Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En otro
de esos encuentros que el presidente al-Sisi tiene cara a cara con los jóvenes
con el imposible objetivo de que solo le escuchen a él, les dijo otra de esas
frases lapidarias con las que suele resumir la situación: «“Evil people are working hard to engage Egyptians in
troubles,” Al-Sisi claimed. “They
are promoting the idea that the current regime is not working in favour of the
citizens on a regular basis. Moreover, they are trying to destroy the country
by using us,” he said.»*
Muchos egipcios se estarán preguntando quién es ese
"evil people" al que el presidente alude con frecuencia pero que
nunca acaba de materializarse, ¿pertenecen a este mundo? La segunda parte de la frase —recogida por
Daily News Egypt— es incluso más críptica y da pie para especulaciones
infinitas. Las preguntas que surgen don ya de otro orden, cuyo cripticismo va
desde la posesión hasta la infiltración para acabar con Egipto y deshacer orden
mundial, que está bastante revuelto sin necesidad de que a Egipto le pasen
cosas nuevas. Es característico de los gobiernos egipcios resaltar una y otra
vez esta excepcionalidad egipcia y la
importancia de que ellos no se dejen llevar por todas la perrerías del destino.
Pero esa línea de "using us" es nueva, una estrategia diferente que
mira hacia el interior y no solo al exterior como fuente de destrucción. ¿A
quién se refiere?
Ayer dábamos cuenta de los efectos mundiales de la primera
semana de Donald Trump en la Casa Blanca y de cómo el compromiso con el Egipto
de al-Sisi podría traer complicaciones con terceros. Adelantábamos que Trump
necesita una cabeza de puente en Medio Oriente y más si sigue una política como
la comenzada ayer mismo con las prohibiciones de entrada a los refugiados o
simples emigrantes de siete países musulmanes. Y anticipábamos lo publicado por
Egypt Independent para tratarlo con más detenimiento.
El texto —de gran interés, publicado anteriormente por Al-Masry Al-Youm— se titula "Rift
escalates, becomes public between Sisi, Al-Azhar":
President Abdel Fattah al-Sisi's latest
statements to Egypt's Al-Azhar Grand Sheikh Ahmed al-Tayyeb have publically
revealed disagreement and tension between him and Al-Azhar, especially with
regard to the so-called "renewal of religious discourse".
The Egyptian president has called on Al Azhar
-- the foremost Muslim Sunni institution around the world -- in numerous
speeches to reform the religious discourse and dogmatic edicts ('fatwas') it
emits, in order to meet the needs of our times; because of its importance in
facing extremist fanatic Islamist rhetoric in the ongoing security
confrontation.
"You wear me out"; "Each time I
see the grand sheikh, I tell him: you are tourturing me"; and "I will
argue with you about it before God"; are some of the reported comments
which Sisi said to Tayyeb at various religious ocassions over the past three
years.
Al-Watan newspaper on Tuesday quoted Sisi as
telling Tayyeb: "You wear me out", during a celebration held on
National Police Day; refering to Tayyeb's resistence to pass a law restricting
verbal divorce among Muslims.
This latest statement by Sisi highlights the
ongoing rift between the presidency and the Al-Azhar institution, whose
response to the president's calls for religious reform is seen as lukewarm.**
De la cuestión del "divorcio" ya nos ocupamos aquí
el día en que se produjo y la extrañeza de que su escenario fuese el del Día
Nacional de la Policía, el día antes del aniversario del 25 de enero, el
comienzo de la sublevación contra Hosni Mubarak en 2011.
La segunda parte del artículo —que consta de tres— se dedica
a repasar momentos anteriores de los conflictos entre la presidencia y la
Universidad de Al-Azhar. De muchos de ellos hemos dado cuenta aquí porque nos
parecían esenciales para comprender el desarrollo de la revolución egipcia y de
su truncamiento tras la llegada de los islamistas tras las elecciones y el
golpe, el "no-coup", del 30 de junio, del que surge el régimen actual
tras deshacerse de los Hermanos Musulmanes. Con posterioridad, la historia
egipcia ha sido un continuo desengancharse de aquel primer momento en el que se
prometió una sociedad no islamizada, abierta y moderna.
En este juego era esencial el papel de la Universidad de
Al-Azhar era esencial para dar legitimidad al régimen surgido de la
intervención del Ejército. Pero pronto, la cuestión se hizo más compleja de lo
previsto y las tensiones se empezaron a producir.
