Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
* Olver sack (2019) El río de la conciencia. Anagrama, Barcelona.
En la
obra póstuma de Oliver Sacks, que ha salido a nuestro mercado de publicaciones
en enero de este año, publicada por Anagrama, con el título El río de la
conciencia, el primer capítulo está dedicado a Charles Darwin. Antes, en la
presentación de la obra, las tres personas que terminaron el proyecto definen a
Sacks diciendo que "era capaz de moverse con fluidez entre todas las disciplinas". Señalan
esto después de mencionarnos un encuentro que tuvo Sacks con el físico y
matemático Freeman Dyson, el biólogo Rupert Sheldrake, el paleontólogo Stephen
Jay Gould, el historiador de la ciencia Stephen Toulmin y el filósofo Daniel
Dennett, todos ellos personajes muy conocidos del mundo científico en sus
respectivas áreas de trabajo. Según nos cuentan, Sacks podían moverse entre
todos ellos siguiendo sus respectivos discursos. Hoy no es frecuente este tipo
de comunicación debido al encierro que el científico practica dentro de su
campo. Es el mal de la especialización extrema, planteamiento generalmente
aceptado.
Se nos
dice en el texto:
En El río de la conciencia aborda la
evolución, la botánica, la química, la medicina, la neurociencia y las artes, y
evoca a sus grandes héroes científicos y creativos: sobre todo a Darwin, Freud
y William James. Para Sacks, estos
escritores fueron compañeros constantes desde una temprana edad, y una gran
parte de su obra se puede considerar una prolongada conversación con ellos.
(10)
El pasaje
me parece destacado porque refleja una actitud que hemos perdido en la vida y,
sobre todo, en la educación. Vamos a tal velocidad que no nos paramos a
reflexionar sobre lo que hacemos y sobre sus consecuencias. Nuestra obsesión
por la medición de todo en busca de la eficiencia nos hace olvidar muchas cosas
importantes, mantener una relaciones perversas con los demás y las cosas que
nos rodean, que vemos desde perspectiva anómalas.
La idea
de que Sacks se pasara su vida tratando de dar respuestas a las preguntas que
había encontrado en las obras de sus compañeros vitales nos resulta extraña y
más todavía si hay que explicarla a quienes crecen en la mentalidad práctica
del usar y tirar. En época del resumen y del corta y pega, es difícil entender
que necesitemos una vida para mantener un diálogo interior con esos compañeros,
esos ecos de preguntas o cuestiones sin resolver. Sin embargo, esa es la
actitud que nos forma realmente.
Nuestra
época ha desarrollado el concepto de "conocimiento", el resultado de
unos procesos, pero se olvida del proceso mismo confundiéndolo con los métodos,
lo que tiene importantes consecuencias. El proceso para la obtención del
conocimiento no es solo una cuestión exterior (que sería el método), sino una
cuestión interior. Ahí la novedad que supone el conocimiento se convierte en la
transformación interior, el camino interno, que es el de la maduración de la
persona a través del proceso. Creer que es un proceso objetivo es una gran ingenuidad.
Sacks
vivió su conocimiento como otros científicos o artistas, como un doble
descubrimiento, interior y exterior. Podemos llamarlo pasión o de otra forma, pero es el entrelazamiento de lo exterior
con aquello que somos y se transforma. La mera erudición o el control técnico
dan un tipo de persona que se convierte en parte de la maquinaria que es hoy el
trabajo científico, cada vez más regulado, mecánico y predecible en el 99% de
la producción. Reservamos ese 1% para lo que supone realmente un salto, una
diferencia —mayor o menor— respecto a la "ciencia normal". Gracias a
ese porcentaje, podemos sobrevivir.
El
trabajo de Sacks sobre Darwin insiste en lo importante que fue para él la
botánica y la poca atención que sus trabajos en este campo merecieron.
[...] las plantas se identificaban, se
clasificaban —nos dice Sacks— y se nombraban, pero no se investigaban. Darwin,
por el contrario, era sobre todo un investigador, preocupado por el «cómo» y el «por qué» de la
estructura y comportamiento de la planta, y no solo por el «qué». (14)
Mucho
de lo que hoy se hace no es más que esa preocupación por el "qué" que
Sacks señala. Darwin iba más allá, eran las preguntas que le asaltaban ante la
contemplación de las cosas. En su mente surgían preguntas allí donde otros se
limitaban a aplicar criterios de clasificación y ver cómo encajaban las cosas.
