lunes, 27 de agosto de 2018

Los muros que nos encierran

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una de los elementos más preocupantes de la actual situación de la política mundial es el radicalismo creciente. Las causas pueden ser muy diferentes y complejas —políticas, religiosas, económicas...—, pero los resultados, el enfrentamiento social, es el mismo, con el crecimiento de la inestabilidad, los enfrentamientos y el malestar general como efectos más visibles. Hoy no nos sentimos a gusto en nuestros entornos, en los que percibimos constantemente una violencia, latente o manifiesta, —con explosiones de grupos o de individuos—, una falta de diálogo, una constante revisión buscando en el pasado causas de enfrentamiento, etc.
Los problemas se suceden unos a otros y la gente pierde la esperanza de que se puedan solucionar. Solo se cambia de problema para poder seguir manteniendo tensiones y discursos. Para ello se recurre al futuro apocalíptico o al pasado tenebroso. Todo vale para actuar en el presente. Esa crispación constante es el resultado de llevarnos hacia la ira, la indignación como estado receptivo y energía constante.
La política populista, ya generalizada, se hace distrayendo con este tipo de acciones que arrastran pasiones contra otros, a los que se estigmatiza. Estos pueden ser inmigrantes, miembros de otra religión, partido político o etnia, etc. hacia los que se dirigen los problemas.


Un vídeo de la BBC trata sobre el descontento de los iraníes*, de su falta de esperanza en el futuro. Se ha confeccionado con llamadas desde Irán, personas explicando el malestar. Cada que tenemos, explican, el responsable es el "enemigo", ya sea la subida de los precios, las carencias de productos, la lluvia, las manifestaciones, etc. Siempre hay un "enemigo" al que responsabilizar. La carencia de forma de ese "enemigo" hace que la idea sea ajustable a las situaciones variadas.
Cuando hablamos de Egipto, es frecuente que hablemos de si propio "enemigo", un conglomerado que oscila entre unos conspiradores indefinidos, los Hermanos Musulmanes y unos países, entre los que se encuentran Qatar, Turquía, Irán y en muchas ocasiones, los Estados Unidos, su principal financiador militar y económico. El gobierno responsabiliza a ese "enemigo" de cualquier cosa y todos los que se le oponen o critican forman parte del enemigo global.


Los Estados Unidos de Donald Trump tiene también sus propios enemigos. Los hay exteriores recurrentes (China, Rusia, Corea, Irán...), circunstanciales (Turquía, la Unión Europea, México, Canadá...) y los hay interiores, mayormente los demócratas, las feministas y, gran honor, la prensa, declarada oficialmente "enemiga del pueblo" por el presidente. A su vez, están los enemigos internos históricos, es decir, los presidentes anteriores, responsable de que todo esté mal y excusa para cambiarlo todo (ObamaCare) o renegociar los tratados (comerciales, cambio climático, Irán, la OTAN...).
Todo esto hace que crezca la inseguridad en los países. Se enfrentan a enemigos reales o imaginarios, los que existen en la realidad y los que se vocean desde los exaltados discursos políticos o los titulares llamativos de la prensa. Los medios más serios se han contagiado del sensacionalismo del enemigo. Saben que los lectores, las audiencias, se sienten atraídas por el miedo y la inseguridad. La publicidad misma juega con el miedo a los enemigos buscando atraer a sus clientes y consumidores.
Todo ello va en detrimento de la convivencia y de la democracia misma, la mejor herramienta para la convivencia que hemos inventado. Si el diálogo es la forma de reducir tensiones, de aproximarse y entender al otro, lo que se está fomentando va en la dirección contraria. Los asesores de comunicación de los políticos endurecen sus discursos para fomentar el enfrentamiento radicalizando las posturas.


En Europa y en Estados Unidos esto ha traído unos gobernantes broncos, insultantes y que tienen a gala no hacer uso de lo "políticamente correcto", según afirman en cada intervención. Ellos dicen la "verdad" al pueblo porque son el "pueblo". Y el pueblo les valora porque hacen suyas sus peores instintos. Lejos de civilizar, son ejemplos de intransigencia. Trump es la culminación de este estilo que vemos repetirse en muchos lugares.
Creo que es interesante releer el texto ·Retóricas de la intransigencia", obra de Albert Hirschman, escrito en 1991, es decir, tras la caída del muro de Berlín. Hirschman plantea en esos momentos de euforia de la democracia frente al bloque soviético, el enemigo, los peligros que se avecinan:

