Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
guerra de Donald Trump con la Prensa ha llegado a unos niveles insólitos en un
país en el que los medios ejercen una labor de crítica y contrapeso
fundamentales. La prensa forma parte de la democracia moderna en cuanto a que
es necesaria la difusión de la información para poder tomar decisiones. En un
equilibrio adecuado, la prensa hace de escenario del debate y hace fluir la
información y la crítica, evita que el poder se esconda tras las instituciones
dejando al aire aquello que pueda ser perturbador del sistema. La información
ayuda a los ciudadanos a estar informados de aquello que es necesario conocer
para comprender las situaciones y es, de forma añadida, una memoria histórica
de los sucesos de los distintos periodos a la que hay que recurrir para mantener
el presente objetivado. Si la democracia es una forma de gobernar decidiendo,
la información y la crítica son consustanciales al sistema.
El
sistema es imperfecto, desde luego. Lo es en todos los órdenes porque los
intereses humanos son muchos y variados. La honestidad es un principio que no
todos cumplen y la prensa puede dar más voz a los que no merecen tanta. Todo
esto es así..., pero no hemos inventado nada mejor; es lo menos malo.
Como casi
todo, es cuestión de grado. No se puede pedir que toda la prensa sea honesta,
como no se puede pedir que todos los políticos, los jueces, los banqueros o los
sindicalistas sean honestos. Lo importante es que el sistema se reequilibra con
todas esas fuerzas si se consigue mantener vivo y con el interés puesto al
servicio del conjunto de la sociedad.
Por
ello, los ataques de Donald Trump a medios, a profesionales y a personas —como
acaba de hacer con los ex directivos de Seguridad Nacional, de la CIA o el FBI—
exceden lo que es propio de un presidente en un país democrático y convierte a
los Estados Unidos en una especie de cruce entre patio de vecindad y reality.
El
diario El País, firmado por Pablo Ximénez de Sandoval, da cuenta de la iniciativa
de más de 300 periódicos norteamericanos de publicar un editorial en favor de
la libertad de prensa y rechazando los insultos del presidente Donald Trump:
Con diferentes palabras y diferentes
opiniones, pero con un mismo mensaje, cientos de publicaciones de Estados
Unidos se han puesto de acuerdo para decir este jueves a sus lectores, a la
sociedad en general, y al presidente, que no son enemigo de nadie. En una
actuación coordinada sin precedentes para tiempos sin precedentes, más de 300
periódicos han respondido a la llamada que hizo The Boston Globe para levantar
la voz ante los constantes insultos del presidente Donald Trump, inauditos en
el país de la libertad de prensa.
El diario de Boston convocó el pasado 10 de
agosto a todos los periódicos de EE UU que quisieran sumarse a publicar
editoriales este jueves, 16 de agosto, respondiendo al insulto más grave de
Trump contra la prensa, a la que ha vuelto a llamar “enemigo del pueblo”. El
insulto bananero de Trump ha disparado las alarmas sobre la posibilidad de que
acabe desatando violencia contra la prensa. Los periodistas que cubren sus
mítines ya soportan insultos y gritos durante horas por parte de sus
seguidores.
Este miércoles por la tarde comenzaron a
publicarse online los editoriales de la iniciativa, que se va a promocionar en
redes con la etiqueta #EnemyOfNone (enemigos de nadie). The New York Times
escribió: “Insistir en que las noticias que no te gustan son noticias falsas es
peligroso para la vitalidad de la democracia. Y llamar a los periodistas
‘enemigos del pueblo’ es peligroso, sin más”.*
Esta
batalla está siendo crucial en el mandato de Trump ante el desconcierto de
muchos demócratas y el silencio de los republicanos, con excepciones como las
del senador John McCain que ha condenado esta situación señalando que el primer
acto de los dictadores.
Pocos
podían imaginar que el mandato de Trump pudiera ser tan traumático, quizá
porque pocos pensaron que llegaría a la Casa Blanca y no lograban imaginar cómo
podía ser aquello que parecía tan remoto. Pero las pesadillas pueden quedarse
cortas en la realidad. Los ataques a la prensa son solo una parte de la batalla
de Trump contra el mundo.
Un
enorme titular marca el grito de The New York Times en estos momentos, "A
FREE PRESS NEEDS YOU". Tras
mencionar el desengaño (comprensible, se dice) del presidente Thomas Jefferson,
el editorial explica:
[...] Reporting the news in an open society is
an enterprise laced with conflict. His discomfort also illustrates the need for
the right he helped enshrine. As the founders believed from their own
experience, a well-informed public is best equipped to root out corruption and,
over the long haul, promote liberty and justice.
