Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No
tenía ni idea a qué se refería el titular de The New York Times: "I’m Not Mad. That’s Just My
RBF". ¿Qué era la "RFB", algo tan común como para estar en un
titular del prestigioso periódico, que yo ignoraba? No tenía nada de particular
porque estaba en la sección "Fashion & Style", que no suelo frecuentar,
pero el titular funcionó unido a los rostros preocupados de tres conocidas
mujeres, dos actrices y Victoria Beckham, intérprete de sí misma.
La autora del reportaje, Jessica Bennett, trata de que nos
hagamos una idea desde el comienzo:
I didn’t think much about it at the time: I was
appearing in a short television segment and had quickly brushed my hair, then
slapped on some concealer. I figured my glasses would cover the circles under
my eyes.
Only later did I behold what I looked like —
and it was terrifying. It wasn’t that I was disheveled; it was the actual face
that looked back at me in the frozen screen shot.
My mouth curled slightly downward, my brows
were furrowed, my lips were a little pursed. My eyes aimed forward in a deadpan
stare. I looked simultaneously bored, mad and skeptical. I was basically saying
to the newscaster: Die.
In that moment, I joined the ranks of a tribe
of women who suffer from the scourge known as “resting bitch face” or,
increasingly, just RBF.
If you’re up on your Internet memes, perhaps
you’ve heard of its linguistic predecessor: “bitchy resting face,” which
emerged from a parody Public Service Announcement.*
Conforme avanzaba en la lectura del artículo se iba confirmando
que este era un "mal femenino". Como se queja varias veces la autora,
a los hombres que se les queda esa cara todo el mundo les presupone algún tipo
de preocupación existencial, algo filosófico, mientras que en las mujeres se
presuponen lo que la autora describe con concisión: " bored, mad and
skeptical". ¿Por qué los hombres se ven "interesantes" con esa
cara y las mujeres, en cambio, se sienten horrorizadas cuando se les relajan
los músculos faciales y parecen odiar a todo el mundo?
El artículo —como es ya habitual en el género— recurre a
distintos científicos sociales y a los nuevos gurús, los neurocientíficos,
capaces de explicarlo todo desde las reacciones de las neuronas antes rostros,
colores, comidas, etc. Da igual. Lo importante del asunto es que socialmente se
espera que una mujer sonría permanentemente y que esté en guardia social, por
decirlo así. Allí donde el hombre mira hacia el horizonte lleno de pensamientos
de grandeza, en la mujer queda penoso, según los expertos.
Debe ser terrible estar todo el día pendiente de tus
músculos faciales tratando de evitar que se te relajen y dar la impresión de
que odias o eres odiosa o teniendo que dar explicaciones sobre si te pasa algo
o no te pasa. La preocupación entre las "famosas" por este problema
es enorme porque están todo el día bajo los objetivos de las cámaras y una cara
RBF puede suponer la una corriente de especulaciones que gacetilleros sin
escrúpulos pueden aprovechar fabricando titulares impactantes, como "¿Todo
va bien entre X (la pillada con cara RBF) y su pareja?", algo que como se
dice ahora, puede hacer rugir las redes sociales.
En 2005, hace diez años, el Urban Dictionary —en el que son los usuarios los que votan el
significado que piensan más correcto,
es decir, el sentido en el que ellos lo usan— explicaba:
RFB (Really Fucking Bored)
1. when you're sitting on your ass during the
weekend chatting online because there are no parties to go to.
2. when you just broke up with your girlfriend
and you have no one to hang out with because you gave your friends up for her
because she 'was worth it.'
3. when you are so depressed all you do is surf
myspace for friends and wait, refreshing the page over and over to get that
message you wont get. [8/11/2005]
Como puede apreciarse, no estaba vinculada con las mujeres
de forma clara. A cualquiera se le podía quedar cara de aburrimiento si estaba aburrido. No se veía como un pecado
social específicamente femenino. Pero en esta década pasada (además de pasar de
moda myspace), la presión sobre la
imagen de las personas se ha hecho insoportable y parece que de nuevo con
desventaja femenina. En aquellos tiempos todavía no existía el
"selfie". Bueno, sí existía, pero a nadie se le había ocurrido hacer
una religión de él, como ahora hacemos. Podemos hacer fotos con todos nuestros
dispositivos: teléfonos, tabletas, etc. Si hace una foto a un grupo, la mitad
de la gente vendrá a comprobar cómo ha salido y le exigirá borrar la foto si no
ha salido como piensa que debe. Cuidar la imagen
y las imágenes es obsesivo para
muchos. Y las mujeres, según nos dicen, lo padecen más.
