Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
páginas digitales de The New York Times llevan dos frases sin un énfasis especial, en un recuadro: "Journalism that matters.
More essential tan ever". Tras las frases, una invitación a la suscripción
al diario. Más allá de la publicidad, lo expresado pasa a ser casi un lema periodístico, una declaración de intenciones.
Las frases —las tres— sitúan en gran medida el
problema del periodismo y el problema de los medios, dos cuestiones
teóricamente distintas, pero que se unen en la práctica, es decir, en la
respuesta del público y en la supervivencia de las empresas periodísticas.
Desde
que comenzó la prensa digital a mediados de los años 90, son muchas las
profecías que se han cumplido, pero no por ello el camino recorrido ha dejado
de ser sorprendente para quien haya tenido por ocupación la observación de la
evolución del espacio mediático. De forma general, la globalización de los
medios afectó a las competencias locales poniendo al alcance de los lectores
más y mejor información al permitir poder acceder a las ediciones de los
mejores periódicos de cualquier parte del mundo. Eso supuso para ellos un reto,
pues muchos pusieron en marcha ediciones internacionales destinadas a los
lectores globales. Fue un gran esfuerzo que, sin embargo, no arregló la
cuestión de la financiación de la prensa conforme las ediciones impresas
competían con sus propias ediciones digitales. La competencia ya no era los
otros medios, sino los otros soportes que iban ganando espacio de lectura.
Los
medios se dieron cuenta pronto de este efecto de cambio en los hábitos de
consumo de la información, algo que se vio radicalizado por el proceso de la
convergencia digital al aumentar la velocidad de las redes. Las separaciones
tradicionales entre los medios impresos y los audiovisuales se disolvían merced
a la digitalización que hacía que los medios pudieran incorporar en una misma
interfaz lo que antes eran radio (los podcast),
televisión (piezas y canales de vídeo digital) y la prensa escrita. Las
barreras entre los medios, los lenguajes diferenciados, etc. saltaban por los
aires. Los "periódicos" empezaron a perder "identidad"
además de "lectores". Hoy muchos columnistas graban pequeños clips de vídeo para evitar que el público tenga que leer en sus pequeñas
pantallas.
Como "periódicos"
muchos conservan los títulos de sus cabeceras. Sus "páginas"
virtuales aquellas que comenzaron siendo facsímiles de las impresas en las
primeras ediciones digitales, difícilmente se parecen a los periódicos veinte
años después.
Cuando
los medios pensaban que ya estaba estabilizado el cambio y podían empezar a
tomar decisiones estratégicas a largo plazo, comenzaron las revoluciones de la
"redes sociales" y los llamados micromedios.
El señor Trump se
comunica cada día con sus seguidores y detractores a través de tuits, que son
reproducidos por el propio The New York Times como documentos. El tuit vacía de
significado las posibles ruedas de prensa y altera la forma de enfocar la
comunicación política descolocando a sus rivales. El que tuitea primero, tuitea dos veces.
Pero el
mensaje de The New York Times tiene
otro sentido más allá de la supervivencia económica de los medios o de su
transformación digital. Lo que el diario trata de resaltar es lo que importa
realmente del Periodismo: la calidad de la información y el compromiso
profesional e institucional tras ella.
Lo
ocurrido durante el último año en los Estados Unidos es preocupante en muchos
sentidos, pero ha servido para revelar la importancia de la información en los
sistemas democráticos. Lo que importa del Periodismo es realmente la sociedad
misma y su capacidad para sobrevivir a un tiempo, llamado de la Información, en
el que la comunicación ha pasado a ser un elemento esencial.
Las
viejas dictaduras imponían el silencio o solo se permitía una voz autorizada,
la del poder. Las demás estaban silenciadas. Los progresos en libertades
siempre han venido de la capacidad de aumentar la información y, con ello, el
diálogo social. La democracia se basa en el diálogo y solo se puede dialogar
partiendo de un aceptable conocimiento del mundo, que es lo que los medios
fueron ofreciendo. Por ello no es solo una cuestión de cantidades, sino de "calidad"
de la información. El salto de los periodistas del siglo XIX a las
universidades, con el principio en la de Columbia, en 1912, preconizado por Pulitzer, no era
solo una cuestión de prestigio profesional sino de conciencia de la necesidad
de formar mejor a los periodistas para que cumplieran mejor su función social.