“Public discussion is a political duty,” the
Supreme Court said in 1964. That discussion must be “uninhibited, robust, and
wide-open,” and “may well include vehement, caustic and sometimes unpleasantly
sharp attacks on government and public officials.”
In 2018, some of the most damaging attacks are
coming from government officials. Criticizing the news media — for underplaying
or overplaying stories, for getting something wrong — is entirely right. News
reporters and editors are human, and make mistakes. Correcting them is core to
our job. But insisting that truths you don’t like are “fake news” is dangerous
to the lifeblood of democracy. And calling journalists the “enemy of the
people” is dangerous, period.**
Esta inversión de la crítica va más allá de lo que pueda ser
razonable. La prensa no puede estar libre de críticas, pero lo que hace Trump
va más allá, es descalificar a la prensa y su función. Trump ha asumido que los
Estados Unidos son una versión ampliada de sus empresas, de su imperio, y que
la Casa Blanca es una ampliación de su dirección empresarial. De igual forma,
ha extendido el comportamiento más zafio del show televisivo —de los realities
que dirigió y presentóؙ— al comportamiento político y diplomático. Su
megalomanía y su narcisismo dan para eso y mucho más. También su falta de
sentido de la Historia y de la Política, ambas con mayúsculas.
La falta de sentido histórico le incapacitan para comprender
cuál es el compromiso que los Estados Unidos han adquirido con los demás,
creyendo que el mundo parte de cero y se debe plegar a una especie de nueva era
mundial americana, la "era Trump", en la que no rigen las reglas.
En Política, igualmente, carece de cualquier sentido de lo
que supone respeto a reglas, negociaciones, equilibrios, acuerdos, etc. La base
de su "política· es la fuerza y la intimidación, como estamos viendo en
estas semanas últimas en el plano internacional. Con ello no está recuperando
ningún liderazgo, sino, por el contrario, acercando a sus aliados a los que
considera como rivales, con causa o sin ella. Carece de cualquier tipo de
congruencia, como se ha demostrado con el caso de Canadá, ignorando la petición
del primer ministro Justin Trudeau de que se liberara a las activistas, con
doble nacionalidad canadiense saudí, mientras que le ha declarado la guerra
comercial a Turquía con la excusa de que no liberan a un pastor norteamericano
encarcelado allí. Recordemos que cuando el gobierno egipcio liberó a la
activista egipcio-estadounidense Aya Hijazi, montó un gigantesco circo en la
Casa Blanca, recibiéndola junto a su hija Melania. Quizña busca presentar otra "gran
victoria" ante las cámaras.
Hemos insistido en ocasiones en el efecto traumático que
tiene para la democracia estadounidense el mandato de Trump, que será recordado
más por sus vergüenzas y agresiones que por sus logros. Liderazgo es otra cosa,
requiere unos principios morales de los que Trump carece y que arrastran al
vacío a los Estados Unidos ante la opinión pública mundial.
La noticia del cese de Rex Tillerson, Secretario de Estado en estos momentos, las luchas constantes con sus propios asesores, los escándalos privados que se convierten en públicos, las amenazas de nuevos libros sobre la presidencia por sus colaboradores caídos en desgracia, etc. hacen ver que Trump necesita tener a la prensa callada, algo que no va a lograr, por lo que la desacredita a los ojos de los norteamericanos. Esa es la estrategia. Pero tiene un límite.
La llamada de The New York Times, "la prensa libre te
necesita" es un grito de rebeldía y de supervivencia. Es una apelación al
civismo y a frenar lo que en el mundo se manifiesta como un ascenso de unas
formas, actitudes y hechos que no son compatibles con la democracia y el
ejercicio del poder. Cuando el poder es irresponsable, la crítica es necesaria;
cuando se tiene al presidente más mentiroso en la historia de los Estados
Unidos, la prensa no puede estar callada.
Lo que han publicado hoy más de trescientos medios norteamericanos no es una llamada de atención es un grito desgarrado ante una situación que está erosionando las bases de su democracia y deteriorando su imagen en el mundo.
**
Editorial "A FREE PRESS NEEDS YOU" The New York Times 16/08/2018
https://www.nytimes.com/interactive/2018/08/15/opinion/editorials/free-press-local-journalism-news-donald-trump.html
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