El
asesinato a puñaladas de un hombre que defendía a su esposa de un acosador en
la playa de Alejandría le sirve a Mirna Abdulaal para ofrecernos datos de la
situación egipcia de las mujeres. El incidente ocurrido es solo una parte de
una situación más general producida por la falta de medidas contra el acoso. No
es el único caso, se legisla sin eficacia alguna para cuestiones relacionadas
con las mujeres. Es más bien una cuestión de imagen que de cambio social. No se puede luchar contra las costumbres
si no se aplican con firmeza las leyes. Y eso no ocurre en estas ni en otros
hechos o situaciones que afectan a las mujeres porque las mismas instituciones
que deberían apoyar no lo hacen. El poder sigue siendo masculino y crea su
propia "normalidad", es decir, se desarrolla según las normas
sociales y no según las leyes que se promulgan. Y esas normas dan el poder
cotidiano y real de hacer dentro y fuera al varón.
Nos explica
Mirna Addulaal en su artículo:
Sexual harassment became a heated topic on
social media for Egyptians after a video showing a man harassing a woman in Fifth
Settlement was released.
The reactions to the video shed light on the
divided society of Egypt and the lack of awareness to the seriousness of the
issue, as the entire situation was mocked and turned into a meme.
While there are laws to punish sexual
harassment in Egypt, including a minimum of six months in prison for verbal
sexual harassment, it is clear that there needs to be major cultural changes
and an attempt to reeducate the public on topic.
Nevertheless, there’s hope for women looking to
take legal action against harassers. Earlier this year, Rania Fahmy became the
first woman from Upper Egypt to secure a court ruling against a sexual
harasser, who was sentenced to three years in prison.*
El humor egipcio es un arma de doble filo. Puede ser
crítico, pero las más de las veces es una forma de ejercer el poder lanzando al
ridículo a las personas que denuncian o que se ven sometidas a la presión
social. Es claramente un arma para intimidar a las personas. No es una cosa
exclusiva, pero sí llevada al límite. Basta con echar una mirada en las redes
sociales egipcias para comprender cómo funciona y cuál es su valor.
La forma de sancionar a la mujer que denunció el acoso es
convertir el vídeo de denuncia en un arma contra ella. El ridículo es poderoso
pues se convierte en una especie de linchamiento colectivo. La más perjudicada,
pues es la más débil socialmente, es la mujer. De esta forma se crea un
sentimiento de miedo ante denuncias futuras, que se lo pensarán mejor antes de
denunciar.
La acosada ha usado las redes sociales, publicando lo que
consideraba ingenuamente que iba a ser un movimiento de respaldo y sanción del
acosador. Pero, como ya ha sucedido en Egipto en otras ocasiones, la denunciante
se ve atacada por partida doble, por los hombres que quieren seguir haciéndolo
y aprovechan para burlarse de ella y por el grupo de mujeres (amplio) que hace
muestra de "decencia" creyendo que son siempre las mujeres las que
provocan a los hombres y consideran que está justiciado.
El artículo nos cuenta
cómo han tomado fotos de su página de Facebook para criticar su forma de vestir.
Esta es la estrategia de los islamistas o tradicionalistas, que consideran que
es la mujer la culpable por usar el espacio público. Recordemos —lo tratamos en
su momento— el caso de la mujer acosada y abofeteada en unos grandes almacenes
y cómo, estando invitada a un programa de televisión a comentar el vídeo de las
cámaras de seguridad que lo captaron, se le cogió el teléfono mientras estaba
en el plató para extraer fotografías y "demostrar" que era ella quien había provocado con su forma de vestir al hombre. Recordemos también cómo
acabó el asunto, con el ataque a la mujer cuando el hombre salió de su
detención.
Como bien señala la autora, algo falla más allá del
incumplimiento de las leyes. La cuestión social es lo arraigado del acoso y la
inutilidad de cualquier planteamiento que no vaya directamente a la cuestión de
la costumbre por la educación y la sanción real. El acoso no puede tener respaldo. De ahí lo problemático de aquellos que consideran que no da "buena imagen" la denuncia mediática. Las diferencias entre unos medios y otros son abismales en función de la consideración del problema. Cualquier excusa es buena para mantenerlo lejos de los titulares.