La inquietante experiencia de verse excluido, no sólo de las opiniones sino de toda la experiencia vital de un gran número de nuestros contemporáneos, es en efecto característica de las sociedades democráticas modernas. En estos días de celebración universal del modelo democrático puede parecer mezquino explayarse en las deficiencias del funcionamiento de las democracias occidentales. Pero es precisamente el derrumbe espectacular y regocijante de ciertos muros lo que llama la atención respecto a los que siguen intactos o a las brechas que se profundizan. Hay uno entre ellos que puede encontrarse a menudo en las democracias más avanzadas: la sistemática falta de comunicación entre grupos de ciudadanos, como liberales y conservadores, progresistas y reaccionarios. La consecuente separación mutua entre esos grandes grupos me parece más preocupante que el aislamiento de individuos anómicos en la "sociedad de masas" al que tanto bombo han dado los sociólogos.
Curiosamente, la estabilidad misma y el funcionamiento adecuado de una sociedad democrática depende de que sus ciudadanos se organicen en unos pocos grupos importantes (idealmente dos), definidos de manera clara, que sostengan opiniones diferentes en cuestiones centrales de política. Puede suceder que esos grupos se amurallen unos frente a otros; en este sentido, la democracia genera de modo continuo sus propios muros. Como el proceso se alimenta de sí mismo, cada grupo, en algún momento, se preguntará a propósito del otro, con asombro y a veces con mutua aversión: "¿cómo han llegado a ser así?". 6-7



Es difícil describir mejor la situación actual de los Estados Unidos, con "muro" incluido. Mientras se investiga la participación rusa en las elecciones norteamericanas y el grado de conocimiento de los implicados, la barrera se establece esta vez dentro del país, en donde se han elevado todo tipo de muros invisibles: lenguas, razas, ideas, religiones... Todo es ahora división. Los enemigos que preocupan ahora se encuentran en casa. Es lo que advierte Trump, incluso ha llegado a señalar que los rusos podrían estar ayudando a los demócratas para alejarle de la casa Blanca. Es difícil mayor ejercicio de cinismo y desvergüenza. Pero todo vale en este planteamiento del miedo y el recelo; todo vale para dividir.
The Guardian

La división social es muy rentable pues suele crear unos vínculos de no retorno., es decir, una integración absoluta en el bando al que se pertenece. El vínculo que se crea es difícil de romper incluso (o especialmente) para los propios sujetos, que pierden la capacidad crítica y son arrastrados hacia ese punto. Una vez allí, se puede creer cualquier cosa con solo ser insinuada por parte de los líderes o del grupo mismo que busca reforzarse con esos sentimientos dobles, positivos y acríticos hacia el liderazgo, y negativos para los que queden estigmatizados dentro del concepto de "enemigos".
La obra de Hirschman, que ya contemplaba la división entonces de los norteamericanos y el ascenso de la intransigencia como peligro para las democracias, merece ser leída y tomada como base para el análisis de la situación actual.
Las dictaduras han usado siempre el miedo para justificarse; la situación de las democracias es la preocupante. Si unas y otras actúan de la misma manera, levantando muros y dividiendo a la sociedad, ¿qué esperanza queda? Si el fin del gobiernos es solo mantener el poder y no la convivencia en el tiempo, reducir discrepancias y una política de convergencia, ¿hacia dónde nos lleva?

Hirschman tuvo que huir de su Alemana natal en 1931 por la llegada de Hitler al poder. Se alistó en las Brigadas Internacionales para luchar en España, otro ejemplo de intransigencia. Acabó siendo un especialista en Economía Política, con especial dedicación a Latinoamérica. Se alejo de los meros números para intentar comprender el comportamiento desde la psicología y la sociología, por lo que comprendió que lo que leemos en el papel se da antes o después en la vida. Inventamos al enemigo y salimos a buscarlo. Al final lo encontramos. Por esos los juegos en los discursos son tan peligrosos. Como si de un hechizo se tratara, el enemigo se acaba manifestando.
Los muros que levantamos por el mundo tienen sus consecuencias psicológicas. Las tuvieron en Alemania y las tendrán allí donde se levante con miedo, con odio o con las dos cosas. Los muros visibles son solo una parte. Lo peor son los invisibles porque sus ladrillos son de miedos y odios. Esos muros ya no son tan fáciles de derribar.


* "Iran gripped by despair as country faces economic turmoil, drought" BBC 27/08/2019 https://www.bbc.com/news/av/world-middle-east-45301533/iran-gripped-by-despair-as-country-faces-economic-turmoil-drought
** Albert Hirschman (1991). Retóricas de la intransigencia. FCE.

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