viernes, 3 de agosto de 2018

Todo es medio


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con el titular "UN experts condemn President Trump's media criticism" la BBC recoge un episodio más de la guerra de Trump y los medios. David Kaye y Edison Lanza, miembros de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos advierten del peligro de las palabras de Donald Trump sobre los medios. La BBC reproduce un tuit de Jim Acosta, el corresponsal de la CNN en la Casa Blanca, en el que se recoge un vídeo con los insultos y amenazas que recibe el reportero de la cadena en su asistencia a un mitin del presidente norteamericano.
Tras recoger que Ivanka Trump se ha distanciado de su padre al considerar que son las "falsas noticias" y no los medios los "enemigos", la BBC recoge otro testimonio: «And on Sunday, the publisher of the New York Times urged the president to stop using the phrase "enemies of the people" after he launched a Twitter tirade against the media.»*
El lenguaje está lleno de sutilezas y su retórica tiene múltiples recursos para moverse entre la afirmación y la insinuación velada. Pero, más allá de las palabras, está el efecto que se busca con ellas y las consecuencias, deseadas o no, que puedan acarrear.
No es la primera vez que desde Naciones Unidas y diferentes instituciones internacionales se critican los ataques de Donald Trump a los medios. Es más, en ocasiones se le ha responsabilizado de los ataques contra los medios en distintos países. En concreto, se ha señalado que su doble movimiento, conspiración de los medios y falsas noticias —o causa y efecto— están permitiendo a regímenes autoritarios de todo el mundo minar el papel esencial de la prensa.


No deja de ser interesante que el presidente de los Estados Unidos considerado más mentiroso de la Historia sea quien más se queja de las mentiras de los medios. Trump representa una forma nueva de entender la comunicación política porque se ha cambiado radicalmente el ecosistema de los medios en todo el mundo. A diferencia de los autócratas que siembran la verdad, Trump siembra la duda. Se mueve más en el reino de la insinuación, lo que le permite toda una serie de recursos retóricos en sus discursos, que le sirven para hacer caer a sus seguidores en un mar confuso, lleno de negaciones, cambios, reinterpretaciones, desmentidos y autoelogios.
Lo esencial es que Trump ha formado un circuito retroalimentado al no necesitar a los medios convencionales, ya que alimenta al sistema mediante su propia generación de noticias. Trump no necesita a los medios para que transmitan sus ideas, sino que establece un diálogo beligerante con ellos. Los medios se ven obligados a contestar a sus afirmaciones. Como el mensaje general es que los medios mienten y que él es la víctima, lo que los propios medios hacen para responderle se convierte, a los ojos de sus seguidores, en la confirmación de lo expresado. La ambigüedad constante de muchos de sus mensajes, junto a las mentiras, completan el circuito comunicativo. Sus seguidores huyen de los medios señalados como "mentirosos", mientras que confían en lo que les repiten desde el sector de los micromedios que tienden a tener una audiencia pequeña pero muy fiel, como suele ocurrir con los medios radicales.
No podemos decir si Donald Trump está creando escuela ha aprendido de ella. No son cuestiones fáciles de establecer. Lo importante son las interacciones que provoca. Son muchos los regímenes autoritarios que ven en Trump una justificación de sus ataques y limitaciones a la prensa. Un ejemplo que vemos a menudo es el de Egipto. El régimen egipcio ha iniciado —lo hemos tratado en muchas ocasiones, al hilo de cada caso— una guerra con los medios interiores, a los que ha ido controlando o silenciando, y una batalla hacia el exterior que hace unos días se concretaba en la presión sobre los corresponsales extranjeros, a los que se dificulta el trabajo y la estancia bajo la acusación de que no informan "profesionalmente", de que expanden "falsas noticias", etc. Evidentemente, el sistema norteamericano tiene unas formas de defensa —jurídicas, profesionales, etc.— muy superiores a las que el tradicionalmente autoritario régimen egipcio aplica con pocas posibilidades de réplica. Pero la actitud de los "medios mientes", de "solo escúcheme a mí", la "conspiración mediática", etc. es muy similar. Erdogan hace lo mismo en Turquía, por no hablar de Rusia o China, que tienen control férreo de los medios.