La universidad se entendía como una garantía
que se pondrían al servicio de los lectores y ciudadanos.
Cuando
The New York Times señala que el periodismo de calidad es más importante que
nunca es precisamente porque nos encontramos en un umbral cuyo paso conlleva
peligros para el propio sistema democrático, más allá de la cuestión
informativa.
Ha
tenido que suscitarse un agrio debate a lo largo de un año para que muchos
profesionales sean conscientes, en medio de la impotencia, de que el sistema se
puede subvertir usando los mismos medios.
Nos enfrentamos a un constante proceso de interpretación de nuestro
entorno, al que solo tenemos acceso directo en una pequeña parte, siendo todo
lo demás mediado. Esto significa que
conocemos el mundo a través de otros o, si se prefiere, que nuestro mundo son los textos que nos
hablan del mundo.
La
llegada de los nuevos medios ha traído la proliferación de las voces de esa
semiosfera, de la que Lotman hablaba, y la ha ampliado hasta límites insospechados. Hoy nuestro mundo es un
gigantesco medio de publicación, un inmenso mural virtual en el que se reflejan
las opiniones, las historias, los hechos que cada cual quiere contar o mostrar
al mundo.
Las
distinciones que demarcaban los medios se han difuminado. Los medios
audiovisuales y los periódicos comenzaron a prestar más atención a los
discursos sociales que a producir sus propios discursos. Es más barato y se
sigue haciendo. Con ello, los medios perdieron su propio papel y autoridad informativa
convirtiéndose en un espejo o eco de los medios sociales. De esta forma se transformaban en un nodo más dentro de la red.
La
falta de seguridad de los medios en el futuro empresarial de la información ha hecho que se
oriente más hacia las audiencias que hacia la calidad de la información, perdiendo
lo que era su gran ventaja, la profesionalidad y el compromiso informativo. Las
divisiones entre los profesionales de la información y los profesionales de los
medios eran constantes. Para los primeros, la información es la base; para los
segundos, el medio debe seguir los gustos sociales en busca de rentabilidad,
transformándose para encontrar el favor del público, cuyo gusto informativos es
cada vez más distorsionado por las avalanchas de información.
Lo
ocurrido este año no es el triunfo de la "mentira" sobre la "verdad",
sino algo mucho más complejo: el triunfo de un
nuevo tipo de comunicadores, expertos en las audiencias que se crean en las
redes sociales. Para ello aceptan una verdad incuestionable: las redes forman
ya parte de la vida de las personas. No se trata ya de sentarse a ver la
televisión o a leer un periódico. Se vive en la red. Por medio de las
interacciones constantes, las personas van definiendo sus propios espacios
informativos en un sentido diferente al de los lectores de antaño.
No en
vano, el estudio de las "redes" y de sus fenómenos está siendo una
especialidad que los comunicadores tradicionales no acaban de entender al
centrarse en la elaboración de las informaciones y de los mensajes. Es el funcionamiento de las redes lo que interesa. La noticia es como un barco de papel arrastrado por las corrientes.
Vivir
en un espacio mediado significa aceptar un mundo que se va configurando
desde las interacciones de los propios usuarios, que configuran sus redes de
contactos, seleccionan sus fuentes y aceptan las recomendaciones de unos frente
al rechazo de otros. Da igual que nuestra información sea "verdad", lo importante
es que solo nos llegarán a través de la red en la que vivimos, nuestro ecosistema informativo.
Y surgen los activistas informativos. Sus movimientos en la red son constantes, agregando destinatarios
de las informaciones que quieren hacer llegar a los suyos manteniendo un refuerzo
continuo que mantiene la red unida y cada vez más aislada de otras redes, que
son como universos paralelos. Mientras unos usuarios valoran la diversidad de
fuentes; otros, en cambio, valoran el refuerzo constante de sus opiniones.
Estos últimos son los más radicales.
