martes, 17 de septiembre de 2019

El movimiento analógico

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Si ayer hablábamos de las quejas sobre el sistema educativo de Andreu Navarra a través de su entrevista en el diario El País, hoy el diario El Mundo añade más quejas, esta vez dirigidas directamente contra la digitalización del aula recogiendo una iniciativa sobre el papel, que —como el vinilo— vuelve a estar de moda. Lo hace con un titular directo, "La rebelión analógica de la escuela", contándonos las peticiones de algunos profesores y padres sobre la forma de enseñar a sus hijos.
Durante algunas décadas, desde mediados de los años 90 del siglo pasado, se inició una transformación social, la conversión del mundo en digital. En algunos sectores —como los medios de comunicación— la conversión fue dramática pues alteró el funcionamiento a través del cambio de las formas de consumo. Pero, dicho así, no decimos muchos sobre los efectos. Los hemos comentado: trivialización, lectura fragmentada, búsqueda desesperada de la atención, pérdida de identidad de los medios, etc. En otros sectores, la digitalización produjo también efectos drásticos mediante la progresiva automatización que nos lleva a seguir debatiendo hoy. ¿Iba a ser la educación distinta?
La educación ha sido uno de los medios más afectados. Pero decir la Educación parece que a quien afecta es a las escuelas y no a los que pasan por ellas. No se han evaluado los efectos de la transformación de nuestra cultura en cultura digital. No es solo una cuestión del "libro".
El artículo de El Mundo nos habla de un profesor de Matemáticas de un instituto que ha decidido invertir el proceso. Fernando de la Cueva, se nos dice, tras 31 años de docencia va a cambiar su forma de enseñar:

El pasado jueves Fernando se presentó en el instituto con 120 libros de Matemáticas de Anaya de la edición en papel de 2008 para prestárselos a sus alumnos, en contra del criterio de la dirección del instituto. Son 103 kilos de peso que llevó cargando a pulso desde el coche al aula mientras el resto de profesores le miraba estupefacto. Los ha recopilado gracias a profesores de otros centros y familias que simpatizaron con su causa. Envió correos electrónicos a todos los colegios públicos, privados y concertados de Aragón, a las asociaciones de padres y a la mayoría de profesores de Matemáticas de la comunidad autónoma. «Es un libro de hace 11 años, pero había mucha gente que lo conservaba. Unos y otros se han solidarizado conmigo con muchísima generosidad. Me han llegado libros de pueblos y capitales de las tres provincias aragonesas», explica.
Su clase va a ser la única del curso que no utilice e-books en Matemáticas. Él defiende que para su asignatura no funcionan. «En Matemáticas estamos constantemente haciendo anotaciones con un lápiz en los márgenes de los libros. Pero tratar de modificar un texto digital es muy trabajoso, porque sólo para subrayar una frase los alumnos tardan 10 minutos. ¿Y cómo apuntas una fórmula o un símbolo, dibujas una esfera o marcas su diámetro? ¿Cómo cambias una escala que está mal? Es imposible usar el compás para medir una circunferencia porque no se puede clavar la aguja en el cristal», argumenta.
Sostiene que, durante los últimos cuatro años, en que sus alumnos han trabajado de forma experimental y voluntaria con las tabletas, el rendimiento ha bajado. No son sólo los inconvenientes técnicos, sino que los críos se pasan el rato en YouTube o en Instagram. Se distraen. Piensan más en los likes que en el álgebra, la geometría o la aritmética.*


Ayer le pedía a una alumna que me escribiera sus datos para un cambio de grupo. "— ¿Me puede dejar un bolígrafo?", me dijo. "—¿Vienes a clase sin un bolígrafo?. "—Tengo el ordenador", me contestó. La respuesta me sorprendió, aunque no debiera hacerlo. Pero sigo llevando cantidades desorbitadas de bolígrafos (alguna vez los fotografío) en los bolsillos. Los llevo negros, rojos, azules y verdes; para rotular DVD, de varios colores para escribir en mi pizarra plástica a la que me levanto a garabatear. Los llevó junto a cantidades de cuadernos en los que hago gráficos y más gráficos cuando expreso unas ideas en las tutorías de TFG, TFM o tesis doctorales. Sí, me paso el día haciendo anotaciones, esquemas, garabatos, listas, etc. en pequeños cuadernos de diferentes colores. No piensen que soy una reliquia. Además cargo con un pequeño ordenador que se parte en dos dejándome un portátil o una tablet, según el caso. Cargo además con dos ebooks (modelos distintos), cada uno de los con una surtida biblioteca y algunos libros. ¡Hace falta energía para cargar con dos sistemas culturales!

en mis bolsillos
Soy editor digital de revistas culturales desde 1995, una de las pioneras en España. He vivido la transformación de la educación y de las aulas. Y no puedo ser más crítico con ello. Mi queja ha sido siempre la misma: se ha crecido sin objetivo, o, peor, se ha crecido pensando solo en el desarrollo del sector sin pensar en algo básico: los efectos cognitivos de los cambios en los medios. Era el abc de Marshall McLuhan sobre los cambios entre los medios y las mentes y sociedades. Pero ¿quién se iba a molestar en leer a McLuhan a estas alturas?

