jueves, 4 de abril de 2019

Compañeros vitales y preguntas sin cierre

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En la obra póstuma de Oliver Sacks, que ha salido a nuestro mercado de publicaciones en enero de este año, publicada por Anagrama, con el título El río de la conciencia, el primer capítulo está dedicado a Charles Darwin. Antes, en la presentación de la obra, las tres personas que terminaron el proyecto definen a Sacks diciendo que "era capaz de moverse con fluidez entre todas las disciplinas". Señalan esto después de mencionarnos un encuentro que tuvo Sacks con el físico y matemático Freeman Dyson, el biólogo Rupert Sheldrake, el paleontólogo Stephen Jay Gould, el historiador de la ciencia Stephen Toulmin y el filósofo Daniel Dennett, todos ellos personajes muy conocidos del mundo científico en sus respectivas áreas de trabajo. Según nos cuentan, Sacks podían moverse entre todos ellos siguiendo sus respectivos discursos. Hoy no es frecuente este tipo de comunicación debido al encierro que el científico practica dentro de su campo. Es el mal de la especialización extrema, planteamiento generalmente aceptado.
Se nos dice en el texto:

En El río de la conciencia aborda la evolución, la botánica, la química, la medicina, la neurociencia y las artes, y evoca a sus grandes héroes científicos y creativos: sobre todo a Darwin, Freud y William James. Para Sacks,  estos escritores fueron compañeros constantes desde una temprana edad, y una gran parte de su obra se puede considerar una prolongada conversación con ellos. (10)

El pasaje me parece destacado porque refleja una actitud que hemos perdido en la vida y, sobre todo, en la educación. Vamos a tal velocidad que no nos paramos a reflexionar sobre lo que hacemos y sobre sus consecuencias. Nuestra obsesión por la medición de todo en busca de la eficiencia nos hace olvidar muchas cosas importantes, mantener una relaciones perversas con los demás y las cosas que nos rodean, que vemos desde perspectiva anómalas.
La idea de que Sacks se pasara su vida tratando de dar respuestas a las preguntas que había encontrado en las obras de sus compañeros vitales nos resulta extraña y más todavía si hay que explicarla a quienes crecen en la mentalidad práctica del usar y tirar. En época del resumen y del corta y pega, es difícil entender que necesitemos una vida para mantener un diálogo interior con esos compañeros, esos ecos de preguntas o cuestiones sin resolver. Sin embargo, esa es la actitud que nos forma realmente.
Nuestra época ha desarrollado el concepto de "conocimiento", el resultado de unos procesos, pero se olvida del proceso mismo confundiéndolo con los métodos, lo que tiene importantes consecuencias. El proceso para la obtención del conocimiento no es solo una cuestión exterior (que sería el método), sino una cuestión interior. Ahí la novedad que supone el conocimiento se convierte en la transformación interior, el camino interno, que es el de la maduración de la persona a través del proceso. Creer que es un proceso objetivo es una gran ingenuidad.
Sacks vivió su conocimiento como otros científicos o artistas, como un doble descubrimiento, interior y exterior. Podemos llamarlo pasión o de otra forma, pero es el entrelazamiento de lo exterior con aquello que somos y se transforma. La mera erudición o el control técnico dan un tipo de persona que se convierte en parte de la maquinaria que es hoy el trabajo científico, cada vez más regulado, mecánico y predecible en el 99% de la producción. Reservamos ese 1% para lo que supone realmente un salto, una diferencia —mayor o menor— respecto a la "ciencia normal". Gracias a ese porcentaje, podemos sobrevivir.


El trabajo de Sacks sobre Darwin insiste en lo importante que fue para él la botánica y la poca atención que sus trabajos en este campo merecieron.

[...] las plantas se identificaban, se clasificaban —nos dice Sacks— y se nombraban, pero no se investigaban. Darwin, por el contrario, era sobre todo un investigador, preocupado por el «cómo» y el  «por qué» de la estructura y comportamiento de la planta, y no solo por el «qué». (14)

