Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Suele decirse en español "si las miradas mataran..." La mirada de Greta
Thunberg a la llegada de Donald Trump a la reunión internacional contra el
cambio climático era de ese tipo de mirada fulminante y sin disfraz por
inesperada. El cámara que la pilló al vuelo supo que allí estaba el foco del
interés. Era una especie de duelo desigual en el que la torpe ligereza del
poderoso contrastaba con la energía que se desprende de esa figura menuda que
es Thunberg.
Es la
energía de las causas valiosas que, por extraños motivos, va quedando en manos
de adolescentes que saben defenderlas y arrastran multitudes, como en el caso
de Malala, Yousazfai, la niña tiroteada por salir a la escuela y que convierte
su vulnerabilidad en energía infinita para reivindicar el derecho de las niñas
del mundo a la educación allí donde eso que algunos llaman
"tradiciones" les impide hacerlo condenándolas a la dependencia y a
la sumisión.
Greta
Thunberg es un rostro que transmite energía, decisión y enfado. El rostro de
Malala, deformado por los disparos, transmite la misma energía desde una mezcla
de dolor y alegría. Ambas son capaces de convertir sus objetivos vitales,
aquello a lo que dedican sus existencias, en causas globales que sirven de
ejemplo a millones de personas.
La
irritación de Greta Thunberg, una ira nórdica, contrasta aparentemente con la
personalidad de Malala, pero creo que pertenecen a la misma especie de líderes,
cada una con su estilo moldeado por la cultura en la que han crecido. Las dos
arrastran con su forma de enfrentarse a los problemas que otros apartan, como
Donald Trump, convertido en el anticristo del movimiento contra el cambio
climático. La mirada de Greta no deja dudas de la opinión que le merece.
Pero no
son solo miradas lo que define su visita a Nueva York. Las palabras de Greta
Thunberg han sido directas y partiendo del principio básico del robo del
futuro:
"Estamos al inicio de una extinción
masiva y de lo único que podéis hablar es de dinero y de cuentos de hadas sobre
un crecimiento económico eterno", ha dicho esta joven de 16 años con
lágrimas en los ojos. "¡Cómo os atrevéis!", ha espetado.
"Habéis robado mis sueños y mi infancia
con vuestras palabras vacías", les ha dicho, al mismo tiempo que ha
recalcado que aún están a tiempo de corregir el rumbo. Pero, "si elegís
fallarnos", ha advertido, "nunca os perdonaremos".*
De
hecho, si no hacemos algo, habrá pocos para perdonar en un mundo cada vez más
desquiciado climáticamente. Las palabras de ese intelectual fino llamado Mike
Pompeo sobre cómo aprovechar el deshielo polar para abrir nuevas rutas
comerciales quedarán en la antología de la estupidez política y de la falta de
sensibilidad ante los problemas reales que nos afectan a todos. Pero los
Estados Unidos de Trump siguen pensando que pueden vivir aislados, como una
isla paradisiaca, donde según palabras del presidente, "el aire y el agua
nunca han estado más limpios". Es difícil encontrar picos más altos en la
necedad, pero seguro que encuentran algunos más para irse superando.
Los
llamamientos para combatir el cambio climático, que nos llegan desde todos los
ámbitos, incluido los distintos campos científicos que se manifiestan con sus
datos escalofriantes por la velocidad con que evolucionan hacia peor, son múltiples.
No se debe cometer el error informativo de considerar esto como una
"cuestión de activistas". Es una cuestión de todos y como tal se debe
tratar.
Por
encima de los detalles mediáticos, del atractivo de las personas en las causas,
son estas las que prevalecen. La función de Greta Thunberg o de Malala
Yousazfai es poner el foco sobre los problemas, sobre sus consecuencias. La de
los demás, cada uno en lo que esté en su mano, hasta llegar a los verdaderos
responsables de llegar a la acción, de tomar medidas eficaces.