En 2013, en cambio, el diccionario
urbano situaba su sentido más valorado de otra forma:
bitchy resting face
A bitchy alternative to the usual blank look most people have. This is a
condition affecting the facial muscles, suffered by millions of women
worldwide. People suffering from bitchy
resting face (BRF) have the tendency look hostile and/or judgemental at
rest. Their expression does not necessarily reflect how they are feeling
inside. BRF can ruin friendships and first impressions, start fights and kill
an atmosphere. [julio 2013]
Como puede apreciarse, esa desconexión momentánea de sus
músculos es vista por los demás como hostil, como una forma de desaprobación en
quienes lo tienen. A la pregunta preocupada de "¿te pasa algo?" la
sustituye la defensiva "¿por qué me miras así?".
Los discursos sobre cómo debemos presentarnos ante los demás nos caen por toneladas desde los medios
de comunicación en forma de artículos y reportajes y como libros de autoayuda
que primero nos crean un sentimiento de angustia y luego se ofrecen a
liberarnos de él.
Los otros se han convertido en objeto de consumo, algo que
ha sucedido desde que la prensa y el cine nos ofrecen las vidas ajenas como antídoto
del tedium vitae. La diferencia está
en que la distancia entre ambos mundos, el de ellos y el nuestro, estaba bien
delimitada. Las revistas nos ofrecían vidas ficticias para nuestro consumo en
peluquerías y dentistas, entre otros lugares abastecidos de este tipo de
prensa. Hoy todo se ha desbordado y todos podemos ser víctimas de la viralidad si a alguien se le ocurre
meter nuestras imágenes desafortunadas, lo que ha aumentado la preocupación por
la imagen.
Pero en el caso de la RBF, las fotografías no son más que una
parte del problema; son solo su registro. El problema real es la necesidad de
sonreír de forma constante, sobre todo las mujeres. Escribe la autora del artículo:
For many years, studies have determined that
women do tend to smile more than men, but not necessarily because they’re happier
(in fact, they suffer higher rates of depression). Nancy Henley, a cognitive
psychologist, has theorized that women’s frequent smiling stems from their
lower social status (she called the smile a “badge of appeasement”). Still
others have pointed out that women are more likely to work in the service
sector, where smiling is an asset.
And yet there is also a kind of ingrained
association between women and the friendly face. The phrase “Stop telling women
to smile” has become a rallying cry for the movement against street harassment.
Studies have found that smiling babies are more likely to be labeled female,
while men view serious women as less sexually attractive than those who look
friendly (the opposite of how women view men).
“One of my biggest pet peeves is when people
come up to me in a social setting, where I am having fun, and ask, ‘Are you
O.K.?’ ” said Talia Cuddeback, a junior at Barnard who suffers from RBF and
wonders why she has to smile all the time just to show she isn’t angry.*
Neurocientíficos, cirujanos plásticos, expertos en relaciones
públicas, etc. dan sus versiones del fenómeno. Para unos las explicación es social, una presión insostenible; a
otros les da igual y tratan de resolver el problema mediante el bisturí o con
el entrenamiento que haga que no se
baje la guardia. La sonrisa debe ser estudiada en cada momento para no caer en
la estupidez, en la afectación o en la frivolidad. Una revista se pregunta si
es posible ya obtener una sonrisa que sea realmente una sonrisa, una sonrisa espontánea, y no algo dedicado al objetivo de
una cámara. Es difícil, desde luego.
Algunas —como Kristen Stewart— reivindican su derecho a
tener la cara que quieran y que si alguien se siente ofendido porque no
sonríen, que miren para otro lado. Me parece muy bien. Lo podemos apreciar en
los desfiles en la alfombra roja. El tiempo que dura la sonrisa es el que
tardan en disparar los fotógrafos sus cámaras. El momento peligroso es
precisamente ese, en el que se baja la guardia y tu foto RBF puede acabar
siendo portada recriminatoria, una pesadilla.
Hubo un tiempo en el que, por el contrario, la mirada
perdida podía resultar hasta interesante,
sin que se considerada una enfermedad, agresividad o un insulto; podía ser considerada hasta
un signo de vida interior, pero ¡a quién diablos le importa hoy la vida interior si nos hemos dado la vuelta! La vida social tiene la
tiranía de los viejos salones con el agravante que se ha desmoronado la idea de privacidad. El mundo ya es un salón de baile al que hay que
llegar impecable y salir tal cual.
El artículo de The New
York Times, tras consultar a los expertos, concluye con una pregunta:
"Who has the energy to smile to strangers all day, anyway?"*. Nadie
dijo que vivir en la Sociedad del Espectáculo fuera fácil. Puede que se descubra dentro de algún tiempo
que este control constante de los músculos faciales pueda tener efectos
secundarios y que forzar los estados de ánimo solo para satisfacción del
auditorio o de los fotógrafos deja secuelas. ¡Quién sabe!
* "I’m
Not Mad. That’s Just My RBF" The New York Times 1/08/2015 http://www.nytimes.com/2015/08/02/fashion/im-not-mad-thats-just-my-resting-b-face.html
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