Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ayer
tratábamos sobre la importancia de la herencia en relación a dos planteamientos
en dos países musulmanes, Túnez y Egipto. La revolución de 2010 en Túnez, la
primera y que marcó el rumbo de la Primavera Árabe seguía avanzando en el firme
propósito de conseguir la igualdad de género, la equiparación de derechos entre
hombres y mujeres, una de las bases esenciales de la transformación social. El
presidente tunecino había propuesto al parlamento lo que era una exigencia de
las mujeres en la calle, que la herencia fuera igual para hombres y mujeres a expensas de la tradición islámica que establecía que los hombres recibían el doble que
las mujeres. En Egipto, veíamos como el planteamiento era muy distinto,
asegurar que las mujeres recibieran esa mitad, ya que solo algunas recibían de
lo que les correspondía según la ley islámica. Dijimos que este último
planteamiento, asegurar que las mujeres recibieran la mitad, era la
confirmación de la tradición y no un avance. Multar a los que no pagan la mitad
no es un avance; es simplemente consagrar que una ley injusta se lleve a cabo
como una alternativa a lo peor, que se ignore la ley.
Las diferencias
entre uno y otro planteamiento son pues abismales, por más que el régimen de
al-Sisi lo planteara dentro de un propagandístico "Año de la Mujer",
un intento más de maquillar una realidad cada vez más conservadora y que uno de
los analistas citados califica de "salafista" en su tradicionalismo.
Junto a la tradición legal de pagar la mitad, como veíamos, estaba la costumbre
en muchos casos de no pagar a las mujeres más que algunas migajas con las que
se tenían que dar por contentas. Se controlaba así su vida por parte de las
familias asegurándose el control. Cuando heredaban por parte de los padres, los
familiares tenían la excusa de que el dinero "saldría de la familia".
Señalábamos que esta era una de las formas de evitar que la mujer tuviera
capacidad de ser autónoma en sentido económico, por lo que la dependencia era
total. La vergüenza para reclamar ante los jueces, el miedo a la familia, la
falta de atención en las denuncias, etc. frenaban el que saliera a la luz este
verdadero escándalo de control sobre las mujeres.
Hoy llamamos
la atención sobre un interesante estudio, publicado en Mada Masr el 11 de
agosto, con el título "Divorce, violence and financial independence"
que tiene mucho que ver con lo que expresábamos ayer respecto a la cuestión de
la herencia y confirma el planteamiento general, el evitar que las mujeres
puedan tener independencia económica, que es la única que garantiza la
supervivencia (no siempre en buenas condiciones) de las mujeres frente al
control de los varones y familias.
La
realidad que se muestra en los datos es clara. A preguntas de Mada Masr, esta
es la respuesta de Mona Ezzat, directora de Programa de Trabajo y Mujeres de la
New Woman Foundation NGO:
Rising divorce rates — according to Egypt’s
latest census there were 199,000 divorces in 2016, an increase of 10 percent
compared to the year before — can only be understood in relation to a broader
changing economic and socio-economic reality, Ezzat suggests.
Part of this rise, according to Ezzat, can be
attributed to the rise in underage marriage — another alarming figure in the
2017 census was that there were 118,000 cases of child marriage, constituting
40 percent of all marriages in 2016. This is linked to high divorce rates,
Ezzat explains, as “a significant percentage of underage marriages are
short-term unions between female minors to wealthy men from the Gulf or Egypt.”
The rise in the rate of these short-term marriages is itself linked to
increasing economic strain.
