La Lingüística,
especialmente a través de la Teoría de los Actos de Habla, le ha dedicado
atención a la promesa. Es un tipo de oración que se realiza en el presente y
nos remite a algo que se cumplirá (presuntamente) en el futuro. No es casual que la promesa,
entonces, se haya hecho el centro de la comunicación política.
La
promesa política tiene dos modelos, la del político en el poder, que tiene que
concretarse en su mandato, y la del opositor, que nos exige el apoyo previo desde
la creencia en que efectivamente harán lo prometido cuando lleguen al poder.
En
teoría, lo que se promete deberá ser
cumplido al llegar al poder. Las promesas tienden
ser más improbables cuantas menos probabilidades de llegar al poder se tenga.
Por esto los partidos marginales se suelen permitir muchas libertades con sus
promesas, ya que saben que no llegarán al poder y no tendrán que cumplirlas.
Los partidos con probabilidades, en cambio, deben tener mucho cuidado con lo que
prometen para no ser recriminados después si no las cumplen. Atrás quedaron los
tiempos del "Solo os puedo prometer, sangre, sudor y lágrimas" que
Sir Winston Churchill ofreció al sufrido pueblo británico en la época de la II
Guerra Mundial.
La
promesa es el centro de la Política, para bien o para mal, en un sistema
democrático. Esto no debería ser un problema a menos que la política se convierta solo en el arte de hacer promesas. La cuestión
está en que hoy la política democrática de dirime en un escenario mediático en el
que las promesas compiten entre sí para conseguir primero atención y después votos. Es difícil conquistar a los electores con realismo;
prefieren, como con Trump, que les prometan una "América grande de
nuevo" o un Reino Unido como centro de un nuevo imperio victoriano. Es fácil
prometer, decimos; más difícil es cumplir.
Con el increíble
título "No one thought a UK Prime Minister could be worse than Theresa
May. Until now", la CNN (de nuevo Eliza Mackintosh) nos ofrece las
consecuencias de la facilidad de prometer de Boris Johnson. El Brexit mismo es
una "promesa" que nadie sabe cómo cumplir o, peor, saber cuáles serán los
efectos reales de intentar cumplirla.
Ya
hemos visto (vemos cada día) lo terribles efectos destructores... ¡en la
política y la sociedad británicas! Todos los beneficios prometidos son hasta el
momento una crisis sin precedentes en el Reino Unido, que sigue golpeándose su
propia cabeza con un martillo ante la mirada atónita del resto del planeta.
Señala
Eliza Mackintosh:
Could someone be worse than Theresa May, the UK
Prime Minister widely panned as "the Maybot"?
By the end of her inglorious three-year stint
in Downing Street, even her most loyal supporters admitted that the robotic May
would never be regarded as one of the greatest British leaders.
By comparison, Boris Johnson's off-the-cuff,
sunny disposition made him a darling of Conservative Party members who chose
him for the top job when May finally resigned, defeated by her inability to get
a Brexit deal through Parliament.
On his first day as Prime Minister, Johnson
promised a bold new Brexit deal, bashing the "doubters, doomsters, gloomsters"
and the political class who he said had forgotten about the British people they
serve. It was as if an upbeat attitude alone could be enough to overcome any
adversity on the United Kingdom's path to exiting the European Union.
For a moment, it seemed he would breathe new
life and, in his words, "positive energy," into the Brexit process.
Some thought, just maybe, he could manage to do what May did not.
How quickly it all went wrong.*
La historia de cómo la "nada" del Brexit se tradujo en una
crisis sin precedentes devorando a todos los que tratan de sacarlo del plano de
la promesa al de la realidad debería servir de ejemplo a los políticos (y a los
pueblos) sobre los peligros de hablar demasiado en política y, especialmente,
vivir de crear situaciones conflictivas ofreciendo cosas difíciles de cumplir
sin una evaluación de riesgos.
El temor a que los demagogos, como Farage, les quitaran
protagonismo o poder con la promesa de salir de Europa, presentando a esta como el
enemigo que mantenía a Reino Unido humillado y pobre, hizo que los
conservadores se fueran apuntando a esta promesa.
Cameron cayó en la trampa y
arrastró a todos al agujero negro del Brexit con su referéndum, decidido por las promesas más infames de lluvias de oro. Es más fácil prometer lo
imposible que explicar lo posible.
A Theresa May le tocó intentar llevar al
papel algún tipo de acuerdo debatiendo contra un continente, contra la realidad, contra la
oposición y su propio partido y, finalmente contra la
Historia y el sentido común. Demasiado para alguien que solo contaba con el apoyo de Donald Trump,
un presidente que no sabe si su resort está
en Irlanda o en Reino Unido, como ha mostrado la prensa norteamericana a través
de uno de sus tuits.
Boris Johnson es el hombre de las promesas. Su éxito inicial ha
sido prometer que haría lo que May no hacía. Luego, como dice Mackintosh, "quickly it all went wrong".
La cuestión es que May hizo mucho
más que lo que ha hecho él, aunque el camino le llevara a la picota a manos de su propio partido y la oposición. "¡Qué mujer más tozuda!",
interpretaron leyendo los labios a Corbyn, aunque algunos creen que fue algo
más expresivo. No hay esas dudas con lo que llaman a Johnson, cuya lucha
bufonesca no tiene nada de épica. Simplemente se encuentra con lo que ha
buscado.
Boris Johnson promete. Lo hace sin tener en cuenta que lo
que va a tener enfrente es lo mismo que May, pero más hartos y aburridos. Es unilateral y obcecado. Escribe
Mackintosh: "Now, he is effectively trapped in Downing Street, with Corbyn
holding the keys". Y es cierto. Su histrionismo calculado ya no le sirve de nada. Johnson se ha agotado en el "programa piloto". No hay serie.
El remate lo ha puesto el hermano de Boris, Jo Johnson, el
diputado y ministro, al presentarle la dimisión a su propio hermano. Eso le ha
dado un arma fácil a la oposición, como bien señala Mackintosh. ¿Tú también, Jo?
En un acto en el que
Johnson se rodeo teatralmente de cadetes de la Policía, Eliza Mackintosh escribe:
Finally, in the heat, one of the cadets behind
him sat down, apparently to avoid fainting. Johnson turned to ask her if she
was okay, promised to end the event, but carried on anyway.*
La anécdota nos lleva de nuevo al valor que la promesa tiene
a manos de políticos como Johnson, un puro ejercicio retórico de calmar o atraer
a los demás, según el momento. No creo que el mareo del cadete le importara mucho.
Era solo parte del decorado que necesitaba para transmitir sus promesas.
El Brexit está marcando la política en el fondo y en las formas. Habría que aprender a moderar las promesas y evitar que los partidos importantes jugaran a prometer cosas como si no fueran a llegar al poder.
La salida de Reino Unido de la Unión Europea es un asunto trascendente, de los más importantes en política internacional y europea en particular. La frivolidad de los Farage, Cameron o Johnson, la tibieza de muchos otros, se está pagando. Hoy la promesa del Brexit se está tragando a todos. Johnson está ya en el poder; ha servido para que se pregunten si queda algo peor.
* Eliza
Mackintosh "No one thought a UK Prime Minister could be worse than Theresa
May. Until now" CNN 6/09/2019
https://edition.cnn.com/2019/09/06/europe/boris-johnson-theresa-may-brexit-gbr-intl/index.html
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