Lo preocupante es que ese "humor" sarcástico, esa
gracia acosadora y agresiva sobre temas y personas, sirve para anular la
denuncia reduciéndola a un chiste sobre la mujer. Señala la autora del artículo:
Some people didn’t criticize the man for the
sexual harassment or the woman for uploading the video. Instead, they just
mocked the man’s use of English and Arabic in a sentence. “Teegy neshrab
coffee?” quickly became a trending phrase in Egypt, with hundreds of comments
making fun of both the man and the woman.
Even brands have capitalized on the mockery of
sexual harassment. Dunkin’ Donuts in Egypt posted a photograph on Facebook
alluding to the incident with the caption “Teegy neshrab coffee at DD?” (‘Let’s
drink coffee at DD?’).*
Este comportamiento de desvió es muy habitual en las redes
egipcias, en donde rápidamente se convierten estos mensajes en virales. De esta
forma se anula la denuncia y se desvía la atención hacia la frase en sí, que se
convierte en la esencia del chiste. Los que saben de este funcionamiento lo
usan con profusión, pues no es más que una variante del control social, una
forma más de persecución de las personas, las mujeres, que denuncian el acoso.
Denunciar requiere un valor importante, pues se sabe lo que ocurrirá después.
No es solo la mujer la atacada, sino que el ataque es extensivo a los que la
rodean, la familia, a la que se usará como freno.
El golpe final es el dado por la marca que usa la frase
recogida en el vídeo en que se invitaba a la mujer a tomar un café como parte
de una campaña. La cuestión ética queda clara: se está reproduciendo la falta,
convirtiendo a los públicos en cómplices, primando una situación de acoso y
reforzándola como eslogan. De esta forma la mujer será queda expuesta al ridículo,
se premia al acosador con la notoriedad social y se le resta el elemento
delictivo, ya que el acoso lo es, por más que no se sancione.
Las redes sociales egipcias son un foco de control y de
orientación del comportamiento social hacia las fórmulas normalizadas. El miedo
a verse atacado hace que prevalezcan los comportamientos más agresivos,
mientras que los que preconizan cambios sociales se ven obligados a intervenir
a riesgo de convertirse en nuevos blancos.
Lo que se logra así es que gane el miedo a denunciar los acosos. Confundir los hechos con las denuncias suele ser bastante habitual. No es fácil denunciar cuando una parte de los acosos se producen por las personas encargadas de proteger a los ciudadanos, como muestra el trabajo realizado por varias instituciones, incluidas Naciones Unidas y la Unión Europea, sobre el acoso sexual en Egipto, estableciendo recomendaciones.
El tradicionalismo egipcio sanciona los cambios que puedan
afectar al sistema patriarcal. En un interesante trabajo publicado también en
estos días por Ghadeer Ahmed en Mada Masr
con el título "Someone sleeping in your bed: On feminism and marriage in
Egypt", se señala las circunstancias de control sobre las mujeres y lo que
supone tratar de salir:
Many women have been raised in familial
contexts where their mobility and sexuality are restricted. We are taught how
to act “respectably,” to pay attention to our reputation, to access public
spaces only temporarily and with a clear purpose, and, of course, not to have
sex unless married. These restrictions have driven many of us to move out of
our family homes out of a desire to experience life for ourselves, and enter
the expanding ranks of the mustaqellat,
or independent women, those who live neither in the home of their families nor
husbands.
If we thought that by leaving our family homes
we could escape respectability politics, we learn very quickly that this is not
the case. When women live alone, they are perceived as “out of place,” their
place being the private sphere of the home and the family. We are seen as
abnormal subjects, because we are not living with our families, the source of a
woman’s identification and social value. And so a woman trying to live beyond the
traditional frameworks of social relationships must constantly navigate for her
mobility and sexuality. She is constantly surveilled, and the primary authority
over her body moves from the family and its neighborhood to the larger
community, which becomes the new neighborhood.**
Quizá en estos dos párrafos se encuentra la descripción del
problema de fondo: la distinción entre control interior y control exterior, con
efectos diferentes, pero ambos reflejos de una misma autoridad, la que pasa de
la familia propia al entorno, que castiga a quien está fuera de él.
