Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ahram
Online nos da cuenta de la orden de retirada de las librerías egipcias y la
búsqueda de "responsables" de una obra traducida del francés, "L'Égypte
de Tahrir. Anatomie d'une révolution", dedicado a la revolución del 25 de
enero de 2011. Egipto asimila mal su historia y lo hace, además, intentando reescribirla
con falsos discursos. Toda historia se escribe desde el presente. Las
autoridades egipcias pretenden —una vez más— corregir lo que los demás vieron y
ellos no quieren ver.
La
razón de todo este problema es una cuestión muy sencilla: Egipto se niega a asimilar
que su levantamiento contra Hosni Mubarak fue un levantamiento contra quien lo
mantenía en el poder, el Ejército. Eso significa que la Revolución se hizo contra el Ejército, pilar del régimen,
garante y responsable último. Pero también significa que fue el Ejército quien
decidió "degradar" a Hosni Mubarak y poner al mando una Junta, la
SCAF, contra la que los propios egipcios tuvieron que luchar durante un
durísimo periodo de transición en el que ya empezaron los enfrentamientos
sociales entre los que había salido a la calle y los que se limitaban a responsabilizar
a Hosni Mubarak de lo hecho por el régimen durante treinta años. Se trataba de
personalizar el régimen en la figura de Mubarak y convertirlo en el chivo
expiatorio liberando de culpas al resto o, por el contrario, de dirigir el dedo
contra la institución que rige los destinos de Egipto desde los años 50 en que
tomaron el poder.
La
gente no recuerda —no quiere recordar— la tensa espera en la Plaza hasta saber qué iba a hacer el Ejercito y cómo
finalmente asumieron el control del país sacando a su comandante en jefe de
allí, lejos de las iras populares. La gente no recuerda —no quiere recordar— la
tensa negociación del poder egipcio
con una repleta plaza de Tahrir de donde la gente se había jurado no irse hasta
que cayera Hosni Mubarak. La gente no recuerda —no quiere recordar— la dureza
del periodo de la SCAF, con la represión de los manifestantes, y las
manipulaciones de la opinión pública que ya empezaron a darse para canalizar
los efectos de la revolución y limitar los "daños".
Han
hecho una separación mental entre "ejército" y el "millón y
medio de policías" que el régimen tenía para controlar cualquier intento
de levantamiento mediante la ley de excepción, con la que se mantuvo, con el
aplauso o la indiferencia del Ejército, durante treinta años en el poder.
Durante
ese tiempo, el Ejército —financiado por los Estados Unidos— se dedicaba a lo
suyo, especialmente a vigilar que no le pasara nada a Israel gracias a los acuerdos de Camp David firmados por
Sadat y ratificados de hecho por Hosni Mubarak. Nadie le inquietó en su
gobierno autocrático. El Ejército se dedicó a los negocios y el estatalismo de
la época de Nasser se fue abriendo a las empresas privadas sin que el Ejército
dejara de controlar sus propios y abundantes negocios, llegando a ser un poder
económico real compensado por el político, que también controlaba. El Ejército
era intocable.
El
egipcio es mitómano por naturaleza y el Ejército satisface su necesidad de una
institución estable en medio del caos. Solo instituciones como el Ejército sirven
de referencia en un mundo que se iba desmoronando por la dejadez del régimen de
Mubarak. Su prestigio era el de los héroes en las batallas. Mada Masr acaba de publicar un interesante
reportaje sobre el papel apologético del cine en la construcción del imaginario
militar egipcio. Señalan:
If you grew up in Cairo, July 23 is likely
associated with a long weekend in the north with your family, a televised
military parade celebrating the 1952 revolution, and watching a swarm of films
depicting the Free Officers Movement that launched the revolution (or coup,
rather) that felled King Farouk and established the Egyptian Republic.
Under the newly appointed President Gamal Abdel
Nasser, Egypt's luminous cinema industry was used as a tool to educate the
masses, show them how to be good citizens in a new, modern society, and to
reinvent the nation’s identity. During this period, a wave of films emerged
that were still infused with the melodrama characterizing the big hits of the
1920s-1950s, but that focused on social issues, such as class divides, social
justice and feminism — similar to the social realist film movement that swept
across the USSR, which was forming close cultural ties with Egypt at that time.
Scholar Viola Shafik coined the term “melodramatic realism” for the films of
the Nasserist era.