More broadly, however, Ezzat argues that the
hike in divorce rates should not be viewed separately from what is happening in
the public sphere. When the spaces in which people can express themselves are
closed down and economic pressures are on the rise, Ezzat explains that this
often means that the home becomes the only space for releasing anger and
repression, with dire consequences for women.*
Esta cuestión ha sido objeto de más de un escrito aquí. Ha
sido, además, uno de los temas más conflictivos con los refugiados, cuya
exposición era mayor por debilidad evidente y que veían cómo algunos piadosos varones ofrecían a las familias
llegadas el "liberarlas" de las cargas y riesgos de sus hijas
menores, expuestas a todo tipo de peligros en viajes y en los campos. En esto,
Egipto sabe mucho de las visitas de los ricos del Golfo, de Arabia Saudí, uno
de los motivos por los que la relación por abajo no es tan "buena"
como por las alturas políticas. Recordemos la vergüenza de la ley aprobada con
el ex ministro de Justicia Al-Zind (el que fue defenestrado por bocazas al referirse
al Profeta) mediante la cual se exigía un depósito económico cuando los
matrimonios se celebraban entre una niña y un hombre de gran edad. De esta
forma, se decía, la familia quedaba cubierta en caso de "devolución"
(que solía ser el final tras unos meses). Al igual que con la herencia, la ley
no combate la injusticia (heredar la mitad o el matrimonio infantil), sino que
la confirma.
La ley sobre la custodia también se ha modificado, lo que
permite una mayor dependencia ya que el marido puede reclamarla antes de la
edad fijada (otro juego de edades). Si la mujer se casa, la custodia ya no pasa
a la abuela materna, sino al marido, con un evidente agravio, ya que la mujer
no puede hacer lo mismo. Es otro ejemplo de cómo se ha visto un peligro en la
mejora de la condición de la mujer, en sus pasos hacia la igualdad.
El aumento de los matrimonios infantiles repercute
evidentemente en la tasa de divorcios, como bien se apunta. En la medida en que
es impuesto por la familia —ya sea por problemas económicos, por deseo de emparentar
o por quitarse de encima un "problema"— está abocado al desastre. La
forma de tener contraladas a las mujeres es cortar su acceso a la educación,
que será lo que después podría proporcionarles una fuente de ingresos. El mundo
laboral tampoco es un paraíso, debido al acoso sexual generalizado y que se
ceba en especial en las mujeres divorciadas, una auténtica plaga.
La cuestión de la debilidad de las mujeres es esencial para
su control. Sin educación y sin ingresos, pasa a depender de la pensión que
graciosamente paga o no según su disposición. Reclamar una pensión es una labor
penosa que provoca mayor debilidad.
La rebaja de la edad de los matrimonios fue una de las
primeras cosas que plantearon los islamistas a su llegada al poder. La obsesión
con las niñas es realmente una patología disfrazada de piedad en aquellas sociedades musulmanas que no se lo plantean como
"problema" sino como "tradición". El problema, desde luego,
es para las mujeres, que son casadas sin posibilidad de decidir. Hemos dado
noticias de la propia prensa egipcia denunciando la celebración de los
matrimonios por debajo de la edad legal. Se celebra pronto el compromiso y se
espera a que lleguen a la edad en el mejor de los casos.
El trabajo de Mada Masr, firmado por Karoline Kamel, incide en otro aspecto señalado
al principio, una consecuencia de la crisis y que se añade a la mala situación,
la violencia doméstica:
Here, the economic side of domestic violence,
and women’s ability to escape from it, rears its head. CAPMAS worked with the
National Council for Women and the United Nations Population Fund in 2015 to
conduct a survey on the economic cost of gender-based violence. The survey,
released in 2016, showed that women who have no income were more likely to experience
spousal violence, and that the higher a woman’s income, the less likely she is
to experience emotional or physical violence.
The survey found that women who had a monthly
income of less than LE300 or none at all, and who did not own any assets or
property, were more likely to be subjected to one or more types of violence at
the hands of their husbands.