Lo que dice el profesor De la Cueva es un efecto evidente. Yo se lo explico muchas veces a los alumnos que se esconden tras sus ordenadores y que padecen muchos de ellos en las aulas universitarias los mismos problemas que en las de secundarias. El papel y las pantallas son complementarios pero se dan en un contexto en el que uno ha derrotado claramente al otro. En la idea de "derrota" hay muchas cosas dentro, algunas muy importantes porque se refieren a la ruptura cultural porque la lectura digital no deja restos. No hay biblioteca a la que regresar; es un usar y tirar la mayoría de las veces.
Hay estudios que hablan desde el plano cerebral de los efectos de la escritura manual y la memoria frente al teclear de los ordenadores. Muchos hablan de la queja de la falta de atención porque al ser un dispositivo de usos múltiples, el ordenador nos llama mientras leemos y nos distrae. En gran medida, el ebook se convierte en una herramienta de lectura que permite la atención porque no lo conectamos. La tablet está conectada y es una tentación. Tenemos alumnos en clase revisando el correo o viendo noticias mientras estás explicando. Son incapaces de retener su atención en lo que se les dice. Son adultos, pero su comportamiento, pasado algún tiempo, es el de niños. A veces discutes con compañeros que acaban convirtiendo sus clases en espectáculos y presumen de retener la atención. No entienden dónde está el problema. Muchos son ya hijos del sistema. La universidad acaba premiando sus esfuerzos digitales sin entender que no hay reflexión sobre los efectos, solo la idea de que se ahorra en fotocopias. Pero no existe una formación real en los usos y proyectos que se pueden realizar para mejorar la enseñanza de unos contenidos. Las materias y sus contenidos son muy distintos; se pueden aprovechar muchas cosas, pero no se piensa en ellas en la gran mayoría de los casos.

El mundo de mi padre
El artículo de El Mundo nos habla de otras personas, de padres de familia, que están empezando a plantarse ante la imposición de las "tabletas" en los colegios sin que a ellos les pregunten. Hay ya una lucha por delante. Por ahora se pide, como hace De la Cueva, un aula analógica. Pero como los resultados educativos sean claramente favorables, puede haber un serio problema para nuestras autoridades educativas, que pueden verse contra la espada y la pared.

Algo se está moviendo en la escuela. Hay una revolución en ciernes protagonizada por personas como Fernando. No son antitecnológicos, pero piden una reflexión en torno a la tendencia a sustituir los libros de papel por las tabletas sin evaluar sus efectos. Cada vez hay más docentes, padres y directores que están plantándose ante la creciente digitalización de las aulas.*

Es cierto. Ignorar los estudios o las reflexiones sobre el tema es suicida. Sin embargo, se ha hecho. Quizá se ha llegado a un punto en que la evidencia no requiere de sesudos estudios. Al igual que los señalados en el artículo, soy partidario —y así lo he hecho durante décadas— de la tecnología. Antes se hablaba de Tecnologías de la Palabra. A lo largo de los 80 y 90, toda una serie de teóricos de la palabra comunicada, es decir, en intercambio o mediación, estudiaban las relaciones y efectos de la aparición de los nuevos medios sobre los viejos y, especialmente, sobre nuestro cerebro y orden social. Casi todos ellos, como el propio Marshall McLuhan eran profesores de Literatura. Creo que no era una casualidad; eran personas acostumbradas a la palabra en forma de texto y a su transmisión social. La idea que había llegado de la llamada Escuela Canadiense (Harold Innis, M. McLuhan, W. Ong...) y otros norteamericanos era sencilla: los medios dan forma a la cultura, organizan la sociedad para la recepción de los mensajes. Las sociedades orales tienen plazas en las que ir a hablar. Las sociedades del papel, del libro, tienen otra organización con sus centros de saber, como las bibliotecas (públicas o privadas), con sus autoridades (académicos, escritores, etc.) librescas, etc.
Nuestros medios digitales han ido dando forma a nuestras sociedades y a nuestras mentes. No tenía por qué ser distinto esta vez. Nuestro entorno ya es distinto. Contrasta el silencio de nuestras bibliotecas, el valor del silencio para el estudio y para permitir la concentración, con la cacofonía atencional de nuestras redes. Hemos creado un mundo ruidoso real y metafóricamente.


No sé si algo se está moviendo, pero espero que sí. Lo que padecemos es la falta de reflexión sobre lo que parece construirse solo. La aceleración de los cambios ha conseguido en una generación que todo sea distinto. Y no todo es bueno.
Durante algunos años fui invitado a distintos foros para hablar de estas cuestiones. Había preocupación entre el profesorado, especialmente el de Humanidades, sobre los efectos de la transformación digital. Luego llegó la aceptación política y las escuelas se transformaron eliminando las distancias entre el interior y el exterior. Las experiencias que se cuentan en el artículo de El Mundo no son muy diferentes a las que vivimos en la Universidad. Si ayer era un profesor de Literatura quien criticaba, hoy lo hace uno de Matemáticas. No son los únicos.
Casi todos se quejan de lo mismo: el mal uso de la tecnología y sus efectos negativos en los resultados. Efectivamente, no se trata de evitarla, de aislarse, sino de poner cada cosa en el sitio donde sea más efectiva para la formación, que es el objetivo último. Lo importante es entender que lo analógico y lo digital representan dos formas de trabajo de la mente. No son sustitutivas: son complementarias si se usan bien y en conflicto si se hace mal.


* "La rebelión analógica de la escuela" El Mundo 17/09/2019 https://www.elmundo.es/espana/2019/09/17/5d7fe2d421efa095348b45c3.html




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