sábado, 7 de septiembre de 2019

Somos seres humanos o más racismo en los mismos lugares

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hay rincones de los Estados Unidos (no son los únicos) siguen aferrándose a las distinciones de raza para cosas que les molestan profundamente, como los "matrimonios interraciales", algo que en las mentes de muchos sigue siendo una aberración. En otros lugares es el matrimonio interconfesional, donde la mujer —siempre la parte más débil— pierde su identidad religiosa y pueden ser marginados. Se puede cambiar de religión si te dejan, pero no se puede cambiar de piel por mucho que se empeñen. La piel es la última frontera frente a la igualdad teórica. Se aceptan muchos aspectos con mayor facilidad, pero la "frontera racial" sigue siendo un tabú en muchos lugares por la percepción de "amenaza" para el grupo dominante, que la percibe como "desintegración" a través del "mestizaje".
El problema más grave es que se está retrocediendo en muchos lugares al intensificarse los elementos xenófobos y racistas que reaparecen con los avances de los nacionalismos y los populismos que hacen de ellos de esto puntos sensibles emocionales.
The Washington Post nos trae un reportaje sobre la cuestión de los matrimonios con el titular "‘Aryan’ and ‘Octoroon’: Couples challenge racial labels to get married in Virginia". El trumpismo —lo hemos recogido aquí muchas veces— tiene un fondo racistas, lo declare expresamente o no, lo que implica que los que se sienten respaldados por la victoria presidencial consideran que exhibir sus conductas racistas forma parte de la nueva política norteamericana. "Hacer América grande" es hacerla también "más blanca". Pero el trumpismo, una doctrina implícita e intuitiva (in tuit iva) hace que cada uno perciba las manifestaciones presidenciales como órdenes para llevara a cabo sus desmanes. El ejemplo más claro es del de los asesinatos de mexicanos en El Paso, respuesta directa a las ideas presidenciales sobre la "criminalidad" de los que cruzan la frontera. El asesino se percibe como un obediente sicario presidencial, un "buen americano" defendiendo su patria amenazada.
La aplicación de las distinciones raciales en las licencias matrimoniales es una más de las formas de discriminación practicadas desde las administraciones. El caso que se comenta se refiere especialmente a uno de los viejos estados "confederados", Virginia. Nos cuenta el diario el problema planteado:

When they applied for a marriage license in Rockbridge County, Va., Brandyn Churchill and Sophie Rogers were told they could not have one unless they each chose a race, from a list that included “Aryan” and “Octoroon.”
The Supreme Court struck down Virginia’s ban on interracial marriage over half a century ago. Yet the mechanism by which that prohibition was enforced remains on the books: a requirement that all would-be newlyweds identify by race. To fill out the form falsely is a felony.
So, weeks away from their planned Oct. 19 wedding at a barn in Fincastle, Va., the couple is challenging the law in Virginia federal court. Joined by two other engaged couples, they argue the law is a racist holdover that has no place in modern marriage.
The suit is part of both efforts to scrape away vestiges of segregation in Virginia and to move away from institutional categorization in both race and gender. The plaintiffs say people should be free in their personal lives to identify by race but shouldn’t be forced to, under the First, 13th and 14th amendments. But the lawsuit raises a more challenging question: Can the government address discrimination without labels created from it?*


En el titular del diario, "Octoroon", se refiere a la vieja forma de medir la cantidad de "sangre negra presente", y significa un octavo, "una parte de ocho" de sangre negra. Se puede tener una parte de dos (hijo matrimonio entre dos personas de razas distintas). Sus hijos tendrán una cuarta parte, sus nietos un octavo. Es lo que quiere decir "Octoroon", que tuvo un abuelo o abuela negra. Eso siempre no se haya producido un matrimonio intermedio con nuevas diferencias. Son los "ocho apellidos vascos" de Virginia o "ser español por los cuatro costados", representando estos los pares familiares previos.

El sistema sigue haciendo de la sangre el elemento de clasificación de las personas. Lo hace además en un aspecto que considera esencial: el matrimonio y marcar su la descendencia. Es un acto de clasificación de las personas. Los nazis lo hicieron con los judíos, los clasificaron y cosificaron. Hay un interesante libro sobre la participación de la IBM, una compañía norteamericana especializada precisamente en el censo y su colaboración con el régimen nazi antes de la guerra. Afortunadamente, como se señalaba en la obra, la automatización con la informática no llegaría hasta mucho después. Cruzar datos manualmente no es tan sencillo o al menos no tan rápido.
La clasificación por razas parte de un principio equivocado: que las razas existen. La raza precisamente es el invento del racismo para justificar sus acciones., Científicamente se rechazan. Existe una enorme variación en nuestra especie, la humana. Más hoy que se detecta en nuestro ADN el intercambio con neandertales. El aislamiento que creó las diferencias remite hoy en un mundo global en el que las personas de lugares muy diferentes se encuentran en lugares  y situaciones comunes (universidades, turismo, empresas internacionales, etc.). Sin embargo nos seguimos empeñando en distinguirnos y separarnos sin tener en cuenta que hace mucho que esto cambió:

“When I have to put down my race, most of the time I’m kind of forced to stick myself in a box I don’t necessarily fit in. . . . I’m not Asian, I’m not American Indian, I’m not black, I’m not white,” said Ramkishun, 26, who is of Asian Indian and Guyanese descent. “We don’t want to put ‘other’ because we’re not ‘other. ’ We are human beings.”*


Si los seres humanos no hemos comprendido todavía que la "pureza" de sangre no existe como tal, que no es más que un prejuicio cultural, una forma de discriminación para contener a aquellos con los que no queremos construir juntos nuestra sociedad o asignarles posiciones de sumisión (esclavitud) es porque no nos interesa comprenderlo. Es ceguera interesada, prejuicio.
Hay un libro que habría que reeditar todos los años, "No está en los genes. Racismo, genética e ideología" (1987), firmado por los científicos Richard C. Lewontin, Steven Rose y Leon J. Kamin que dejó claro hace más de treinta años que el racismo era solo una forma de discriminación y no un planteamiento científico. Las distinciones de género plantean otro reto desde la igualdad de las personas.

Todas las distinciones que queramos realizar entre nosotros son las viejas formas de ejecutar el poder en la sociedad, del patriarcado al racismo, de la misoginia a la xenofobia. Las barreras para separar, las clasificaciones para distinguir, etc. no son más que mecanismos acumulados de control social, de mantenimiento de privilegios raciales o sexuales.
Todos somos seres humanos somos iguales y el gran avance de la Humanidad es precisamente el reconocimiento de nuestra universalidad en nuestras diferencias, que son enriquecedoras. Nada hay más negativo que la endogamia y nada más enriquecedor que abrirse al mundo. Por eso, cuando aumentan los contactos, aumentan la violencia de la resistencia de aquellos interesados en resaltar las diferencias como barreras infranqueables.
Mientras se pone el acento en las diferencias se aumenta también lo peor de nuestras culturas, que son sistemas que deben estar abiertos a revisión, bajo penas de convertirse en cárceles inhumanas. El ser humano es cultural y por ello de enorme plasticidad en su forma de ser. No hay más destino que el que nos imponemos o imponemos a los otros. Gran parte de nuestra vida debería estar dedicada a liberarnos de aquellos cepos y grilletes con los que cargamos en la Historia.
Esas parejas de Virginia, peleando por poder vivir una vida sin ser "marcados" es un ejemplo de cómo hay que luchar contra los prejuicios y las estigmatización de los demás. Ellos han sabido luchar muchas veces contra sus propias familias. Ahora les toca hacerlo contra las instituciones que se empeñan en mantener barreras que ellos han superado. 


El control de la sexualidad con fines racistas no es nuevo. Las leyes norteamericanas han sido estrictas prohibiendo los matrimonios mixtos. La imagen que abre este post es de la película Loving (2017) que recoge la historia de lo que sería la decisión final del sistema judicial norteamericano sobre los matrimonios mixtos, el caso Loving vs Virginia (1967), el estado más beligerante contra estos matrimonios. No deja de ser significativo que sean estos estados iniciales de los Estados Unidos los más beligerantes en estas cuestiones. Siempre vuelven a plantarse porque el racismo es profundo en ellos. De nuevo, sesenta años después es necesario volver a plantear problemas.
El aumento del racismo y la xenofobia en muchos países es el resultado de volver a apelar a ellos para el control social y para movilizar políticamente a la gente. La ignorancia y las emociones fáciles hacen el resto. Hay que combatirlos en todos los planos para evitar las previsibles consecuencias que tienen en nuestras sociedades.
Todos somos seres humanos. Algunos se empeñan en no demostrarlo.


* Rachel Weiner "‘Aryan’ and ‘Octoroon’: Couples challenge racial labels to get married in Virginia" The Washington Post 6/09/2019  https://www.washingtonpost.com/local/legal-issues/aryan-and-octoroon-couples-challenge-racial-labels-to-get-married-in-virginia/2019/09/06/0c41d6bc-ca73-11e9-a4f3-c081a126de70_story.html

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