Divorced and separated women were the most
likely to report having experienced violence, as well as financial controlling
behavior, by their former husbands during the marriage. The survey’s results
also “reveal that women’s belief that a wife must agree with her husband’s
opinion even if she is not convinced, and that it is the man who must control
the home, is associated with spousal violence.”*
Todo el sistema se base y ordena a partir de esta idea, el
centro es el hombre, quien decide y ordena, quien administra y dispone, quien
sanciona o castiga. Desde ese principio, la mujer es secundaria y víctima. El
precio de la paz es la sumisión. Y la mujer que se ha negado o no puede
soportar más la situación se expone a peligros dentro y fuera del hogar.
Esta asociación de falta de recursos educativos, profesionales
y económicos aumenta las probabilidades de violencia, algo completamente lógico
en quien ya desde su concepto del matrimonio ha ido buscando la sumisión y la
ausencia de defensas. Ya en el matrimonio mismo está el germen de la desgracia
que no tardará en desarrollarse.
Es muy propio del régimen egipcio el autoengaño o confundir
las causas de los efectos. Aquí ya hemos tratado la decisión del gobierno de
reducir el número de divorcios regulando el divorcio oral, del que ni siquiera
la mujer se tiene porqué enterar. Cuando se entera de que ya no existe su matrimonio
porque su marido se ha divorciado de ella, ya no hay nada que hacer. Otra
tradición bien acogida por los "piadosos", que ven consagrada en ella
otra profunda injusticia inadmisible a los ojos de cualquiera que no se
aproveche de ello. Limitar los divorcios no es más que maquillar las cifras y,
como en el matrimonio infantil, una forma de asegurarse el mantenimiento de la
costumbre, que siempre favorece al hombre.
El régimen de al-Sisi no consigue desarrollar leyes que
realmente signifiquen un avance para las mujeres, por mucho bombo que se dé a
cualquier nombramiento o inauguración. Esta atrapado en su propio
conservadurismo virtuoso, por un parlamento lleno de diputados retrógrados (con
peticiones de que se hagan exámenes de virginidad en las universidades, que
acepten con gusto la ablación u otras peticiones que afortunadamente no
prosperan ante el escándalo social) y por una universidad de Al-Azhar que sigue
en la idea del control religioso de la sociedad. El silenciamiento habitual de las diputadas
incorporadas al parlamento (a las que pidieron a su llegada que moderaran su
vestimenta) es una señal de que la cuestión
de las mujeres sigue pendiente políticamente. El régimen presume de tener
cuatro ministras, lo que está muy bien, pero no son personas cuyas
circunstancias se asemejen a las de la mayoría de las mujeres, que padecen, por
ejemplo, un nivel de analfabetismo en zonas rurales muy por encima de los varones.
Es fácil tener cuatro, cinco o diez ministras. Lo que no es fácil es hacer una
política progresista para las mujeres si hay que enfrentarse a una sociedad que
hace del conservadurismo tradicionalista bandera.
El régimen de al-Sisi es tradicionalista en lo moral y
autoritario en las formas y las tradiciones son un arma de doble filo desde esa
perspectiva. Su idea de la "moral" es aprovechada por los más
conservadores para hacer ver que esa es la "naturaleza egipcia" o,
como dijo una autoridad religiosa, "el egipcio es religioso por naturaleza", curiosa forma de
mezclar la genética con la religión. Pero esto forma parte de la adulación
permanente que sirve de control. Quien no lo es, se convierte en "no
egipcio", un traidor o un renegado. Todo el sistema se autorregula con
estos principios tautológicos en lo que el primero y el último pasan por la
autoridad del varón y la sumisión de la mujer a las leyes creadas por él en el
nombre de Dios.
El artículo de Karoline Kamel está acompañado de casos reales, de voces que dicen lo que no pueden decir habitualmente ya sea porque no son escuchadas o por temor a las represalias. El texto termina diciéndonos que las que hablan han cambiado sus nombres para no ser identificadas, En la realidad no resulta tan sencillo.
* Karoline
Kamel "Divorce, violence and financial independence" Madar Masr
11/08/2018
https://www.madamasr.com/en/2018/08/11/feature/society/divorce-violence-and-financial-independence/
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