Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una de los elementos más preocupantes de la actual situación
de la política mundial es el radicalismo creciente. Las causas pueden
ser muy diferentes y complejas —políticas, religiosas, económicas...—, pero los
resultados, el enfrentamiento social, es el mismo, con el crecimiento de la
inestabilidad, los enfrentamientos y el malestar general como efectos más visibles. Hoy no nos sentimos a
gusto en nuestros entornos, en los que percibimos constantemente una violencia, latente o manifiesta, —con explosiones de grupos o de individuos—, una falta
de diálogo, una constante revisión buscando en el pasado causas de
enfrentamiento, etc.
Los problemas se suceden unos a otros y la gente pierde la esperanza de que se puedan solucionar. Solo se cambia de problema para poder seguir manteniendo tensiones y discursos. Para ello se recurre al futuro apocalíptico o al pasado tenebroso. Todo vale para actuar en el presente. Esa crispación constante es el resultado de llevarnos hacia la ira, la indignación como estado receptivo y energía constante.
La política populista, ya generalizada, se hace distrayendo con este tipo de
acciones que arrastran pasiones contra otros, a los que se estigmatiza. Estos
pueden ser inmigrantes, miembros de otra religión, partido político o etnia,
etc. hacia los que se dirigen los problemas.
Un vídeo de la BBC trata sobre el descontento de
los iraníes*, de su falta de esperanza en el futuro. Se ha confeccionado con
llamadas desde Irán, personas explicando el malestar. Cada que tenemos,
explican, el responsable es el "enemigo", ya sea la subida de los
precios, las carencias de productos, la lluvia, las manifestaciones, etc.
Siempre hay un "enemigo" al que responsabilizar. La carencia de forma
de ese "enemigo" hace que la idea sea ajustable a las situaciones
variadas.
Cuando hablamos de Egipto, es frecuente que hablemos de si
propio "enemigo", un conglomerado que oscila entre unos conspiradores
indefinidos, los Hermanos Musulmanes y unos países, entre los que se encuentran
Qatar, Turquía, Irán y en muchas ocasiones, los Estados Unidos, su principal
financiador militar y económico. El gobierno responsabiliza a ese
"enemigo" de cualquier cosa y todos los que se le oponen o critican
forman parte del enemigo global.
Los Estados Unidos de Donald Trump tiene también sus propios
enemigos. Los hay exteriores recurrentes (China, Rusia, Corea, Irán...), circunstanciales
(Turquía, la Unión Europea, México, Canadá...) y los hay interiores, mayormente
los demócratas, las feministas y, gran honor, la prensa, declarada oficialmente
"enemiga del pueblo" por el presidente. A su vez, están los enemigos
internos históricos, es decir, los presidentes anteriores, responsable de que
todo esté mal y excusa para cambiarlo todo (ObamaCare) o renegociar los
tratados (comerciales, cambio climático, Irán, la OTAN...).
Todo esto hace que crezca la inseguridad en los países. Se
enfrentan a enemigos reales o imaginarios, los que existen en la realidad y los
que se vocean desde los exaltados discursos políticos o los titulares
llamativos de la prensa. Los medios más serios se han contagiado del
sensacionalismo del enemigo. Saben que los lectores, las audiencias, se sienten
atraídas por el miedo y la inseguridad. La publicidad misma juega con el miedo
a los enemigos buscando atraer a sus clientes y consumidores.
Todo ello va en detrimento de la convivencia y de la
democracia misma, la mejor herramienta para la convivencia que hemos inventado.
Si el diálogo es la forma de reducir tensiones, de aproximarse y entender al
otro, lo que se está fomentando va en la dirección contraria. Los asesores de
comunicación de los políticos endurecen sus discursos para fomentar el
enfrentamiento radicalizando las posturas.
En Europa y en Estados Unidos esto ha traído unos
gobernantes broncos, insultantes y que tienen a gala no hacer uso de lo
"políticamente correcto", según afirman en cada intervención. Ellos
dicen la "verdad" al pueblo porque son el "pueblo". Y el
pueblo les valora porque hacen suyas sus peores instintos. Lejos de civilizar,
son ejemplos de intransigencia. Trump es la culminación de este estilo que
vemos repetirse en muchos lugares.