The events that led up to and surrounded the
July 23 coup were particularly popular as subject matter during this period,
and these films get replayed incessantly on television on its anniversary.
Through this repetitive act of watching them year after year, some of those
films became as engraved in my mind as the lines of those Amr Diab songs that
stay with you forever. But this year I asked myself, do these films have much
to offer besides their political message and obvious propaganda?*
La gloria en las pantallas. Los egipcios aman el cine y aman
su cine clásico, con sus actores y cantantes que el régimen se supo atraer para
convertirlos en las referencias míticas. Después de hacer un repaso por aquel
cine propagandístico, la autora —la periodista cultural Rowan El-Shimi— cierra
el artículo con la siguiente conclusión:
If we overlook the propaganda elements in these
films, there was a certain optimistic fantasy these directors and writers were
sharing with their audiences. At the time, many hoped the revolution would
bring about freedom and equality to the society. But that dream eventually
shattered, and we found ourselves with a new elite, decades of military rule,
the absence of democracy and a stronger-than-ever return of the secret police. As I reflect on the gap between the July 23
films and the historical reality, I can’t help but wonder, what will the films
of June 30 look like in 60 years’ time?*
Ese "gap", esa brecha entre la fantasía
militarista de la pantalla y la dura realidad que el Ejército amparaba y servía
para reprimir, es lo que se está produciendo de nuevo entre la Revolución que
fue y la fantasía que se ha elaborado
para hacerla compatible con la situación actual. Muchos egipcios no ven el
Ejército real, sino el fabricado a golpe de canciones, películas y documentales
sobre los gloriosos héroes que acaban presidiendo el país, uno tras otro.
El "no-golpe" del 30 de julio de 2013 llevará al
poder a un general que dice no tener aspiraciones a la presidencia hasta que
revela sus sueños proféticos. Sí, debe ser el presidente porque Dios y la
Historia lo quieren. Y ¿quién les dice que no a cualquiera de los dos? Dios y
la Historia siempre quieren a un militar al frente de Egipto. El pueblo vuelve
a adorar al mismo Ejército que hasta el momento seguía reprimiendo manifestaciones
y enjuiciando a los civiles.
La parte de la sociedad egipcia terriblemente miedosa y complaciente,
los mismos que querían acabar rápidamente con las protestas en 2011 tras la
salida de Mubarak diciendo que ya se había conseguido lo que se quería, abrazó
su deseo de seguridad. Son los que más tenían que perder, ya fuera por la
salida del turismo o por los negocios amasados en la época de Mubarak, Son la
burguesía que la época de Sadat y su apertura a los mercados acabó forjando
frente a la nacionalización nasserista, es el pueblo que vive del turismo que
tiene que solo llegará a un país en calma.
Recuerdo los escrúpulos de conciencia de una joven que tenía
que redactar textos que atrajeran al turismo internacional intentando convencerles de que la
violencia solo estaba en ciertos
puntos de la ciudad. Lo demás estaba tranquilo. Servidumbre del turismo.
La retirada de un libro sobre la revolución de 2011 porque,
según señala Ahram Online, se insulta al Ejército y se falta a la verdad es un
escándalo. Es un escándalo histórico,
de la Historia. En el otro sentido es una vulgaridad
más. Pero es también un ejemplo de cómo se conecta la microhistoria con la
Historia, de cómo los pequeños actos son reflejos de las grandes líneas que
después interpretamos como tendencia.
Nos cuenta en Ahram Online así el caso:
Egypt’s National Centre for Translation (NCT)
has pulled its own book Egypte de Tahrir:
L'anatomie d'une révolution' from shelves and stopped its sale after last
week’s backlash by a TV presenter, who accused the NCT of publishing books that
'attack the army.’
The book, authored by French journalists Claude
Guibal and Tangi Salaün, was written in the aftermath of the Egyptian
Revolution and published in 2011 by SEUIL publishing house in France.
In 2012 translator Assem Abd-Rabbu Hussein
signed a contract with the NCT to translate the book.
The book was published in 2014 and released
with a few lines on the back cover by the renowned Egyptian author Alaa
Al-Aswany, according to a press release by the NCT.
The translator's preface, which was written in
2012, included a line referring to the clashes between the army and some
activists in February 2011, which the army itself apologized for in an official
statement.