Trump
ha sabido aprovechar a los activistas informativos de los grupos alternativos. Han unido muchas pequeñas redes dirigiéndose a los grupos
periféricos y convirtiéndolos en retuiteadores de sus mensajes. Los grupos
alternativos que ha logrado poner a su servicio llevan años creando y
reforzando sus propias redes. Ya no se trataba de hacer campaña en los medios,
sino de aprovechar las redes creadas para difundir un mensaje determinado.
Por
extraño que parezca, el aumento de informaciones no hace que se contraste más,
sino que se busque la exposición a aquello que se quiere creer. The New York
Times nos trae un ejemplo del propio Donald Trump y del uso de sus tuits. Sabe
que a sus electores y simpatizantes les gusta creer que es China la causante de
sus males laborales y económicos. Esto le lleva a convertirla en el tópico
central de sus mensajes, los que son retuiteados millones de veces. Con el
titular "Enough of the Tweets, China’s State Media Tells Trump", The New York Times recoge la reacción china a
los constantes tuits de Trump sobre ellos:
BEIJING — It’s become easy to imagine an aide
to China’s president, Xi Jinping, knocking on his bedroom door in the middle of
the night to report the latest from Trump Tower: “He’s tweeted about us again.”
China’s leaders thought they had a solution to
the torrent of snark, jibes and condemnation on Twitter. They banned access to
it in China. But, paradoxically, China has become the country that
President-elect Donald J. Trump seems to most enjoy trolling on his
open-all-hours Twitter feed.
In bursts of 140 characters or less, he has
jabbed at Beijing over Taiwan, trade, the South China Sea and, most recently,
North Korea. “China has been taking out massive amounts of money & wealth
from the U.S. in totally one-sided trade, but won’t help with North Korea. Nice!” Mr. Trump said on Twitter
on Monday.
How and when Mr. Xi reads about these
broadsides remains a mystery to outsiders. Translating Mr. Trump’s sarcasm —
“Nice!” — could be tricky. But Chinese officials and the state news media want
Mr. Trump to know that their leaders prefer doing diplomacy the old-fashioned
way, behind closed doors and muffled in platitudes.*
¿Diplomacia a la
antigua usanza? Con
mensajes como estos —basta con un "Nice!"—, Trump consigue hacer llegar sus ideas a sus seguidores y que
la respuesta sea como la recogida por el periódico. The New York Times puede
criticar el tuit, pero solo después de que este haya causado su efecto. Las
quejas de los chinos convencen a Trump de que está en el buen y molesto camino.
La diplomacia a la antigua usanza no quedará más que como un resto protocolario
ante los mensajes de las redes, medio preferido. Los medios convencionales se
los deja al enemigo.
Los medios critican a Trump, pero este lucha con los medios, matiz importante
que implica unas reglas del juego distintas en cada caso. Los medios
profesionales tienen por objeto informar;
Trump y los suyos, por el contrario, solo ganar las elecciones, deteriorando a
sus contrarios con los actos necesarios, del vergonzoso Pizzagate a los tuits
sobre vacunas o China y el cambio climático. Los medios han sido parte en estas elecciones porque
Trump estaba contra ellos. Era parte de su estrategia lanzar a sus
seguidores contra los medios sabedor de que le seguirían acogiendo entre
sus páginas dando cuenta de sus barbaridades. Con el siguiente tuit confirmaba a los seguidores la existencia de la conspiración mediática contra él.
De la
misma forma, China Daily se ve
obligada a contestar a los tuits de Trump amplificando los efectos:
Analysts said China, which plays a key role in
stabilizing the Korean Peninsula, should not be bypassed in resolving the
Democratic People's Republic of Korea nuclear issue.
"China's efforts are widely recognized,
and we hope all sides will avoid remarks and actions to escalate the
situation," Foreign Ministry spokesman Geng Shuang told a regular news
conference.
His comment was in response to a tweet in which
Trump criticized China on Monday, saying it was not being helpful in addressing
the DPRK nuclear issue.**
De esta
manera Donald Trump pasa a ser el "trol" mundial de mayor escala
hasta el momento. Con un tuit obliga a ponerse a la defensiva a China o a
desplegar los artículos de los periodistas de The New York Times o cualquier otro medio. Está donde quiere estar.