Los islamistas no habían venido del exilio. Estaban allí,
insertado en las instituciones de todo tipo pues la desidia de Hosni Mubarak
confiaba demasiado en el poder de la fuerza y sobre todo en su propio poder
para controlar lo que Sadat había comenzado al reintroducirlos para el control
de sus mayores enemigos, los nasseristas.
La estrategia de los grupos islamistas es de abajo arriba.
No les interesa el gobierno en primer lugar, sino la sociedad. Saben que si se
hacen con la sociedad, acabarán teniendo el gobierno, como así ocurrió en las
primeras elecciones. Los islamistas cambian las mentes para cambiar las
actuaciones. Esas actuaciones pueden ser de distintos tipos y radicalidad, pero
saben que el motor de la acción es siempre el pensamiento. Eso es lo que no
entienden los que creen que por la fuerza se extraen las ideas de la cabeza;
muy al contrario, se radicalizan. Es lo que vemos en el fenómeno del yihadismo,
en lo personal, y del Estado Islámico, como forma social.
La estrategia de Abdel Fattah al-Sisi desde el principio fue
jugar a la "unidad nacional y social" frente al islamismo sectario.
Lo tuvo cuando al dar el golpe ante la negativa del presidente Morsi a dimitir
y anticipar elecciones ante el clamor popular que lo pedía a través de la
iniciativa Tamarod y otros grupos sociales de respuesta a la
"islamización" del estado, el sectarismo, la violencia social que se
produjo y, especialmente, la orientación islamistas en la guerra de Siria y el
tema palestino. Los Hermanos Musulmanes se vieron en el poder y se quitaron la
máscara de la moderación haciendo piña con los salafistas para sacar una
constitución islamista sin escuchar a nadie, ante la preocupación internacional
que veía y denunciaba el sectarismo y la violación de los derechos humanos,
además de los ataques a las minoría, desprecio a los derechos de las mujeres,
etc.
En ese primer momento, el entonces ministro de Defensa tuvo
a su lado a la práctica totalidad de los grupos políticos y sociales,
incluyendo a las cabezas de la iglesia copta y de la Universidad de Al-Azhar.
Todos se hicieron la fotografía para mostrar la unidad, por un lado, y el
rechazo a los Hermanos y sus políticas. Pero los Hermanos no estaban dispuestos
a abandonar el poder. Se organizaron y ofrecieron una resistencia, creando sus
asentamientos. Estaban claramente instigando al uso de la fuerza pensando que
con su resistencia harían abandonar al gobierno desencadenando una reacción
internacional en su favor. Pero no fue así. Se produjeron los más de mil
muertos en los enfrentamientos. Y ese fue el gran error de al-Sisi.
Como consecuencia se resquebrajó la unidad y comenzaron los
abandonos de aquellos que no querían ser cómplices de lo que se había
pretendido evitar, un enfrentamiento civil en las calles. Pero los islamistas
no dejaron o al Ejército no le interesó o las dos cosas. Los aliados, empezando
por El-Baradei, se fueron y después otros ante el aumento de la represión y la
fuerza policial. El nuevo régimen comenzaba a parecerse al viejo. La
constitución se enmendó para liberarla de su carga islámica hasta hacerla
aceptable, pero pasó a ser papel mojado. Al-Sisi se hizo con el poder a través
de unas elecciones a las que había prometido no presentarse y después se diseñó
una ley electoral para evitar que hubiera partidos políticos fuertes. La
historia posterior ya la conocemos.
Una de las piezas esenciales en el diseño del régimen era la
Universidad de Al-Azhar. Sabedor de su papel de referencia y de que es en los
imanes en dónde reside la capacidad doble de alabar al gobernante y la pedagogía
del cambio posible, el presidente les dio poder para realizar la tarea de
fortalecer su influencia a cambio del apoyo de la institución y de algo que
considera —con razón— indispensable: la reforma religiosa.
Por más que se trate de aislar el fenómeno del yihadismo y
se diga que es un fenómeno que se aleja de la religión, sabemos que no es esa
realidad. La radicalización no es alejarse de la religión sino profundizar y desarrollar
partes que se leen literalmente no por
error, sino porque así fueron leídas. Los grupos integristas buscan un
purismo interpretativo partiendo del principio del tiempo perfecto y la
comunidad perfecta, lo que implica un retroceso histórico ya que el mundo no es
el mismo.
