Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Con el
titular "UN experts condemn President Trump's media criticism" la BBC
recoge un episodio más de la guerra de Trump y los medios. David Kaye y Edison
Lanza, miembros de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos advierten
del peligro de las palabras de Donald Trump sobre los medios. La BBC reproduce
un tuit de Jim Acosta, el corresponsal de la CNN en la Casa Blanca, en el que
se recoge un vídeo con los insultos y amenazas que recibe el reportero de la
cadena en su asistencia a un mitin del presidente norteamericano.
Tras
recoger que Ivanka Trump se ha distanciado de su padre al considerar que son
las "falsas noticias" y no los medios los "enemigos", la
BBC recoge otro testimonio: «And on Sunday, the publisher of the New York
Times urged the president to stop using the phrase "enemies of the
people" after he launched a Twitter tirade against the media.»*
El
lenguaje está lleno de sutilezas y su retórica tiene múltiples recursos para
moverse entre la afirmación y la insinuación velada. Pero, más allá de las
palabras, está el efecto que se busca con ellas y las consecuencias, deseadas o
no, que puedan acarrear.
No es
la primera vez que desde Naciones Unidas y diferentes instituciones
internacionales se critican los ataques de Donald Trump a los medios. Es más,
en ocasiones se le ha responsabilizado de los ataques contra los medios en
distintos países. En concreto, se ha señalado que su doble movimiento,
conspiración de los medios y falsas noticias —o causa y efecto— están
permitiendo a regímenes autoritarios de todo el mundo minar el papel esencial
de la prensa.
No deja
de ser interesante que el presidente de los Estados Unidos considerado más
mentiroso de la Historia sea quien más se queja de las mentiras de los medios.
Trump representa una forma nueva de entender la comunicación política porque se
ha cambiado radicalmente el ecosistema de los medios en todo el mundo. A
diferencia de los autócratas que siembran la verdad, Trump siembra la duda. Se
mueve más en el reino de la insinuación, lo que le permite toda una serie de
recursos retóricos en sus discursos, que le sirven para hacer caer a sus
seguidores en un mar confuso, lleno de negaciones, cambios, reinterpretaciones,
desmentidos y autoelogios.
Lo
esencial es que Trump ha formado un circuito retroalimentado al no necesitar a
los medios convencionales, ya que alimenta al sistema mediante su propia
generación de noticias. Trump no necesita a los medios para que transmitan sus
ideas, sino que establece un diálogo beligerante con ellos. Los medios se ven
obligados a contestar a sus afirmaciones. Como el mensaje general es que los
medios mienten y que él es la víctima, lo que los propios medios hacen para
responderle se convierte, a los ojos de sus seguidores, en la confirmación de
lo expresado. La ambigüedad constante de muchos de sus mensajes, junto a las
mentiras, completan el circuito comunicativo. Sus seguidores huyen de los
medios señalados como "mentirosos", mientras que confían en lo que
les repiten desde el sector de los micromedios que tienden a tener una
audiencia pequeña pero muy fiel, como suele ocurrir con los medios radicales.
No
podemos decir si Donald Trump está creando escuela ha aprendido de ella. No son
cuestiones fáciles de establecer. Lo importante son las interacciones que
provoca. Son muchos los regímenes autoritarios que ven en Trump una
justificación de sus ataques y limitaciones a la prensa. Un ejemplo que vemos a
menudo es el de Egipto. El régimen egipcio ha iniciado —lo hemos tratado en
muchas ocasiones, al hilo de cada caso— una guerra con los medios interiores, a
los que ha ido controlando o silenciando, y una batalla hacia el exterior que
hace unos días se concretaba en la presión sobre los corresponsales
extranjeros, a los que se dificulta el trabajo y la estancia bajo la acusación
de que no informan "profesionalmente", de que expanden "falsas
noticias", etc. Evidentemente, el sistema norteamericano tiene unas formas
de defensa —jurídicas, profesionales, etc.— muy superiores a las que el
tradicionalmente autoritario régimen egipcio aplica con pocas posibilidades de
réplica. Pero la actitud de los "medios mientes", de "solo
escúcheme a mí", la "conspiración mediática", etc. es muy
similar. Erdogan hace lo mismo en Turquía, por no hablar de Rusia o China, que
tienen control férreo de los medios.
