jueves, 11 de abril de 2019

A cada uno su fantasía

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es triste constatar cada día que la política se ha vuelto un arte de ficción. Lejos de enfrentarse a la realidad, la fabrica. Cuanto más necesitados estamos de personas capaces de enfrentarse a los problemas comunes, la política se dirige hacia la fantasía, hacia los cuentos terroríficos con los que llevarnos a las urnas, a un universo maniqueo en el que el centro es quien habla. Desde esa perspectiva, el discurso va creando una fantasía envolvente en la que el objetivo es modificar nuestra percepción y sumergirnos en la ofrecida. Es un puro acto de seducción alienante cuyo objetivo es alejarnos de la realidad. Se trata de derruir el edificio y de construir en el solar un nuevo edificio.
Hace unos días traía aquí mi malestar por lo ocurrido durante una comida en que se introdujo  de la "eliminación del delito de odio". Expliqué mis motivos al rechazo de esa idea que se va dejando caer como el que lanza pan al estanque para atraer a los peces. Se camufla como libertad de expresión, como un derecho de cada uno a decir lo que quiera, se dice que algunas cosas que se hicieron antes no se podrían hacer ahora, por lo que se despierta el sentimiento de pérdida convirtiendo en "progresista" lo que no es más que la más vieja estrategia, hablar en nombre de la libertad para acabar derribándola. La burbuja de la fantasía te va envolviendo hasta dejar desconectado de la realidad.
El titular del diario El País de ayer, día diez, muestra con claridad la raíz del malestar que sentía, "Abascal quiere despenalizar la instigación al odio contra las minorías". El diario nos explica:

Santiago Abascal quiere despenalizar la incitación al odio y perseguir a quienes ayuden a los inmigrantes irregulares. Así lo anunció el lunes por la noche en el programa El Gato al Agua, de Intereconomía.
Tras rechazar las acusaciones de xenofobia que se hacen a su partido, agregó: “Incluso quieren perseguir la opinión, como le está ocurriendo a nuestro secretario general Javier Ortega, al que está investigando la Fiscalía por haber dicho que estamos en contra de la invasión islamista; es decir, de aquellos que quieren imponer la sharia. Nosotros no nos vamos a callar. No solo eso: el día que gobernemos vamos a acabar con esas leyes que nos quieren amordazar e intentaremos que haya otras leyes para perseguir a los cómplices de la invasión islamista en España”.



La burbuja del partido de Abascal busca aislarnos del entorno reinventado y reorientado, reinterpretando. Es la política de los narradores, de los fabricantes de las 1.001 noches políticas en las que todo cabe mientras existan cohesión y coherencia, dos de las características del funcionamiento textual. Se maneja el código que lo hace legible y se manejan los elementos que dan sentido en el interior del texto, aunque no lo hagan con lo exterior. Como en la fantasía o en la Ciencia-Ficción lo importante es el criterio interior, el del universo que se fabrica, el que marca lo aceptable. Vivir dentro de una fantasía, dentro de un relato novelesco, de una película, de un sueño significa vivir bajo otras reglas. Se cancelan al despertar, al cerrar la novela, al encenderse las luces de la sala. Pero mientras estamos dentro, funcionan con la misma precisión que las de la realidad. Ven a mi fantasía.

La política se convierte en la búsqueda de puentes para realizar el tránsito de la realidad que vivimos a la isla imaginaria en donde las cosas encajan. Es donde te explican todo, donde todas tus preguntas son contestadas con firmeza: por qué cobras poco, porqué pagas mucho, por qué debes tener miedo, por qué los otros son malos y tú bueno, quiénes sobran, qué te falta... Todo, todo es contestado dentro de la burbuja.

La modificación de las estrategias comunicativas hace que los partidos se ven arrastrados hacia esas burbujas seductoras que los más radicales fabrican ante el temor de no ser lo bastante "intensos" y quedar empalidecidos junto a ellos. Vivimos en un ecosistema mediático que necesita del exceso para lograr la atención. Al exceso comunicativo le ha seguido el exceso ideológico, deslizándose más todos hacia propuestas más radicales por necesidad relativa.
El desprestigio de la política tradicional ha sido el centro de la campaña de Trump, por ejemplo, acusando a los demás de ser "políticamente correctos", de ser "miedosos" en la soluciones y asegurando no tener él esos prejuicios. Lo mismo podemos escuchar en nuestras campañas nacionales y europeas. Es el look radical el que se lleva.
Las burbujas contienen las propuestas propias y las imágenes distorsionadas ajenas. A veces, la ausencia de ideas conlleva el énfasis agrio en la descripción de los otros. Son ya varias menciones desafortunadas las que se están escuchando en campaña. El deterioro de la vida democrática es grande ya que la lleva a la hipocresía y al enfrentamiento continuo.
La burbuja de extrema derecha conlleva una serie de interpretaciones de la realidad que son peligrosas. Más cuando estas burbujas se están coordinando en Europa (y América) para dinamitar el sistema desde dentro. Aquí nos llevan unos al "franquismo", otros a la "Reconquista". En el Reino Unido del Brexit los llevaron a la Alemania nazi. Se buscan momentos conflictivos, asociaciones con situaciones negativas para movilizar a la gente, para meterlos en las burbujas respectivas.


El deterioro de la política es evidente. Faltan líderes con sentido común y actitud integradoras, con capacidad de lograr entendimientos sociales. Sobran agitadores y directores de comunicación que los maquillan y escriben para ellos. Hacen falta personas con sentido de estado y no asaltantes del poder, okupas de los cargos.
Las cosas que se están cuestionando nos llevan a situaciones impensables. Retrocesos en las cuestiones de la violencia de género o avances hacia el reconocimiento de la igualdad, que se consideran "ideológicas"; la xenofobia y el racismo adquieren tintes de nobleza heroica y salvadora en boca de los nuevos cruzados; en nombre del cristianismo se niega la asistencia médica, la educación, etc. a los otros y se pide que se dejen morir en el mar o convertir en "traficantes" a quienes les rescatan, como se señala en el diario El País, en el artículo citado.
Muchas veces siento indignación profunda hacia quienes han ido derivando para que lleguemos a esto, a este fraccionamiento en la percepción del mundo, a esta fantástica realidad diseñada a golpe de eslogan. Otras, simplemente náuseas por los recursos utilizados. 
Quizá la solución sea blindar mi propia burbuja, cada vez más unipersonal; atarse, como Ulises, al mástil. Sellarla. Desgraciadamente, como dijo el poeta Donne, nadie es una isla. Pero ganas dan.


* "Abascal quiere despenalizar la instigación al odio contra las minorías" El País 10/04/2019 https://elpais.com/politica/2019/04/10/actualidad/1554916142_490957.html

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