La reforma que al-Sisi pide una y otra vez es la que no
llega. A la Universidad de Al-Azhar y a muchos de sus integrantes no les
interesa una reforma que les haga perder influencia sino lo contrario. Los
límites de las reformas están claros. Mientras que se ha perseguido a los
terroristas por sus acciones, se ha perseguido a los demócratas y reformistas
religiosos por sus ideas, como ha sido el caso del predicador Islam El Beheiry.
El presidente se ha encontrado con un límite: están
dispuestas a aflojar el control religioso sobre la población. Los intentos de
"modernizar" el discurso religioso que reclama de continuo al-Sisi se
estrellan contra la única institución
global que controla el flujo religioso. El conflicto al controlar desde el ministerio
los discursos de los viernes en las mezquitas del país enfrentaba al gobierno
con los clérigos que han de impartirlos. Se habían clausurado las mezquitas no
funcionariales, pero el problema venía ahora al intentar que el ministerio
elaborara las prédicas religiosas. Eso era algo más que un insulto intelectual
para la Universidad, era una amenaza por desconfianza.
En este tiempo las autoridades religiosas han intervenido
incluso en sancionar las huelgas diciendo que no eran de "buenos
musulmanes", han sancionado positivamente la entrega de las islas de Tiran
y Sanafir hasta decir que estaban predicho en el Corán o han condenado las
manifestaciones en conmemoración del 25 de enero. Lo han hecho a través del
ministro de Dotaciones Religiosas o a través de figuras pertenecientes a Al-Azhar,
según se dieran las circunstancias.
En la tercera parte del artículo se señalan los orígenes de
los desencuentros entre el gobierno y la Universidad de Al-Azhar:
The roots of the dispute between Sisi and
Tayyeb date back to the era of the interim president Adly Mansour, when Sisi
was appointed as Defense Minister. According to Al-Watan newspaper, Tayyeb
refused to announce support at the time for the dispersal by force of the
pro-toppled President Mohamed Morsi sit-ins at Rabaa Al-Adaweya and Al-Nahda
squares.
Tayyeb disagreed as well with Sisi about his
stance toward the regime of Syrian President Bashar al-Assad, Muslim Shiites,
and the "Islamic State" (IS) terrorist organization.
Prominent journalist and writer Lamees Gaber
told Al-Watan that Al-Azhar's problem lies in "second-row leaders",
not in Tayyeb himself. She described Tayyeb as a "very enlightened,
moderate scholar".
Former Culture Minister Gaber Asfour,
meanwhile, said Al-Azhar did not meet the call of Sisi and Egypt's intellectuals
for the development of religious discourse; adding that the Islamic institution
has rather become an antagonist to intellectuals, as it seeks to control their
opinions.
The religious researcher Hussein al-Qady echoed
Asfour's opinion when he said that the conferences and seminars organized by
Al-Azhar on the development of religious discourse had become a waste of time
and public funds, because of their total lack of vision.**
Los choques con Ahmed el-Tayyeb, imán de la mezquita de
Al-Azhar y rector de la universidad, pueden venir de lejos, de esos
desencuentros, pero no son más que una muestra más de los desencuentros que se
han ido produciendo en la historia del Islam entre los imanes y los califas,
entre las autoridades religiosas y las civiles.
La acusación contra los profesores de la universidad de ir
contra los intelectuales, religiosos o no, tiene su fundamento. También su
lógica ya que, ¿por qué iban los religiosos a actuar en su contra, perdiendo
poder? La idea de al-Sisi de que podría manejar de forma absoluta a los
religiosos ha demostrado ser de una enorme ingenuidad. Lo que han hecho ha sido
reforzar su poder y tratar de eliminar sus propios obstáculos: los que
realmente piden la reforma religiosa, su adecuación a estos tiempos y, en
especial, los que piden la libertad de conciencia, la separación de la religión
del estado y su ingreso en la vida privada y la conciencia de cada uno. Pero
eso es demasiado para la institución religiosa, que dejaría de ser lo que es.
Esgrime los peligros de perder influencia y el crecimiento del radicalismo
¿De dónde viene la desesperación del presidente al-Sisi? El
diseño realizado por él al principio se ha ido desmoronando y es cada vez más
difícil mantenerlo en pie. Ya solo queda, como hemos visto al principio, el
recurso a las amenazas del enemigo exterior, primero, y de no se sabe muy bien
quién después.