No se trata de que sea verdad lo que
dice, sino que de los cientos de millones de personas que lo escuchan, muchos
están de acuerdo con lo que dice, sea verdad o no. Es lo que ha hecho Trump a
lo largo de la campaña presidencial. No se moderó
nunca, sino que. por el contrario. sabía que sus excesos le daban titulares, como
bien se estudió y contabilizó en dólares, aunque nos sus efectos negativos para
la candidata demócrata.
En este
contexto, ¿en qué medida debemos interpretar el "Journalism that matters.
More essential tan ever" con el que el periódico trata de atraer a nuevos
lectores y suscriptores? En uno esencia: el mantenimiento de una
sociedad que realmente pueda vivir en un entorno comprensible.
Lo que
ocurre con los Estados Unidos es lo que ha ocurrido en Oriente Medio durante
estos años: la incapacidad de diferenciar lo verdadero de lo falso, lo real de
las "teorías de la conspiración". Los efectos son terribles porque no
hay ya forma de establecer diferencias. Solo queda agarrarse a lo que se quiere creer y radicalizarse aislándose del resto.
La
campa contra los medios emprendida por el nuevo inquilino de la Casa Blanca —el
otro Donald— no es una casualidad, sino la otra cara de la suplantación de la
información periodística profesional por el activismo informativo. El deseo de
Trump es poner contra las cuerdas a los medios que le critican.
Lo que pide The New York Times es que se valore su trabajo,
sobre todo en lo que tiene de batalla en nombre de los que valoran la libertad,
la diversidad y la honestidad informativa, junto a la existencia de unos
estándares éticos.
No debe
confundirse lo dicho hasta el momento con la capacidad social de producir su
propia información. De lo que aquí hablamos es de los movimientos organizados
para la lucha política que usan la información como un arma más despreciando la
pluralidad y ética profesional. Hay una diferencia enorme entre opinar de forma
distinta e inventar todo tipo de noticias, insinuaciones, etc. que se repartan
a través de las redes en nombre de la libertad de información. Todavía estamos
esperando una prueba del fraude de millones de votos que Trump escribió en uno
de sus tuits.
¿Estamos
condenados a la confusión y la manipulación? Depende mucho de las actitudes de
apoyo al periodismo honesto frente a los ataques que sufrirá aquel que tenga el
valor de enfrentarse a un poder que juega a otra cosa. Dependerá también de la propia capacidad de supervivencia de los medios: la independencia informativa es cara, como lo es el periodismo de calidad. Los rumores, las noticias falsas, en cambio, son un material barato, fácil de producir, basta con la imaginación. La rentabilidad es enorme.
La proliferación de espacios dedicados a difundir noticias falsas, rumores, etc. en estos cinco o seis años pasados ha culminado con la llegada de un mentiroso a la Casa Blanca. Los medios prometieron intentar distinguir entre la persona y la institución, que debería ser respetada. Pero ha sido imposible: él mismo ha subvertido la institución llevándola al extremo, no respetándola.
Dudo que la petición de China a Trump de que deje de mandar tuits sobre ellos se haga realidad. Es su línea y su estrategia. Le ha funcionado. El mundo se debe empezar a acostumbrar —solo en un sentido— a estos cambios.
El futuro del Periodismo forma parte esencial del futuro de la sociedad democrática. Un periodismo de baja calidad es una merma de las posibilidades de decidir con fundamento sobre lo que queremos. La confusión, la manipulación, etc. son estrategias de acceso al poder y de acoso a los que interfieren en sus planes. La finalidad del periodismo no es el poder, sino su crítica. En este sentido, se acercan tiempos intensamente periodísticos, que exigirán altura de miras, honestidad y muchas veces sacrificios y riegos. El Periodismo importa porque importan otras muchas cosas.
* "Enough of the Tweets, China’s State Media Tells Trump" The New York
Times 4//01/2017
http://www.nytimes.com/2017/01/04/world/asia/china-xinhua-donald-trump-twitter.html
**
"Beijing's DPRK efforts 'widely recognized'" China Daily
4/01/2016http://www.chinadaily.com.cn/china/2017-01/04/content_27853310.htm
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