martes, 21 de agosto de 2018

La calma

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En estos pasados días hemos prestado especial atención a la cuestión de la prensa en Egipto. Es inevitable que el conflicto entre medios y estado se desencadene cuando se trata de imponer una política única de información, es decir, cuando se trata de imponer un discurso único desde el que orientar y dirigir a la opinión pública.
Desde hace mucho tiempo, el régimen egipcio tiene la errónea idea de que puede imponer ese discurso; es más, cree que imponerlo es una forma de autoridad, cuando en realidad es una forma de debilidad.
El crédito con el que Abdel Fatah al-Sisi llegó al poder se ha ido gastando de múltiples formas. El desastre del gobierno de Mohamed Morsi y los hermanos musulmanes le llevó al poder con el apoyo de prácticamente todos los partidos políticos y los sectores religiosos. La promesa era mantener la democracia y que no habría un gobierno militar, algo que los egipcios del 25 de enero de 2011 pensaban que acabaría. Como sabemos, no fue así. Al-Sisi dijo haber tenido un "sueño" en el que se le pedía hacerse cargo del país y el país, en plena sisimanía, le aplaudió. Los recelosos se callaron y algunos se desmarcaron tras las matanzas de las sentadas islamistas, como Mohamed El-Baradei. Era el pistoletazo en una extraña hoja de ruta hacia una democracia que brilla por su ausencia, en donde se hicieron elecciones con una ley electoral diseñada para debilitar a los partidos políticos. Lo que no iba a ser un gobierno militar, lo ha sido tanto como los anteriores en la historia egipcia: el militar se quita el uniforme, aunque al-Sisi lo sigue usando para mantener su imagen vinculada a la del Ejército a los ojos del pueblo.


Los choques con los periodistas que discrepaban se empezaron a producir pronto. Pero ha sido con la cuestión de la entrega de las islas de Tira y Sanafir cuando se produjo el mayor enfrentamiento, con la policía entrando en la sede del Sindicato de Periodistas, algo insólito hasta el momento, a buscar a dos periodistas acusados de expandir noticias falsas, es decir, sostener que las islas eran egipcias. Se vio entonces que el régimen quería una sola voz, propaganda y silencio.
Las políticas de medios han incluido los cierres, las presiones y la compra de medios privados por parte de los empresarios afectos al régimen, que se han hecho con periódicos y cadenas de televisión, despidiendo a los periodistas críticos o poniéndolos en la frontera si eran extranjeros asentados profesionales en Egipto. De todo ello hemos dado cuenta en este tiempo pasado al hilo de los acontecimientos.
Ahram Online publicó ayer (había sido publicado antes en Al-Ahram Weekly, como ocurre en muchas otras ocasiones) una entrevista con Dorreya Sharafeddin, la periodista que fuera la primera mujer en dirigir el Ministerio de Información, miembro del gobierno interino constituido tras el golpe del 30 de junio, el que acabó con Morsi.


La entrevista confirma que se está produciendo un intento de repensar los medios egipcios, hacerlo sobre su papel y su evolución desde la caída de Hosni Mubarak en 2011. La pendiente por la que se ha ido deslizando Egipto les ha llevado no a un régimen de libertades, como se pedía en el despertar de la Primavera, sino a un sistema de control mediático y social inusual para el propio Egipto y los profesionales, que han recibido mal el sistema diseñado para tenerlos controlados y la prolongación con la ley llamada de "cibercrimen". Ya no se puede tener la cabeza en el agujero, vivir dentro de la burbuja más tiempo. La hoja de ruta ha llevado a un callejón sin fondo en el que se pierden las iniciativas democrática en favor de una farsa como la presentada en las elecciones presidenciales —encarcelando a los posible candidatos y presentando un amigo como rival— y que se prolongará con el diseño artificial de un partido oficial y otro de "oposición", dirigido por el mismo "amigo" de las presidenciales.
La entrevista con la ex ministra no tiene más justificación que hablar del estado de los medios y de los medios del estado. Ella los conoce bien, pues ha desempeñado diversos cargos en la época de Hosni Mubarak hasta ese momento:

For three decades Sharafeddin anchored “Nadi Al-Cinema” (Cinema Club), a weekly cultural programme that offered local viewers a window on the best foreign films, accompanied by critical analysis.
Before her cabinet appointment Sharafeddin was director of Egypt’s Censorship Office, the head of the Satellite Channels Department at Egyptian Radio and TV and a deputy to the Minister of Information.
She is the author of two books, Politics and Cinema in the Fifties, and Politics and Cinema in Egypt.* 

Se trata de una especialista en el campo del cine y su relación con la política y que conoce de primera mano los mecanismos de la censura, los que no solo ha estudiado sino dirigido desde la Oficina de Censura. Su participación en el gobierno interino que levantó a la acampada islamista la sitúa dentro del régimen en el inicio. No parece, pues, una elección casual del personaje, sino la búsqueda de un interlocutor con conocimiento del terreno.
La ex ministra sitúa el momento actual de los medios y hace una defensa de los medios públicos como necesarios para que el pueblo egipcio esté bien informado. Tras 2011, la situación cambió y los medios estatales perdieron competitividad respecto a los privados: «The national media needs to be the first and main reference for Egyptian citizens but when we compare Egyptian channels to similar channels worldwide we find we have fallen behind. Problems have accumulated over many years.»*
La cuestión de la credibilidad es importante y los medios estatales, señala, siguen teniendo más credibilidad que los privados. Su papel, indica, es esencial hoy:

The media plays a crucial role in serving society and it also serves the government as it attempts to present a correct image of society. It works to uncover the problems that face society and tries to find solutions. The whole process is really supposed to serve the widest interests of society as a whole.
Any trust issues between a specific media channel and the viewer is a result of wrong practices being followed.
The national Egyptian media has been for years the main provider of information and news for Egyptian viewers but today it faces fierce competition. The problem is one of poor quality rather than an issue of trust.*


El uso de los tiempos verbales es también importante porque tras señalar previamente que han sufrido de abandono, por lo que no han podido competir con los privados, se señala que "han" sido la referencia para el pueblo egipcio. Hasta el momento, lo señalado es el abandono y la cuestión de la pérdida de credibilidad.
Dorreya Sharafeddin se manifiesta en contra de los "talk shows", en los que personas que carecen de conocimientos —especialmente los presentadores— son capaces de convertir sus simples opiniones en ideas guías para la gente. A la pregunta de si la importancia de la televisión se basa en el elevado nivel de analfabetismo, la ex ministra responde afirmativamente.


Las quejas sobre la televisión pública van más allá de las inversiones. Se centra también en los contenidos:

In the past radio and television used to carefully monitor the time allocated to different types of programmes and this would be reviewed every three months.
Religious programmes would be allocated a percentage of air time, cultural programmes, light entertainment and so forth. The idea was to present views and listeners with a balanced menu.
Today, most broadcast time is given over to religious and cookery programmes. And when it comes to the former, the majority of them are related to fatwas, which should not be the case.
There needs to be a much wider range of items broadcast. There should be programmes for women, and for children. Cultural and entertainment programmes should be broadcast alongside religious programmes.*

Llama la atención la crítica al peso de la programación religiosa y la necesidad de tener una programación cultural abierta a toda la sociedad, acercando el mundo de la creación de los libros, la poesía, el cine, etc. Es idea de una programación dominada por la emisión de programas religiosos y de cocina es una descripción bastante desoladora del panorama mediático.

2013

Le piden finalmente un consejo para los trabajadores de los medios públicos:

Work hard to make the national media number one. It must be the main and the first information provider for the Egyptian viewer. Presenting a variety of viewpoints is also crucial, even if some of them oppose decisions taken by the government.*

Estas palabras pidiendo diferentes puntos de vista como cierre de la entrevista son una petición de apertura informativa. La crítica al gobierno debe ser posible; sin ella se vive en una dictadura.
Las señales de estos últimos meses son una petición constante de cambio de rumbo en lo político más allá de la autosuficiencia del nuevo régimen que se ha creado alrededor de al-Sisi. La señal de salida se ha producido por el hecho antes señalado —los ataques a los que defendían la nacionalidad egipcia de las islas entregadas graciosamente a Arabia Saudí— y por un segundo factor importante, los resultados de las elecciones presidenciales. Entonces quedó en evidencia que había un porcentaje mucho más alto de lo esperado de abstenciones, el verdadero medidor del sentir. Se avisó de que algo no estaba funcionando, que la gente no estaba contenta y que el carisma del presidente tenía un límite. La inversión millonaria en propaganda para una farsa electoral, con el candidato amigo, Moussa, no sirvió para obtener el resultado previsto especialmente si se tenía por delante un "sangre, sudor y lágrimas" de la crisis económica.

2015

Son muchas voces que han criticado la forma en que se llevan las reformas económicas y, sobre todo, la forma en que el gobierno las lleva. En esto, el parlamento lanzó una ofensiva contra el propio gobierno haciéndoles responsables de los resultados de las presidenciales y exigiendo un mayor protagonismo político, que se concretará en esa especie de bipartidismo controlado, que tampoco satisfará a nadie por ser puro teatro.
El papel asignado a los medios es el de mero instrumento del poder, una forma de modelado mental. Ese mundo de programas de cocina y religiosos define bien unos medios anestésicos en los que se controla a través de las fatwas las posibles críticas o presiones de los rivales.
Las peticiones de al-Sisi de reformas religiosas son una incongruencia, pues le ha devuelto a la Universidad de Al-Azhar el protagonismo en el control. No hay reforma, sino ortodoxia. Si son ellos los que deben usar la religión para sostener al régimen, se cobran su factura. La imagen de las cabinas de consulta religiosa instaladas en el Metro de El Cairo son una imagen elocuente de cuál es el camino elegido. Es un camino que lleva por una senda peligrosa y, sobre todo, insatisfactoria para los que creyeron que 2011 supondría un alejamiento de militares y clérigos. La lasitud de Mubarak era preferible al activismo moralista de al-Sisi. No se hizo una revolución para terminar consultado en el Metro al asesor coránico de turno o que te expliquen las fatwas por televisión.


Las iniciativas para que se prolongue el mandato de cuatro a seis años ha tensado la cuerda, ya que ese tiempo extra que se pide para hacer el proyecto ya no convence a muchos. El proyecto mismo es el que no funciona. Tienen más militares, más vigilancia y leyes más restrictivas que las que tenían antes; se persigue a gente a la que antes se dejaba en paz; han perdido poder adquisitivo. ¿Dónde está el avance?
La entrevista con Dorreya Sharafeddin es solo otro síntoma de malestar publicado en un medio estatal. Los medios siguen intentando navegar y que se vea su descontento. 
El término elegido para el titular, "media's doldrums", hace referencia a esos periodos de calma chicha en el mar en que las embarcaciones quedan atrapadas en zonas sin viento. Es la parálisis mediática.



* "INTERVIEW: Former information minister Dorreya Sharafeddin talks about Egyptian media's doldrums" Ahram Online 20/08/2018 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/309939/Egypt/Politics-/INTERVIEW-Former-information-minister-Dorreya-Shar.aspx




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