A la
pérdida de audiencia de los medios convencionales por el aumento de fuentes de
información en el conjunto del sistema de comunicaciones se suma la potencia de
los micromedios para constituir redes y redistribuir las informaciones.
Mientras los medios tradicionales se preocupan por no ser "copiados"
estableciendo mecanismos de control del acceso (lo que hace reducir la audiencia),
los micromedios se ocupan de lo contrario, de ser clonados, repetidos,
enlazados, etc. Su vitalidad está en el enlace, en la creación de redes, lo que
favorece la creación de densas y fieles concentraciones de adeptos a un tipo de
mensaje o a sus contenidos, políticos, en este caso.
Mientras
los medios tradicionales dan la batalla del sustento económico, los micromedios
dan la de la influencia global y el refuerzo de las actitudes. Unos menguan
mientras otros crecen. La información es cara de producir y barata de
distribuir. Los que fabrican noticias falsas han ganado esa batalla a través de
la propia configuración del sistema. Donald Trump , por ejemplo, ya les
facilita los tuits por lo que la información no tiene por qué ser elaborada. La
posibilidad añadida de disponer de medios globales e instantáneos a través de
la red, como los programas de radio, los blogs, Facebook, etc., permite que la
amplificación sea máxima. Un poco es mucho con los micromedios.
Trump
ofrece a los micromedios lo que necesitan, materiales con los que seguir
existiendo. La información es lo que determina su existencia al contacto con
los demandantes de ese tipo de noticias que reafirman sus posiciones.
Lo que
se ha producido es una segmentación en función del tipo de medios y, sobre
esta, según los contenidos. Trump era el material perfecto para este tipo de
sistemas, un charlatán. Frente a los discursos meditados, Trump ofrece su
primera respuesta, transmite en directo, sin mediadores. Son los medios los que
recogen y redistribuyen sus propios materiales.
Más
preocupados por sus tiradas, por la publicidad, por las audiencias, etc. los
grandes medios tradicionales se mueven con enorme lentitud frente a las cadenas
de micromedios que esparcen sus contenidos, que les son entregados directamente
al ponerse en circulación. No necesitan ruedas de prensa, algo que Trump ha delegado
y convertido en tortura para los medios tradicionales.
Cada
mentira de Trump se puede montar en apenas unos segundos, en un tuit que llegue
a millones. Desmontar cada una de ellas cuesta horas o días, esfuerzos de demostración,
recolección de datos. Cuando finalmente se hace, la atención ya se ha fijado en otra cuestión, ya quedó olvidada. El tempo es desigual en cada caso. También lo es su naturaleza: la noticia fabricada es más "interesante" que su desmentido.
La
noticia hace unos días de que Facebook ha desactivado diversas cuentas falsas
destinadas a esparcir noticias falsas en las próximas elecciones
norteamericanas del otoño, introduce el tercer factor: la presencia rusa como
otro factor de ambigüedad y distorsión. La afirmación de Trump de que los rusos
están trabajando para los demócratas es una de esas tonterías que en circunstancias
normales no merecería la pena ni desmentir. Pero la "nueva
normalidad" es muy distinta. La audiencia fiel lo cree, lo que
significa que se irá implantando en las mentes de millones de personas que
desean que eso sea cierto. No se acercarán a comprobar informaciones que lo desmientan porque no lo desean. Es mejor
pensar en la zona de preferencias, en la que se mueve el deseo.
La
transformación del espacio de la información no ha sido entendida en toda su
profundidad. El tipo de sociedad en la que estamos, con diferentes zonas de
intensidad, es muy diferente a la existente hace poco más de una década. La información ya no es algo que
nos llega desde los medios tradicionales, sino que todo es información porque todo se ha transformado en medio, del reloj de pulsera que informa de nuestra tensión arterial
al teléfono que nos guía hasta una calle. En términos de la nueva sangre que
fluye por el sistema, somos donantes
y receptores universales. Recibimos, repetimos, emitimos.
Trump
está sabiendo aprovechar el cambio de modelo, mientras que los que se le oponen
siguen muchas veces con el viejo. No se trata de considerar lo nuevo mejor que lo viejo.
La cuestión aquí es política: el modelo de Trump es más eficaz en sus resultados y tiene un coste: la erosión democrática. Los
medios moldean la forma de percibir el mundo al procesarlo. McLuhan tenía
razón.
"UN
experts condemn President Trump's media criticism" BBC 3/08/2018
https://www.bbc.com/news/world-us-canada-45053406
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