Last week, Al-Bawaba News website wrote a
scathing piece on the book, saying that the ministry of culture and the NCT are
publishing books that insult the army. TV presenter Ahmed Moussa carried the
story from there, attacking the NCT on his TV programme, accusing it of
publishing books that attack the army, pointing to the line from the
translator's preface which prompted wide reactions from the ministry.
Minister of Culture, Abdel-Wahed El-Nabawy,
opened an investigation into the matter, while the NCT had to pull the book
from its outlets and cease selling any copies of the book.**
El libro que se publica en 2011 en Francia contiene un punto
de vista del momento, en el que el Ejército hace lo que hace y así es contado.
En 2012, llega a manos de un traductor que lo da por bueno. No le extraña a
nadie lo que allí pone, todavía se está en conflicto con el propio Ejército que
se enfrenta cada día, con el mariscal Tantawi al frente de la SCAF, a las
manifestaciones populares después de un año de revolución en las calles. Se
firma un contrato oficial con el Centro Nacional de Traducciones, Todavía las
instituciones no tienen un criterio y todo está en el aire. La revolución sigue
como un impulso que muchos siguen manteniendo y alienta. Se habla de las
víctimas como mártires y se decora con sus rostros las calles de El Cairo y
demás ciudades donde han caído. Los grafitis contra el Ejército y la represión
ocupan los demás espacios libres.
El prefacio del traductor contiene esas líneas en las que se
hace referencia a los enfrentamientos entre manifestantes y el Ejército. Y es
aquí donde la Historia debe ser cambiada, eliminada, vaporizada. El Ejército
siempre ha estado junto al pueblo. El
Ejército y el pueblo son una sola mano, repiten en la calles. En las
manifestaciones de julio de 2013, las que acabarán en el "no-golpe"
contra Mohamed Morsi y los Hermanos Musulmanes, la frase se ampliará:
""El Ejército, el pueblo y la Policía son una sola mano". La
misma mano que reprimió y torturó queda exonerada de cualquier responsabilidad
por décadas de cárceles y desapariciones, la misma mano que torturó a Khaled
Said en Alejandría, el detonante de la revolución egipcia. La misma mano.
Entonces la Historia se cierra; se convierte en una fantasía
que se debe alimentar con la Sisimanía, la adoración del militar, del jefe de
los Servicios de Información, que es encumbrado a la gloria, invitado desde un
sueño por el asesinado y religioso Sadat —no por el socialista y laico Nasser—
a ocupar la presidencia.
En 2014 sale a la luz el libro, con unas líneas en la solapa
de Alaa Al-Aswany, el escritor que apoyó inicialmente el golpe contra Morsi y
los islamistas —con esperanza, como tantos otros— y que acabará autoexiliándose
en el silencio. Al-Aswany hará pública su retirada después de décadas
reclamando democracia en sus artículos. Todos ellos acababan con la frase
"La democracia es la solución", en contraposición a "el Islam es
la solución" reclamado por los islamistas, claros antidemócratas y que
dieron ejemplo de ello en el año de gobierno de Morsi. Tampoco Al-Aswany, el
autor del fresco de la hipocresía y la corrupción que es El edificio Yacobian es adecuado para interpretar lo ocurrido en
estos años confusos.
Cierra el caso el papel de los medios en este ejercicio de
microhistoria revelador: el escándalo del presentador que clama contra quienes
han permitido que se insultara al glorioso Ejército —¡Dios les ilumine!— financiado por el Estado. ¡Cómo se ha permitido
este insulto! El Ministro de Cultura —viejo conocido nuestro, del que los intelectuales
piden la cabeza, profesor de la Universidad de Al-Azhar— se disculpa diciendo
que es cosa de su antecesor, cabeza de turco perfecta porque era un laico, algo
peligroso en el Egipto iluminado de
hoy.
El escándalo de los medios es muy representativo de la caza
de brujas y traidores, de gente que desprestigia la gloriosa revolución del 30
de junio, de la que la mayor parte de los que aceptaron salir en la foto
inicial han desaparecido y de los que pronto no se podrá hablar tampoco. El Ejército,
con el ministro de Defensa al frente —hoy presidente—, tomó el poder para
evitar una guerra civil, según se dijo, y se convenció de ellos a todas las
instancias. Lo que siguió también es historia reescrita: represión brutal con
cientos de muertes, detenciones y condenas a muerte masivas. Para ello, el
mariscal Al-Sisi pidió al pueblo egipcio que se manifestara para decirle así
que tenía carta blanca para acabar el
proceso. Y así se hizo. El pueblo se reunió y él aceptó el mensaje.