Si el presidente tuvo la oportunidad de haber resuelto la
crisis de las sentadas de otra manera es algo que la Historia deberá decidir
con toda la información sobre la mesa. El hecho es que hizo lo que hizo y eso
tuvo unas consecuencias que han ido complicando cada vez más el desarrollo
egipcio. Devolver el control de la presidencia al Ejército, por más que se
disfrazara de "sisimanía" ha tenido sus consecuencias dentro y fuera.
La primera el abandono de las fuerzas que podían haber dado un respaldo
democrático al régimen tras una aceptable reforma de la constitución, que
pronto quedó en papel mojado al recortarse las libertades e imponerse la Ley
Anti manifestaciones, recurrir a los jueces más retrógrados para apuntalar judicialmente
la labor de represión judicial.
Al-Sisi ha tenido que jugar políticamente a la defensiva,
recurriendo a una bomba de relojería: el antiguo régimen, con su carga de
corrupción. De esta forma, con los demócratas fuera, la presión de los
religiosos oficiales y el regreso de los principales responsables del viejo
régimen, es difícil que se pueda construir una democracia o, como decía
recientemente un ministro para referirse al país "un estado civil
moderno". El estado no es ninguna de las dos cosas, ni "civil"
ni "moderno".
En esta tesitura, con el desastre económico del hundimiento
de la libra egipcia, el abandono del turismo y las reacciones internacionales
ante la represión, al-Sisi estalla públicamente contra los religiosos de
Al-Azhar. En su busca de algún aliado, se encuentra en el camino de Donald
Trump, del que sale diciendo en Naciones Unidas, en septiembre, que le parece
un "líder sólido". El mundo queda sorprendido por los piropos entre
un presidente que no logra sacar al país del desastre y un candidato al que se
le ven muy pocas posibilidades en la campaña electoral.
Pero a la Historia le gusta sorprendernos.
The Jordan Times ha
publicado un interesante artículo, firmado por Rami G. Khouri —conocido y
galardonado periodista árabe-palestino, de familia cristiana—, en el que
muestra su interés por las relaciones entre Estados Unidos y Egipto para el
país y toda la zona. El artículo comienza diciendo que su instinto le dice que habrá que esperar un par de meses para ver
la cara del verdadero Trump y lo que se decide a hacer. Como para esto ha
bastado una semana, calificada por The
Washington Post, como la más
alarmante de la Historia, no ha hecho falta tanto tiempo para descubrir la
cara de Trump. El autor, en cualquier caso, señala «I think we should
all be very worried about the tone and direction of Trump’s apparent views on
how the US should pursue its relations with Egypt»*** Pasa después a especificar los motivos de esta
profunda preocupación por lo que pueda pasar de ese encuentro entre los dos países
en la situación actual y a la vista de la historia de la zona. El presidente norteamericano, no
dice, «praised Egypt’s efforts to fight terrorism, and promised to fully
support Egypt in its economic and security plans.»***
Tras el encuentro de septiembre, la prensa egipcia presentaba
a Donald Trump como una especie de protegido del presidente egipcio, al que
este trataba de imitar por su nacionalismo y su combate enérgico contra el
terrorismo. La lucha contra el terrorismo, de hecho es la única línea que le
queda a al-Sisi por desarrollar ante el fracaso de las otras. Es la línea que
justifica todas las acciones y explica todos los desastres.
Como señalábamos ayer, la firma de Trump del decreto
prohibiendo la entrada de los inmigrantes provenientes de 7 países musulmanes coloca
a al-Sisi en una situación complicada y le hace más débil de dos maneras: como
presunto líder del mundo árabe, algo que siempre ha pretendido ser, y es una
invitación a que haya más terrorismo en Egipto para complicarle la vida y las
relaciones con USA.
Pero la preocupación del autor del artículo en The Jordan Times es otra:
It is good news that one of the most important
Arab countries and the world’s most powerful country both plan to cooperate in
the critical battle against terrorism and extremism.
It is imperative that Arab and global powers
work closely together to defeat this serious and growing terror threat to all
countries, by adopting strategies that could succeed.
Yet, Arab and American leaders (and Russian,
British, French and other world leaders) who tried this have yet to find those
strategies that succeed.
