja de ser significativo que sean estos estados iniciales de los Estados Unidos los más beligerantes en estas cuestiones. Siempre vuelven a plantarse porque el racismo es profundo en ellos. De nuevo, sesenta años después es necesario volver a plantear problemas.
El
aumento del racismo y la xenofobia en muchos países es el resultado de volver a
apelar a ellos para el control social y para movilizar políticamente a la gente.
La ignorancia y las emociones fáciles hacen el resto. Hay que combatirlos en
todos los planos para evitar las previsibles consecuencias que tienen en nuestras
sociedades.
Todos somos seres humanos. Algunos se empeñan en no demostrarlo.
* Rachel
Weiner "‘Aryan’ and ‘Octoroon’: Couples challenge racial labels to get
married in Virginia" The Washington Post 6/09/2019
https://www.washingtonpost.com/local/legal-issues/aryan-and-octoroon-couples-challenge-racial-labels-to-get-married-in-virginia/2019/09/06/0c41d6bc-ca73-11e9-a4f3-c081a126de70_story.html
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