Las palabras de defensa del traductor y prologuista del
libro suenan en un contexto de miedo por el revuelo creado por los medios:
On the sentence that stirred the criticism,
Abdraboh believes that it was taken out of context as it was written in 2012
and tackled an incident that the army itself has apologized for.
"I do believe that my words have been
taken out of context, and I don't know why this attack on the book is taking
place now. The book deals with the 25 January revolution and analyses its
different factions and the parties who played key roles: the people, the army,
and the Muslim Brotherhood. It was written in 2011 and my preface was written
in 2012. It was a different historical moment than the one we are living in
right now and I believe that behind all of this is the hostility towards the 25
January revolution, which our current constitution acknowledges and President
El-Sisi recognizes, but apparently there are some people who monopolize
patriotism," he stated.
The NCT and the ministry never contacted
Abdraboh and he only knew about the confiscation of the book through media
reports.
"I don't think confiscating books is the
ideal way to spread ideas and have a debate. Now I'm just waiting on the
investigation that the ministry is undertaking," Abdraboh concluded.**
¿Fuera de "contexto"? ¿Es posible establecer un
contexto en Egipto, es decir, es posible un mensaje —un libro, un artículo, un chiste, un grafiti...—
que no esté sometido a revisión por haber quedado fuera de contexto y ser interpretado peligrosamente? Lo que
ayer era celebración se vuelve insulto en el siguiente giro. Nada se puede leer
con sentido más que en el momento de la su escritura; todo pierde su sentido poco después. Demasiada discontinuidad
histórica, demasiado cambio para volver al mismo punto: cantar la gloria de tus
salvadores.
En todo este tiempo, Egipto ha escrito una de las páginas más
extrañas de la Historia. Ha mostrado sus virtudes y defectos, la rebeldía y la
sumisión, la protesta contra los que torturan y su elevación a héroes; el
hundimiento de los héroes de la revolución convertidos en "agentes
extranjeros", en "traidores", en "islamistas" o en "alcohólicos"
y "homosexuales".
Con la retirada del libro de los estantes, se retira un
pedazo molesto de Historia. Se arrancan de la memoria hechos que ocurrieron
porque el Ejército está por encima de la Historia. ES como es esas pirámides
que están cuando llegan al mundo y siguen cuando lo abandonan, dando muestra de
la indiferencia histórica como si se tratara de un poema baudeleriano. El
mensaje es claro: tú no puedes cambiar el destino. Y el destino es el Ejército.
Hoy se estará inaugurando con enorme boato el tramo del
Canal de Suez que los expertos economistas internacionales dicen que no hace
falta pero que el régimen necesitaba para su propia imagen. Nada ha cambiado y
el ciclo se ha cerrado. El régimen tiene su propia forma de entrar en el
imaginario: seguridad y obras públicas. De maqueta en maqueta, de inauguración
en inauguración, se irán tapando los dolorosos agujeros de la seguridad
etiquetada como "guerra al terror". Eso permitirá justificar muchas
de las cosas realizadas y muchas de las que quedan por ocurrir.
Dicen que la Historia comenzó con la Escritura, que permitía
conservar los recuerdos más allá del alcance de la memoria. También trajo la
tachadura y el borrado, la reescritura y la falsificación. Los egipcios no
necesitan leer lo que ocurre en libros escritos por extranjeros que no
entienden nada de lo que allí pasa. Pero algún día tendrán que recurrir a ellos
para intentar algo muy difícil: entenderse ellos mismos. Habrán borrado de
sus estantes y de sus memorias cualquier vestigio de verdad. Esto da alguna
forma de felicidad.
Los condenados a la infelicidad son los que recuerdan y los que desaparecen los que tratan de hacer recordar, de que no se olviden el sufrimiento y el deseo de libertad que un día muchos tuvieron. Como el libro, son molestos y deben ser retirados de los estantes de la vida.
*
"Book pulled from shelves due to alleged criticism of Egypt army"
Ahram Online 5/08/2015
http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/18/137010/Books/Book-pulled-from-shelves-due-to-alleged-criticism-.aspx
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