The main reason may be that they continue to
refuse to acknowledge that sustained domestic autocracy devoid of citizen
political rights, combined with socio-economic stagnation and growing
disparities, actually generate the conditions that promote terrorism among Arab
citizens who had never been inclined to this sort of criminality before.
It would be frightening news if Trump’s
announcement means the US plans to fully support Sisi’s current strategy to
fight terror, because that strategy has failed to date at both developmental
and security levels.****
El control del terrorismo es prácticamente imposible si no
se cambian las mentalidades. El miedo de Khouri es que de nuevo los Estados
Unidos vuelvan a apoyar regímenes represivos que lo que crean es un círculo
vicioso, un sistema de retroalimentación de la violencia. Por muchas cárceles
que se construyan en Egipto, nunca se podrá albergar al potencial terrorismo
que se alimenta fuera y dentro de las fronteras con acciones y discursos, con enseñanzas
radicales y agravios azuzados.
Escribe Khouri:
Even more problematic — the lessons of modern
Arab history indicate — is the proven reality that the total support of global
powers to autocrats, dictators or military men who rule Arab countries has been
a recurring catastrophe for the our region for 65 years now.
This started when the Egyptian military, in
1952, initiated the ugly legacy of soldiers seizing power and ruling with a
devastating combination of heavy-handedness and incompetence.
The good things some of them did ultimately
were dwarfed and swamped by the negative consequences of unchecked military
rule. The novelty of soldiers in power spread from Egypt to many other Arab
countries after 1952. The results we see today include the weakened national
skeletons of once promising countries like Iraq, Libya, Syria, Yemen, Sudan,
Somalia and others.****
La lista de países citados coincide prácticamente con el
listado dado por Donald Trump para que se prohíba en el país la entrada. Ya se
ha hecho bajar de los aviones a los primeros refugiados o simples turistas que
intentan entrar en los Estados Unidos. Ayer mismo se ha hecho bajar del avión en
el aeropuerto de El Cairo a pasajeros de esos países que iban a Nueva York.
El papel de los militares, llegados al poder tras la salida
británica, ha tenido unos efectos nefastos especialmente porque han usado
también la religión como un arma de control social, como hizo el presidente
Sadat al rechazar la política seguida por Nasser. Sadat convirtió a Egipto en
el guardaespaldas de Israel, en el que garantizaba la perpetuidad del régimen
militar y el apoyo de los Estados Unidos al Ejército egipcio, cuyos oficiales
se han formado en las academias norteamericanas, incluyendo el actual
presidente Sisi.
Quienes se aprovecharon finalmente del vacío civil fueron
los islamistas, ya infiltrados y los únicos verdaderamente organizados a la
sombra de un régimen permisivo mientras no levantaran la voz, lo contrario de
los demócratas, que criticaban a unos y a otros. Estos han quedado fuera y han
seguido fuera tras el planteamiento con posterioridad al 30 de junio.
De muy poco ha servido volver a las viejas prácticas de
represión, cárceles llenas y control de las instituciones religiosas. Más bien
se ha conseguido lo contrario. Es la experiencia de estos años:
Our own lived history suggests that Egypt’s
current policy of using massive military tactics to suppress the small,
homegrown terror movements that threaten it, while stifling the political
freedoms of all citizens, is unlikely to succeed in the long run.
Many other military-run, foreign-supported Arab
states have tried the same things in recent decades, and now they are the
world’s leading generators, trainers and exporters of terrorism.****
La desesperación del presidente al-Sisi es la de no poder
ofrecer la imagen que más daño le puede hacer ahora ante la nueva
administración de Donald Trump: la del reformista religioso, el líder que haga
moverse al islam en una dirección contraria a la que los extremistas le han ido
llevando.
Que no consiga que la Universidad de Al-Azhar se abra le
hace parecer débil hacia el exterior y evita que pueda ser considerado como el
"líder reformador". Por más apoyo que pueda ofrecerle Trump, poco
podrán hacer si se produce un aumento del terrorismo en Egipto (están invitando
a ello) con algún objetivo que le ponga en aprietos.
Hay otro factor peligroso para Egipto. La primera visita que
ha hecho la admiradora de Trump, Theresa May, ha sido a Erdogan en Turquía. De
todas las deslealtades que la señora May puede tener con la Unión Europea, esta
es la de más baja estofa que ha podido realizar. Su visita tras encontrarse con
Trump es para encontrarse con otro dictador creciente, el presidente turco, al
que la Unión Europea trata de frenarle en sus chantajes con los refugiados, sus
ataques a los kurdos, sus purgas por todos los niveles sociales y sus ataques y
cierres de los medios.