Mucho de lo que hoy se hace no es más que esa preocupación por el "qué" que Sacks señala. Darwin iba más allá, eran las preguntas que le asaltaban ante la contemplación de las cosas. En su mente surgían preguntas allí donde otros se limitaban a aplicar criterios de clasificación y ver cómo encajaban las cosas.
Comparto lo dicho por Sacks. La lectura de los textos de Darwin, desde una perspectiva de la mentalidad científica, nos revelan una forma de pensar que es atraída por un tipo de cuestiones que se plantean como enigmas que hay que resolver. Es una forma de curiosidad, la misma que lleva a mantener ese diálogo vitalicio con aquellos que han sembrado las preguntas en nuestras mentes.
Sacks habla en un momento de la "capacidad de teorización", es decir, la capacidad de trasladar lo que vemos (o lo que no vemos y deberíamos poder ver) a un modelo de explicación satisfactoria.
Oliver Sacks cita al hijo de Charles Darwin diciendo de su padre que "estaba como poseído de una capacidad de teorización" (14-15), una forma interesante de describir esa forma de pensar. Las palabras de Darwin lo confirman: "nadie que no fuera un teorizador activo podía ser un buen observador" (15).
Puede que estas últimas palabras nos sorprendan pues pensaremos que el orden es el inverso: un buen observador debería ser un buen teórico y no al revés. Sin embargo, creo que Darwin está en lo cierto. La observación no es un hecho aislado o separado de la teoría misma. Observar no es un hecho aislado. La observación está impregnada de una teoría que es confirmada o corregida.


Nuestro mayor problema educativo es despreciar la teoría en beneficio de un practicismo mecánico que busca convertirse en hábito, lo contrario del pensamiento consciente. Hay que tener ideas para "ver" y flexibilidad mental para cambiar con lo que vemos. Lo más difícil para nuestros doctorandos es comprender la construcción de un marco teórico para sus tesis o investigaciones. No tienen, en cambio, tanto problema con lo metodológico, puesto que tiende a ser más mecánico en su aplicación. Pero la necesidad de moverse dentro de un marco de explicación que la propia observación debería modificar o verificar no les es tan sencilla. No enseñamos a pensar creativamente, sino rutinariamente.
La explicación de esta situación es ese afán por lo práctico. La mente teórica, la capacidad de comprender y expresar un problema no está al alcance de cualquiera. En un mundo de ciencia rutinaria, con tendencia a la repetición con ligeras variantes. La capacidad de poner en marcha el motor teórico, de modelar lo nuevo en una forma de explicación que conecte con lo que sabemos y nos haga avanzar está muy limitada.
Los tres héroes de Sacks —Darwin, Freud y William James— fueron mentalidades muy distintas, pero supieron dar forma comprensiva, explicaciones (mejores o peores) de los fenómenos. Crearon sus propios campos, que quedaban definidos con las ideas que expresaron.


En Despertares, la obra de O. Sacks que fue llevada con gran éxito a la pantalla por Penny Marshall, con Robin Williams como el médico investigador y con Robert de Niro como paciente, se nos mostraba un hospital en el que los pacientes han quedado abandonados sin explicación. Será la llegada de un poco práctico doctor, que viene de la investigación, quien desarrolle un modelo explicativo, una teoría, de lo que les ha ocurrido. Todos los otros lo han tenido delante por años, pero solo una mirada capaz de construir unas hipótesis de trabajo y avanzar a través de ellas le permite una comprensión del sistema. No bastaba con cuidarlos, había que dar sentido a su estado.
En 2015, con motivo de su fallecimiento, José Cervera publicó en Huffpost un artículo dedicado a Sacks, en el que recogían sus palabras sobre cómo quería ser recordado:

“Me gustaría que piensen que escuché con cuidado lo que los pacientes y otras personas me dijeron, que intenté imaginar cómo eran las cosas para ellos, y que traté de contarlo. Por usar un término bíblico, que he dado testimonio”. **

La vida personal de Sacks fue muy complicada, quizá por eso seguía manteniendo esos tres amigos fieles con los que hacerse preguntas cada día. Quizá por ello también eligió a personas que habían quedado sin explicación, en los márgenes del sistema, los enfermos o los mal interpretados. Dar testimonio del mundo, de las personas, ese imaginar lo que sienten los que no pueden expresarlo, ya sean los enfermos o las plantas a las que Darwin dio voz. Es la labor del científico, como lo es del artista. Lo hacen de forma distinta, pero necesitan de algo más que mecánica.
Debemos transmitir el conocimiento, pero se debe transmitir también la pasión de conocer, de dar testimonio de lo inexplicado, de lo invisible, de lo olvidado. En nuestro entorno es cada día más difícil.


 * Olver sack (2019) El río de la conciencia. Anagrama, Barcelona.
* José Cervera "Oliver Sacks, quien dio testimonio" Huffpost 31/08/2015 https://www.huffingtonpost.es/2015/08/30/perfil-oliver-sacks_n_8062070.html



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