Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Mohammed
Nosseir, un político liberal y cronista habitual, expone en su artículo del Daily Egypt News, titulado "How the
Egyptian state frames and manages chaos" algunas ideas que llevan mucho
tiempo rondando entre los egipcios. Su idea, la sostiene desde el principio del
texto, es muy clara:
Having lived in complete chaos for many years,
Egyptians have come to believe that chaotic behaviour is an Egyptian cultural
trait, part of their DNA, and that we are by nature a chaotic people. The
reality is that chaos is consciously sustained by the Egyptian state, to
facilitate its authoritarian rule. It is simply one of the fundamental ruling
tools of the state.*
Como teoría es bastante habitual en muchos autores a los que
les queda la duda de si es un caos premeditado (como señala Nosseir),
incompetencia incontrolada o realmente es algo que está en el ADN y, por ello,
es irresoluble esté quien esté al frente. La respuesta que se dé a esta
cuestión es determinante. El argumento de Nosseir es que se sembró el desorden
para ofrecer la alternativa "ordenada", pero que después de la
elección del presidente que ordenaría todo, el caos es mayor.
Es indudable que el argumento
del caos es utilizado de forma constante por los gobiernos egipcios, que
han justificado siempre la represión o sus simples actuaciones haciendo ver que
solo las formas autoritarias pueden enderezar una tendencia natural al caos,
desgobierno o enfrentamiento civil. No es el único país que lo ha hecho para
justificar sus dictaduras, desde luego.
El caos al que se refiere Nosseir a lo largo del artículo es
la agitación organizada desde el
estado para hacer necesaria su presencia como "autoridad", no como
eficacia organizativa sino represiva. De hecho lo que sucede
precisamente es que aborta cualquier posibilidad de organización social eficaz
para que la "autoridad" se siga manteniendo como referencia y
"poder". Por eso es esencial que la sociedad civil no tenga fuerza,
sea débil y desarticulada.
La sospecha de que todo lo que ocurre tiene un fin
desestabilizador y no organizador, es decir, tendente a una mejora del conjunto
del sistema, tiene unos efectos desastrosos sobre el conjunto de la sociedad.
Es lo contrario del diálogo, cuya
finalidad es precisamente la reducción de las tendencias dispersas para lograr
la convergencia del acuerdo. Por eso la base de la democracia es el diálogo y
el de la dictadura la sordera, algo que deberían recordar todos los políticos
en cualquier ámbito.
Egypt Independent publica hoy otra información interesante
sobre esta cuestión, esta vez relacionada con un asunto crucial, la reforma
religiosa:
An al-Azhar professor has said that what he
called “intellectuals” should not be engaged in debates over the reforms that
are needed within the area of religious discourse.
Ahmed Karima, a professor of Islamic law, said
the participation of “intellectuals” in renewing religious discourse as per
President Abdel Fattah al-Sisi’s call is unacceptable. He was possibly
referring to the intelligentsia who do not belong to al-Azhar, nor are they versed
in religious sciences.
“If we want to handle extremism and terrorism,
then we need a team of scholars rather than a new discourse,” Karima told
satellite channel ONTV late Saturday. “We have requested many times to redraw
the Islamic culture”.
Egypt has sought to crackdown on religious
speech stoking hostility against the state since the ouster of former Islamist
president Mohamed Morsi and his Muslim Brotherhood in 2013. In line with Sisi's
call to combat hardline thought, Al-Azhar and The Endowments Ministry have
embarked on efforts to filter literature and restrict preaching activities they
deem hateful and that they feel fuel extremism.**
La idea de que lo que se necesita es un "equipo
nuevo" y no "nuevos discursos" o ideas, ofrece un panorama muy
claro de la raíz del problema: el cierre de las ideas a la sociedad y el
enclaustramiento de las instituciones que no quieren abrirse para no perder poder.
Durante siglos, el islam ha perseguido a sus reformistas
excluyéndolos o eliminándolos del dialogo que posibilitara una evolución real.
En lugar de ello, la lucha ha sido por la ortodoxia. La forma en que se
entrecomilla "intelectuales" en la información encierra un desprecio
y un recelo hacia todos aquellos que no formen parte de la ortodoxia, en este
caso Al-Azhar. La solución de Al-Azhar, por decirlo así, es sencilla: eliminar
a los predicadores que no estén bajo su mando y controlar férreamente los
sermones de los viernes. No hay nada que reformar, no hay más voz que la suya.
Solo se trata de extender el control y la represión. Todo así quedará "normal".
Del desorden, Al-Azhar sale fortalecida.
La sola posibilidad de que entren en el diálogo sobre la
reforma del islam partes de la sociedad es vista como la llegada amenazante del
caos. Sus palabras son claras:
“If we want to handle extremism and terrorism, then we need a team of scholars
rather than a new discourse”. Pero sin nuevos discursos, se perpetuará
la lucha entre la ortodoxia y el purismo fundamentalista que acusará a sus
enemigos de desviarse del "verdadero mensaje", núcleo del problema.