¿Cree Theresa May que podrá hacer algo con esto? No sabemos,
pero lo que es seguro es que habrá puesto muy nervioso al presidente egipcio
ante el temor de que se construya una alianza USA, Reino Unido y Turquía, ahora
que se lleva mejor con el fantasma que todo lo preside, Vladimir Putin. May le
ha vendido aviones a Turquía; mal síntoma.
Al-Sisi tiene muchos motivos para irritarse. Necesita
presentarse como un líder fuerte para poder recibir los favores y abrazos de
Trump, que necesita un apoyo en la zona. El creciente sectarismo en Egipto, con
zonas que informan de ataques a los cristianos coptos, además del atentado en
la catedral, sabe que le puede hacer daño ahora que Trump ha prometido que solo
aceptará cristianos en los Estados Unidos, a los que considera como miembros de
las minorías perseguidas. El Trump cruzado
contra el islam es un temor que se puede volver contra el presidente
egipcio, debilitándolo.
Es la demagogia perfecta que necesita para contentar a sus
partidarios, presentarse como defensor de los cristianos. Es ahora cuando los
titulares llegados de Egipto, de sus pueblos (ataques a los cristianos y sus
propiedades), ciudades (comerciante cristiano degollado en Alejandría) o
manifestaciones en el parlamento (la petición de la mutilación de las mujeres o
los exámenes de virginidad en las universidades, ambas en boca de los
parlamentarios afines), etc. se vuelven contra él. Es cuando los encarcelamientos
de personas por defender sus ideas reformistas o laicas evitan la idea del
líder moderado de un estado moderno.
Todo ello se puede convertir en un obstáculo rápidamente. Y
si no lo es, ocurre lo señalado por Khouri: Estados Unidos utilizará Egipto
como barrera para su propia defensa o la de Israel sin que ello repercuta en
una democratización sino solo como garantía de que los militares seguirán en el
poder. Desde 1952 es tiempo suficiente como para que la sociedad egipcia
hubiera evolucionado y no retrocedido en muchos aspectos bajo la influencia de
los islamistas.
La incapacidad de la Universidad de Al-Azhar para la reforma es un drama profundo, más allá del enfado del presidente. Pero es lo que se puede esperar de una institución que necesita de la religión para mantenerse como poder.
Esto echa por tierra muchos de los planes de al-Sisi de mostrarse como creador de un estado moderno. No logra salir de los desastres del pasado y no se vislumbra mucho futuro. El aviso sobre el "mal" y los "enemigos" no pueden justificar toda la vida la presencia de los militares en el poder. Son muchas décadas de gobierno militar y no se avanza; al contrario ha crecido el radicalismo al que no han sabido hacerse frente más que con represión. Ahora están rodeados por el caos exterior y por los problemas propios en el interior. El tiempo perdido estos años no será fácilmente recuperable y menos encarcelando a los reformistas, la verdadera barrera frente al radicalismo.
Las prohibiciones de inmigrantes y refugiados, que el editorial de The New York Times de estos momentos llama "cobardes y peligrosas", son el comienzo de un proceso complejo y efectivamente peligroso. Trump es un terremoto de réplicas incalculables y efectos devastadores, Veremos su efecto en Egipto.
*
"Al-Sisi warns against strife instigated by ‘evil people’" Daily News
Egypt 28/01/2017 http://www.dailynewsegypt.com/2017/01/28/613127/
**
"Rift escalates, becomes public between Sisi, Al-Azhar" Egypt
Independent 26/01/2017
http://www.egyptindependent.com//news/rift-escalates-becomes-public-between-sisi-al-azhar
***
"Rift escalates, becomes public between Sisi, Al-Azhar" Egypt
Independent 26/01/2017 http://www.egyptindependent.com//news/rift-escalates-becomes-public-between-sisi-al-azhar
**** Rami
G. Kouri "Will Trump and Sisi perpetuate, or avert, a proven
disaster?" The Jordan Times 26/01/2017
http://www.jordantimes.com/opinion/rami-g-khouri/will-trump-and-sisi-perpetuate-or-avert-proven-disaster
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