Creo que es interesante releer el texto ·Retóricas de la
intransigencia", obra de Albert Hirschman, escrito en 1991, es decir, tras
la caída del muro de Berlín. Hirschman plantea en esos momentos de euforia de
la democracia frente al bloque soviético, el enemigo, los peligros que se
avecinan:
La inquietante experiencia de
verse excluido, no sólo de las opiniones sino de toda la experiencia vital de
un gran número de nuestros contemporáneos, es en efecto característica de las
sociedades democráticas modernas. En estos días de celebración universal del
modelo democrático puede parecer mezquino explayarse en las deficiencias del
funcionamiento de las democracias occidentales. Pero es precisamente el
derrumbe espectacular y regocijante de ciertos muros lo que llama la atención
respecto a los que siguen intactos o a las brechas que se profundizan. Hay uno
entre ellos que puede encontrarse a menudo en las democracias más avanzadas: la
sistemática falta de comunicación entre grupos de ciudadanos, como liberales y
conservadores, progresistas y reaccionarios. La consecuente separación mutua
entre esos grandes grupos me parece más preocupante que el aislamiento de
individuos anómicos en la "sociedad de masas" al que tanto bombo han
dado los sociólogos.
Curiosamente, la estabilidad
misma y el funcionamiento adecuado de una sociedad democrática depende de que
sus ciudadanos se organicen en unos pocos grupos importantes (idealmente dos),
definidos de manera clara, que sostengan opiniones diferentes en cuestiones
centrales de política. Puede suceder que esos grupos se amurallen unos frente a
otros; en este sentido, la democracia genera de modo continuo sus propios
muros. Como el proceso se alimenta de sí mismo, cada grupo, en algún momento,
se preguntará a propósito del otro, con asombro y a veces con mutua aversión:
"¿cómo han llegado a ser así?". 6-7
Es difícil describir mejor la situación actual de los
Estados Unidos, con "muro" incluido. Mientras se investiga la
participación rusa en las elecciones norteamericanas y el grado de conocimiento
de los implicados, la barrera se establece esta vez dentro del país, en donde
se han elevado todo tipo de muros invisibles: lenguas, razas, ideas, religiones...
Todo es ahora división. Los enemigos que preocupan ahora se encuentran en casa.
Es lo que advierte Trump, incluso ha llegado a señalar que los rusos podrían
estar ayudando a los demócratas para alejarle de la casa Blanca. Es difícil
mayor ejercicio de cinismo y desvergüenza. Pero todo vale en este planteamiento
del miedo y el recelo; todo vale para dividir.
The Guardian |
La división social es muy rentable pues suele crear unos
vínculos de no retorno., es decir, una integración absoluta en el bando al que
se pertenece. El vínculo que se crea es difícil de romper incluso (o
especialmente) para los propios sujetos, que pierden la capacidad crítica y son
arrastrados hacia ese punto. Una vez allí, se puede creer cualquier cosa con
solo ser insinuada por parte de los líderes o del grupo mismo que busca
reforzarse con esos sentimientos dobles, positivos y acríticos hacia el
liderazgo, y negativos para los que queden estigmatizados dentro del concepto
de "enemigos".
La obra de Hirschman, que ya contemplaba la división
entonces de los norteamericanos y el ascenso de la intransigencia como peligro
para las democracias, merece ser leída y tomada como base para el análisis de
la situación actual.
Las dictaduras han usado siempre el miedo para
justificarse; la situación de las democracias es la preocupante. Si unas y
otras actúan de la misma manera, levantando muros y dividiendo a la sociedad,
¿qué esperanza queda? Si el fin del gobiernos es solo mantener el poder y no la
convivencia en el tiempo, reducir discrepancias y una política de convergencia,
¿hacia dónde nos lleva?
Hirschman tuvo que huir de su Alemana natal en 1931 por la
llegada de Hitler al poder. Se alistó en las Brigadas Internacionales para
luchar en España, otro ejemplo de intransigencia. Acabó siendo un especialista
en Economía Política, con especial dedicación a Latinoamérica. Se alejo de los meros
números para intentar comprender el comportamiento desde la psicología y la
sociología, por lo que comprendió que lo que leemos en el papel se da antes o
después en la vida. Inventamos al enemigo y salimos a buscarlo. Al final lo encontramos. Por esos los juegos en los discursos son tan peligrosos. Como si de un hechizo se tratara, el enemigo se acaba manifestando.
Los muros que levantamos por el mundo tienen sus
consecuencias psicológicas. Las tuvieron en Alemania y las tendrán allí donde
se levante con miedo, con odio o con las dos cosas. Los muros visibles son solo
una parte. Lo peor son los invisibles porque sus ladrillos son de miedos y odios.
Esos muros ya no son tan fáciles de derribar.
* "Iran gripped by despair as country faces economic turmoil, drought" BBC 27/08/2019
https://www.bbc.com/news/av/world-middle-east-45301533/iran-gripped-by-despair-as-country-faces-economic-turmoil-drought
** Albert Hirschman (1991). Retóricas de la intransigencia.
FCE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.