El
"¡Cómo os atrevéis!" de Greta Thunberg ha dado la vuelta al mundo. Su
"me habéis robado mis sueños con vuestras palabras vacías" o "yo
debería estar en la escuela ahora" son gritos de rabia que se deben tomar
literalmente. Martin Luther King pudo o no "tener un sueño", pero la
activista sueca sí está dejando de hacer lo que dice, que es a lo que tendría
derecho como niña, como adolescente. Donde King tuvo un sueño, Thunberg tiene
una pesadilla. Y lo malo es que esa pesadilla es real, está sucediendo, lo
tenemos delante y en las cifras que van cayendo con nuevos records en el
calentamiento que se traducen en una inestabilidad constante que irá creciendo
y tendrá efectos sistémicos.
Pensar
en cambios del clima es hacerlo sobre las consecuencias que tienen sobre la
naturaleza y sobre nosotros los humanos. Muchos tienen todavía en mente que
estas campaña son como las de "¡salvemos a la ballenas!", etc. Eso
son solo piezas de algo de mucho mayor alcance por los efectos sistémicos. El
gran problema, esa extinción masiva
de la que habla Thunberg, no es una broma. Es una realidad que se acerca a
nosotros con velocidad de vértigo ya que se van multiplicando los efectos en
cadena.
De los
incendios masivos a la muerte de la abejas, todo está relacionado. Estamos
dentro de un planeta que muchos no entienden que ya es pequeño, muy pequeño
porque cada vez somos más y lo gestionamos peor.
Ha
sorprendido el titular del Financial Times sobre el "reset" del
capitalismo. El beneficio ya no puede ser la guía de la acción porque
desatiende los problemas comunes y se guía por el egoísmo de unos pocos y
desplaza los problemas de un lugar a otro.
En el
artículo de Milagros Pérez Oliva en el diario El País se reflejaba la idea del
Financial Times explicando la decisión de algunas de las empresas más
importantes del mundo ante la perspectiva de que el futuro ya no exista como
tal para nadie porque nos traerá problemas que el dinero no puede solucionar.
El final de su artículo llega a la siguiente conclusión:
Los caballeros de la Business Roundtable
empiezan a ver las consecuencias: “Estados Unidos merece una economía que
permita a cada persona tener éxito a través del esfuerzo y la creatividad y
llevar una vida digna”; “hay que proteger el medio ambiente” y “fomentar la
diversidad, la inclusión, la dignidad y el respeto”. A este coro se unió hace
dos días la voz de Jeff Bezos, el hombre más rico del planeta: “Hasta ahora
hemos estado en medio del rebaño, pero ahora queremos ser líderes y modelos de
comportamiento”, dijo al presentar el plan de Amazon para reducir emisiones.
Mientras los gurús de la economía hablan de que viene una nueva recesión, la
marea de jóvenes en defensa del planeta no deja de crecer en un movimiento
global que impugna todo el modelo económico. ¿Será que le han visto las orejas
al lobo?**
No lo
sabemos. Da igual porque también ese lobo está en peligro de extinción. Lo que
Greta Thunberg llamó el "modelo de crecimiento eterno" no es ya
sostenible ni en un sentido ni en otro, ni en lo económico ni en la lógica planetaria.
Solo los ignorantes o los malintencionados pueden creer que las cosas no se
agotan. Pero ambos tipos tienen cierta sorprendente facilidad para llegar a la
presidencia de los países, de las empresas o de cualquier órgano de decisión si
no se remedia. La idea de que están destruyendo su futuro lleva a los jóvenes a una posición clara y recriminatoria. La irresponsabilidad de hoy es el desastre de un mañana que por lógica y naturaleza pertenece a los jóvenes. Su voz tiene derecho a escucharse.
¡Cómo os atrevéis! es una forma directa de plantearlo, llena de sentido
*
"El enfado de Greta Thunberg: “¿Cómo os atrevéis? Habéis robado mis
sueños”" El País 23/09/2019 https://elpais.com/elpais/2019/09/23/videos/1569256858_367484.html
**
Milagros Pérez Oliva "Reiniciar el capitalismo" El País 22/09/2019
https://elpais.com/ccaa/2019/09/21/catalunya/1569098714_303945.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.