Comparto
lo dicho por Sacks. La lectura de los textos de Darwin, desde una perspectiva
de la mentalidad científica, nos revelan una forma de pensar que es atraída por
un tipo de cuestiones que se plantean como enigmas que hay que resolver. Es una
forma de curiosidad, la misma que lleva a mantener ese diálogo vitalicio con
aquellos que han sembrado las preguntas en nuestras mentes.
Sacks
habla en un momento de la "capacidad de teorización", es decir, la
capacidad de trasladar lo que vemos (o lo que no vemos y deberíamos poder ver)
a un modelo de explicación satisfactoria.
Oliver
Sacks cita al hijo de Charles Darwin diciendo de su padre que "estaba como
poseído de una capacidad de teorización" (14-15), una forma interesante de
describir esa forma de pensar. Las palabras de Darwin lo confirman: "nadie
que no fuera un teorizador activo podía ser un buen observador" (15).
Puede
que estas últimas palabras nos sorprendan pues pensaremos que el orden es el
inverso: un buen observador debería ser un buen teórico y no al revés. Sin embargo,
creo que Darwin está en lo cierto. La observación no es un hecho aislado o
separado de la teoría misma. Observar no es un hecho aislado. La observación
está impregnada de una teoría que es confirmada o corregida.
Nuestro
mayor problema educativo es despreciar la teoría en beneficio de un practicismo mecánico
que busca convertirse en hábito, lo contrario del pensamiento consciente. Hay
que tener ideas para "ver" y flexibilidad mental para cambiar con lo
que vemos. Lo más difícil para nuestros doctorandos es comprender la
construcción de un marco teórico para sus tesis o investigaciones. No tienen,
en cambio, tanto problema con lo metodológico,
puesto que tiende a ser más mecánico en su aplicación. Pero la necesidad de
moverse dentro de un marco de explicación que la propia observación debería
modificar o verificar no les es tan sencilla. No enseñamos a pensar creativamente, sino rutinariamente.
La
explicación de esta situación es ese afán por lo práctico. La mente teórica, la
capacidad de comprender y expresar un problema no está al alcance de
cualquiera. En un mundo de ciencia rutinaria, con tendencia a la repetición con
ligeras variantes. La capacidad de poner en marcha el motor teórico, de modelar
lo nuevo en una forma de explicación que conecte con lo que sabemos y nos haga
avanzar está muy limitada.
Los
tres héroes de Sacks —Darwin, Freud y William James— fueron mentalidades muy
distintas, pero supieron dar forma comprensiva, explicaciones (mejores o
peores) de los fenómenos. Crearon sus propios campos, que quedaban definidos
con las ideas que expresaron.
En Despertares, la obra de O. Sacks que fue
llevada con gran éxito a la pantalla por Penny Marshall, con Robin Williams
como el médico investigador y con Robert de Niro como paciente, se nos mostraba
un hospital en el que los pacientes han quedado abandonados sin explicación. Será la llegada de un poco práctico
doctor, que viene de la investigación, quien desarrolle un modelo explicativo,
una teoría, de lo que les ha ocurrido. Todos los otros lo han tenido delante
por años, pero solo una mirada capaz de construir unas hipótesis de trabajo y
avanzar a través de ellas le permite una comprensión del sistema. No bastaba
con cuidarlos, había que dar sentido a su estado.
En
2015, con motivo de su fallecimiento, José Cervera publicó en Huffpost un
artículo dedicado a Sacks, en el que recogían sus palabras sobre cómo quería
ser recordado:
“Me gustaría que piensen que escuché con
cuidado lo que los pacientes y otras personas me dijeron, que intenté imaginar
cómo eran las cosas para ellos, y que traté de contarlo. Por usar un término
bíblico, que he dado testimonio”. **
La vida
personal de Sacks fue muy complicada, quizá por eso seguía manteniendo esos
tres amigos fieles con los que hacerse preguntas cada día. Quizá por ello
también eligió a personas que habían quedado sin explicación, en los márgenes
del sistema, los enfermos o los mal
interpretados. Dar testimonio del mundo, de las personas, ese imaginar lo
que sienten los que no pueden expresarlo, ya sean los enfermos o las plantas a
las que Darwin dio voz. Es la labor del científico, como lo es del artista. Lo
hacen de forma distinta, pero necesitan de algo más que mecánica.
Debemos
transmitir el conocimiento, pero se debe transmitir también la pasión de
conocer, de dar testimonio de lo inexplicado, de lo invisible, de lo olvidado.
En nuestro entorno es cada día más difícil.
* José
Cervera "Oliver Sacks, quien dio testimonio" Huffpost 31/08/2015
https://www.huffingtonpost.es/2015/08/30/perfil-oliver-sacks_n_8062070.html
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