Por eso las discusiones y arreglos se han producido siempre con los extremistas
religiosos y nunca con los reformistas, a los que se ha perseguido o exiliado.
Sin embargo, la única posibilidad de futuro a medio y largo
plazo es el reformismo que permita que la sociedad se adecue a los tiempos en
los que vive y que se puede ir expulsando el extremismo que con esta forma de
pensamiento es inevitable.
Esos "intelectuales" a los que se desprecia son
personas que pueden aportar nuevas ideas para poder salir adelante. En lugar de
considerarlos herejes o apóstatas y dar carta blanca para su eliminación
física, como han hecho algunos directa o indirectamente, se debería tratar de
escuchar el sentido de lo que puedan aportar. La otra opción es la represión
constante y la violencia interna y externa.
En ocasiones hemos comentado que el protagonismo que el
gobierno egipcio está dando a la Universidad de Al-Azhar, con ministros (como
el contestado de Cultura) en el equipo, tiene una cara oscura que se irá
acrecentado. También Ahmed Karima, el profesor de Al-Azhar, piensa que la presencia
de intelectuales solo producirá el caos y el desorden, la destrucción de la fe.
Su posición es inamovible: ellos son la verdad. Y es esa verdad la que permite
el control social y la represión. Las campañas contra el ateísmo o la represión
de la sexualidad así lo confirman.
La amenaza del caos
en lo social y religioso son las dos caras de la misma moneda excluyente que
evita que el pensamiento acorde a los tiempos renueve el que va quedando
desplazado. Es urgente abrir la posibilidad de renovación real y no solo de
censura y represión porque esta solo engendra violencia, presente y futura. El ministro de Asuntos Religiosos decía no hace muchos que el caos egipcio lo creaban los "poderes imperialistas". Siempre el caos viene de fuera a la vista de los que tienen las responsabilidades dentro.
En este punto es necesario recordar que, en su historia, el
gobierno egipcio ha entrado en pactos con los grupos islamistas pero nunca con
los reformistas. Ya sea por su individualidad o por la debilidad que ven en la
palabra, las voces reformistas no son escuchadas porque se ve en ellas el principio
del debilitamiento del control férreo que se realiza desde la religión y del
estado. La sociedad no puede participar del cambio, solo aquellos grupos que
históricamente "representan" la estabilidad, militares y Al-Azhar.
No se puede obviar que el caos también favorece a los elementos que tratan de desplazar del poder a las instituciones. Hoy Egipto está sometido a una desestabilización constante desde el terrorismo. Ese terrorismo, que tiene sus objetivos, es más difícil de controlar porque no todos los grupos tienen los mismos intereses. Algunos tienen una estrategia global, como los vinculados con el Estado Islámico. Otros, por contra, tienen una estrategia plenamente política en términos locales. Buscan llevar al estado a un punto de negociación, como hicieron décadas antes.
Pero también es cierto que muchas medidas tomadas no lograrán controlar la proliferación del radicalismo, la auténtica fuente de la que surge el terrorismo.
El radicalismo son las ideas que guían hacia la violencia. Evitar atentados no es lo mismo que eliminar el radicalismo. Y eliminar el radicalismo no es lo mismo que encerrarlo en prisiones, en donde irónicamente se produce una radicalismo mayor. La lucha antiterrorista solo tendrá eficacia si se abren las ideas y la sociedad repudia claramente el radicalismo, algo que no siempre sucede con la contundencia necesaria en amplios sectores. El movimiento pendular radicalismo y represión fortalece a ambos; crea nuevos terroristas y radicales y aumenta el poder de las instituciones represoras.
El argumento del caos, en realidad, no es más que la forma
de promover el miedo al cambio y el retorno a la protección de las
instituciones que se muestran como garantes de un orden que nunca llega a
concretarse, siempre inestable y amenazado.
El mundo acaba percibiéndose como una amenaza terrible que
nos destruirá si no confiamos en aquellos que se ofrecen como garantía para
nuestra supervivencia. Acaba produciéndose el secuestro social y el
consiguiente síndrome de Estocolmo. Amamos a los que en mitad del caos nos
ofrecen seguridad, la más básica de nuestras necesidades sociales.
* "How
the Egyptian state frames and manages chaos" Daily News Egypt 22/08/2015
http://www.dailynewsegypt.com/2015/08/23/how-the-egyptian-state-frames-and-manages-chaos/
*
"Al-Azhar professor: 'Intellectuals' should be excluded from religious
reform debates" Egypt Independent 23/08/2015
http://www.egyptindependent.com//news/al-azhar-professor-intellectuals-should-be-excluded-religious-reform-debates
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