En estos
pasados días hemos prestado especial atención a la cuestión de la prensa en
Egipto. Es inevitable que el conflicto entre medios y estado se desencadene
cuando se trata de imponer una política única de información, es decir, cuando
se trata de imponer un discurso único desde el que orientar y dirigir a la
opinión pública.
Desde
hace mucho tiempo, el régimen egipcio tiene la errónea idea de que puede
imponer ese discurso; es más, cree que imponerlo es una forma de autoridad,
cuando en realidad es una forma de debilidad.
El
crédito con el que Abdel Fatah al-Sisi llegó al poder se ha ido gastando de
múltiples formas. El desastre del gobierno de Mohamed Morsi y los hermanos musulmanes
le llevó al poder con el apoyo de prácticamente todos los partidos políticos y
los sectores religiosos. La promesa era mantener la democracia y que no habría
un gobierno militar, algo que los egipcios del 25 de enero de 2011 pensaban que
acabaría. Como sabemos, no fue así. Al-Sisi dijo haber tenido un
"sueño" en el que se le pedía hacerse cargo del país y el país, en
plena sisimanía, le aplaudió. Los recelosos se callaron y algunos se
desmarcaron tras las matanzas de las sentadas islamistas, como Mohamed
El-Baradei. Era el pistoletazo en una extraña hoja de ruta hacia una democracia
que brilla por su ausencia, en donde se hicieron elecciones con una ley
electoral diseñada para debilitar a los partidos políticos. Lo que no iba a ser
un gobierno militar, lo ha sido tanto como los anteriores en la historia
egipcia: el militar se quita el uniforme, aunque al-Sisi lo sigue usando para
mantener su imagen vinculada a la del Ejército a los ojos del pueblo.
Los
choques con los periodistas que discrepaban se empezaron a producir pronto.
Pero ha sido con la cuestión de la entrega de las islas de Tira y Sanafir
cuando se produjo el mayor enfrentamiento, con la policía entrando en la sede
del Sindicato de Periodistas, algo insólito hasta el momento, a buscar a dos
periodistas acusados de expandir noticias falsas, es decir, sostener que las
islas eran egipcias. Se vio entonces que el régimen quería una sola voz,
propaganda y silencio.
Las políticas
de medios han incluido los cierres, las presiones y la compra de medios privados
por parte de los empresarios afectos al régimen, que se han hecho con
periódicos y cadenas de televisión, despidiendo a los periodistas críticos o
poniéndolos en la frontera si eran extranjeros asentados profesionales en
Egipto. De todo ello hemos dado cuenta en este tiempo pasado al hilo de los
acontecimientos.
Ahram
Online publicó ayer (había sido publicado antes en Al-Ahram Weekly, como ocurre
en muchas otras ocasiones) una entrevista con Dorreya Sharafeddin, la periodista
que fuera la primera mujer en dirigir el Ministerio de Información, miembro del
gobierno interino constituido tras el golpe del 30 de junio, el que acabó con
Morsi.
La
entrevista confirma que se está produciendo un intento de repensar los medios egipcios, hacerlo sobre su papel y su evolución
desde la caída de Hosni Mubarak en 2011. La pendiente por la que se ha ido
deslizando Egipto les ha llevado no a un régimen de libertades, como se pedía
en el despertar de la Primavera, sino a un sistema de control mediático y
social inusual para el propio Egipto y los profesionales, que han recibido mal
el sistema diseñado para tenerlos controlados y la prolongación con la ley
llamada de "cibercrimen". Ya no se puede tener la cabeza en el agujero,
vivir dentro de la burbuja más tiempo. La hoja de ruta ha llevado a un callejón
sin fondo en el que se pierden las iniciativas democrática en favor de una
farsa como la presentada en las elecciones presidenciales —encarcelando a los
posible candidatos y presentando un amigo como rival— y que se prolongará con
el diseño artificial de un partido oficial y otro de "oposición",
dirigido por el mismo "amigo" de las presidenciales.