"Vigilada" es el estado "natural" de la
mujer. Lo es primero por su familia y
después por su marido. Ambos dominios
reflejan el ámbito doméstico. El espacio del "afuera" es el de la
vigilancia agresiva cuya función social es mostrar el peligro de salir de la
esfera de los controles familiares.
Señala la autora los peligros a los que se enfrenta la
"mujer independiente", una contradicción en términos, cuando decide
salir:
We rent apartments in working-class areas,
usually with other women. Most mustaqellat experience policing by landowners,
doormen and neighbors. An independent woman knows very well what it means to
prove, in every step she takes outside of her apartment, that she is
respectable enough to deserve safety. Our neighbors judge how respectable we
are by our behavior, our clothes, who we live with, who visits us, whether or
not we host male visitors, how late we get back home and the reasoning we
provide for why we live away from our families.**
La comunidad es juez y verdugo. El acosador se defiende
diciendo que la culpa es de la mujer por estar fuera, donde no debe. Sus
leyes subyacentes son terribles y se traducen en toda una serie de acciones que
conllevan según los casos el ataque físico, el descrédito o el ridículo, como
ha ocurrido con los chistes y los ataques personales en el caso de la mujer que
se enfrentó a su acosador. Quien denuncia es quien se ve obligada a defenderse.
La comunidad no perdona.
Haber convertido la frase del acosador en parte de una
campaña refleja, evidentemente, que ese déficit social es importante, que no
hay una conciencia clara de cuál debe ser la respuesta social adecuada para
frenar esos comportamientos. La sociedad egipcia tiene unas enormes distancias
en formación y en forma de ver el mundo. Los que se pueden considerar
progresistas tiene que vérselas con una sociedad altamente tradicionalista, implicando
esto una forma patriarcal de la familia y del espacio público.
Las sociedades cambian cuando se potencian los ejemplos positivos. Aquí el cambio no es fácil porque se ve como un debilitamiento de su orden, el orden patriarcal que es el que da poder a la mitad de la sociedad frente al otro medio. La sanción social es la forma en que el grupo mantiene sus mecanismo a través del miedo a ser castigado. Desafiarle es arriesgarse a complicarse la vida o a algo peor. Es a las mujeres a lo que más temen porque su reivindicación de derechos abre un futuro que si esa igualdad solo puede ser reaccionario.
Muchos interpretan que el acoso es mayor tras la revolución de 2011, que llevó a las mujeres a primer término de las reivindicaciones. Se trataría de usar el acoso como un freno a las reivindicaciones de las mujeres. Recordemos que la respuesta fueron los "exámenes de virginidad" de los médicos militares realizados a las manifestantes para que sus padres se quedaran "tranquilos". También lo fueron las violaciones en grupo a mujeres que salían a las manifestaciones, hasta el nivel en que los activistas crearon cinturones de seguridad para evitar los ataques.
Las respuestas más actuales, por ejemplo, han sido pedir exámenes de virginidad para las universidades desde el parlamento (no prosperó), pedir mayor aceptación de la mutilación genital (tampoco lo hizo) o pedir que se viole —como un deber patriótico— a las mujeres que vistan pantalones rasgados. A este último le han condenado, afortunadamente, pero no es un caso aislado.
Por eso es tan importante que se sumen apoyos, que se abra camino —un duro camino— a través de denuncias y reivindicaciones. Por eso es importante desde el exterior manifestar que tienen razón y derecho, mientras que los agresores solo tienen la fuerza de la costumbre. Es mucha, sí, por eso no hay que cejar.
* Mohamed
Khairat "‘Teegy Neshrab Coffee?’ Egyptians Mock Sexual Harassment"
Egyptian Streets 16/08/2018
https://egyptianstreets.com/2018/08/16/teegy-neshrab-coffee-egyptians-mock-sexual-harassment/
** Ghadeer
Ahmed "Someone sleeping in your bed: On feminism and marriage in
Egypt" Mada Masr 18/08/2018
https://www.madamasr.com/en/2018/08/18/feature/society/someone-sleeping-in-your-bed-on-feminism-and-marriage-in-egypt/
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