A la pérdida de audiencia de los medios convencionales por el aumento de fuentes de información en el conjunto del sistema de comunicaciones se suma la potencia de los micromedios para constituir redes y redistribuir las informaciones. Mientras los medios tradicionales se preocupan por no ser "copiados" estableciendo mecanismos de control del acceso (lo que hace reducir la audiencia), los micromedios se ocupan de lo contrario, de ser clonados, repetidos, enlazados, etc. Su vitalidad está en el enlace, en la creación de redes, lo que favorece la creación de densas y fieles concentraciones de adeptos a un tipo de mensaje o a sus contenidos, políticos, en este caso.
Mientras los medios tradicionales dan la batalla del sustento económico, los micromedios dan la de la influencia global y el refuerzo de las actitudes. Unos menguan mientras otros crecen. La información es cara de producir y barata de distribuir. Los que fabrican noticias falsas han ganado esa batalla a través de la propia configuración del sistema. Donald Trump , por ejemplo, ya les facilita los tuits por lo que la información no tiene por qué ser elaborada. La posibilidad añadida de disponer de medios globales e instantáneos a través de la red, como los programas de radio, los blogs, Facebook, etc., permite que la amplificación sea máxima. Un poco es mucho con los micromedios.
Trump ofrece a los micromedios lo que necesitan, materiales con los que seguir existiendo. La información es lo que determina su existencia al contacto con los demandantes de ese tipo de noticias que reafirman sus posiciones.
Lo que se ha producido es una segmentación en función del tipo de medios y, sobre esta, según los contenidos. Trump era el material perfecto para este tipo de sistemas, un charlatán. Frente a los discursos meditados, Trump ofrece su primera respuesta, transmite en directo, sin mediadores. Son los medios los que recogen y redistribuyen sus propios materiales.


Más preocupados por sus tiradas, por la publicidad, por las audiencias, etc. los grandes medios tradicionales se mueven con enorme lentitud frente a las cadenas de micromedios que esparcen sus contenidos, que les son entregados directamente al ponerse en circulación. No necesitan ruedas de prensa, algo que Trump ha delegado y convertido en tortura para los medios tradicionales.
Cada mentira de Trump se puede montar en apenas unos segundos, en un tuit que llegue a millones. Desmontar cada una de ellas cuesta horas o días, esfuerzos de demostración, recolección de datos. Cuando finalmente se hace, la atención ya se ha fijado en otra cuestión, ya quedó olvidada. El tempo es desigual en cada caso. También lo es su naturaleza: la noticia fabricada es más "interesante" que su desmentido.

La noticia hace unos días de que Facebook ha desactivado diversas cuentas falsas destinadas a esparcir noticias falsas en las próximas elecciones norteamericanas del otoño, introduce el tercer factor: la presencia rusa como otro factor de ambigüedad y distorsión. La afirmación de Trump de que los rusos están trabajando para los demócratas es una de esas tonterías que en circunstancias normales no merecería la pena ni desmentir. Pero la "nueva normalidad" es muy distinta. La audiencia fiel lo cree, lo que significa que se irá implantando en las mentes de millones de personas que desean que eso sea cierto. No se acercarán a comprobar informaciones que  lo desmientan porque no lo desean. Es mejor pensar en la zona de preferencias, en la que se mueve el deseo.
La transformación del espacio de la información no ha sido entendida en toda su profundidad. El tipo de sociedad en la que estamos, con diferentes zonas de intensidad, es muy diferente a la existente hace poco más de una década. La información ya no es algo que nos llega desde los medios tradicionales, sino que todo es información porque todo se ha transformado en medio, del reloj de pulsera que informa de nuestra tensión arterial al teléfono que nos guía hasta una calle. En términos de la nueva sangre que fluye por el sistema, somos donantes y receptores universales. Recibimos, repetimos, emitimos.
Trump está sabiendo aprovechar el cambio de modelo, mientras que los que se le oponen siguen muchas veces con el viejo. No se trata de considerar lo nuevo mejor que lo viejo. La cuestión aquí es política: el modelo de Trump es más eficaz en sus resultados y tiene un coste: la erosión democrática. Los medios moldean la forma de percibir el mundo al procesarlo. McLuhan tenía razón.

"UN experts condemn President Trump's media criticism" BBC 3/08/2018 https://www.bbc.com/news/world-us-canada-45053406




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