La
entrevista con la ex ministra no tiene más justificación que hablar del estado
de los medios y de los medios del estado. Ella los conoce bien, pues ha
desempeñado diversos cargos en la época de Hosni Mubarak hasta ese momento:
For three decades Sharafeddin anchored “Nadi
Al-Cinema” (Cinema Club), a weekly cultural programme that offered local viewers
a window on the best foreign films, accompanied by critical analysis.
Before her cabinet appointment Sharafeddin was
director of Egypt’s Censorship Office, the head of the Satellite Channels
Department at Egyptian Radio and TV and a deputy to the Minister of
Information.
She is the author of two books, Politics and Cinema in the Fifties, and Politics and Cinema in Egypt.*
Se trata de una especialista en el campo del cine y su
relación con la política y que conoce de primera mano los mecanismos de la
censura, los que no solo ha estudiado sino dirigido desde la Oficina de
Censura. Su participación en el gobierno interino que levantó a la acampada
islamista la sitúa dentro del régimen en el inicio. No parece, pues, una
elección casual del personaje, sino la búsqueda de un interlocutor con
conocimiento del terreno.
La ex ministra sitúa el momento actual de los medios y hace
una defensa de los medios públicos como necesarios para que el pueblo egipcio
esté bien informado. Tras
2011, la situación cambió y los medios estatales perdieron competitividad
respecto a los privados: «The national media needs to be the first and
main reference for Egyptian citizens but when we compare Egyptian channels to
similar channels worldwide we find we have fallen behind. Problems have
accumulated over many years.»*
La cuestión de la credibilidad es importante y los medios
estatales, señala, siguen teniendo más credibilidad que los privados. Su papel, indica, es esencial hoy:
The media plays a crucial role in serving
society and it also serves the government as it attempts to present a correct
image of society. It works to uncover the problems that face society and tries
to find solutions. The whole process is really supposed to serve the widest
interests of society as a whole.
Any trust issues between a specific media
channel and the viewer is a result of wrong practices being followed.
The national Egyptian media has been for years the
main provider of information and news for Egyptian viewers but today it faces
fierce competition. The problem is one of poor quality rather than an issue of
trust.*
El uso de los tiempos verbales es también importante porque
tras señalar previamente que han sufrido de abandono, por lo que no han podido
competir con los privados, se señala que "han" sido la referencia
para el pueblo egipcio. Hasta el momento, lo señalado es el abandono y la
cuestión de la pérdida de credibilidad.
Dorreya
Sharafeddin se manifiesta en contra de los "talk shows", en los que
personas que carecen de conocimientos —especialmente los presentadores— son
capaces de convertir sus simples opiniones en ideas guías para la gente. A la
pregunta de si la importancia de la televisión se basa en el elevado nivel de
analfabetismo, la ex ministra responde afirmativamente.
Las
quejas sobre la televisión pública van más allá de las inversiones. Se centra
también en los contenidos:
In the past radio and television used to
carefully monitor the time allocated to different types of programmes and this
would be reviewed every three months.
Religious programmes would be allocated a
percentage of air time, cultural programmes, light entertainment and so forth.
The idea was to present views and listeners with a balanced menu.
Today, most broadcast time is given over to
religious and cookery programmes. And when it comes to the former, the majority
of them are related to fatwas, which should not be the case.
There needs to be a much wider range of items
broadcast. There should be programmes for women, and for children. Cultural and
entertainment programmes should be broadcast alongside religious programmes.*
Llama la atención la crítica al peso de la programación
religiosa y la necesidad de tener una programación cultural abierta a toda la
sociedad, acercando el mundo de la creación de los libros, la poesía, el cine,
etc. Es idea de una programación dominada por la emisión de programas
religiosos y de cocina es una descripción bastante desoladora del panorama
mediático.
2013 |
Le piden finalmente un consejo para los trabajadores de los medios públicos:
Work hard to make the national media number
one. It must be the main and the first information provider for the Egyptian
viewer. Presenting a variety of viewpoints is also crucial, even if some of
them oppose decisions taken by the government.*
Estas palabras pidiendo diferentes puntos de vista como
cierre de la entrevista son una petición de apertura informativa. La crítica al gobierno debe ser posible; sin ella se vive en una dictadura.
Las señales de estos últimos
meses son una petición constante de cambio de rumbo en lo político más allá de
la autosuficiencia del nuevo régimen que se ha creado alrededor de al-Sisi. La
señal de salida se ha producido por el hecho antes señalado —los ataques a los
que defendían la nacionalidad egipcia de las islas entregadas graciosamente a
Arabia Saudí— y por un segundo factor importante, los resultados de las elecciones
presidenciales. Entonces quedó en evidencia que había un porcentaje mucho más
alto de lo esperado de abstenciones, el verdadero medidor del sentir. Se avisó
de que algo no estaba funcionando, que la gente no estaba contenta y que el
carisma del presidente tenía un límite. La inversión millonaria en propaganda
para una farsa electoral, con el candidato amigo, Moussa, no sirvió para obtener
el resultado previsto especialmente si se tenía por delante un "sangre,
sudor y lágrimas" de la crisis económica.
2015 |
Son muchas voces que han criticado la forma en que se llevan
las reformas económicas y, sobre todo, la forma en que el gobierno las lleva.
En esto, el parlamento lanzó una ofensiva contra el propio gobierno haciéndoles
responsables de los resultados de las presidenciales y exigiendo un mayor
protagonismo político, que se concretará en esa especie de bipartidismo
controlado, que tampoco satisfará a nadie por ser puro teatro.
El papel asignado a los medios es el de mero instrumento del
poder, una forma de modelado mental. Ese mundo de programas de cocina y religiosos
define bien unos medios anestésicos en los que se controla a través de las
fatwas las posibles críticas o presiones de los rivales.
Las peticiones de al-Sisi de reformas religiosas son una
incongruencia, pues le ha devuelto a la Universidad de Al-Azhar el protagonismo
en el control. No hay reforma, sino ortodoxia. Si son ellos los que deben usar
la religión para sostener al régimen, se cobran su factura. La imagen de las
cabinas de consulta religiosa instaladas en el Metro de El Cairo son una imagen
elocuente de cuál es el camino elegido. Es un camino que lleva por una senda
peligrosa y, sobre todo, insatisfactoria para los que creyeron que 2011
supondría un alejamiento de militares y clérigos. La lasitud de Mubarak era preferible
al activismo moralista de al-Sisi. No se hizo una revolución para terminar consultado
en el Metro al asesor coránico de turno o que te expliquen las fatwas por
televisión.
Las iniciativas para que se prolongue el mandato de cuatro a
seis años ha tensado la cuerda, ya que ese tiempo extra que se pide para hacer
el proyecto ya no convence a muchos. El proyecto mismo es el que no funciona.
Tienen más militares, más vigilancia y leyes más restrictivas que las que
tenían antes; se persigue a gente a la que antes se dejaba en paz; han perdido
poder adquisitivo. ¿Dónde está el avance?
La entrevista con Dorreya Sharafeddin es solo otro síntoma de malestar publicado en un
medio estatal. Los medios siguen intentando navegar y que se
vea su descontento.
El término elegido para el titular, "media's doldrums", hace referencia a esos periodos de calma chicha en el mar en que las embarcaciones quedan atrapadas en zonas sin viento. Es la parálisis mediática.
*
"INTERVIEW: Former information minister Dorreya Sharafeddin talks about
Egyptian media's doldrums" Ahram Online 20/08/2018
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/309939/Egypt/Politics-/INTERVIEW-Former-information-minister-Dorreya-Shar.aspx
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